Nota: Los nombres en este relato pueden haber sido modificados para no meter al relator en problemas legales.
Un día, mi estimado Mauricio me mandó un mail interesante. Me contó que la Universidad de Narnia (ver nota al inicio del post), en Lima, estaba organizando un concurso de proyectos de investigación, y que necesitaba gente dispuesta a participar en la evaluación de los proyectos. Me propuso participar en el comité evaluador, a lo que yo acepté gustoso.
Le pregunté entonces en qué consistía el proceso, cómo se debía evaluar los proyectos, y cuál era la fecha límite. Me dijo que no estaba seguro, pero que su contacto ahí, a quien llamaremos El Cayoto, nos lo explicaría el siguiente lunes. Pos na, le mandé un mail a El Cayoto, aceptando y agradeciendo la invitación, y quedamos todos en hablar por Skype, ese lunes, a primera hora (en Lima).
El domingo antes de la reunión, El Cayoto nos mandó un mail a Mauricio y a mi. Se mostró contento por tener evaluadores trabajando fuera de Lima, y nos contó que debíamos evaluar un total de 14 proyectos. Pasu. Nos dijo que los formularios por evaluar no eran demasiado extensos, y que los ganadores recibirían dinero de la Universidad de Narnia. Todo parecía bien, aunque me preocupó que no respondiera a la pregunta de: "¿Para cuándo se deben evaluar los proyectos?"
El lunes, a las 3 pm (9 am en Lima), recibimos un nuevo mail de El Cayoto. Se disculpó, ya que no podría reunirse con nosotros. Aparentemente, tenía estudiantes de maestría que debían exponer su trabajo, así que estaba ocupado. No solo eso, que tenían una inundación o algo en uno de los laboratorios. No obstante, nos dijo que no debíamos preocuparnos, que él nos enviaría el material por correo electrónico, y que teníamos hasta las 6:00 pm de ese mismo día (hora Lima) para presentar nuestra evaluación.
Ma che cazzo????
Nada, tranquilidad. Primero, a ver los proyectos. Nos llegamos a conectar con El Cayoto por Skype, y nos dio instrucciones más precisas. Nos envió el material, y fugó.
Luego de descomprimir el archivo, me di cuenta que la tarea era aún más complicada de lo que aparentaba. Los formularios eran gigantes, unas quince páginas cada uno en promedio. No sólo eso, sino que los cinco proyectos que debía evaluar yo eran todos en física de Brujas Blancas (ver nota al inicio del post), y siendo físico de partículas como que no estaba muy familiarizado con el tema.
Los más audaces habrán notado que he dicho que yo debía evaluar sólo cinco proyectos. Efectivamente, la idea de El Cayoto era la de repartir los proyectos entre los evaluadores, así se acaba más rápido, pe. ¿Y la objetividad? Bien gracias, manda saludos. No sólo eso, sino que los criterios de evaluación eran sumamente subjetivos (a pesar de estar dividido cada proyecto en elegantes categorías, la cantidad de puntos a otorgar nunca quedaba 100% clara). ¿Y el profesionalismo? Pues manda recuerdos.
Habré durado más o menos una hora en el asunto, hasta que me di cuenta no sólo de la ridiculez del asunto (eso me quedó claro desde que descomprimí los archivos), sino que realmente me podría meter en serios problemas.
Veamos. Siendo un físico de partículas, sería parte de un comité que evaluaría proyectos de física de Brujas Blancas. Un comité armado 72 horas antes de la fecha límite para presentar la evaluación, y que tendría menos de 24 horas para hacer su trabajo. No sólo eso, sino que no habría ningún criterio claro para llevar a cabo una evaluación objetiva.
¿Y yo qué hago con esta pala, y por qué me encuentro en un hoyo tan profundo?
No way. Seguir en esto no sólo era irresponsable, sino que también un riesgo en mi futuro profesional en Perú. Sí, quedaría mal con El Cayoto, pero no recibiría el odio y menosprecio de toda la comunidad científica de la Universidad de Narnia luego de presentar la evaluación.
Le escribí a Mauricio. Él tampoco estaba muy contento, pero quería seguir con su misión. Así que nada, entré a Skype y le mandé un mensaje a El Cayoto. Le dije que no había suficiente tiempo, y que no estaba de acuerdo que dos físicos de partículas evalúen proyectos en física de Brujas Blancas.
Luego de un minuto de silencio, El Cayoto cerró su sesión de Skype.
Genial. Ahora iba a ignorar mi mensaje. Pos nada, les escribí un mail, y repetí el mensaje. Al enviarlo, respiré aliviado. Me daba pena no haber participado y haberme salido de esa manera, pero quedarme habría sido tremendamente irresponsable.
Unas horas luego, Mauricio me escribió sumamente molesto. El Cayoto aparentemente había revisado las bases que determinaban quién podía ser miembro evaluador, y había descubierto que era necesario tener el título de doctor. Por lo cual, Mauricio no podría participar. Había perdido un día por las puras.
Ahí no quedo la cosa, por supuesto. Un poco mas tarde, El Cayoto me escribió. Me dijo que lamentablemente Mauricio no podía participar, pero que había notado que yo sí era doctor, y que contaba con mi apoyo.
Yo no sabía cómo decirle que quería darle la oportunidad de escoger el orificio por dónde meter su evaluación. Aguantando la indignación, le respondí, y le dije que lo que había escrito en mi correo anterior seguía siendo válido, y que no participaría dentro del comité.
Mein Gott....
viernes, 27 de diciembre de 2013
martes, 10 de diciembre de 2013
La Caminata del Terror
Estaba decidido. Antes de que empezara a nevar, había que hacer una caminata. El objetivo era claro, bajarnos en Jonction, y seguir el río Rhône hasta llegar a La Plaine. De ahí, regresaríamos a Ginebra en tren.
La guía indicaba que la caminata duraría unas cinco horas, así que si salíamos a las 10:00 - 11:00 am, lograríamos terminar antes que oscureciera. Me imprimí un mapa, y salimos firmes y decididos, los cinco aventureros: La Gata B, Mojo Jojo, La Suiza Melancólica, La Turca Inocente, y yo.
Al bajar en Jonction, encontramos la primera señal de que esta caminata sería extraña. Alguien había tallado rostros humanos en los árboles cerca al río. Nosotros lo tomamos como una expresión artística ginebrina, pero luego, al mirarlo en retrospectiva, podría haber sido una advertencia: el bosque está vivo.
Al salir de Jonction, encontramos el camino de tierra. Había letreros de peligro por todos lados, aparentemente no es muy seguro bañarse en el río. ¿Pirañas, tal vez? Nunca lo supimos.
Al empezar a avanzar, encontramos la primera señal macabra: un cochecito de bebé abandonado. Más adelante, una cuna. La Gata B fue la primera en darse cuenta que era un setting perfecto para el inicio de una película de terror. Emocionado por su posible muerte, Mojo Jojo empezó a liderar la caminata.
Luego de unos diez minutos, encontramos una especie de búnker abandonado. Asumimos que era uno de los legendarios búnkeres suizos, construidos durante la Guerra Fría por miedo a una guerra nuclear. Asimismo, al estar abandonado, era la guarida perfecta para cualquier monstruo maligno. A pesar que Mojo Jojo intentó convencernos de entrar ahí y enfrentar nuestra inevitable muerte, decidimos seguir avanzando.
Fue entonces que Mojo Jojo se equivocó de camino, y terminé siendo yo quien lideró la caminata. Avanzamos un poco, y encontré una pequeña cueva. Bromeando, mencioné que era la casa perfecta para un asesino en serie. Poco nos duró la risa, encontramos una cama dentro de la cueva, con muy mal aspecto.
Efectivamente, había un asesino en serie ahí afuera, y acabábamos de burlarnos de su hogar. Bien jugado. El asunto se volvió más tétrico al encontrar un colchón frente al río, una especie de lugar de reposo donde nuestro asesino planearía su próxima fechoría.
Naturalmente, el asesino en serie estaría ligado al cochecito de bebé. Seguramente sus padres lo abandonaron en la selva ginebrina al nacer, y este creció cultivando deseos de venganza contra el resto del mundo.
Empezamos a caminar más rápido.
Una hora después, nos encontramos más tranquilos. Habíamos pasado por una zona mucho más transitada, si el asesino quería acabar con nosotros, lo tendría que hacer a vista de media Ginebra. Nos creíamos a salvo.
No obstante, nos empezó a dar hambre. Además, La Turca Inocente dio muestras de estar cansada. Decidimos que nos detendríamos en el próximo lugar poblado, por lo menos para recargar agua, y comer algo si era posible.
El siguiente lugar poblado se vio medio desierto, pero contaba con un hospital. Tuve la genial idea de almorzar ahí, pero La Suiza Melancólica me detuvo con un "¿Quieres comer comida de hospital?" Bueno, ni modo, al menos recargaríamos agua.
Fue entonces que nos dimos cuenta de que a través de cada ventana del hospital había alguien mirándonos. Eramos el centro de atención de todo el edificio. Nos dio muy mala espina. Hasta Mojo Jojo se asustó. Entramos a recepción, y los encargados dejaron de conversar entre sí, y nos empezaron a observar.
No nos gustó para nada. Había que salir de ahí cuanto antes. Recargamos agua, y salimos volando.
Seguro que se tomaban turnos para ir a dormir a la cueva del asesino en serie.
No obstante, no habíamos calmado nuestra hambre, y La Turca Inocente se mostraba cada vez más y más cansada. Era la candidata perfecta para ser la primera víctima del asesino.
Fue en eso que encontramos un puente colgante. Al otro lado, edificios. ¡Otro centro poblado! Cruzamos el puente, y nos encontramos con el pueblo más horripilante en la historia de la humanidad. Básicamente era un solo edificio, larguísimo y altísimo, rodeando una zona circular en el centro. En esta zona, como si fuera un altar de sacrificios, había un pequeño centro comercial, con un kebab que irónicamente nos salvó la vida.
Fue entonces que La Turca Inocente decidió abandonarnos. Tomó un bus de vuelta a Ginebra, y nos dejó a nuestra suerte.
Calculamos que faltaban como dos horas de camino. Era extraño, ya que según el mapa habíamos caminado menos de la mitad, pero el último letrero que encontramos indicaba que necesitábamos dos horas y media para llegar a La Plaine. Supusimos que el resto de la caminata era plana.
Fue entonces que La Gata B se lesionó. Bajando por una ladera, se torció la rodilla. Al inicio no le dio mucha seriedad al asunto, pero luego de media hora era ya evidente que estaba caminando mucho más lento. Había que interrumpir la caminata.
El problema era que estábamos bastante lejos de cualquier otro centro poblado. Había puro bosque a nuestro alrededor, no era nada claro si sería posible encontrar algún bus o tren a Ginebra. La Gata B cada vez caminaba más lento, y el asesino seguramente estaba cada vez más cerca. La parte más desconcertante fue cuando encontramos un letrero que indicaba que La Plaine se encontraba a tres horas de camino, aparentemente nos habíamos alejado de nuestro destino...
Fue entonces que llegamos a otro puente colgante, que nos llevaría a otro centro poblado al otro lado del río. No obstante, luego de cruzar, descubrimos que el centro poblado era realmente una fábrica. ¡Estábamos atrapados! A nuestra derecha, una fábrica, a la izquierda, una autopista. Detrás de nosotros, un asesino en serie. ¿Qué hacer?
Fue entonces que vimos a un gentil señor preparándose para arreglar el pavimento, en la mitad del estacionamiento de la fábrica (seguro era leñador en su tiempo libre). Nos acercamos a él a pedirle ayuda, y como si fuera magia, nos dijo que teníamos un autobús detrás nuestro.
Efectivamente, al darnos la vuelta vimos al autobús. Era demasiado bueno para ser verdad, ¡era un bus que nos dejaría en la puerta del Foyer! Nos dimos la vuelta para agradecerle, pero el señor ya no estaba ahí. No, no era Batman, sino que se había ido a arreglar el pavimento, vamos, el pobre había venido a trabajar un sábado, y quería irse a casa.
Pos na. Fin de la historia. Subimos al bus, y nos aseguramos que el chofer no tuviera pinta de asesino (sería el fin perfecto para la pela). La Gata B no dejó de disculparse, Mojo Jojo no dejó de llamarnos cobardes por haber cancelado la caminata, y La Suiza Melancólica no dejó de mostrar su felicidad por regresar a casa temprano.
¿Y el asesino en serie? Personalmente, creo que dejó de vivir ahí hace ya mucho tiempo. Mi sospecha es que ahora administra el Foyer donde vivo, pero vamos, tampoco tengo suficiente evidencia.
Bona nit!
La guía indicaba que la caminata duraría unas cinco horas, así que si salíamos a las 10:00 - 11:00 am, lograríamos terminar antes que oscureciera. Me imprimí un mapa, y salimos firmes y decididos, los cinco aventureros: La Gata B, Mojo Jojo, La Suiza Melancólica, La Turca Inocente, y yo.
Al bajar en Jonction, encontramos la primera señal de que esta caminata sería extraña. Alguien había tallado rostros humanos en los árboles cerca al río. Nosotros lo tomamos como una expresión artística ginebrina, pero luego, al mirarlo en retrospectiva, podría haber sido una advertencia: el bosque está vivo.
Al salir de Jonction, encontramos el camino de tierra. Había letreros de peligro por todos lados, aparentemente no es muy seguro bañarse en el río. ¿Pirañas, tal vez? Nunca lo supimos.
Al empezar a avanzar, encontramos la primera señal macabra: un cochecito de bebé abandonado. Más adelante, una cuna. La Gata B fue la primera en darse cuenta que era un setting perfecto para el inicio de una película de terror. Emocionado por su posible muerte, Mojo Jojo empezó a liderar la caminata.
Luego de unos diez minutos, encontramos una especie de búnker abandonado. Asumimos que era uno de los legendarios búnkeres suizos, construidos durante la Guerra Fría por miedo a una guerra nuclear. Asimismo, al estar abandonado, era la guarida perfecta para cualquier monstruo maligno. A pesar que Mojo Jojo intentó convencernos de entrar ahí y enfrentar nuestra inevitable muerte, decidimos seguir avanzando.
Fue entonces que Mojo Jojo se equivocó de camino, y terminé siendo yo quien lideró la caminata. Avanzamos un poco, y encontré una pequeña cueva. Bromeando, mencioné que era la casa perfecta para un asesino en serie. Poco nos duró la risa, encontramos una cama dentro de la cueva, con muy mal aspecto.
Efectivamente, había un asesino en serie ahí afuera, y acabábamos de burlarnos de su hogar. Bien jugado. El asunto se volvió más tétrico al encontrar un colchón frente al río, una especie de lugar de reposo donde nuestro asesino planearía su próxima fechoría.
Naturalmente, el asesino en serie estaría ligado al cochecito de bebé. Seguramente sus padres lo abandonaron en la selva ginebrina al nacer, y este creció cultivando deseos de venganza contra el resto del mundo.
Empezamos a caminar más rápido.
Una hora después, nos encontramos más tranquilos. Habíamos pasado por una zona mucho más transitada, si el asesino quería acabar con nosotros, lo tendría que hacer a vista de media Ginebra. Nos creíamos a salvo.
No obstante, nos empezó a dar hambre. Además, La Turca Inocente dio muestras de estar cansada. Decidimos que nos detendríamos en el próximo lugar poblado, por lo menos para recargar agua, y comer algo si era posible.
El siguiente lugar poblado se vio medio desierto, pero contaba con un hospital. Tuve la genial idea de almorzar ahí, pero La Suiza Melancólica me detuvo con un "¿Quieres comer comida de hospital?" Bueno, ni modo, al menos recargaríamos agua.
Fue entonces que nos dimos cuenta de que a través de cada ventana del hospital había alguien mirándonos. Eramos el centro de atención de todo el edificio. Nos dio muy mala espina. Hasta Mojo Jojo se asustó. Entramos a recepción, y los encargados dejaron de conversar entre sí, y nos empezaron a observar.
No nos gustó para nada. Había que salir de ahí cuanto antes. Recargamos agua, y salimos volando.
Seguro que se tomaban turnos para ir a dormir a la cueva del asesino en serie.
No obstante, no habíamos calmado nuestra hambre, y La Turca Inocente se mostraba cada vez más y más cansada. Era la candidata perfecta para ser la primera víctima del asesino.
