lunes, 3 de septiembre de 2012

El Road Trip Multicultural

Esta historia que les voy a contar tiene todas las características pa convertirse en un paquete de Porca Padova, con excepción del desenlace. Al final todo salió bien, por lo cual les contaré sin demasiados rollos todo lo que ocurrió.

Todo empezó con The Relaxed Englishman, quién por alguna razón compró un ticket de tren para el domingo pasado. El ticket era abierto, en el sentido que podía ir a donde quisiera en Suiza, a la hora que quisiera, y volver luego a casa. Sin estar seguro de lo que estaba haciendo, mandó un mensaje a la gente del Foyer donde vivo, preguntando si alguien quería unirse.

Su convocatoria fue tan exitosa que se unieron 14 personas más al viaje. Además de El Albanés Amable y La Finlandesa Particular (de quienes ya les he hablado alguna vez), se unieron al viaje La Hermanita Albanesa, La Española Puntual, El Brasilero Bonachón, La Garota Gostosa, La Brasilera Alegre, El Canadiense Tranquilo, El Canadiense Asiático, La Portuguesa Borracha, El Indio Cargoso, El Español Superguay, y La Chibi-Ninja. Y yo, por supuesto, quien terminó organizando el evento.

El plan era ir a Interlaken. The Relaxed Englishman y El Canadiense Asiático irían juntos en tren, mientras que el resto alquilaría dos carros, de siete asientos cada uno. Tutto bene. Tendríamos a La Brasilera Alegre y El Brasilero Bonachón de choferes, mientras que El Albanés Amable y yo seríamos copilotos (para gran frustración de El Indio Cargoso). La cosa empezó bastante bien, nos juntamos todos a las 8:00 am, esperamos solamente 15 minutos a La Española Puntual, y salimos hacia la estación de tren. De ahí, debíamos tomar un tren al aeropuerto, de donde recogeríamos los carros.

La cosa se puso graciosa desde el comienzo, ya que La Chibi-Ninja empezó a hablar nuevamente del cazzo. No, no, no me refiero al cazzo que todos conocemos, aparentemente en Japón existe cierto pez llamado katsuo, pero por supuesto, cuando alguien pronuncia su nombre todos piensan en otra cosa. Todos excepto La Chibi-Ninja, claro, quien es más inocente que un pan. Por lo tanto, la pobre ha pasado por más de una burla al decir que el cazzo es grande y rojo, y que le fascina comerlo crudo (la cosa se puso menos graciosa cuando nos dijo que generalmente lo comía como sashimi). Lo peor es que la chica sigue sin darse cuenta de por qué se ríe la gente, y en la estación de tren nuevamente empezó con el asunto, con que quería mostrarnos un video en internet donde un pescador sacaba el cazzo, y que era impresionante, que era tan grande que tenía que sacarlo de pie, no sentado.

Si, a mi también a veces me da la impresión que La Chibi-Ninja lo hiciera a propósito. Otro día les cuento la del karaoke.

Anyway, llegamos al aeropuerto, y conseguimos alquilar los carros. Entre una cosa y la otra, terminamos saliendo a las 10:00 am, un poco más tarde de lo pensado, pero bien. Ok, tal vez con un poco de tensión (por ejemplo, La Finlandesa Particular le dijo a La Española Puntual que era linda, que le hacía recordar a los animalitos de los videos de YouTube que veía, y como que no le gustó mucho), pero al final llegamos todos vivos. Llegamos a Interlaken alrededor de las 12:00 pm.

Mi intención en Interlaken era que cada uno hiciera lo que le diera la gana. Obviamente no tenía pensado que 15 personas coincidieran en nada. Mi plan era dirigirme primero a las cuevas de St Beatus Höhlen, a las cuales se llegaba en bote. Luego, si había tiempo, subir al Harder Klum. Aparentemente, El Indio Cargoso tenía pensado hacer exactamente lo opuesto, así que desde el comienzo tuve claro que haríamos cosas cada uno por su lado.

No obstante, por alguna macabra razón, no pudimos. A pesar de que había gente que tenía muy claro lo que querían hacer, tuvimos que quedarnos media hora discutiendo todos a dónde íbamos a ir. Todo esto luego de las idas al baño, o paradas por comida y tal. El resultado (genial) fue que todo el mundo decidió seguirme a las cuevas, y así me volví pseudo-responsable de todo el grupo, igual como ocurrió aquella vez en el viaje a Annecy.

Como bien imaginarán, el resultado no fue el ideal. Por supuesto, el barco hacia las cuevas no salía hasta las 2:15 pm, así que había que esperar una hora para partir. Esto generó una nueva ronda de discusiones, que causó que El Canadiense Asiático y yo fugáramos, dirigiéndonos al Heimwehfluh (cinco lucas pa quien logra pronunciarlo bien a la primera), mientras el resto seguía debatiendo. Anyway, este Heimwehfluh era un cerrito, desde el cual se podía tomar esta foto:


Chévere, pe. Perfecto pa una hora, se subía en funicular, se tomaban las fotos y se bajaba en un carrito tipo montaña rusa. Muy bien.

Al volver al puerto, descubrimos que El Indio Cargoso, La Chibi-Ninja, El Canadiense Tranquilo, El Español Superguay y El Brasilero Bonachón habían tomado un carro y habían partido hacia quién sabe donde. El resto confió en mi plan, tomamos el barco, y fuimos a la cueva.

