Es imposible negar que, sin importar qué tanta vida internacional uno
pueda tener, siempre está inmerso en alguna burbujita local, en la cual
las costumbres, tradiciones, prejuicios, razonamientos se le van pegando
a uno de a poquitos, sin que se dé cuenta. Por lo general, la mejor
forma de descubrir qué cosas se le han pegado a uno de alguna burbujita
local es justamente salir de ella, y luego volver junto a alguien que ha
vivido en alguna otra burbujita.
Pues nada, esta vez me tocó volver a Roma. Era la primera vez que volvía
luego de mi Gran Escape en Enero, y miraba este viaje con algo de
inseguridad, al no saber cómo encontraría a este Caput Mundi del caos.
No obstante, esta vez la experiencia sería un poco distinta: no
trabajaría en Frascati, sino en Roma3... me quedaría con los Millner
(unos buenos amigos gringos), en vez de con mis ex-compañeros
italianos... y estaría una semana, en vez de año y medio.
El viaje bien. Trabajé un huevo, y me encontré cada noche con un grupo
diferente. La verdad es que me dio mucho gusto ver a todo el mundo
nuevamente, había algunos grupos que se habían separado un poco, pero al
final logré ver a casi todos. Tal vez el feature más saltante del viaje
haya sido mi reconciliación con la pasta. Luego de mi experiencia el
año pasado, en la cual comía algún tipo de pasta cada día, había
terminado harto de esta comida. Últimamente, era bastante raro verme
pedir pasta en algún restaurante, a menos que no me quedara otra, o que
me dieran ganas de desafiar el peligro nuevamente. Esta vez, al probar i
mezzemaniche, con su tocinito y salsa tipo carbonara, tuve que admitir
que, cazzo, extrañaba la pasta. Así que nada, si alguien me quiere
invitar a cenar algún día, ya sabe que puede ser a un sitio italiano,
les prometo que no haré ninguna mueca.
El último fin de semana se caracterizó por la llegada de Sally, una
amiga gringa de Ginebra, quien vive ahora en Londres. Al enterarse que
estaba yendo a Roma, y no habiendo visitado la ciudad antes, decidió
acompañarme. La verdad es que la pasamos muy bien. Caminamos una
barbaridad, como debe ser, tragamos como cerdos, como debe ser, y
salimos de fiesta hasta que nos fue difícil levantarnos de la mesa pa
regresar a casa, como debe ser.
Es importante comentar un pequeño detalle de Sally: es alérgica al
gluten. O sea, no puede comer pan, ni queso, ni leche. O sea, no podía
comer nada en Italia. Luego de pensar mucho, recordé un restaurante que
descubrí cuando ODD me vino a visitar, la Antica Birrería Peroni, un
paraíso para los carnívoros en pleno centro de Roma con muy buenos
precios. Vi los ojos de Sally iluminarse al ver el menú, y se pidió un
arrosto misto (o sea, un huevo de carne diversa a la parrilla). Yo pedí
una salsiccia alla griglia, pedimos un prosciutto e melone pa
compartir... y luego ella dijo que para tomar quería un espresso.
Yo casi la cacheteo. Ma che cazzo? ¿Iba a comer carne y tomar café al
mismo tiempo? Sorry girl, you don't do that. Le dije que mejor se lo
tomara después de la carne, y prácticamente me disculpé con el mesero
por semejante blasfemia.
Y luego me di cuenta... Italia me había transformado en un snob del
café. Pero vamos, es verdad. ¿Quieres un caffè espresso o machiatto?
Sólo después de una comida, compadre. Para el desayuno, o pa el lonche,
ahí si te puedes pedir un cappuccino, o un caffè latte. Y si quieres
comer al mismo tiempo que tomas el café, pues te aguantas hasta el
desayuno del próximo día, porque lo único aceptable es un bollito o algo
por el estilo. ¿Cómo? ¿Que hay otros tipos de café? No jorobes,
cualquier otro café se puede aproximar a un espresso o un cappuccino, tú
ya ves cómo haces el cálculo. Y nada de aproximaciones a tree-level,
que la interacción con el café es fuerte (sorry, me salió un chiste
monse pa físicos, pero entiéndeme varón, ahora con el bosón de Higgs
siendo noticia, no puedo evitar meter las partículas en toda conversa).
Ahora, siendo sinceros, la verdad es que no hay razón para tomar el café de un modo u
otro. Es todo convención. Tradición debido a la burbujita local. Y estar
dominado por convenciones no siempre es bueno. Decidí que la próxima
vez no le impediría a Sally tomar el café como quisiera.
Pues nada, esa vez Sally me aceptó el berrinche. No obstante, unas horas
después, luego de caminar horas bajo el sol, se me ocurrió la feliz
idea de pedir una granita. Encontramos un sitio cerca a mi antigua casa
que vendía unas granite espectaculares, y nos pedimos dos. De limón,
ambas. Y en eso, Sally se pidió otro espresso.
Paciencia.
Tolerancia.
Debía recordar lo de la burbujita. Que no hay nada de malo en tomar un
café con una granita. Que todo era una burbuja. Que el café no me lo
estoy tomando yo.
Tomé aire. Miré a la vendedora, con vergüenza, y le dije que Sally
quería un espresso con su granita. Noten que aclaré que no era yo el que
quería semejante disparate. La vendedora, evidentemente, pensó que
Sally había decidido cambiar su granita di limone por una granita di
caffè. Yo le miré a los ojos, suspiré, y le dije que no. Que Sally
quería una granita di limone, y adicionalmente un espresso. Ella me miró
con sorpresa, se dio cuenta que yo me estaba disculpando con ella a
través de la mirada, y luego de un "Oh!" sirvió el espresso.
'Ta qué roche.