Fue en eso que encontramos un puente colgante. Al otro lado, edificios. ¡Otro centro poblado! Cruzamos el puente, y nos encontramos con el pueblo más horripilante en la historia de la humanidad. Básicamente era un solo edificio, larguísimo y altísimo, rodeando una zona circular en el centro. En esta zona, como si fuera un altar de sacrificios, había un pequeño centro comercial, con un kebab que irónicamente nos salvó la vida.
Fue entonces que La Turca Inocente decidió abandonarnos. Tomó un bus de vuelta a Ginebra, y nos dejó a nuestra suerte.
Calculamos que faltaban como dos horas de camino. Era extraño, ya que según el mapa habíamos caminado menos de la mitad, pero el último letrero que encontramos indicaba que necesitábamos dos horas y media para llegar a La Plaine. Supusimos que el resto de la caminata era plana.
Fue entonces que La Gata B se lesionó. Bajando por una ladera, se torció la rodilla. Al inicio no le dio mucha seriedad al asunto, pero luego de media hora era ya evidente que estaba caminando mucho más lento. Había que interrumpir la caminata.
El problema era que estábamos bastante lejos de cualquier otro centro poblado. Había puro bosque a nuestro alrededor, no era nada claro si sería posible encontrar algún bus o tren a Ginebra. La Gata B cada vez caminaba más lento, y el asesino seguramente estaba cada vez más cerca. La parte más desconcertante fue cuando encontramos un letrero que indicaba que La Plaine se encontraba a tres horas de camino, aparentemente nos habíamos alejado de nuestro destino...
Fue entonces que llegamos a otro puente colgante, que nos llevaría a otro centro poblado al otro lado del río. No obstante, luego de cruzar, descubrimos que el centro poblado era realmente una fábrica. ¡Estábamos atrapados! A nuestra derecha, una fábrica, a la izquierda, una autopista. Detrás de nosotros, un asesino en serie. ¿Qué hacer?
Fue entonces que vimos a un gentil señor preparándose para arreglar el pavimento, en la mitad del estacionamiento de la fábrica (seguro era leñador en su tiempo libre). Nos acercamos a él a pedirle ayuda, y como si fuera magia, nos dijo que teníamos un autobús detrás nuestro.
Efectivamente, al darnos la vuelta vimos al autobús. Era demasiado bueno para ser verdad, ¡era un bus que nos dejaría en la puerta del Foyer! Nos dimos la vuelta para agradecerle, pero el señor ya no estaba ahí. No, no era Batman, sino que se había ido a arreglar el pavimento, vamos, el pobre había venido a trabajar un sábado, y quería irse a casa.
Pos na. Fin de la historia. Subimos al bus, y nos aseguramos que el chofer no tuviera pinta de asesino (sería el fin perfecto para la pela). La Gata B no dejó de disculparse, Mojo Jojo no dejó de llamarnos cobardes por haber cancelado la caminata, y La Suiza Melancólica no dejó de mostrar su felicidad por regresar a casa temprano.
¿Y el asesino en serie? Personalmente, creo que dejó de vivir ahí hace ya mucho tiempo. Mi sospecha es que ahora administra el Foyer donde vivo, pero vamos, tampoco tengo suficiente evidencia.
Bona nit!
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domingo, 10 de noviembre de 2013
De Los Baños Públicos y Otros Demonios
Les re-envío un mensaje que escribí a la lista interna del Foyer donde vivo, el 17 de Octubre de este año:
Dear friends from the Third Floor.
I understand that having new toilet seats is a motive for being truly happy. Of course, lacking toilet seats for the last months has been psicologically distressing, to say the least. Being able to sit while doing what we have to do is something to be cherished.
Nevertheless, I'd like to suggest expressing your happiness in ways different than "baptizing" the seats. I don't know, whistle, sing a song, smile to strangers, hug a puppy, you can do anything you want, but please, PLEASE, do not pee on the toilet seat. It's just not nice.
Supongo que este mensaje tiene muchísima información, seguramente chocante para muchos de ustedes. Ya les contaré más del Foyer en algún otro post, pero lo que deben saber es que estoy en un sitio donde viven 120 personas, distribuidas en seis pisos, con dos baños en cada piso. Eso significa que diez personas compartimos una misma ducha, y que hay un water por cada cinco personas.
En teoría, no es tan terrible como parece. Uno podría imaginar largas colas para las duchas en la mañana, pero considerando los diferentes horarios de cada persona, junto con la costumbre personal de ducharse por la mañana, por la noche noche, o no bañarse en absoluto, por lo general uno siempre encuentra alguna ducha disponible.
¿Qué es lo peor que puede pasar con la ducha? Pues que alguien deje bolas de pelo nadando por ahí. Pero eso por lo general no ocurre en mi piso, la gente deja las duchas bastante limpias, y no me puedo quejar.
Los inodoros son otra cosa. Es raro encontrarlos ocupados, pero acá lo peor que le puede pasar a uno es encontrarse con una situación similar a la descrita en mi mensaje a la lista del Foyer. Te mueres de ganas de ir al baño, encuentras un cubículo ocupado, te pasas al siguiente... y lo encuentras todo amarillo. Puaj.
Unos días después de enviar este mensaje, se me acercó El Uzbeko Reservado, y me dijo que estaba de acuerdo con mi mensaje, que él estaba también harto de encontrar ya sea el water o el piso del cubículo orinado encima. Estuvimos hablando de esto por un momento, él estaba preocupado que había gente de nuestro piso que no estaba en la lista, y que no se daría cuenta de nuestro descontento. Una idea fue sacar el tema a la luz, sin acusar a nadie, pero hablando personalmente con cada miembro del piso y dejando en claro nuestro descontento con la situación.
Justo en ese momento pasó El Tanzano Chévere, y nos escuchó hablar del tema. Dijo que estaba de acuerdo, que le parecía una cosa asquerosa el tema de la orina en los baños. Le contamos nuestra estrategia, y estuvo de acuerdo. La pregunta era estar seguro quién estaba en nuestro piso... Por ahí sabíamos que andaban El Coreano Desconocido, El Nigerino o Nigeriano, El Turco Artista, El Alemán Tímido, El Haitiano Sonriente... y más gente. Habría que hablar con cada uno de ellos.
En eso pasó El Niño Albanés, y recordamos que también vivía en el tercer piso. Nos acercamos a él, le comentamos el problema, y bueno, aceptó el comentario y siguió adelante. No muy satisfactorio, pero ya pues, por algo se empieza.
Por esas coincidencias de la vida, me dieron ganas de ir al baño. Pasé por mi habitación, cogí mi libro de "La Fisica di Star Trek" (¡no me juzguen!), mi rollo de papel higiénico, y nada, me fui a hacer lo que se tiene que hacer en esas situaciones.
Estando sentando, escuché que alguien usaba el cubículo del costado. Me sonreí, sería gracioso que luego, al salir, inspeccionara el cubículo y lo encontrara orinado. ¡Habría tenido al culpable al lado, sin poder hacer nada al respecto!
No obstante, esta otra persona se metió a la ducha luego de usar el baño. Fue entonces que me di cuenta que si encontraba el cubículo del costado sucio, tendría al sospechoso atrapado en la ducha. ¡Era perfecto! Interrumpí mi lectura, salí, me lavé las manos, y miré el cubículo del costado... y lo encontré todo orinado encima. Un asco. Pero ¡ampay! tenía al culpable en la mira.
Ahora, no quería hacer un escándalo, así que decidí observar el baño desde lejos, a ver quién salía. En eso, se abrió el ascensor, y apareció La Catalana y Olé. Le conté la situación, y le pedí que me hiciera conversación, para que no se me viera demasiado sospechoso, espiando el baño (ya tenemos suficientes pervertidos en el Foyer). Hablamos del tema, de los sospechosos, ella pensó en El Albanés Amable, mientras que yo rogaba que no fuera ningún africano, ya que teníamos suficientes temas de racismo dando vueltas como para tener que meter este tema dentro de la sopa.
Subió también El Uzbeko Reservado, y se unió a nosotros. La tensión aumentaba. Decidimos que tenía que ser un hombre, por un lado las chicas no son tan cochinas (sí pues, es sexismo, qué se hará), y por otro la distribución de orina a veces era tal, que una chica realmente tendría que esforzarse para conseguir patrones de ese tipo. Y seguramente alguien del medio del pasillo, ya que la cochinada se veía en los dos baños. Era eso, o eran dos personas las culpables.
En eso, la puerta del baño se abrió. Y no salió El Albanés Amable. Tampoco salió ningún africano. Y no, tampoco salió La Sueca Exhibicionista. Pero nos sorprendimos tanto de ver quién salió, que no supimos qué hacer. ¿En serio? ¿Él? ¿De toooodas las personas del tercer piso?
Y nada, ha pasado casi un mes desde entonces, y todavía no hablamos con él. No obstante, los baños están efectivamente más limpios últimamente. ¿Habrá leído mi mensaje? ¿Se habrá dado cuenta que lo ampayamos? ¿O habrá hablado con él El Uzbeko Reservado?
Pues como a mi me gusta contar sólo ciertas cosas, los dejo con el misterio. Bwa ja ja. ¡Será hasta la próxima!
Dear friends from the Third Floor.
I understand that having new toilet seats is a motive for being truly happy. Of course, lacking toilet seats for the last months has been psicologically distressing, to say the least. Being able to sit while doing what we have to do is something to be cherished.
Nevertheless, I'd like to suggest expressing your happiness in ways different than "baptizing" the seats. I don't know, whistle, sing a song, smile to strangers, hug a puppy, you can do anything you want, but please, PLEASE, do not pee on the toilet seat. It's just not nice.
Supongo que este mensaje tiene muchísima información, seguramente chocante para muchos de ustedes. Ya les contaré más del Foyer en algún otro post, pero lo que deben saber es que estoy en un sitio donde viven 120 personas, distribuidas en seis pisos, con dos baños en cada piso. Eso significa que diez personas compartimos una misma ducha, y que hay un water por cada cinco personas.
En teoría, no es tan terrible como parece. Uno podría imaginar largas colas para las duchas en la mañana, pero considerando los diferentes horarios de cada persona, junto con la costumbre personal de ducharse por la mañana, por la noche noche, o no bañarse en absoluto, por lo general uno siempre encuentra alguna ducha disponible.
¿Qué es lo peor que puede pasar con la ducha? Pues que alguien deje bolas de pelo nadando por ahí. Pero eso por lo general no ocurre en mi piso, la gente deja las duchas bastante limpias, y no me puedo quejar.
Los inodoros son otra cosa. Es raro encontrarlos ocupados, pero acá lo peor que le puede pasar a uno es encontrarse con una situación similar a la descrita en mi mensaje a la lista del Foyer. Te mueres de ganas de ir al baño, encuentras un cubículo ocupado, te pasas al siguiente... y lo encuentras todo amarillo. Puaj.
Unos días después de enviar este mensaje, se me acercó El Uzbeko Reservado, y me dijo que estaba de acuerdo con mi mensaje, que él estaba también harto de encontrar ya sea el water o el piso del cubículo orinado encima. Estuvimos hablando de esto por un momento, él estaba preocupado que había gente de nuestro piso que no estaba en la lista, y que no se daría cuenta de nuestro descontento. Una idea fue sacar el tema a la luz, sin acusar a nadie, pero hablando personalmente con cada miembro del piso y dejando en claro nuestro descontento con la situación.
Justo en ese momento pasó El Tanzano Chévere, y nos escuchó hablar del tema. Dijo que estaba de acuerdo, que le parecía una cosa asquerosa el tema de la orina en los baños. Le contamos nuestra estrategia, y estuvo de acuerdo. La pregunta era estar seguro quién estaba en nuestro piso... Por ahí sabíamos que andaban El Coreano Desconocido, El Nigerino o Nigeriano, El Turco Artista, El Alemán Tímido, El Haitiano Sonriente... y más gente. Habría que hablar con cada uno de ellos.
En eso pasó El Niño Albanés, y recordamos que también vivía en el tercer piso. Nos acercamos a él, le comentamos el problema, y bueno, aceptó el comentario y siguió adelante. No muy satisfactorio, pero ya pues, por algo se empieza.
Por esas coincidencias de la vida, me dieron ganas de ir al baño. Pasé por mi habitación, cogí mi libro de "La Fisica di Star Trek" (¡no me juzguen!), mi rollo de papel higiénico, y nada, me fui a hacer lo que se tiene que hacer en esas situaciones.
Estando sentando, escuché que alguien usaba el cubículo del costado. Me sonreí, sería gracioso que luego, al salir, inspeccionara el cubículo y lo encontrara orinado. ¡Habría tenido al culpable al lado, sin poder hacer nada al respecto!
No obstante, esta otra persona se metió a la ducha luego de usar el baño. Fue entonces que me di cuenta que si encontraba el cubículo del costado sucio, tendría al sospechoso atrapado en la ducha. ¡Era perfecto! Interrumpí mi lectura, salí, me lavé las manos, y miré el cubículo del costado... y lo encontré todo orinado encima. Un asco. Pero ¡ampay! tenía al culpable en la mira.
Ahora, no quería hacer un escándalo, así que decidí observar el baño desde lejos, a ver quién salía. En eso, se abrió el ascensor, y apareció La Catalana y Olé. Le conté la situación, y le pedí que me hiciera conversación, para que no se me viera demasiado sospechoso, espiando el baño (ya tenemos suficientes pervertidos en el Foyer). Hablamos del tema, de los sospechosos, ella pensó en El Albanés Amable, mientras que yo rogaba que no fuera ningún africano, ya que teníamos suficientes temas de racismo dando vueltas como para tener que meter este tema dentro de la sopa.
Subió también El Uzbeko Reservado, y se unió a nosotros. La tensión aumentaba. Decidimos que tenía que ser un hombre, por un lado las chicas no son tan cochinas (sí pues, es sexismo, qué se hará), y por otro la distribución de orina a veces era tal, que una chica realmente tendría que esforzarse para conseguir patrones de ese tipo. Y seguramente alguien del medio del pasillo, ya que la cochinada se veía en los dos baños. Era eso, o eran dos personas las culpables.
En eso, la puerta del baño se abrió. Y no salió El Albanés Amable. Tampoco salió ningún africano. Y no, tampoco salió La Sueca Exhibicionista. Pero nos sorprendimos tanto de ver quién salió, que no supimos qué hacer. ¿En serio? ¿Él? ¿De toooodas las personas del tercer piso?
Y nada, ha pasado casi un mes desde entonces, y todavía no hablamos con él. No obstante, los baños están efectivamente más limpios últimamente. ¿Habrá leído mi mensaje? ¿Se habrá dado cuenta que lo ampayamos? ¿O habrá hablado con él El Uzbeko Reservado?
Pues como a mi me gusta contar sólo ciertas cosas, los dejo con el misterio. Bwa ja ja. ¡Será hasta la próxima!
jueves, 24 de octubre de 2013
Las Cosas Claras
Guapa, son las 9:30 am.
Genial. Teníamos que levantarnos a las 8:30 de la mañana, era una hora tarde. Por mi lado no había problema, pero La Guapa tenía que coger un avión a las 2 de la tarde, y llegar al aeropuerto no era trivial.
La Guapa corrió a la ducha, mientras yo armaba la maleta. Su súper eficiente despertador justo decidió dejar de funcionar en el día donde el tiempo era justo. Ella salió de la baño, y siguió ordenando mientras yo me duchaba. Cha mare, nuestro último día juntos, y sería todo a la volada.
Al salir, nos tomamos un momentito para por lo menos desayunar juntos, tranquilos. Pero claro, no duró mucho. Había que botar a la basura toda la comida que había sobrado y que se pudiera malograr. Había que dejar todo en orden. Ella se empezó a secar el pelo, y yo limpié el refrigerador. Genial, el perejil se había pegado a la pared, y se había formado un bloque de hielo. Justo lo que necesitábamos...
Logramos salir del depa a las 11:20, veinte minutos más tarde de lo planeado. Vamos, nada grave, llegaríamos hora y media antes del vuelo, no era descabellado. Me preocupaba un poco que La Guapa se negara a correr, pero bueno, c'est la vie, hay batallas que no se pueden ganar.