De la cueva no hay mucho que decir, estuvo bien, y ya está. A la vuelta, nos contactamos con El Brasilero Bonachón, que nos dijo que regresarían a Interlaken luego de 40 minutos. Nosotros tomaríamos el barco de vuelta más o menos a esa hora, así que la sincronización era perfecta.

Una hora más tarde, el grupo de El Brasilero Bonachón seguía sin llegar. Hartos, decidimos ir a algún lado nosotros mismos, y escogimos las Giessbachfälle, unas cataratas que aparentemente estaban bien. Sólo había un problema: eramos diez, y nuestro carro era para siete personas. Sí, ya sé que en Perú estamos acostumbrados de meter 20 personas en un espacio para 12, pero acá la policía puede ser bastante severa si lo atrapan a uno. Luego de meditar, decidimos arriesgarnos. Todos adentro.

Meter a todo el mundo en el carro fue una cosa un poco complicada. Hubo que optimizar mucho, decidir quién iba atrás, donde había menos espacio, quién iba adelante, quién era copiloto (shotgun!), etc etc etc. Luego de todo este barullo, logramos entrar, y La Finlandesa Particular cerró la puerta. Pasaron cinco segundos, todos en silencio, y en eso El Albanés Amable preguntó: "¿Qué es ese olor?"

El Albanés Amable miró entonces hacia abajo, y vio su zapato. Vio, además, el zapato de La Finlandesa Particular. Notó entonces una gran masa marrón debajo del zapato de esta, ensuciando además todo el tapete del auto. Pasaron cinco segundos más. Y luego, comenzó el apocalipsis.

Teníamos a diez personas encerradas en un carro para siete, envueltas en un olor a caca insoportable. Johnny, la gente se volvió muy loca. Ver a The Relaxed Englishman perder los papeles, gritando "¡Déjenme salir!!", considerando romper una ventana a punta de cabezazos, fue un espectáculo digno de verse.

Afortunadamente, El Albanés Amable es amable, y limpió el tapete con... no sé con qué, y no quiero saber con qué, pero lo limpió. La Finlandesa Particular inicialmente negó que esa caca fuera suya, pero luego de ver que El Albanés Amable perdía la paciencia y se le salía el mafioso que todos llevamos dentro, lo admitió, y se cambió sus zapatos (a todos nos pareció rarísimo que tuviera un par de zapatos extra, pero bueno, es particular la chica).



Un rato después, luego de un viaje tenso, esquivando cualquier indicio de policías, llegamos a la cascada. Fue en ese momento que La Finlandesa Particular enloqueció. Empezó a correr entre los árboles, como si fuera un ciervo, gritando algo sobre comer flores y tal. Ya les dije, es particular. Yo esperaba encontrarla luego desnuda, trepada a un árbol, masticando alguna rama o algo, pero no, afortunadamente la cascada la maravilló al punto de inmovilizarla, y la euforia eventualmente disminuyó.

Pero geniales las cascadas, eh. Altamente recomendables.

Bueno, les dije que les iba a contar el cuento sin enrollarme demasiado, así que empiezo a terminar. Al final, nos encontramos con el grupo de El Indio Cargoso, regresamos todos a Interlaken, dejamos a The Relaxed Englishman y a El Canadiense Asiático en la estación de tren, y regresamos a Ginebra. El camino de vuelta fue entretenido, burlándonos como siempre de La Portuguesa Borracha, mientras La Finlandesa Particular comía un pepino en silencio.

A la vuelta, como ya era bastante tarde, dejamos a todos en la estación de tren del aeropuerto, mientras El Brasilero Bonachón, El Albanés Amable, La Brasilera Alegre y yo dejábamos los carros. Mientras dejábamos al resto, sentimos unas luces detrás nuestro: la policía. Lo primero que pensamos era que nos habían seguido de Interlaken, que sabían que habíamos cometido una terrible fechoría, pero afortunadamente no fue así. Resulta que el sitio donde estábamos dejando a la gente estaba reservado para transporte público, y luego de amenazarnos con una multa de 400 CHF, nos dejaron ir. Disculpe, mi sargento.

Al dejar el carro, revisamos que todo estuviera bien. Y por supuesto, no lo estuvo. Al abrir la maletera, descubrimos que La Finlandesa Particular había dejado:
(a) Su paraguas, que nadie sabe para qué lo había llevado, ya que estaba roto.
(b) Una bolsa llena de uvas.
(c) Sus zapatos llenos de caca.
Genial, la chica.

Teníamos sólo diez minutos antes de perder el último tren, así que no lo pensamos. El Albanés Amable cogió los zapatos (es amable, les dije), yo agarré el resto de cosas, y corrimos como locos a la estación. Yo no me di cuenta hasta que fue muy tarde, pero la bolsa tenía un hueco, y aparentemente llené el aeropuerto de Ginebra con uvas. Me dijeron que parecía que había robado un máquina de bingo, viéndome correr con bolitas saltando a mi alrededor.

Al final, no perdimos el tren, y llegamos a Ginebra a medianoche. Fue una locura el viaje, pero fue espectacular. En algún momento de lucidez, La Finlandesa Particular dijo algo muy interesante, que le parecía increíble que tanta gente de tantos sitios distintos pudiera organizarse así y llevarse tan bien. Y es cierto, debo confesar que estar en un ambiente así, además de divertido, es muy enriquecedor, uno se siente libre de muchas de las cadenas auto-impuestas por su sociedad. El próximo año regresaré a Perú por un buen tiempo, y aunque me emociona lo que se viene, también da un poco de miedo y pena perder este tipo de experiencias.

Bueno, no me enrollo más, y los dejo. ¡Será hasta la próxima!

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