jueves, 22 de marzo de 2012

Recuerdos del Pasado: La Belga

Hace unos días pasé por Valencia. Tuve la suerte de ser invitado por un profesor para discutir con él por un par de días, y aproveché la ocasión para quedarme ahí y pasar otras Fallas.

El viaje motivó el retorno de muchos recuerdos. Recuerdos buenos y malos, por supuesto. Y como soy incorregible, hoy quiero contarles de algunos malos recuerdos.

Ya les conté hace un buen tiempo de la Belga CH. En esa época, pasaron mil y un cosas en ese piso, pero no quise reproducirlas todas por el blog, ya que no quería transformarlo en un tributo a esa nefasta persona. Habiendo pasado casi tres años desde la última vez que vi a la Belga, y habiendo superado ya gran parte de los traumas generados, he decidido contarles un poco más de lo ocurrido con este personaje.

Es difícil elegir por dónde comenzar, considerando las miles de facetas que tenía esta chica. Así que aquí van unas cuantas historias, sin ningún orden.

Un problema serio que tuvimos ocurrió en plenas Fallas. Recuerdo que regresé a casa alrededor de medianoche. Al entrar a mi habitación, escuché que la Belga me llamaba de la suya. Aparentemente, necesitaba mi ayuda.

Dentro de su genialidad, la Belga había decidido meterle password a su Windows. Su grave error fue olvidarlo. Así que me preguntó si yo podía hacer algo para ayudarla.

Pues nada, ustedes saben que yo como hacker me muero de hambre. No obstante, algo sé sobre discos de recuperación, así que pensé que sería posible resetear su password de Windows usando algún disco bajado de internet. Ahora, al no estar seguro de los resultados de semejante operación, lo ideal sería hacer un backup de sus datos.

Me bajé un ISO mientras copiaba los datos de la Belga en mi pen-drive. La Belga, asimismo, se robó un CD de la Mari para quemar el disco de recuperación. El proceso duró mucho tiempo, y la Belga se quedó semi-dormida mientras esperábamos a que todo terminara. El backup fue terminado después de la 1:00 am.

Al terminar el backup, tomé el pen-drive y le dije a la Belga que iba a quemar el CD de recuperación. Tomé su laptop, y fui a mi habitación, donde estaba la mía. Fue en eso, que me di cuenta que sentía una presencia oscura y tenebrosa a mis espaldas.

Al darme la vuelta, vi a la Belga ahí. Me preguntó dónde estaba el pen-drive. Lo señalé, y regresé al proceso de quemar el CD. Dos minutos después, me volví a dar la vuelta, y noté que el pen-drive ya no estaba.

- ¿Dónde está el pen-drive?
- Lo tengo yo.
- ¿Me lo das?
- No.
- Es mi pen-drive.
- Son mis datos.

Genial. La estaba ayudando a la 1:00 de la madrugada, y pensaba que me iba a robar sus datos. Evidentemente me molesté, pero no le dije nada. Terminé el proceso, le reseteé el password, y le devolví la laptop.

- ¡Gracias!
- ¿Me das mi pen-drive?
- ¡No! ¡Mis datos siguen ahí! ¡Los borraré, y luego te lo devuelvo!

 Por supuesto, me molesté aún más.

- ¿Qué puedo hacer para agradecerte?
- ¡Podrías darme mi condenado pen-drive de vuelta!!!!!

Y no, no me sugieran que debería haberle pedido otra cosa como agradecimiento. Esa es una terrible idea.


Vamos a contarles otra cosa. Este que viene es un clásico, media Valencia conoce el cuento. Ocurrió una noche, mientras yo lavaba los platos luego de cenar. En eso, la Belga se materializó a mi lado.

Le sonreí.
Me sonrió.
Yo terminé de enjabonar un plato, así que dejé la esponja al lado.
La Belga miró la esponja.
Me miró.
Miró la esponja nuevamente.
Y yo empecé a preocuparme.

La Belga, rápidamente, cogió la esponja.
Me miró.
Miró la esponja.
Me miró, nuevamente.
Levantó la esponja, sin dejar de mirarme.
Suavemente, la Belga apretó la esponja, de forma que espuma empezó a chorrear por su brazo.
Yo empecé a pensar en películas de Roman Polanski.

La Belga, tranquilamente, dejó la esponja.
Miró su brazo, cubierto de espuma.
Me miró.
Miró su brazo.
Me miró nuevamente.
Dijo "Me gustaría un baño caliente."
Yo empecé a buscar la cámara escondida.

Pues estaba claro. Yo debía hacer algo. Era mi deber encarar semejante oferta de la forma apropiada.

La miré.
Me miró.
Le dije "¿Por qué me haces esto?"

La Belga empezó a reír, y se fue corriendo de la cocina, con el brazo aún enjabonado.

Sí. Estaba loca. Pa' meterla en un manicomio, señores.


Pues nada, vamos a terminar el post con unas anécdotas de la época conflictiva. Las cosas en algún momento se fueron al demonio. Una vez tuvimos una pelea bastante fuerte, y nos dejamos de hablar por una semana, o algo así. Cuando quisimos arreglar las cosas, su defensa fue:

- ¡Es tu culpa! ¡Tú vas a misa, eres católico, es culpa tuya porque no me has perdonado!

Sí, así como lo oyen. Para esto, la Belga tenía un trauma con la iglesia. Alguna vez me siguió a misa, y empezó a pensar que yo le estaba diciendo al cura cosas de ella. Este afortunado pensamiento aparentemente estaba basado en la forma en que el cura la observaba. Si me preguntan, el cura la habrá estado mirando ya que se preguntaba qué hacía un demonio yendo a misa...

Anyway, luego de su exclamación en nuestra discusión, empezó a burlarse del hecho que yo fuera a la iglesia y tal, cuando la razón inicial de la discusión era otra. Y ahí me molesté, creo que en estos seis años fuera nunca me he molestado tanto con alguien. Me levanté y le grité. La Mari y Guilherme, que andaban por ahí, se quedaron petrificados. La Belga se encogió en el sofá.

Lamentablemente, eso no sirvió de mucho. La Belga me dejó de hablar, al 100%. Por dos meses. Y cuando me empezó hablar, fue una semana antes de la entrega de un trabajo suyo. Me pidió que le corrigiera su traducción al castellano, y bueno, al yo negarme por estar cansado (vamos, era medianoche y yo acababa de volver del kendo), me dejó de hablar por otro mes.

Un demonio, efectivamente.

De vez en cuando me pregunto qué será de su vida. Pero luego recuerdo todo esto, y aún más cosas que no cuento por el bien de ustedes, y llego a la conclusión que es mejor no saberlo. Hay cosas que hay que dejarlas estar, y punto.