Llegamos al metro, y cargamos las maletotas por las escaleras. Nunca antes hemos extrañado tanto un ascensor. Esperamos.... dos minutos... cinco minutos... diez minutos... El porco metro no venía. Los nervios empezaron a aumentar. Cuando por fin pasó el metro, venía repleto, pero no había problema, ya estábamos ahi. Revisamos el itinerario, teníamos que bajar en la novena parada, cambiar de línea, seguir una parada más, y llegaríamos a la estación de tren (les dije que llegar al aeropuerto no era trivial, ¿no?). Por suerte, la estación donde teníamos que hacer el cambio la conocíamos bastante bien, no nos perderíamos.
El problema ocurrió luego de la segunda parada. De repente, el metro bajó su velocidad, y se detuvo. En los diez días que habíamos estado tomando esa línea, esto nunca había pasado. Por supuesto, tenía que ser ese día, estando ya unos 30 minutos tarde. La Guapa me miró, no me extraña, me dijo, las cosas nunca salen como yo quiero. Tengo que admitir que me alivió, tenía miedo que me echara la culpa, ustedes saben, como este tipo de cosas nuuuuuuunca me pasan a mi...
Anyway, un anuncio del metro nos dijo que estaban realizando reparaciones, y que teníamos que cambiar de línea en la siguiente estación. Asustado, miré el mapa... pero teníamos suerte, esa también nos llevaba a donde queríamos ir. Incluso nos ahorrábamos una estación.
Pos na, seguimos las instrucciones y cambiamos la línea, todo muy fácil. Habíamos sufrido una pequeña demora, pero nada demasiado crítico. Nos dirigimos hacia la penúltima estación, donde faltaba un cambio para llegar a la estación de tren.
En esta penúltima estación, que supuestamente conocíamos bien, descubrimos que no teníamos puñetera idea de a dónde estábamos yendo. Caminamos, y caminamos, y caminamos... subimos y bajamos escaleras, volvimos a cambiar, volvimos a bajar escaleras... y luego de todo eso, llegamos a la línea equivocada, la que estaba en reparaciones. Cha mare.
Seguí corriendo... y cuando hablo en singular, es porque es verdad, La Guapa andaba como 400 metros detrás mío (¿les dije que ella no corría, no?). Avanzamos y avanzamos, seguimos bajando y subiendo escaleras, y en eso ¡llegamos! No solo eso, sino que para cuando La Guapa llegó, justo pasó el metro que necesitábamos. ¡Ya casi estábamos en la estación de tren!
Pero ahí no acababa el asunto. ¡Había que encontrar el tren! Como ocurre en todas partes, los edificios que son estaciones de tren y metro al mismo tiempo son medio caóticos y grandes, que implica seguir corriendo y subiendo y bajando escaleras. Le pregunté a una asistenta sobre el tren al aeropuerto, y me dijo que salía a las 12:05. ¿Qué hora era? ¡Las 12:00 en punto!
Pero llegamos. Llegamos al tren. Estábamos asquerosos del sudor (okey, yo estaba asqueroso del sudor, La Guapa dizque no suda), teníamos los brazos atrofiados de tanto subir y bajar maletas por las escaleras, habíamos empujado otros turistas fuera de nuestro camino, ¡pero estábamos en el tren! No solo eso, sino que recordamos que el avión de La Guapa salía a las 2:15, ¡así que estábamos sólo media hora tarde!
Por supuesto, a pesar de todo, La Guapa casi perdió el avión. Vamos, tuvimos que despedirnos casi a la volada, y ella llegó a la puerta de embarque justo antes que cerraran el avión. Realmente, fue una suerte que no perdiéramos ningún metro, ni el tren, no la hacíamos de otra manera.
Bienvenida a mi mundo, Guapa. Seguro que si pensaste que los desastres del viaje del año pasado fueron una excepción, ahora las cosas estarán más claras, ¿no?
Genial. Teníamos que levantarnos a las 8:30 de la mañana, era una hora tarde. Por mi lado no había problema, pero La Guapa tenía que coger un avión a las 2 de la tarde, y llegar al aeropuerto no era trivial.
La Guapa corrió a la ducha, mientras yo armaba la maleta. Su súper eficiente despertador justo decidió dejar de funcionar en el día donde el tiempo era justo. Ella salió de la baño, y siguió ordenando mientras yo me duchaba. Cha mare, nuestro último día juntos, y sería todo a la volada.
Al salir, nos tomamos un momentito para por lo menos desayunar juntos, tranquilos. Pero claro, no duró mucho. Había que botar a la basura toda la comida que había sobrado y que se pudiera malograr. Había que dejar todo en orden. Ella se empezó a secar el pelo, y yo limpié el refrigerador. Genial, el perejil se había pegado a la pared, y se había formado un bloque de hielo. Justo lo que necesitábamos...
Logramos salir del depa a las 11:20, veinte minutos más tarde de lo planeado. Vamos, nada grave, llegaríamos hora y media antes del vuelo, no era descabellado. Me preocupaba un poco que La Guapa se negara a correr, pero bueno, c'est la vie, hay batallas que no se pueden ganar.
Llegamos al metro, y cargamos las maletotas por las escaleras. Nunca antes hemos extrañado tanto un ascensor. Esperamos.... dos minutos... cinco minutos... diez minutos... El porco metro no venía. Los nervios empezaron a aumentar. Cuando por fin pasó el metro, venía repleto, pero no había problema, ya estábamos ahi. Revisamos el itinerario, teníamos que bajar en la novena parada, cambiar de línea, seguir una parada más, y llegaríamos a la estación de tren (les dije que llegar al aeropuerto no era trivial, ¿no?). Por suerte, la estación donde teníamos que hacer el cambio la conocíamos bastante bien, no nos perderíamos.
El problema ocurrió luego de la segunda parada. De repente, el metro bajó su velocidad, y se detuvo. En los diez días que habíamos estado tomando esa línea, esto nunca había pasado. Por supuesto, tenía que ser ese día, estando ya unos 30 minutos tarde. La Guapa me miró, no me extraña, me dijo, las cosas nunca salen como yo quiero. Tengo que admitir que me alivió, tenía miedo que me echara la culpa, ustedes saben, como este tipo de cosas nuuuuuuunca me pasan a mi...
Anyway, un anuncio del metro nos dijo que estaban realizando reparaciones, y que teníamos que cambiar de línea en la siguiente estación. Asustado, miré el mapa... pero teníamos suerte, esa también nos llevaba a donde queríamos ir. Incluso nos ahorrábamos una estación.
Pos na, seguimos las instrucciones y cambiamos la línea, todo muy fácil. Habíamos sufrido una pequeña demora, pero nada demasiado crítico. Nos dirigimos hacia la penúltima estación, donde faltaba un cambio para llegar a la estación de tren.
En esta penúltima estación, que supuestamente conocíamos bien, descubrimos que no teníamos puñetera idea de a dónde estábamos yendo. Caminamos, y caminamos, y caminamos... subimos y bajamos escaleras, volvimos a cambiar, volvimos a bajar escaleras... y luego de todo eso, llegamos a la línea equivocada, la que estaba en reparaciones. Cha mare.
Seguí corriendo... y cuando hablo en singular, es porque es verdad, La Guapa andaba como 400 metros detrás mío (¿les dije que ella no corría, no?). Avanzamos y avanzamos, seguimos bajando y subiendo escaleras, y en eso ¡llegamos! No solo eso, sino que para cuando La Guapa llegó, justo pasó el metro que necesitábamos. ¡Ya casi estábamos en la estación de tren!
Pero ahí no acababa el asunto. ¡Había que encontrar el tren! Como ocurre en todas partes, los edificios que son estaciones de tren y metro al mismo tiempo son medio caóticos y grandes, que implica seguir corriendo y subiendo y bajando escaleras. Le pregunté a una asistenta sobre el tren al aeropuerto, y me dijo que salía a las 12:05. ¿Qué hora era? ¡Las 12:00 en punto!
Pero llegamos. Llegamos al tren. Estábamos asquerosos del sudor (okey, yo estaba asqueroso del sudor, La Guapa dizque no suda), teníamos los brazos atrofiados de tanto subir y bajar maletas por las escaleras, habíamos empujado otros turistas fuera de nuestro camino, ¡pero estábamos en el tren! No solo eso, sino que recordamos que el avión de La Guapa salía a las 2:15, ¡así que estábamos sólo media hora tarde!
Por supuesto, a pesar de todo, La Guapa casi perdió el avión. Vamos, tuvimos que despedirnos casi a la volada, y ella llegó a la puerta de embarque justo antes que cerraran el avión. Realmente, fue una suerte que no perdiéramos ningún metro, ni el tren, no la hacíamos de otra manera.
Bienvenida a mi mundo, Guapa. Seguro que si pensaste que los desastres del viaje del año pasado fueron una excepción, ahora las cosas estarán más claras, ¿no?
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Pavadas Inclasificables
domingo, 15 de septiembre de 2013
Piqueos Cumpleañeros
Pos nada, cumplí años nuevamente. Este año, mi amiga Angela ofreció su casa para hacer una reunión, la idea era juntar un grupo pequeño de gente y compartir algunos piqueos y cosas por el estilo. La idea me gustó mucho, y decidí preparar una causa. Angela dijo que haría sanguchitos de pollo y una torta.
Unos días antes, me di cuenta que yo no estaba haciendo mucho por el cumple, realmente. Sería Angela quien daría la casa, haría la torta, prepararía los sanguchitos... y solo haría una causa. La verdad es que me dio un poco de vergüenza, y me dije que no, que tenía que chambear yo también, y que tenía que recibir a los invitados con un gran repertorio de piqueos peruanos.
Luego de buscar un poco por Yanuq, encontré unos piqueos aparentemente sencillos. Yuca frita, bolitas de yuca, y tequeños. Excelente. Salí de compras por Ginebra, y encontré todo lo que necesitaba: salsa huancaína, ají, yuca, masa wantán, queso mozzarela... perfecto. Además, mini-croissants, jamón y queso, pa meter al horno si había alguna demora.
La reunión era a las 21:00, y Angela me dijo que llegara a las 20:00. Me pareció un poco tarde para empezar a cocinar, pero luego recordé que la gente generalmente llegaba mínimo media hora tarde, así que no me preocupé. Llegué en punto, y empecé con mis planes.
La primera dificultad se presentó cuando tuve que pelar las yucas. ¿Cómo demonios se pela una yuca?
Miré la atentamente la primera yuca por unos minutos. No, ningún lugar evidente por dónde comenzar. La seguí mirando unos minutos más. Clavé un cuchillo. Al cuchillo no le gustó mucho. Empecé con cautela, corté una parte... y vi que aquello debajo de la cáscara era de color rosado.
¿Rosado? ¿La yuca no es blanca por dentro? ¿Por qué rosado?
Me quedé pensando, un rato. Corté un poco más, y vi que debajo de la capa rosada, había yuca blanca.
Ah. Chesu.
Para esto, ya eran las 20:30. Dándome cuenta de la tardanza, empecé a cortar más rápido, llenando la cocina con cáscara de yuca. Angela me miraba nomas, y decidió empezar a decorar la torta. Gedas preguntó qué podía hacer él, y le sugerí que preparara los mini-croissants.
Para las 21:00, ya tenía las yucas peladas, en agua hirviendo. Tenía que esperar a que se ablandaran, para luego preparar el puré. Por suerte, la gente seguro llegaba tarde.
Y en eso, sonó el timbre. Había llegado Dennis. Quien es generalmente el último en llegar.
Chesu.
Nos juntamos todos en la cocina, donde yo separé ciertas yucas para freírlas, y otras para hacer el puré de las bolitas. Angela me dijo que ya con la torta, sus sanguchitos de pollo, y los mini-croissants teníamos suficiente comida, que dejara las yucas y disfrutara de la reunión, pero me negué tajantemente. ¡Yo tenía que colaborar de alguna manera! ¡No podía ser que Angela y Gedas hicieran todo el trabajo! ¡Debía terminar algún piqueo, aunque tuviera que destruir la cocina de Angela en el camino!
En eso llegó Pranati. Y la chica de Vanuatu, con su novio lituano. Y Tobi, con su amigo alemán. Todos a la cocina, donde yo seguía haciendo bolitas, con mozzarela adentro. Gedas se compadeció, y me ayudó con las bolitas.
Pues nada, en un momento de pánico, decidí freír todo de golpe. Vamos, había que terminar esto, Angela ya me había dicho tres veces que dejara las yucas en paz, y su cocina era un campo de batalla. Puse aceite, lo calenté, y metí todas las bolitas.
Por supuesto, fue un desastre. Metí tantas bolitas que luego fue imposible darles la vuelta, para freír el otro lado. La mitad se quemó. Las otras no se doraron suficiente. ¡Pero ya! ¡Ni modo! Estaban listas, y todos, toooooodos tenían que probarlas.
Por supuesto, luego me di cuenta que no había añadido sal al puré.
Chesu.
Genial. Le había destruído la cocina a la pobre Angela, para preparar unas bolitas de yuca horribles, que ella no quería que yo prepare, simplemente para satisfacer mi necesidad de sentirme útil. Bien ahí.
Supongo que me querrán preguntar qué pasó con la otra mitad de las yucas, y con los tequeños.
Mejor no pregunten.
Unos días antes, me di cuenta que yo no estaba haciendo mucho por el cumple, realmente. Sería Angela quien daría la casa, haría la torta, prepararía los sanguchitos... y solo haría una causa. La verdad es que me dio un poco de vergüenza, y me dije que no, que tenía que chambear yo también, y que tenía que recibir a los invitados con un gran repertorio de piqueos peruanos.
Luego de buscar un poco por Yanuq, encontré unos piqueos aparentemente sencillos. Yuca frita, bolitas de yuca, y tequeños. Excelente. Salí de compras por Ginebra, y encontré todo lo que necesitaba: salsa huancaína, ají, yuca, masa wantán, queso mozzarela... perfecto. Además, mini-croissants, jamón y queso, pa meter al horno si había alguna demora.
La reunión era a las 21:00, y Angela me dijo que llegara a las 20:00. Me pareció un poco tarde para empezar a cocinar, pero luego recordé que la gente generalmente llegaba mínimo media hora tarde, así que no me preocupé. Llegué en punto, y empecé con mis planes.
La primera dificultad se presentó cuando tuve que pelar las yucas. ¿Cómo demonios se pela una yuca?
Miré la atentamente la primera yuca por unos minutos. No, ningún lugar evidente por dónde comenzar. La seguí mirando unos minutos más. Clavé un cuchillo. Al cuchillo no le gustó mucho. Empecé con cautela, corté una parte... y vi que aquello debajo de la cáscara era de color rosado.
¿Rosado? ¿La yuca no es blanca por dentro? ¿Por qué rosado?
Me quedé pensando, un rato. Corté un poco más, y vi que debajo de la capa rosada, había yuca blanca.
Ah. Chesu.
Para esto, ya eran las 20:30. Dándome cuenta de la tardanza, empecé a cortar más rápido, llenando la cocina con cáscara de yuca. Angela me miraba nomas, y decidió empezar a decorar la torta. Gedas preguntó qué podía hacer él, y le sugerí que preparara los mini-croissants.
Para las 21:00, ya tenía las yucas peladas, en agua hirviendo. Tenía que esperar a que se ablandaran, para luego preparar el puré. Por suerte, la gente seguro llegaba tarde.
Y en eso, sonó el timbre. Había llegado Dennis. Quien es generalmente el último en llegar.
Chesu.
Nos juntamos todos en la cocina, donde yo separé ciertas yucas para freírlas, y otras para hacer el puré de las bolitas. Angela me dijo que ya con la torta, sus sanguchitos de pollo, y los mini-croissants teníamos suficiente comida, que dejara las yucas y disfrutara de la reunión, pero me negué tajantemente. ¡Yo tenía que colaborar de alguna manera! ¡No podía ser que Angela y Gedas hicieran todo el trabajo! ¡Debía terminar algún piqueo, aunque tuviera que destruir la cocina de Angela en el camino!
En eso llegó Pranati. Y la chica de Vanuatu, con su novio lituano. Y Tobi, con su amigo alemán. Todos a la cocina, donde yo seguía haciendo bolitas, con mozzarela adentro. Gedas se compadeció, y me ayudó con las bolitas.
