He estado estresado.
En esta segunda mitad del año, en algún momento, debo haberme golpeado la cabeza y haber perturbado seriamente mi forma de razonar. Solamente eso podría explicar cómo me he metido en esta situación. Pero permítanme explicarles a qué se debe mi estrés: estoy dando clases.
Hace ya muchos años, en la PUCP, fui "jefe de prácticas" en cursos de Estudios Generales Ciencias. Fue una experiencia interesante, pero agotadora. Si uno se dedicaba a los cursos de teoría, debía asesorar a los alumnos durante las prácticas y, dos veces al semestre, debía corregir unos 60 - 80 cuadernillos. O sea, olvídate del fin de semana (y gran parte de la semana siguiente también). Por otro lado estaban los cursos de laboratorio, que eran más tranquilos, pero se repetían muchas veces al semestre.
En esta segunda mitad del año, algo se me metió en la cabeza y me hizo pensar mal. Por alguna razón, creí que sería interesante para mí el volver a repetir esta experiencia aquí en Valencia. Como tengo pensado regresar a Perú e incorporarme en la PUCP algún día, creí que tener en mi CV una experiencia docente en Europa sería algo bueno.
Terrible error.
Para empezar, algo que distingue a las Tutorías de Valencia de las Jefaturas de Práctica en la PUCP es que en la primera no te pagan. Sí, la PUCP, una "universidad tercermundista," te da un salario por dar clases. Tiene sentido, ¿no? Pues en Valencia no. Como dar clases es bueno pa tu CV, pues ahí tienes tu recompensa. Y si no te gusta... pues no das las clases. Total, los que se perjudican son los alumnos, no las autoridades universitarias. Olé.
Esto lo supe desde el comienzo. Pero estaba dispuesto a trabajar gratis, ya que se suponía que sería bueno en el futuro (y porque me había golpeado la cabeza). Además, los cursos en los que estaría involucrado serían interesantes: Física Cuántica y Laboratorio de Física Cuántica (no sé por qué, siendo yo teórico, siempre termino dando un laboratorio).
Vamos por partes. Las tutorías de Física Cuántica serían sesiones opcionales de problemas guiados. Algún profesor me entregaría una hoja de problemas, y yo los resolvería con detalle, de forma que los alumnos entiendan pasos cruciales de la resolución. Noten la diferencia con las jefaturas de práctica de teoría en la PUCP: aquí tendría que preparar una mini-clase. Asimismo, tendría que dejar tareas que luego corregiría.
El primer problema ocurrió cuando me mandaron dar clases al grupo de valenciano. De valenciano yo sólo sé decir "Vols un cafè?" y "Anem a dinar!" así que empecé las clases disculpándome por no poder hablarles en el idioma que habían escogido (no tuve los huevos de invitarles un café ni ofrecerles ir a cenar). No me hicieron roche, por suerte.
Segundo problema: la cantidad de alumnos. A mi me aseguraron que la cantidad de alumnos disminuiría exponencialmente, así que al final no tendría tánto por corregir. Error. Parece que a esta gente le gustó mi forma de hablar (parece que no he usado mi acento peruano apropiadamente en Valencia), porque ninguno dejó de venir. Así que el trabajo nunca disminuyó. No sólo eso, luego me enteré que, como esperaban que se redujera el número de alumnos, los geniales jefazos habían juntado cuatro horarios dentro de los tres que tenía asignado. Así que tuve mucho más trabajo del que debía tener, y no me lo iban a reconocer. Maravilloso.
Tercer problema: los ejercicios que me daban no coincidían con lo que les enseñaban en las clases de teoría. Y yo me enteraba de esto en plena tutoría. Así que cada cierto tiempo tenía que improvisar una clase, para enseñarles lo que tenían que saber para que pudieran intentar hacer los problemas. Bacán. ¿Cómo haces para enseñarle a quince personas de dónde viene la ecuación de Schrödinger, sin haberlo preparado antes?
Pero vamos, esto es sólo la tutoría. Es chancay de a veinte comparado con el laboratorio.
El agravante en el laboratorio es que mi laboratorio de física cuántica en pregrado fue... nulo. La mayoría de los experimentos que debía enseñar no los había hecho nunca. Pero no me preocupé, recordaba que en los laboratorios de la PUCP, Edith organizaba sesiones para que los jefes de práctica nuevos practiquen los experimentos. Pensé que en Valencia habría lo mismo. Error.
Mi entrenamiento se redujo a que el organizador de los laboratorios me entregara el manual que se les da a todos los alumnos, me enseñara dónde quedaba el laboratorio, y cómo se prendían las luces.
Me pasé varias noches revisando los porcos experimentos. Aprendí a usar un espectrogoniómetro usando lógica (que vamos, ustedes mejor que nadie saben que no me funciona bien). Descubrí que uno no debe hacerle caso al letrero de "No abrir, peligro de radiación" en la máquina de Rayos X. Aprendí que para estudiar el efecto fotoeléctrico, uno debe cubrir el detector (aunque no se la razón, porque un filtro es un filtro). Y muchas cosas más.
¿Por qué me demoré tanto? Sencillo: tenía el manual del alumno. No hay un manual para el profesor. Así que, por ejemplo, en la parte del experimento de Franck-Hertz, donde dice "Si ocurre esto desconecte el equipo y contacte con el encargado del laboratorio," yo tengo tanta información como ellos. Si contactan conmigo, les diría, "¡Muy bien!" ya ya está.
Y esto lleva a lo siguiente: cada vez que hay un procedimiento oscuro en el manual, y los alumnos me preguntan "¿Esto por qué?", pues me tengo que inventar algo.
Valencia es progreso.
La pregunta de oro fue ¿cómo califico a los alumnos? El organizador de los laboratorios me respondió "Tú haz lo que quieras. Yo estoy contento con una nota al final del curso." O sea: no me compliques la vida, chocherita, ya verás cómo armas un criterio de evaluación tu mismo.
Lo peor fue el primer día del laboratorio. Bajé el día anterior, a revisar que todo estuviera en orden, y descubro que habían puesto un calendario. Se veían doce sesiones... y luego reaccioné. Yo sólo había entrenado ocho experimentos... ¿qué pasaba con los otros cuatro?
Luego de una crisis existencial, y varias llamadas telefónicas, descubrí que el primer día no había laboratorio. Era simplemente una sesión informativa donde se entregaban los manuales y se asignaban grupos.El último día era un examen (que no sé en qué consiste). Y habían dos experimentos que, oh sorpresa, duraban dos sesiones.
Todo esto el día anterior a empezar. Luego, al querer contactarme con los alumnos para avisarles que ese día no vinieran a las 8:30 am, descubrí... que no tenía una lista de alumnos. Bien ahí.
Podría seguir. Pero seguramente, por haber leído esto, están tan estresados como yo lo he estado. Y no quiero estresarlos más, tomando en cuenta que se viene Navidad. Afortunadamente puedo decir que por lo menos las tutorías me han servido. He recordado muchas cosas de mecánica cuántica antigua... e incluso la otra vez, ¡llegué a usar uno de estos procedimientos en mi trabajo! ¡Ueeeeee!
...
Pero nada. El estrés ya acabó. No, sólo las tutorías han terminado, todavía me quedan unas cuantas sesiones de laboratorio. ¿Por qué no estoy estresado entonces?
Porque estoy de vacaciones. En Perú.
Tenganme envidia.