Pues nada, en un momento de pánico, decidí freír todo de golpe. Vamos, había que terminar esto, Angela ya me había dicho tres veces que dejara las yucas en paz, y su cocina era un campo de batalla. Puse aceite, lo calenté, y metí todas las bolitas.
Por supuesto, fue un desastre. Metí tantas bolitas que luego fue imposible darles la vuelta, para freír el otro lado. La mitad se quemó. Las otras no se doraron suficiente. ¡Pero ya! ¡Ni modo! Estaban listas, y todos, toooooodos tenían que probarlas.
Por supuesto, luego me di cuenta que no había añadido sal al puré.
Chesu.
Genial. Le había destruído la cocina a la pobre Angela, para preparar unas bolitas de yuca horribles, que ella no quería que yo prepare, simplemente para satisfacer mi necesidad de sentirme útil. Bien ahí.
Supongo que me querrán preguntar qué pasó con la otra mitad de las yucas, y con los tequeños.
Mejor no pregunten.
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Aventuras Domésticas,
Ginebra
miércoles, 4 de septiembre de 2013
Corazones Rotos en Trieste
Pues pasó el verano europeo, y con él también pasaron las conferencias en física de partículas elementales. Este año me tocó ir a SUSY 2013, que se llevaba a cabo en el ICTP, en Trieste.
Curiosamente, fue en el ICTP que tuve mi primer encuentro con la física internacional. Luciano, Francisco y yo acabábamos de terminar pregrado, y conseguimos que el centro nos financiara un viaje, con el fin de participar en la escuela de verano en partículas elementales. Fue una oportunidad excelente para enterarme de qué trataba este tema en el que me estaba metiendo, allá en el 2003 (Mein Gott!!! ¡Diez años exactos!). Fue un choque bastante fuerte, ya que por lo menos yo no estaba preparado en lo absoluto para lo que nos iban a enseñar ahí.
Fue un viaje curioso. Descubrimos muchas cosas. Descubrimos que Luciano pensaba que Europa estaba llena de malls. Descubrimos que Francisco podía serle atractivo a las mujeres. Yo, lamentablemente, descubrí que mi compañero de habitación de Indonesia tendía a ofrecer su amistad intentando masajear las piernas del resto. Pero más importante, descubrí la importancia de callar y escuchar (sí, aparentemente ya lo olvidé).
Esta vez, me tocó regresar para dar una charla en una conferencia. Y vamos, fue otro viaje curioso.
Para empezar, antes de ir a Trieste, pasé una semana por Padova, para hablar con una colaboradora. Las reunión era crucial, ya que estaba relacionada a lo que contaría en Trieste. Inicialmente me emocioné mucho por estar de vuelta por ahí, pero al no estar Alfredo, ni Alicia, ni Jae-hyeon, ni Catalina, debo confesar que la ciudad perdió un poco de su encanto. El departamento de física no mejoró mucho, y recordé por qué escogí Roma en vez de Padova para mi primer postdoc.
Una semana luego, llegué a Trieste. Fue interesante, nuevamente había gente de todos lados. Gentita de Würzburg, gentita que conocí en Bonn, gentita del CERN, vamos, ¡hasta me encontré con una amiga del pregrado de la PUCP! Fue útil para establecer nuevos contactos, reforzar contactos antiguos, y consolidar contactos recientes.
Por supuesto, toda conferencia tiene sus cosas. Creo que el feature más saltante fue la charla de Iwamoto. Hablaba de algo relacionado al momento magnético anómalo del muón, de encontrar zonas en el espacio de parámetros supersimétrico que resolvieran la tensión existente entre la predicción teórica y la observación experimental... y en eso, cuando muestra el espacio de parámetros... digamos que la zona de exclusión fue algo... fálica.
Sí. Dije fálica. Y si no me creen, pueden verlo ustedes mismos, en la diapositiva 21 de su charla (que empeora en la diapositiva 26). O en la página 4 de este paper.
Digamos que muchos de nosotros perdimos la concentración en ese momento. No joroben, si estás en una charla de supersimetría, ¡lo último que esperas es que aparezca un pene proyectado en la pantalla! Pero parece que la charla causó furor, al punto que el mismo Sir John Ellis decidió "flashear" la misma diapositiva en su plenaria el último día.
Anyway... Otro detalle de la conferencia fue el banquete. Los banquetes en las conferencias destacan por llevarse a cabo en sitios exóticos, tipo castillos, ofreciendo maravillas culinarias, y alcohol en exceso. Y este banquete no fue la excepción. Fue espectacular ver a físicos respetables (amigos de amigos, dicen) caminando en zig-zag luego de tres copas de prosecco, y medio litro de vino.
El problema es lo que puede pasar luego. Estaba con la gentita de Bonn, tomando medio litro de Spritz, cuando en eso apareció el Dr Z, en un estado de ebriedad mucho peor al de todos nosotros, combinados. Se unió al grupo, y entre conversaciones involucrando al amplituhedrón (no me pregunten), notamos que el Dr Z estaba deprimiéndose. Lamentablemente, fui yo quien decidió animarlo, diciéndole que era una persona chévere, que la gente estaba contenta al verlo, y tal y cual, cuando en eso el Dr Z decidió que era un buen momento para un beso.
Say what?
Debo agradecer a mi buen amigo, el pronto Dr. B, quien desde Estudios Generales Ciencias se obstinó en entrenarme en el arte de evitar hombres lujuriosos. Logré evitar el ataque del Dr Z en el último segundo, y mis amigos de Bonn lo alejaron inmediatamente. "¡Tenías que ser tan hétero!", me gritó.
'Ta mare.
Anyway... Creo que ya han sido suficientes diapositivas fálicas, atentados de agarre, y recuerdos macabros de intentos de masajes, para un solo post. Me despido por ahora, sin más que desearles que la noche os sea propicia...
Curiosamente, fue en el ICTP que tuve mi primer encuentro con la física internacional. Luciano, Francisco y yo acabábamos de terminar pregrado, y conseguimos que el centro nos financiara un viaje, con el fin de participar en la escuela de verano en partículas elementales. Fue una oportunidad excelente para enterarme de qué trataba este tema en el que me estaba metiendo, allá en el 2003 (Mein Gott!!! ¡Diez años exactos!). Fue un choque bastante fuerte, ya que por lo menos yo no estaba preparado en lo absoluto para lo que nos iban a enseñar ahí.
Fue un viaje curioso. Descubrimos muchas cosas. Descubrimos que Luciano pensaba que Europa estaba llena de malls. Descubrimos que Francisco podía serle atractivo a las mujeres. Yo, lamentablemente, descubrí que mi compañero de habitación de Indonesia tendía a ofrecer su amistad intentando masajear las piernas del resto. Pero más importante, descubrí la importancia de callar y escuchar (sí, aparentemente ya lo olvidé).
Esta vez, me tocó regresar para dar una charla en una conferencia. Y vamos, fue otro viaje curioso.
Para empezar, antes de ir a Trieste, pasé una semana por Padova, para hablar con una colaboradora. Las reunión era crucial, ya que estaba relacionada a lo que contaría en Trieste. Inicialmente me emocioné mucho por estar de vuelta por ahí, pero al no estar Alfredo, ni Alicia, ni Jae-hyeon, ni Catalina, debo confesar que la ciudad perdió un poco de su encanto. El departamento de física no mejoró mucho, y recordé por qué escogí Roma en vez de Padova para mi primer postdoc.
Una semana luego, llegué a Trieste. Fue interesante, nuevamente había gente de todos lados. Gentita de Würzburg, gentita que conocí en Bonn, gentita del CERN, vamos, ¡hasta me encontré con una amiga del pregrado de la PUCP! Fue útil para establecer nuevos contactos, reforzar contactos antiguos, y consolidar contactos recientes.
Por supuesto, toda conferencia tiene sus cosas. Creo que el feature más saltante fue la charla de Iwamoto. Hablaba de algo relacionado al momento magnético anómalo del muón, de encontrar zonas en el espacio de parámetros supersimétrico que resolvieran la tensión existente entre la predicción teórica y la observación experimental... y en eso, cuando muestra el espacio de parámetros... digamos que la zona de exclusión fue algo... fálica.
Sí. Dije fálica. Y si no me creen, pueden verlo ustedes mismos, en la diapositiva 21 de su charla (que empeora en la diapositiva 26). O en la página 4 de este paper.
Digamos que muchos de nosotros perdimos la concentración en ese momento. No joroben, si estás en una charla de supersimetría, ¡lo último que esperas es que aparezca un pene proyectado en la pantalla! Pero parece que la charla causó furor, al punto que el mismo Sir John Ellis decidió "flashear" la misma diapositiva en su plenaria el último día.
Anyway... Otro detalle de la conferencia fue el banquete. Los banquetes en las conferencias destacan por llevarse a cabo en sitios exóticos, tipo castillos, ofreciendo maravillas culinarias, y alcohol en exceso. Y este banquete no fue la excepción. Fue espectacular ver a físicos respetables (amigos de amigos, dicen) caminando en zig-zag luego de tres copas de prosecco, y medio litro de vino.
El problema es lo que puede pasar luego. Estaba con la gentita de Bonn, tomando medio litro de Spritz, cuando en eso apareció el Dr Z, en un estado de ebriedad mucho peor al de todos nosotros, combinados. Se unió al grupo, y entre conversaciones involucrando al amplituhedrón (no me pregunten), notamos que el Dr Z estaba deprimiéndose. Lamentablemente, fui yo quien decidió animarlo, diciéndole que era una persona chévere, que la gente estaba contenta al verlo, y tal y cual, cuando en eso el Dr Z decidió que era un buen momento para un beso.
Say what?
Debo agradecer a mi buen amigo, el pronto Dr. B, quien desde Estudios Generales Ciencias se obstinó en entrenarme en el arte de evitar hombres lujuriosos. Logré evitar el ataque del Dr Z en el último segundo, y mis amigos de Bonn lo alejaron inmediatamente. "¡Tenías que ser tan hétero!", me gritó.
'Ta mare.
Anyway... Creo que ya han sido suficientes diapositivas fálicas, atentados de agarre, y recuerdos macabros de intentos de masajes, para un solo post. Me despido por ahora, sin más que desearles que la noche os sea propicia...
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Padova,
Recuerdos,
Viajes de Trabajo
sábado, 17 de agosto de 2013
Viaje en Barco
Hace unos meses, mis padres me dijeron que querían venir a Europa en Julio-Agosto. La idea era pasar juntos un par de semanas, en algún sitio en Europa. Conociéndolos, sabía que no aguantarían el calor del verano europeo, así que pensé en otras salidas. Y en eso, recordé que siempre había querido ver los fjords noruegos, así que le sugería a mi padre "¿Y por que no vamos a los países escandinavos?"
A mi padre se le iluminó el rostro. Fue corriendo a su computadora, y luego de un par de días me dijo "¡Nos vamos de crucero por el mar Báltico."
Yo le hice notar que en el mar Báltico no hay fjords (que yo sepa), pero él insistió "¡Nos vamos de crucero por el mar Báltico!"
Así que eso. Nos fuimos de crucero por el mar Báltico.
El plan era el siguiente. Ellos volarían directo a Amsterdam, se quedarían unos días allá (aclimatándose, o algo por el estilo), y luego volarían a Estocolmo, a donde yo tendría que ir a encontrarlos. De ahí saldría el barco. Nada demasiado difícil.
Unos días antes del viaje, revisé mi itinerario. Llegaría al aeropuerto de Arlanda, y tenía que llegar de alguna forma a nuestro hotel, en Strandvägen (creo). Revisé la web del aeropuerto, y descubrí que el Arlanda Express me podría llevar a la estación de tren de Estocolmo. Luego, usé Google Maps para descubrir que debía tomar el bus 62 para llegar al hotel. Me sentí 2.0 total.
Al llegar a Arlanda, tomé el tren sin muchos problemas. Llegué a la estación, y revisé las instrucciones de Google Maps. Fue un poco fuerte mi sorpresa, al notar que las instrucciones se resumían en:
- Sal de la estación.
- Atraviesa edificios, salta ríos, y monta una cabra hasta la estación de bus.
- Toma el bus 62.
- Llega al hotel.
Resulta que no soy tan 2.0 como creía.
Después de perderme dos veces, y atravesar una zona residencial, donde fui mirado como bicho raro más de una vez, encontré otro paradero del bus 62. Fantástico. El bus no se demoró en pasar, y llegué al hotel, sin problemas.
Dos días después, nos subimos al barco. La cosa era bastante interesante. Diez pisos, con dos piscinas, un teatro, tres bares, dos restaurantes, discoteca, gimnasio, spa, biblioteca, sala de juegos de mesa, casino... Luego me dijeron que era un barco misio, que había otros con carros chocones, pista de patinaje, y túnel de paracaidismo. En serio.
El itinerario era interesante también. Un día en Helsinki, tres días en San Petersburgo, un día en Tallinna, otro día en la isla Gotland, otro día en Berlín, y finalmente Copenhague. El barco andaba lleno, con 2000 personas en total, casi el 50% de ellos siendo gringos, seguidos de un 10% de españoles (¿Crisis? ¿Qué crisis, chaval?). Claro, el barco era tan grande que nunca sentías tener a 2000 personas contigo.
La primera parada fue en Helsinki. Ahí aproveché para encontrarme con La Finlandesa Particular, a quién no veía desde Diciembre del año pasado. Cuando le escribí por correo, ella me preguntó qué quería ver de su ciudad, y le comenté que no estaba seguro, que me llevara a los sitios por donde ella paraba.
Pues la genial chica no tuvo mejor idea que llevarme a la biblioteca de su universidad. Total, paraba ahí casi todo el día. Y a la cafetería universitaria, donde descubrí que los finlandeses beben leche en el almuerzo.
Ya les había dicho que era bastante particular, mi amiga.
Luego, me llevó a una isla, donde habría danzas y cantos típicos de Finlandia. El pequeño detalle fue que las danzas ocurrirían la semana siguiente. Pero no problem, la verdad la pasamos muy bien, chismeando sobre toda la gente del Foyer en Ginebra (sí, en particular hablamos de ti, preocúpate).
El resto del viaje estuvo bastante bien. Para esto, si necesitan un guía hispano-parlante en San Petersburgo o en Berlín, envíenme un mail o algo, que tengo muy buenos contactos.
El único problema que tuve fue en las noches. Mis padres se iban a dormir relativamente temprano, y me aburría un poquito después de las 11 pm. Tengo que admitir que no conocí mucha gente, subí a la discoteca un par de veces a ver qué onda, pero estaba media muerta. Luego la camarera me contó que este crucero en particular había sido bastante aburrido, que no había habido casi nada de juerga. Boh.
Pero nada, una experiencia interesante, que recomiendo hacer una vez en la vida. Ahora tengo que bajar todos los kilos que subí, y ponerme al día en la chamba. Este lunes viajo a Padova para conversar con una colaboradora, y luego paso por Trieste para presentar un trabajo. Será interesante, además de tener ganas de contar qué estoy haciendo, he descubierto que habrá muchísima gentita de Würzburg. Vamos a ver si da para contar.
¡Hasta la próxima!
A mi padre se le iluminó el rostro. Fue corriendo a su computadora, y luego de un par de días me dijo "¡Nos vamos de crucero por el mar Báltico."
Yo le hice notar que en el mar Báltico no hay fjords (que yo sepa), pero él insistió "¡Nos vamos de crucero por el mar Báltico!"
Así que eso. Nos fuimos de crucero por el mar Báltico.
El plan era el siguiente. Ellos volarían directo a Amsterdam, se quedarían unos días allá (aclimatándose, o algo por el estilo), y luego volarían a Estocolmo, a donde yo tendría que ir a encontrarlos. De ahí saldría el barco. Nada demasiado difícil.
Unos días antes del viaje, revisé mi itinerario. Llegaría al aeropuerto de Arlanda, y tenía que llegar de alguna forma a nuestro hotel, en Strandvägen (creo). Revisé la web del aeropuerto, y descubrí que el Arlanda Express me podría llevar a la estación de tren de Estocolmo. Luego, usé Google Maps para descubrir que debía tomar el bus 62 para llegar al hotel. Me sentí 2.0 total.
Al llegar a Arlanda, tomé el tren sin muchos problemas. Llegué a la estación, y revisé las instrucciones de Google Maps. Fue un poco fuerte mi sorpresa, al notar que las instrucciones se resumían en:
- Sal de la estación.
- Atraviesa edificios, salta ríos, y monta una cabra hasta la estación de bus.
- Toma el bus 62.
- Llega al hotel.
Resulta que no soy tan 2.0 como creía.
Después de perderme dos veces, y atravesar una zona residencial, donde fui mirado como bicho raro más de una vez, encontré otro paradero del bus 62. Fantástico. El bus no se demoró en pasar, y llegué al hotel, sin problemas.
Dos días después, nos subimos al barco. La cosa era bastante interesante. Diez pisos, con dos piscinas, un teatro, tres bares, dos restaurantes, discoteca, gimnasio, spa, biblioteca, sala de juegos de mesa, casino... Luego me dijeron que era un barco misio, que había otros con carros chocones, pista de patinaje, y túnel de paracaidismo. En serio.
El itinerario era interesante también. Un día en Helsinki, tres días en San Petersburgo, un día en Tallinna, otro día en la isla Gotland, otro día en Berlín, y finalmente Copenhague. El barco andaba lleno, con 2000 personas en total, casi el 50% de ellos siendo gringos, seguidos de un 10% de españoles (¿Crisis? ¿Qué crisis, chaval?). Claro, el barco era tan grande que nunca sentías tener a 2000 personas contigo.
La primera parada fue en Helsinki. Ahí aproveché para encontrarme con La Finlandesa Particular, a quién no veía desde Diciembre del año pasado. Cuando le escribí por correo, ella me preguntó qué quería ver de su ciudad, y le comenté que no estaba seguro, que me llevara a los sitios por donde ella paraba.
Pues la genial chica no tuvo mejor idea que llevarme a la biblioteca de su universidad. Total, paraba ahí casi todo el día. Y a la cafetería universitaria, donde descubrí que los finlandeses beben leche en el almuerzo.
Ya les había dicho que era bastante particular, mi amiga.
Luego, me llevó a una isla, donde habría danzas y cantos típicos de Finlandia. El pequeño detalle fue que las danzas ocurrirían la semana siguiente. Pero no problem, la verdad la pasamos muy bien, chismeando sobre toda la gente del Foyer en Ginebra (sí, en particular hablamos de ti, preocúpate).
El resto del viaje estuvo bastante bien. Para esto, si necesitan un guía hispano-parlante en San Petersburgo o en Berlín, envíenme un mail o algo, que tengo muy buenos contactos.
El único problema que tuve fue en las noches. Mis padres se iban a dormir relativamente temprano, y me aburría un poquito después de las 11 pm. Tengo que admitir que no conocí mucha gente, subí a la discoteca un par de veces a ver qué onda, pero estaba media muerta. Luego la camarera me contó que este crucero en particular había sido bastante aburrido, que no había habido casi nada de juerga. Boh.
Pero nada, una experiencia interesante, que recomiendo hacer una vez en la vida. Ahora tengo que bajar todos los kilos que subí, y ponerme al día en la chamba. Este lunes viajo a Padova para conversar con una colaboradora, y luego paso por Trieste para presentar un trabajo. Será interesante, además de tener ganas de contar qué estoy haciendo, he descubierto que habrá muchísima gentita de Würzburg. Vamos a ver si da para contar.
¡Hasta la próxima!
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Ginebra
jueves, 18 de julio de 2013
Números Redondos
Este viene a ser el post número 100 del blog. Cien aventuras en casi ocho años. Supongo que toca un post reflexivo, la verdad no vendría nada mal, después de todas las pavadas que les cuento cada mes.
Hace varias semanas llevo pensando qué decir. Cien posts son muchos. La primera idea que se me vino a la mente era reflexionar sobre el blog en sí, y hacia dónde iría en el futuro próximo. Y sí, lo haré, pero no me quedaré ahí. Hace unos días me he enterado de una noticia un poco fuerte, y supongo que la comentaré también.
Anyway, les hago el update de mi situación. Me encuentro nuevamente en Ginebra, y el plan es quedarme acá hasta fin de año. Luego, me mudaré a Valencia por unos meses, con el fin de terminar mi trabajo en el IFIC. Y luego, la idea era regresar a Perú, para incorporarme a la PUCP como profesor investigador. Ese fue más o menos mi plan desde que salí hacia Inglaterra en el 2005, y lo ha sido en todo este tiempo. Regresar a Perú, y ayudar a llevar adelante la investigación en física teórica dentro del país.
En ese momento, sería muy probable que cierre el blog.
La verdad, cerrar el blog en ese momento sería apropiado. Creo haberlo dicho antes, pero el título del blog, "El Vacío Metaestable," hace referencia a mi vida fuera de Lima. No recuerdo si llegué a explicarlo antes, pero lo volveré a hacer. Sí señores, en este blog finalmente se hablará de física.
En física teórica, cuando uno habla del vacío de un sistema, se refiere al estado con menor energía de este. Este estado es estable, es decir, si el sistema se encuentra en este estado, no querrá salir de él.
Ahora, un vacío metaestable es un estado del sistema que no es el de menor energía, pero que tampoco es inestable. Es una especie de intermedio. Un "falso vacío," si quieren, un estado en donde se percibe una estabilidad que al final es falsa.
Así era como yo veía mi vida como doctorando, y luego como postdoc. Un sitio que se percibía estable, donde me encontraba bien, pero que al final era transitorio. No necesariamente falso, pero definitivamente no permanente.
Alucinen la fumada que me tuve que mandar para llegar a esta metáfora, eh. Ni Sir John Ellis, con sus pinguinos.
Anyway, tomando esto en cuenta, tenía mucho sentido cerrar el blog cuando regresara a Perú. En ese momento, mi vacío se volvería estable, y el blog perdería el encanto (asumiendo que lo tuviera, claro). Por supuesto, siempre podía encontrar alguna razón para no cerrarlo. Por ejemplo, podría usar el argumento de que la masa observada del bosón de Higgs implica que el Universo en el que vivimos tampoco es estable (es cierto, señoras y señores, aparentemente vivimos en un Vacío Metaestable, quién lo hubiera dicho). Pero por el momento eso me parece hacer trampa.
Por otro lado, otra razón por la que debería eventualmente cerrar el blog es porque me gusta más la historia de Goku que la de Superman. No, no, no es otra fumada, a mi me gusta más el manga que el comic principalmente porque acaba. Eventualmente Goku se vuelve el más fuerte, y se acabó la historia. La historia del porco Superman no acaba jamás, y cada vez parece más jalado de los pelos sacar malos que lo puedan desafiar (sí, me consta que existen comics que sí acaban, y por supuesto, esos comics sí me gustan). Yo creo que una buena historia debe eventualmente acabar, por lo cual este blog algún día debe ser cerrado.
Entonces, ¿se cerrará este blog? Pues bien, esto también dependerá si al final llego a regresar a Perú.
Resulta que en los últimos días mi proyecto de regresar a Lima ha sufrido un duro revés. A pesar que regresé a Lima por una breve temporada (entre otras cosas, para apoyar a la PUCP como Discussion Leader en el CLASHEP), aparentemente eso no fue suficiente como para asegurar un regreso seguro a Lima. Ya no es seguro que tenga un trabajo esperándome cuando vuelva a Lima. Y eso ha hecho que nuevamente me replantee las cosas.
Por supuesto, si es que todo este rollo se arregla, seguiría pensando en regresar a la PUCP. Pero, ¿y si no pudiera? ¿Si la PUCP no me quisiera? ¿Qué hacer entonces, luego de siete años y medio pensando en regresar a ella?
También resulta que mi futuro no lo decidiré necesariamente solo. Al llegar a Valencia me estará esperando La Guapa, y si todo va bien viviremos juntos por unos cinco meses. De no regresar a la PUCP, habría que tomar una decisión en conjunto, cosa que por un lado me parece rara, pero por otro me daría gusto también.
Entonces bueno, ¡la aventura no termina aún! A pesar de todo, se vienen unos meses interesantes. Llenos de intriga, sin lugar a dudas. Llenos de nuevas experiencias dentro de sitios conocidos. Seguramente llenos de desastres, rollos con los idiomas, viajes caóticos, desafíos caseros, y mucho más.
Así que sigan viniendo pe, sigan leyendo. Tenemos para un año más. A ver qué pasa.
Un abrazo a todos. Lo dejo con las palabras más comunes en este blog en los dos últimos años. Dai, a presto, rega!
Hace varias semanas llevo pensando qué decir. Cien posts son muchos. La primera idea que se me vino a la mente era reflexionar sobre el blog en sí, y hacia dónde iría en el futuro próximo. Y sí, lo haré, pero no me quedaré ahí. Hace unos días me he enterado de una noticia un poco fuerte, y supongo que la comentaré también.
Anyway, les hago el update de mi situación. Me encuentro nuevamente en Ginebra, y el plan es quedarme acá hasta fin de año. Luego, me mudaré a Valencia por unos meses, con el fin de terminar mi trabajo en el IFIC. Y luego, la idea era regresar a Perú, para incorporarme a la PUCP como profesor investigador. Ese fue más o menos mi plan desde que salí hacia Inglaterra en el 2005, y lo ha sido en todo este tiempo. Regresar a Perú, y ayudar a llevar adelante la investigación en física teórica dentro del país.
En ese momento, sería muy probable que cierre el blog.
La verdad, cerrar el blog en ese momento sería apropiado. Creo haberlo dicho antes, pero el título del blog, "El Vacío Metaestable," hace referencia a mi vida fuera de Lima. No recuerdo si llegué a explicarlo antes, pero lo volveré a hacer. Sí señores, en este blog finalmente se hablará de física.
En física teórica, cuando uno habla del vacío de un sistema, se refiere al estado con menor energía de este. Este estado es estable, es decir, si el sistema se encuentra en este estado, no querrá salir de él.
Ahora, un vacío metaestable es un estado del sistema que no es el de menor energía, pero que tampoco es inestable. Es una especie de intermedio. Un "falso vacío," si quieren, un estado en donde se percibe una estabilidad que al final es falsa.
Así era como yo veía mi vida como doctorando, y luego como postdoc. Un sitio que se percibía estable, donde me encontraba bien, pero que al final era transitorio. No necesariamente falso, pero definitivamente no permanente.
Alucinen la fumada que me tuve que mandar para llegar a esta metáfora, eh. Ni Sir John Ellis, con sus pinguinos.
Anyway, tomando esto en cuenta, tenía mucho sentido cerrar el blog cuando regresara a Perú. En ese momento, mi vacío se volvería estable, y el blog perdería el encanto (asumiendo que lo tuviera, claro). Por supuesto, siempre podía encontrar alguna razón para no cerrarlo. Por ejemplo, podría usar el argumento de que la masa observada del bosón de Higgs implica que el Universo en el que vivimos tampoco es estable (es cierto, señoras y señores, aparentemente vivimos en un Vacío Metaestable, quién lo hubiera dicho). Pero por el momento eso me parece hacer trampa.
Por otro lado, otra razón por la que debería eventualmente cerrar el blog es porque me gusta más la historia de Goku que la de Superman. No, no, no es otra fumada, a mi me gusta más el manga que el comic principalmente porque acaba. Eventualmente Goku se vuelve el más fuerte, y se acabó la historia. La historia del porco Superman no acaba jamás, y cada vez parece más jalado de los pelos sacar malos que lo puedan desafiar (sí, me consta que existen comics que sí acaban, y por supuesto, esos comics sí me gustan). Yo creo que una buena historia debe eventualmente acabar, por lo cual este blog algún día debe ser cerrado.
Entonces, ¿se cerrará este blog? Pues bien, esto también dependerá si al final llego a regresar a Perú.
Resulta que en los últimos días mi proyecto de regresar a Lima ha sufrido un duro revés. A pesar que regresé a Lima por una breve temporada (entre otras cosas, para apoyar a la PUCP como Discussion Leader en el CLASHEP), aparentemente eso no fue suficiente como para asegurar un regreso seguro a Lima. Ya no es seguro que tenga un trabajo esperándome cuando vuelva a Lima. Y eso ha hecho que nuevamente me replantee las cosas.
Por supuesto, si es que todo este rollo se arregla, seguiría pensando en regresar a la PUCP. Pero, ¿y si no pudiera? ¿Si la PUCP no me quisiera? ¿Qué hacer entonces, luego de siete años y medio pensando en regresar a ella?
También resulta que mi futuro no lo decidiré necesariamente solo. Al llegar a Valencia me estará esperando La Guapa, y si todo va bien viviremos juntos por unos cinco meses. De no regresar a la PUCP, habría que tomar una decisión en conjunto, cosa que por un lado me parece rara, pero por otro me daría gusto también.
Entonces bueno, ¡la aventura no termina aún! A pesar de todo, se vienen unos meses interesantes. Llenos de intriga, sin lugar a dudas. Llenos de nuevas experiencias dentro de sitios conocidos. Seguramente llenos de desastres, rollos con los idiomas, viajes caóticos, desafíos caseros, y mucho más.
Así que sigan viniendo pe, sigan leyendo. Tenemos para un año más. A ver qué pasa.
Un abrazo a todos. Lo dejo con las palabras más comunes en este blog en los dos últimos años. Dai, a presto, rega!
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viernes, 28 de junio de 2013
Neko
En estos últimos meses me he visto involucrado en una especie de relación amor - odio. Sinceramente, es complicado de describir. Podemos pasar momentos maravillosos, donde la complicidad se transmite sin necesidad de ninguna palabra, así como momentos de tensión extrema, donde una de las partes tiene el riesgo de ser lanzado fuera de la ventana. Es una de esas cosas que uno quiere y no quiere a la vez. Y bueno, debo confesar que a pesar que esta relación trae cosas buenas, no sé qué tanto tiempo logre aguantar tantas noches durmiendo mal, tantos arañazos en el cuerpo, y tantos maullidos en mi oreja.
¿Maullidos? ¿Arañazos? Claro, estoy hablando de mi relación con El Gato de La Guapa. ¿De qué pensaban que hablaba? ¿De mi propia versión de 50 Shades of Grey?
El Gato de La Guapa (a quién podría llamar Sam) apareció poco tiempo antes de aquel viaje. Al regresar de Ginebra, descubrí que el gatito del cual La Guapa hablaba tanto se había transformado en un gatote con complejo de marmota, que ocupaba un lugar central dentro del pequeño piso donde La Guapa vive.
La verdad es que a mi me gustan los animales. Siempre quise tener un perro, pero lamentablemente las circunstancias nunca me lo han permitido. Así que bueno, pensé que tener la oportunidad de interactuar con un gato no me vendría mal. Recordando a Scimuni, el gato de Fabio, rasqué los puntos claves detrás de las orejas de El Gato de la Guapa, lo hice jugar con una u otra pitita, y me gané su confianza.
Por supuesto, jugar con un gato no es lo mismo que jugar con un perro. Por ejemplo, las caricias no son siempre bienvenidas. Y a pesar que uno pueda estar dispuesto a expresar todo su amor y devoción hacia el animal, si el gato no está de ganas, pues tiene claro qué orificio enseñarte. Así que he tenido que aprender de a pocos cómo tratar con este felino.
Ahora, se podría decir mucho, muchísimo, sobre el comportamiento del condenado animal, pero eso ya ha sido hecho muchas veces. Así que intentaré contar cosas que me parecen particulares de este gato.
Para empezar, El Gato de la Guapa ha vivido en aislamiento total toda su vida. Para el gato, los únicos seres humanos aceptables somos La Guapa, yo, y ya está. Si llega alguna otra persona a su piso, el gato desaparece, escondiéndose en el rincón más recóndito del pequeño depa, haciendo como que no existiera.
No obstante, una vez que los extraños se han ido, el Rey de la Casa decide salir a controlar sus dominios nuevamente.
¿Y cómo hace el Gato de la Guapa para controlar sus dominios? Fácilmente. Para empezar, la táctica de los ojitos. Y luego, los maullidos.
Lo de los maullidos no es cualquier cosa. Este gato ha desarrollado toda un arte para comunicarse. Les podría jurar que en algún momento le ha llegado a decir "Mamá" a La Guapa. Pero acá el detalle no está en la complejidad de sus maullidos, sino más bien en su frecuencia. ¿En qué momentos maúlla un gato? ¿Cuántas veces al día, en promedio? Pues bien, mis estimados lectores, les cuento que El Gato de la Guapa, cuando está activo, maúlla en promedio una vez cada diez segundos. Más o menos.
¿Qué significa activo? O sea, no durmiendo, no mirando por la ventana, y no escondido debajo de la cama. O sea, si el gato decide interactuar con nosotros, lo hace mediante maullidos. Siempre.
Y claro, cuando se aburre a las tres de la mañana, y decide interactuar con nosotros, a pesar de que estemos dormidos, su estrategia principal es la de despertarnos a través de sus gritos persistentes.
Lindo, el gato.
Por supuesto, a veces estamos tan cansados que no lo escuchamos. Ahí recurre a las estrategias número dos y tres.
La estrategia número dos es convencernos de buenas maneras. Se trepa a la cama, camina sobre nuestras cabezas, acerca sus orificios a nuestras narices, trae juguetes, maúlla más de cerca, ustedes saben, buenas maneras. Eso por lo general es suficiente para despertarnos, pero vamos, a veces uno está tan cansado que se queda dormido inmediatamente.
Es entonces que usa la estrategia número tres. Se pone hiperactivo. El gato empieza a acelerar, trepa el sofá, salta hacia el armario, rebota en la pared, choca con el techo... y cae aparatosamente sobre mis costillas.
Noten que he dicho mis costillas, y no las de La Guapa. Cosas que pasan.
Imagínense lo siguiente. Han pasado una mala semana, donde sus labores universitarias le han quitado mucho sueño. Deciden ir a dormir temprano, y en eso, a mitad de la noche, un objeto de nueve kilos impacta a 30 kilómetros por hora sobre sus costillas. Eso, al menos tres veces en una misma noche, ocurriendo estratégicamente de modo que caiga siempre en plena fase REM. Y claro, con un maullido constante en el background. Genial, ¿no?
Ustedes dirán, ¿por qué no cierran la puerta de la habitación? ¿Por qué permiten que el gato del mal los despierte así? Ayyyy, mis estimados, esa misma pregunta me hago yo. Pero al hacerlo, nos olvidamos que El Gato de la Guapa es el amo y señor del piso. Si hay alguna puerta cerrada, alguna habitación a la cual el felino no pueda entrar, empieza el festival de maullidos. Maullidos cada tres segundos (en serio), sin parar, por horas. Evidentemente, La Guapa no quiere tener problemas con los vecinos, así que el gato del demonio se sale siempre con la suya.
Pero bueno, no todo es sufrimiento en esta relación con el gato. La verdad, El Gato de la Guapa me aguanta también muchas cosas. Por ejemplo, cada vez que puedo intento demostrar si es posible que un gato no caiga en cuatro patas. Ya es costumbre que, al llegar yo al depa, el gato se eche en el suelo para que le rasquen la panza, y reciba en cambio un lanzamiento por los aires. Ahora estoy improvisando un juego nuevo, en que lo hago rotar por los aires tipo malabarismo.
Lo raro es que creo que al gato le gusta, ya que, apenas lo suelto, avanza tres pasos y se echa en el piso nuevamente. Bicho raro.
Pos na. Supongo que ya me he quejado suficiente. Para terminar, les dejo una foto del condenado, en pleno maullido nocturno. ¡Será hasta la próxima!
¿Maullidos? ¿Arañazos? Claro, estoy hablando de mi relación con El Gato de La Guapa. ¿De qué pensaban que hablaba? ¿De mi propia versión de 50 Shades of Grey?
El Gato de La Guapa (a quién podría llamar Sam) apareció poco tiempo antes de aquel viaje. Al regresar de Ginebra, descubrí que el gatito del cual La Guapa hablaba tanto se había transformado en un gatote con complejo de marmota, que ocupaba un lugar central dentro del pequeño piso donde La Guapa vive.
La verdad es que a mi me gustan los animales. Siempre quise tener un perro, pero lamentablemente las circunstancias nunca me lo han permitido. Así que bueno, pensé que tener la oportunidad de interactuar con un gato no me vendría mal. Recordando a Scimuni, el gato de Fabio, rasqué los puntos claves detrás de las orejas de El Gato de la Guapa, lo hice jugar con una u otra pitita, y me gané su confianza.
Por supuesto, jugar con un gato no es lo mismo que jugar con un perro. Por ejemplo, las caricias no son siempre bienvenidas. Y a pesar que uno pueda estar dispuesto a expresar todo su amor y devoción hacia el animal, si el gato no está de ganas, pues tiene claro qué orificio enseñarte. Así que he tenido que aprender de a pocos cómo tratar con este felino.
Ahora, se podría decir mucho, muchísimo, sobre el comportamiento del condenado animal, pero eso ya ha sido hecho muchas veces. Así que intentaré contar cosas que me parecen particulares de este gato.
Para empezar, El Gato de la Guapa ha vivido en aislamiento total toda su vida. Para el gato, los únicos seres humanos aceptables somos La Guapa, yo, y ya está. Si llega alguna otra persona a su piso, el gato desaparece, escondiéndose en el rincón más recóndito del pequeño depa, haciendo como que no existiera.
No obstante, una vez que los extraños se han ido, el Rey de la Casa decide salir a controlar sus dominios nuevamente.
¿Y cómo hace el Gato de la Guapa para controlar sus dominios? Fácilmente. Para empezar, la táctica de los ojitos. Y luego, los maullidos.
Lo de los maullidos no es cualquier cosa. Este gato ha desarrollado toda un arte para comunicarse. Les podría jurar que en algún momento le ha llegado a decir "Mamá" a La Guapa. Pero acá el detalle no está en la complejidad de sus maullidos, sino más bien en su frecuencia. ¿En qué momentos maúlla un gato? ¿Cuántas veces al día, en promedio? Pues bien, mis estimados lectores, les cuento que El Gato de la Guapa, cuando está activo, maúlla en promedio una vez cada diez segundos. Más o menos.
¿Qué significa activo? O sea, no durmiendo, no mirando por la ventana, y no escondido debajo de la cama. O sea, si el gato decide interactuar con nosotros, lo hace mediante maullidos. Siempre.
Y claro, cuando se aburre a las tres de la mañana, y decide interactuar con nosotros, a pesar de que estemos dormidos, su estrategia principal es la de despertarnos a través de sus gritos persistentes.
Lindo, el gato.
Por supuesto, a veces estamos tan cansados que no lo escuchamos. Ahí recurre a las estrategias número dos y tres.
La estrategia número dos es convencernos de buenas maneras. Se trepa a la cama, camina sobre nuestras cabezas, acerca sus orificios a nuestras narices, trae juguetes, maúlla más de cerca, ustedes saben, buenas maneras. Eso por lo general es suficiente para despertarnos, pero vamos, a veces uno está tan cansado que se queda dormido inmediatamente.
Es entonces que usa la estrategia número tres. Se pone hiperactivo. El gato empieza a acelerar, trepa el sofá, salta hacia el armario, rebota en la pared, choca con el techo... y cae aparatosamente sobre mis costillas.
Noten que he dicho mis costillas, y no las de La Guapa. Cosas que pasan.
Imagínense lo siguiente. Han pasado una mala semana, donde sus labores universitarias le han quitado mucho sueño. Deciden ir a dormir temprano, y en eso, a mitad de la noche, un objeto de nueve kilos impacta a 30 kilómetros por hora sobre sus costillas. Eso, al menos tres veces en una misma noche, ocurriendo estratégicamente de modo que caiga siempre en plena fase REM. Y claro, con un maullido constante en el background. Genial, ¿no?
Ustedes dirán, ¿por qué no cierran la puerta de la habitación? ¿Por qué permiten que el gato del mal los despierte así? Ayyyy, mis estimados, esa misma pregunta me hago yo. Pero al hacerlo, nos olvidamos que El Gato de la Guapa es el amo y señor del piso. Si hay alguna puerta cerrada, alguna habitación a la cual el felino no pueda entrar, empieza el festival de maullidos. Maullidos cada tres segundos (en serio), sin parar, por horas. Evidentemente, La Guapa no quiere tener problemas con los vecinos, así que el gato del demonio se sale siempre con la suya.
Pero bueno, no todo es sufrimiento en esta relación con el gato. La verdad, El Gato de la Guapa me aguanta también muchas cosas. Por ejemplo, cada vez que puedo intento demostrar si es posible que un gato no caiga en cuatro patas. Ya es costumbre que, al llegar yo al depa, el gato se eche en el suelo para que le rasquen la panza, y reciba en cambio un lanzamiento por los aires. Ahora estoy improvisando un juego nuevo, en que lo hago rotar por los aires tipo malabarismo.
Lo raro es que creo que al gato le gusta, ya que, apenas lo suelto, avanza tres pasos y se echa en el piso nuevamente. Bicho raro.
Pos na. Supongo que ya me he quejado suficiente. Para terminar, les dejo una foto del condenado, en pleno maullido nocturno. ¡Será hasta la próxima!
viernes, 31 de mayo de 2013
La Línea de Ropa
Enfrentado a la terrible experiencia de lavar la ropa, me puse a pensar cómo hacer para tener que lavar menos veces al mes, y así aprovechar mi tiempo un poco mejor.
Me senté frente a la lavadora, el análisis era sencillo: mientras más ropa ponga de una sola vez en la lavadora, menos veces tendría que lavar. No obstante, tenía una restricción importante: el número de líneas en dónde secar la ropa era limitado.
Me sente entonces frente a las líneas de ropa (aquellas en donde otras aventuras interesantes habían ocurrido), y analicé cómo maximizar la cantidad de ropa que podía poner en ellas. Por supuesto, si maximizaba la cantidad de ropa que ponía en las líneas, minimizaría la cantidad de veces que tendría que lavar la ropa. Excelente.
Llegué a la conclusión que, a lo mucho, podía poner cuatro polos y una pieza de ropa interior en la línea. Además, un polo contaba aproximadamente como dos piezas de ropa interior, y un pantalón como polo y medio.
Habiendo hecho esto, me aseguré siempre que el número de piezas de ropa que lavara en algún momento ocupara completamente todas las líneas de ropa disponibles, al máximo.
Feliz de tener un método eficiente para lavar la ropa, procedí seguir con mi vida, confiado que seguramente ahorraría una o dos lavadas al año. Ecológico total, señores.
Por supuesto, mis compañeros de piso no vieron todo este proceso, lo único que veían era que yo siempre colgaba la ropa de la misma manera, siguiendo más o menos el mismo patrón. Uno de ellos se me acercó una vez, mientras llevaba a cabo mi fríamente calculada labor, y me dijo: "Oye, tú eres una persona muy cerrada de mente, ¿no?"
En ese momento no entendí lo que quería decir. ¿Había discriminado a algún homosexual sin darme cuenta? ¿O había rechazado algún tipo de comida extraña? ¿Tal vez había juzgado a alguien por llevar a cabo un aborto, sin considerar las circunstancias? ¿Acaso me había escuchado hablar mal sobre las teorías con dimensiones extras? Preocupado, le pregunté por qué decía eso.
"Porque siempre pones la ropa de la misma forma" respondió él, con la sonrisa cavernícola que lo caracterizaba.
Le intenté explicar que eso maximizaba la cantidad de ropa que podía lavar, pero no entendió. O no quiso entender. Claro, él nunca se enfrentó a la lavadora en todo el tiempo que vivimos juntos, no podía entender.
Decidí ignorarlo, y seguir con mi forma particular de colgar la ropa. ¡Qué sabía él!
No obstante, escuché un comentario similar la última vez que estuve en Ginebra. El Albanés Amable hablaba pestes de un miembro del Foyer (una buena costumbre de El Albanés Amable), y en eso dijo: "Sí, estoy seguro que es un psicótico, la otra vez pasé frente a su habitación y vi que había dejado la puerta abierta. Adentro todo estaba muy ordenado, pero estilo Dexter. No se imaginan, hasta la ropa la tenía colgada en patrones."
En ese momento, me atoré. Primero cerrado de mente... ¿y ahora psicótico? Decidí que sería una buena idea no mostrarle a nadie en el Foyer cómo colgaba la ropa.
No se imaginarán mi terror un día, cuando Chibi-Ninja tocó mi puerta para pedirme una de mis Wawasanas Antigripales, y se dio cuenta de mi forma de colgar las ropa. "Ohhhhhhh," dijo ella, en esa forma característica que tienen los Chibi-Ninjas de sorprenderse, "¡qué ordenada tienes la ropa!"
Rayos. Había que matar a Chibi-Ninja. Una lamentable conclusión, pero necesaria. Todo para que no me llamaran psicótico, ni cerrado de mente.
Por suerte, me di cuente en lo ridículo de mi argumento, y desistí. Fui afortunado, porque Chibi-Ninja fue solidaria, y no reveló mi secreto a nadie.
Pues nada. El día de hoy dejo de esconderme, y declaro públicamente que yo ordeno mi ropa al colgarla. Llámenme cerrado de mente, llámenme psicótico, me da igual. Pero cuando estén ustedes lavando la ropa una vez más al año que yo, recuérdenme. Seguramente escucharán mi risa en el fondo, maquiavélica, un poco desquiciada, y tal vez hasta insana, pero seguramente no psicótica ni característica de alguien cerrado de mente.
Ya saben.
Me senté frente a la lavadora, el análisis era sencillo: mientras más ropa ponga de una sola vez en la lavadora, menos veces tendría que lavar. No obstante, tenía una restricción importante: el número de líneas en dónde secar la ropa era limitado.
Me sente entonces frente a las líneas de ropa (aquellas en donde otras aventuras interesantes habían ocurrido), y analicé cómo maximizar la cantidad de ropa que podía poner en ellas. Por supuesto, si maximizaba la cantidad de ropa que ponía en las líneas, minimizaría la cantidad de veces que tendría que lavar la ropa. Excelente.
Llegué a la conclusión que, a lo mucho, podía poner cuatro polos y una pieza de ropa interior en la línea. Además, un polo contaba aproximadamente como dos piezas de ropa interior, y un pantalón como polo y medio.
Habiendo hecho esto, me aseguré siempre que el número de piezas de ropa que lavara en algún momento ocupara completamente todas las líneas de ropa disponibles, al máximo.
Feliz de tener un método eficiente para lavar la ropa, procedí seguir con mi vida, confiado que seguramente ahorraría una o dos lavadas al año. Ecológico total, señores.
Por supuesto, mis compañeros de piso no vieron todo este proceso, lo único que veían era que yo siempre colgaba la ropa de la misma manera, siguiendo más o menos el mismo patrón. Uno de ellos se me acercó una vez, mientras llevaba a cabo mi fríamente calculada labor, y me dijo: "Oye, tú eres una persona muy cerrada de mente, ¿no?"
En ese momento no entendí lo que quería decir. ¿Había discriminado a algún homosexual sin darme cuenta? ¿O había rechazado algún tipo de comida extraña? ¿Tal vez había juzgado a alguien por llevar a cabo un aborto, sin considerar las circunstancias? ¿Acaso me había escuchado hablar mal sobre las teorías con dimensiones extras? Preocupado, le pregunté por qué decía eso.
"Porque siempre pones la ropa de la misma forma" respondió él, con la sonrisa cavernícola que lo caracterizaba.
Le intenté explicar que eso maximizaba la cantidad de ropa que podía lavar, pero no entendió. O no quiso entender. Claro, él nunca se enfrentó a la lavadora en todo el tiempo que vivimos juntos, no podía entender.
Decidí ignorarlo, y seguir con mi forma particular de colgar la ropa. ¡Qué sabía él!
No obstante, escuché un comentario similar la última vez que estuve en Ginebra. El Albanés Amable hablaba pestes de un miembro del Foyer (una buena costumbre de El Albanés Amable), y en eso dijo: "Sí, estoy seguro que es un psicótico, la otra vez pasé frente a su habitación y vi que había dejado la puerta abierta. Adentro todo estaba muy ordenado, pero estilo Dexter. No se imaginan, hasta la ropa la tenía colgada en patrones."
En ese momento, me atoré. Primero cerrado de mente... ¿y ahora psicótico? Decidí que sería una buena idea no mostrarle a nadie en el Foyer cómo colgaba la ropa.
No se imaginarán mi terror un día, cuando Chibi-Ninja tocó mi puerta para pedirme una de mis Wawasanas Antigripales, y se dio cuenta de mi forma de colgar las ropa. "Ohhhhhhh," dijo ella, en esa forma característica que tienen los Chibi-Ninjas de sorprenderse, "¡qué ordenada tienes la ropa!"
Rayos. Había que matar a Chibi-Ninja. Una lamentable conclusión, pero necesaria. Todo para que no me llamaran psicótico, ni cerrado de mente.
Por suerte, me di cuente en lo ridículo de mi argumento, y desistí. Fui afortunado, porque Chibi-Ninja fue solidaria, y no reveló mi secreto a nadie.
Pues nada. El día de hoy dejo de esconderme, y declaro públicamente que yo ordeno mi ropa al colgarla. Llámenme cerrado de mente, llámenme psicótico, me da igual. Pero cuando estén ustedes lavando la ropa una vez más al año que yo, recuérdenme. Seguramente escucharán mi risa en el fondo, maquiavélica, un poco desquiciada, y tal vez hasta insana, pero seguramente no psicótica ni característica de alguien cerrado de mente.
Ya saben.
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martes, 16 de abril de 2013
La Donación de Sangre
A mi no me gusta la lechuga.
Tampoco me gusta escuchar un mismo tipo de música por más de dos horas seguidas.
Menos aún me gusta viajar en combi.
Por supuesto, tampoco me gusta el Skype, ni los chats.
Y aborrezco corregir exámenes.
Pero si hay algo que realmente me produce escalofríos, que me pone ultra-nervioso, y que trato de evitar a toda costa, esa cosa es una aguja. Decir que detesto las agujas no llega ni a esbozar cómo me siento cuando veo una aguja cerca: el estómago se revuelve, la piel se me pone de gallina, los pelos se me ponen de punta...
Pero claro, seguro JD no sabía esto cuando me llamó un viernes a ver si le podía donar sangre a un tío de Celia. "Nos falta sólo una persona," me dijo. Cha mare. Recuerdo bastante las campañas de donación de sangre en Valencia, y ahí siempre encontraba una excusa válida para evitarlo. Pero esta vez no tenía excusa en absoluto, así que caballero.
Recuerdo un capítulo de Sailor Moon (¡no me juzguen!) en el que una de las protagonistas intenta demostrar que es buena persona donando sangre hasta el hartazgo. Supongo que eso me motivó a no escaparme del asunto, digo, siempre es noble imitar a tus héroes de la juventud. Así que, acompañado de La Guapa, me dirigí al Hospital del Empleado, a la mañana siguiente de la llamada de JD.
Bueno, ahí se presentó el primer problema. Había una espera de dos horas, y sólo podían entrar los donantes, los acompañantes debían esperar afuera. Sí, como para presentarlo al Trámite de Más. La verdad es que La Guapa y yo teníamos un compromiso, así que no podíamos esperar tanto, y no pude donar en ese momento. ¡Lástima!
Le mandé un mensaje a JD, le conté la situación y le dije que podría donar el domingo. El dijo que bien, no había tanto apuro, que podían esperar. Rayos. Le dije que ok, pero que me avisara si conseguían a otra persona.
Anyway, esa noche fue noche de fiesta, y no me di cuenta que si uno dona sangre no puede beber alcohol en unas 24 horas. Así que ni modo, tampoco pude donar el domingo. ¡Lástima!
Fue entonces que JD sacó la maquinaria pesada. Mandó a la misma Celia a llamar.
¿Qué habían entendido ustedes con maquinaria pesada? ¡Malpensados!
Anyway, me llamó la Celia, y me dijo "Oe ya pes sonsonazo, ¿vas a donar o no?" 'Ta mare. "Sí, sí, Celia, no me mates, el lunes en la mañanita me voy a donar." Ni modo.
El lunes llegué sin problemas al hospital. Me dirigí al centro, estaba la misma señora de la vez pasada, que me dio un formulario pa llenar mis datos. Mientras lo hacía, empecé a sudar.
Pasé a la siguiente sala, donde me sacaron una pequeña muestra de sangre. Esto, la verdad, fue pan comido, usaron un aparatito que no aparentaba tener aguja, y que no producía dolor. Pucha, si la donación entera fuera así, donaría cada fin de semana.
Pero no era así.
Luego de pasar por otro cuestionario, entré a una sala donde había un huevo de camas. Las enfermeras me indicaron que, luego de lavarme los brazos, me echara sobre en una de ellas, y espere.
Que me eche sobre una de las camas, me refiero. ¡Malpensados!
Así que ni modo. Como no estoy como para perder tiempo últimamente, me había traído un paper sobre simetrías discretas y modelos de masa de neutrinos, así que decidí leerlo... y en eso, llegó la enfermera con... el saco. Y con la mega-aguja.
Casi me desmayo.
Esa cosa era más ancha que mi dedo meñique. ¡Qué maleado! Pero nada, recordé a Sailor Venus, apreté los dientes, y miré pa otro lado.La enfermera hizo lo que tenía que hacer, y me dijo "Así por diez minutos."
Diez minutos. Ya. Tenía que distraerme. Pensar en otra cosa. ¡El paper! ¡A leer el paper! ¡Eso me distraería! A ver, que la matriz de masa tiene dos simetrías discretas, que la estructura de la aguja me sale tribimaximal, que los autoestados de sangre resultan invariantes, que la bolsa de sangre podía tener desviaciones si las agujas mantenían una simetría ensangrentada mientras que la otra no.... ¡cha mare! ¡No me podía concentrar! Pero a ver, ¿cuánto tiempo faltaba?
Nueve minutos y quince segundos. Cha mare.
En eso, llegó otro tipo a la cama del costado. Estaba feliz. Rebotó hacia la cama del costado, se dejó pinchar y todo, y le pidió a la enfermera que le tome una foto en pleno proceso (seguro salí yo al costado con cara de pasa). Apenas se fue la enfermera, sacó su celular y llamó a su mejor amigo: "¡Oye, causa, estoy donando sangre, 'on!"
Lo odié desde lo más profundo de mi ser.
Pos na. Pasaron los diez minutos, y me quitaron la aguja. Me dieron un montón de algodón, y la enfermera, mirándome, me dijo "Apriétalo en tu brazo." Yo puse el algodón donde estuvo la aguja, y la enfermera dijo: "Así no. Apriétalo." Apreté un poco más, cuando en eso la enfermera me dijo: "¿Ves al chico allá al frente?"
Levanté la mirada, y vi un chico con camisa blanca, que estaba bañado en sangre.
"Él no apretó," me dijo la enfermera.
Decidí apretar más.
Y bueno, después de un rato se acabó el martirio. La verdad, debo confesar que más terrible fue el trauma que yo mismo me hice que la experiencia en sí. En ningún momento hubo dolor de algún tipo, ni ningún mareo, ni nada. El problema tan sólo fue el "caracho caracho caracho, que me sacan sangre, caracho, que me sacan sangre, demonios, rayos y centellas, cha mare cha mare cha mare" que repetí todo ese tiempo.
Entonces bueno, los dejo sacar ustedes mismos la moraleja, y yo a leer ese condenado paper, que nunca llegué a entender. ¡Hasta la próxima!
Tampoco me gusta escuchar un mismo tipo de música por más de dos horas seguidas.
Menos aún me gusta viajar en combi.
Por supuesto, tampoco me gusta el Skype, ni los chats.
Y aborrezco corregir exámenes.
Pero si hay algo que realmente me produce escalofríos, que me pone ultra-nervioso, y que trato de evitar a toda costa, esa cosa es una aguja. Decir que detesto las agujas no llega ni a esbozar cómo me siento cuando veo una aguja cerca: el estómago se revuelve, la piel se me pone de gallina, los pelos se me ponen de punta...
Pero claro, seguro JD no sabía esto cuando me llamó un viernes a ver si le podía donar sangre a un tío de Celia. "Nos falta sólo una persona," me dijo. Cha mare. Recuerdo bastante las campañas de donación de sangre en Valencia, y ahí siempre encontraba una excusa válida para evitarlo. Pero esta vez no tenía excusa en absoluto, así que caballero.
Recuerdo un capítulo de Sailor Moon (¡no me juzguen!) en el que una de las protagonistas intenta demostrar que es buena persona donando sangre hasta el hartazgo. Supongo que eso me motivó a no escaparme del asunto, digo, siempre es noble imitar a tus héroes de la juventud. Así que, acompañado de La Guapa, me dirigí al Hospital del Empleado, a la mañana siguiente de la llamada de JD.
Bueno, ahí se presentó el primer problema. Había una espera de dos horas, y sólo podían entrar los donantes, los acompañantes debían esperar afuera. Sí, como para presentarlo al Trámite de Más. La verdad es que La Guapa y yo teníamos un compromiso, así que no podíamos esperar tanto, y no pude donar en ese momento. ¡Lástima!
Le mandé un mensaje a JD, le conté la situación y le dije que podría donar el domingo. El dijo que bien, no había tanto apuro, que podían esperar. Rayos. Le dije que ok, pero que me avisara si conseguían a otra persona.
Anyway, esa noche fue noche de fiesta, y no me di cuenta que si uno dona sangre no puede beber alcohol en unas 24 horas. Así que ni modo, tampoco pude donar el domingo. ¡Lástima!
Fue entonces que JD sacó la maquinaria pesada. Mandó a la misma Celia a llamar.
¿Qué habían entendido ustedes con maquinaria pesada? ¡Malpensados!
Anyway, me llamó la Celia, y me dijo "Oe ya pes sonsonazo, ¿vas a donar o no?" 'Ta mare. "Sí, sí, Celia, no me mates, el lunes en la mañanita me voy a donar." Ni modo.
El lunes llegué sin problemas al hospital. Me dirigí al centro, estaba la misma señora de la vez pasada, que me dio un formulario pa llenar mis datos. Mientras lo hacía, empecé a sudar.
Pasé a la siguiente sala, donde me sacaron una pequeña muestra de sangre. Esto, la verdad, fue pan comido, usaron un aparatito que no aparentaba tener aguja, y que no producía dolor. Pucha, si la donación entera fuera así, donaría cada fin de semana.
Pero no era así.
Luego de pasar por otro cuestionario, entré a una sala donde había un huevo de camas. Las enfermeras me indicaron que, luego de lavarme los brazos, me echara sobre en una de ellas, y espere.
Que me eche sobre una de las camas, me refiero. ¡Malpensados!
Así que ni modo. Como no estoy como para perder tiempo últimamente, me había traído un paper sobre simetrías discretas y modelos de masa de neutrinos, así que decidí leerlo... y en eso, llegó la enfermera con... el saco. Y con la mega-aguja.
Casi me desmayo.
Esa cosa era más ancha que mi dedo meñique. ¡Qué maleado! Pero nada, recordé a Sailor Venus, apreté los dientes, y miré pa otro lado.La enfermera hizo lo que tenía que hacer, y me dijo "Así por diez minutos."
Diez minutos. Ya. Tenía que distraerme. Pensar en otra cosa. ¡El paper! ¡A leer el paper! ¡Eso me distraería! A ver, que la matriz de masa tiene dos simetrías discretas, que la estructura de la aguja me sale tribimaximal, que los autoestados de sangre resultan invariantes, que la bolsa de sangre podía tener desviaciones si las agujas mantenían una simetría ensangrentada mientras que la otra no.... ¡cha mare! ¡No me podía concentrar! Pero a ver, ¿cuánto tiempo faltaba?
Nueve minutos y quince segundos. Cha mare.
En eso, llegó otro tipo a la cama del costado. Estaba feliz. Rebotó hacia la cama del costado, se dejó pinchar y todo, y le pidió a la enfermera que le tome una foto en pleno proceso (seguro salí yo al costado con cara de pasa). Apenas se fue la enfermera, sacó su celular y llamó a su mejor amigo: "¡Oye, causa, estoy donando sangre, 'on!"
Lo odié desde lo más profundo de mi ser.
Pos na. Pasaron los diez minutos, y me quitaron la aguja. Me dieron un montón de algodón, y la enfermera, mirándome, me dijo "Apriétalo en tu brazo." Yo puse el algodón donde estuvo la aguja, y la enfermera dijo: "Así no. Apriétalo." Apreté un poco más, cuando en eso la enfermera me dijo: "¿Ves al chico allá al frente?"
Levanté la mirada, y vi un chico con camisa blanca, que estaba bañado en sangre.
"Él no apretó," me dijo la enfermera.
Decidí apretar más.
Y bueno, después de un rato se acabó el martirio. La verdad, debo confesar que más terrible fue el trauma que yo mismo me hice que la experiencia en sí. En ningún momento hubo dolor de algún tipo, ni ningún mareo, ni nada. El problema tan sólo fue el "caracho caracho caracho, que me sacan sangre, caracho, que me sacan sangre, demonios, rayos y centellas, cha mare cha mare cha mare" que repetí todo ese tiempo.
Entonces bueno, los dejo sacar ustedes mismos la moraleja, y yo a leer ese condenado paper, que nunca llegué a entender. ¡Hasta la próxima!
domingo, 31 de marzo de 2013
Mollendo
Hace unas semanas me encontré en Arequipa. La PUCP estaba organizando la Escuela Latinoamericana de Física de Altas Energías del CERN en esa ciudad, y me contrató como Discussion Leader. Fue una chamba muy intensa, pero me motivó a aprender temas algo lejanos para mi, como cosmología, QCD en colliders, y estadística aplicada a las altas energías. Al final, ¡creo que yo aprendí más de lo que cualquier alumno de la escuela podría haber aprendido!
La escuela duró dos semanas, con dos breaks de medio día, y la infaltable excursión (a los físicos nos encantan las excursiones). Teníamos dos opciones: una visita relámpago al cañón del Colca, o un viaje a la playa de Mollendo. La verdad es que me hubiera gustado mucho volver al Colca, pero el tour implicaba levantarse a las 3:00 am, y me pareció demasiado estresante. Escogí la playa.
Fuimos un grupo bastante pequeño, unas veinte personas en total, evidentemente la gran mayoría quería ver el Colca. Salimos en bus, y luego de dos horas y media de viaje, llegamos a la playa.
De Mollendo no hay mucho que decir, el pueblo parecía muy bonito, pero lo vimos poco, realmente pasamos la mayor parte del tiempo en la misma playa. La playa estuvo simpática, pero vamos, como cualquiera del Pacífico.
Tal vez lo que más llame la atención en la playa de Mollendo sea una construcción que se encuentra sobre un peñasco en la mitad de la playa. Era una especie de mezcla entre castillo y palacio, y se veía antiguo. Lamentablemente se veía también algo abandonado, pero desde la misma playa no se veía muy bien en qué estado se encontraba.
Anyway, a la hora del almuerzo nos juntamos todos en un restaurante. Mientras la gente se sentaba, me acerqué un poco más al castillo, para verlo un poco mejor. Vi a un tipo sentado en una banca, y le pregunté: "¿Qué cazzo es ese edificio, encima del peñasco?"
Me respondió, diciéndome que era el Castillo de Mollendo. Que era el orgullo del pueblo, y que era antiguo. "¿Y quién lo construyó?" Ni idea. "¿De qué año es?" Misterio. "¿Se puede subir?" Creo que sí, pero yo nunca he subido.
Pues para ser el orgullo del pueblo, la gente aparentemente no sabía mucho de él.
Mientras hablaba con este tipo, una segunda persona se me acercó. Me preguntó quienes éramos, y qué hacíamos en Mollendo. Le conté sobre la escuela en Arequipa, y se interesó. Nos preguntó si éramos una "delegación internacional," a lo cual no supe qué responder, pero le dije que sí, muchos eran extranjeros, aunque había bastante peruano también. Miró al grupo, me miró a mi, sacó una grabadora, y me preguntó si me podía entrevistar.
Había encontrado al Reportero Estrella de Mollendo.
La verdad, no era muy apropiado que me entreviste a mi. Pero Alberto Gago, el organizador de la escuela, estaba en el restaurante, así que redirigí al reportero hacia él. El reportero se acercó, y no solo lo entrevistó a él, sino también a Luis Álvarez-Gaumé, que también estaba con nosotros, y nos tomó una foto a todo el grupo. Dijo que saldríamos en la versión online de Correo de Arequipa. La verdad, nuestra pinta playera no era la de científicos brillantes, y supongo que es por eso que el artículo aún no aparece, tres semanas después.
El almuerzo en el restaurante playero estuvo bastante bien, aunque las condiciones higiénicas no eran las mejores. Ahora, antes de contarles lo ocurrido con mi plato, permítanme contextualizar ciertas cosas. A mi varias veces me han ocurrido cosas desagradables en el momento de comer.
Por ejemplo, de niño alguna vez estuve almorzando con mi hermano y mi amigo Walter, y luego de comer pedimos que nos sirvieran plátano con miel. Luego de unos minutos después que lo sirvieran, mi hermano miró su plato y gritó "¡La miel tiene hormigas!". Walter miró su plato, y también gritó "Es cierto, ¡tiene hormigas!". Yo miré mi plato... y descubrí que ya me lo había acabado, teniendo hormigas o no.
Años después, la historia se repitió, con un cono de helado y otros animales que no mencionaré, para no repugnarlos.
Pues nada, en este restaurante me pedí un chicharrón de calamar. La mayoría de extranjeros se pidió un ceviche, naturalmente, así que el chicharrón fue visto como algo bastante exótico para algunos. Le invité un par de chicharrones a los que estaban a mi alrededor, y procedí a "darle curso."
Habiendo ya acabo más de la mitad del plato, noté una manchita negra en uno de ellos. Por alguna extraña razón, decidí mirarla más de cerca y, con espanto, descubrí que esa manchita era un mosquito muerto, fusionado a la masa del chicharrón. Espantoso. Miré el plato más de cerca, y encontré otro chicharrón "enmoscado." Charming. No encontré ningún otro, pero vamos, ya me había comido más de la mitad del plato. La probabilidad de haberme comido un par de moscas en el proceso era alta.
Luego cometí el error de imaginar el estado de la cocina.
¿Qué hacer? ¿Levantar la voz de alarma? Eso sería lo más natural, la mayoría de los presentes no eran peruanos, y su sistema digestivo podría ser tremendamente afectado por las condiciones del restaurante. Pero por otro, ¿cómo no defender el honor de la cocina peruana?
Luego de pensarlo un poco, recordé que comer este tipo de comida alguna vez me había salvado la vida. Así que nada, me quedé callado, escondí los chicharrones contaminados, mantuve la cocina peruana en lo alto, y recé por el estómago del resto. Con suerte, luego de un pequeño sufrimiento, habría contribuido de alguna forma a favor de la evolución del ser humano.
El resto de la excursión estuvo bastante bien. Cumplió con su objetivo: relajar. Un par de horas después, tomamos el bus de vuelta, y estuvimos contentos de ser todos iguales bajo el sol.
Ah, y si quieren saber más sobre la misteriosa construcción sobre el peñasco, descubrí que se llama Castillo Forga, fue construido a inicios del siglo XX por un arequipeño entusiasta de la arquitectura europea, y que estaba completamente abandonado y venido a menos. Lástima. Dicen por ahí que lo quieren restaurar, y hacer un casino. Boh....
La escuela duró dos semanas, con dos breaks de medio día, y la infaltable excursión (a los físicos nos encantan las excursiones). Teníamos dos opciones: una visita relámpago al cañón del Colca, o un viaje a la playa de Mollendo. La verdad es que me hubiera gustado mucho volver al Colca, pero el tour implicaba levantarse a las 3:00 am, y me pareció demasiado estresante. Escogí la playa.
Fuimos un grupo bastante pequeño, unas veinte personas en total, evidentemente la gran mayoría quería ver el Colca. Salimos en bus, y luego de dos horas y media de viaje, llegamos a la playa.
De Mollendo no hay mucho que decir, el pueblo parecía muy bonito, pero lo vimos poco, realmente pasamos la mayor parte del tiempo en la misma playa. La playa estuvo simpática, pero vamos, como cualquiera del Pacífico.
Tal vez lo que más llame la atención en la playa de Mollendo sea una construcción que se encuentra sobre un peñasco en la mitad de la playa. Era una especie de mezcla entre castillo y palacio, y se veía antiguo. Lamentablemente se veía también algo abandonado, pero desde la misma playa no se veía muy bien en qué estado se encontraba.
Anyway, a la hora del almuerzo nos juntamos todos en un restaurante. Mientras la gente se sentaba, me acerqué un poco más al castillo, para verlo un poco mejor. Vi a un tipo sentado en una banca, y le pregunté: "¿Qué cazzo es ese edificio, encima del peñasco?"
Me respondió, diciéndome que era el Castillo de Mollendo. Que era el orgullo del pueblo, y que era antiguo. "¿Y quién lo construyó?" Ni idea. "¿De qué año es?" Misterio. "¿Se puede subir?" Creo que sí, pero yo nunca he subido.
Pues para ser el orgullo del pueblo, la gente aparentemente no sabía mucho de él.
Mientras hablaba con este tipo, una segunda persona se me acercó. Me preguntó quienes éramos, y qué hacíamos en Mollendo. Le conté sobre la escuela en Arequipa, y se interesó. Nos preguntó si éramos una "delegación internacional," a lo cual no supe qué responder, pero le dije que sí, muchos eran extranjeros, aunque había bastante peruano también. Miró al grupo, me miró a mi, sacó una grabadora, y me preguntó si me podía entrevistar.
Había encontrado al Reportero Estrella de Mollendo.
La verdad, no era muy apropiado que me entreviste a mi. Pero Alberto Gago, el organizador de la escuela, estaba en el restaurante, así que redirigí al reportero hacia él. El reportero se acercó, y no solo lo entrevistó a él, sino también a Luis Álvarez-Gaumé, que también estaba con nosotros, y nos tomó una foto a todo el grupo. Dijo que saldríamos en la versión online de Correo de Arequipa. La verdad, nuestra pinta playera no era la de científicos brillantes, y supongo que es por eso que el artículo aún no aparece, tres semanas después.
El almuerzo en el restaurante playero estuvo bastante bien, aunque las condiciones higiénicas no eran las mejores. Ahora, antes de contarles lo ocurrido con mi plato, permítanme contextualizar ciertas cosas. A mi varias veces me han ocurrido cosas desagradables en el momento de comer.
Por ejemplo, de niño alguna vez estuve almorzando con mi hermano y mi amigo Walter, y luego de comer pedimos que nos sirvieran plátano con miel. Luego de unos minutos después que lo sirvieran, mi hermano miró su plato y gritó "¡La miel tiene hormigas!". Walter miró su plato, y también gritó "Es cierto, ¡tiene hormigas!". Yo miré mi plato... y descubrí que ya me lo había acabado, teniendo hormigas o no.
Años después, la historia se repitió, con un cono de helado y otros animales que no mencionaré, para no repugnarlos.
Pues nada, en este restaurante me pedí un chicharrón de calamar. La mayoría de extranjeros se pidió un ceviche, naturalmente, así que el chicharrón fue visto como algo bastante exótico para algunos. Le invité un par de chicharrones a los que estaban a mi alrededor, y procedí a "darle curso."
Habiendo ya acabo más de la mitad del plato, noté una manchita negra en uno de ellos. Por alguna extraña razón, decidí mirarla más de cerca y, con espanto, descubrí que esa manchita era un mosquito muerto, fusionado a la masa del chicharrón. Espantoso. Miré el plato más de cerca, y encontré otro chicharrón "enmoscado." Charming. No encontré ningún otro, pero vamos, ya me había comido más de la mitad del plato. La probabilidad de haberme comido un par de moscas en el proceso era alta.
Luego cometí el error de imaginar el estado de la cocina.
¿Qué hacer? ¿Levantar la voz de alarma? Eso sería lo más natural, la mayoría de los presentes no eran peruanos, y su sistema digestivo podría ser tremendamente afectado por las condiciones del restaurante. Pero por otro, ¿cómo no defender el honor de la cocina peruana?
Luego de pensarlo un poco, recordé que comer este tipo de comida alguna vez me había salvado la vida. Así que nada, me quedé callado, escondí los chicharrones contaminados, mantuve la cocina peruana en lo alto, y recé por el estómago del resto. Con suerte, luego de un pequeño sufrimiento, habría contribuido de alguna forma a favor de la evolución del ser humano.
El resto de la excursión estuvo bastante bien. Cumplió con su objetivo: relajar. Un par de horas después, tomamos el bus de vuelta, y estuvimos contentos de ser todos iguales bajo el sol.
Ah, y si quieren saber más sobre la misteriosa construcción sobre el peñasco, descubrí que se llama Castillo Forga, fue construido a inicios del siglo XX por un arequipeño entusiasta de la arquitectura europea, y que estaba completamente abandonado y venido a menos. Lástima. Dicen por ahí que lo quieren restaurar, y hacer un casino. Boh....
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viernes, 22 de febrero de 2013
La Pata de Chancho
No sé si lo he mencionado antes, pero, en mi familia, los regalos siempre son un tema. Tenemos una especie de protocolo silencioso, en el cual todos los miembros de la familia se sobre-esfuerzan en el momento de dar regalos. Yo veo que amigos míos le regalan a su padre un vino, o un libro, o un abrazo. En mi caso, esto no es que esté prohibido, pero simplemente "no se hace." No es una regla escrita, como dije, es una especie de protocolo silencioso.
Los regalos siempre deben ser ya-no-ya. La regla inicial era que fuera un objeto "inmortal," es decir, algo que no se acabe. Con esto, quedaban fuera las flores, los chocolates, los vinos. La segunda regla es que no podía ser regalo repetido, o sea, si el año pasado le regalé un libro a mi madre, este regalo estaba prohibido por los próximos dos o tres años. La tercera regla es que el regalo del año siguiente debía intentar ser mejor al regalo del año anterior.
Yo estoy seguro de que reglas similares motivaron la expansión del Tahuantinsuyo.
Debo admitir que últimamente hemos relajado estas reglas. Mi hermano me regala libros bastante seguido, yo he pedido que me regalen cosas "mortales," y bueno, de vez en cuando un regalo no sale mejor que el del año anterior. No obstante, entenderán que los regalos siempre son EL TEMA de la familia, especialmente considerando que mi hermano y yo estuvimos fuera de Lima por muchos años.
Estando en Lima para el cumpleaños de mi padre, primera vez en siete años, tenía que darle un buen regalo. Lo pensé bastante, y en un momento de lucidez, vi que se abrieron los cielos, bajó un ángel, le pidió a Ratzinger que renuncie, y camino de vuelta me dijo "te recomiendo el jamón ibérico."
Me pareció una idea fantástica. Divina, inclusive. Recordaba que en la casa de varios amigos españoles había frecuentemente piernas de jamón ibérico, las cuales ellos cortaban cada vez que les antojaba un aperitivo. La pierna seguramente costaba un huevo, pero duraba un huevo también. Me pareció un regalo original, que le podría gustar a mi padre.
Busqué bastante. Y no encontré mucho. La mejor opción fue un jamón que encontré en Wong, donde ofrecían pata, jamonera y cuchillo por un precio razonable. Hice mi investigación, y descubrí que el jamón era chileno, pero de ascendencia valenciana. Interesante.
Pues nada, me animé. Me fui a Wong dos semanas antes del cumple de mi padre, y compré la pata. Fue todo un evento, realmente. Uno de los chicos de la tienda incluso llegó a tomarme una foto (así que fácil me ven en la próxima revista de Wong). Caminaba por la calle con la pierna en las manos, y toda la gente me miraba atónita. Seguro les había parecido que la idea era tan buena como me lo había parecido a mi.
Al llegar a casa, noté que a la jamonera le faltaban dos tornillos, y que no la podía armar. 'Cha mare.
Días después regresé a Wong, y les conté el problema. Estuvieron un buen rato pensando qué hacer, y llamaron al encargado de embutidos de la tienda, quien no estaba en ese momento. Me dijeron que tenía que esperar, pero fueron bastante amables, me llevaron al restaurante de la tienda y me invitaron una empanada y un vaso de chicha. Sí pues, por la panza me conquistan.
Imaginé una situación similar en Europa, pero no se me pasó por la cabeza ningún supermercado que pudiera hacer un gesto de este estilo, dada la situación. ¿Sainsbury's? ¿Mercadona? ¿Emme Più? ¿Migros? No, a lo mucho una sonrisa. Pues nada, eventualmente llegó el encargado, quien no me dio los tornillos, sino una jamonera nueva. Se veía mejor que la que tenía, así que acepté.
Llegó entonces la semana del cumpleaños. Por curiosidad revisé el jamón un par de días antes, y descubrí que había algo blanquito en la superficie. Lo miré más de cerca, y Madre del Amor Hermoso, descubrí que era un hongo. Le di la vuelta al jamón, y peor, el jamón entero estaba cubierto de blanco.
Porca miseria.
Consulté en un Wong distinto, y ahí el encargado de embutidos me confesó que tenía bastantes de esos jamones llenos de hongos. Aparentemente, la humedad de Lima es demasiado fuerte, y no es factible tener patas de jamón ibérico por más de dos semanas. Parece que fue una mala estrategia de Wong, y que yo pagué pato. Por suerte decidí comprar la pata con dos semanas de anticipación, porque hubiera sido medio feo que los hongos hubieran aparecido luego de haberla dado como regalo.
Pues nada, regresé al Wong original, y devolví la pierna. Esta vez no me convidaron ni chicha ni empanadas, lamentablemente.
¿Y qué le regalé a mi papá? Pues una historia lamentable, y una promesa que pa este sábado le tengo su regalo. Ni modo, tuve que romper esquemas, a la mala. Ahora toy viendo corbatas, a ver si hay algo bonito por ahí.
Feliz cumple, pes, Dad.
Los regalos siempre deben ser ya-no-ya. La regla inicial era que fuera un objeto "inmortal," es decir, algo que no se acabe. Con esto, quedaban fuera las flores, los chocolates, los vinos. La segunda regla es que no podía ser regalo repetido, o sea, si el año pasado le regalé un libro a mi madre, este regalo estaba prohibido por los próximos dos o tres años. La tercera regla es que el regalo del año siguiente debía intentar ser mejor al regalo del año anterior.
Yo estoy seguro de que reglas similares motivaron la expansión del Tahuantinsuyo.
Debo admitir que últimamente hemos relajado estas reglas. Mi hermano me regala libros bastante seguido, yo he pedido que me regalen cosas "mortales," y bueno, de vez en cuando un regalo no sale mejor que el del año anterior. No obstante, entenderán que los regalos siempre son EL TEMA de la familia, especialmente considerando que mi hermano y yo estuvimos fuera de Lima por muchos años.
Estando en Lima para el cumpleaños de mi padre, primera vez en siete años, tenía que darle un buen regalo. Lo pensé bastante, y en un momento de lucidez, vi que se abrieron los cielos, bajó un ángel, le pidió a Ratzinger que renuncie, y camino de vuelta me dijo "te recomiendo el jamón ibérico."
Me pareció una idea fantástica. Divina, inclusive. Recordaba que en la casa de varios amigos españoles había frecuentemente piernas de jamón ibérico, las cuales ellos cortaban cada vez que les antojaba un aperitivo. La pierna seguramente costaba un huevo, pero duraba un huevo también. Me pareció un regalo original, que le podría gustar a mi padre.
Busqué bastante. Y no encontré mucho. La mejor opción fue un jamón que encontré en Wong, donde ofrecían pata, jamonera y cuchillo por un precio razonable. Hice mi investigación, y descubrí que el jamón era chileno, pero de ascendencia valenciana. Interesante.
Pues nada, me animé. Me fui a Wong dos semanas antes del cumple de mi padre, y compré la pata. Fue todo un evento, realmente. Uno de los chicos de la tienda incluso llegó a tomarme una foto (así que fácil me ven en la próxima revista de Wong). Caminaba por la calle con la pierna en las manos, y toda la gente me miraba atónita. Seguro les había parecido que la idea era tan buena como me lo había parecido a mi.
Al llegar a casa, noté que a la jamonera le faltaban dos tornillos, y que no la podía armar. 'Cha mare.
Días después regresé a Wong, y les conté el problema. Estuvieron un buen rato pensando qué hacer, y llamaron al encargado de embutidos de la tienda, quien no estaba en ese momento. Me dijeron que tenía que esperar, pero fueron bastante amables, me llevaron al restaurante de la tienda y me invitaron una empanada y un vaso de chicha. Sí pues, por la panza me conquistan.
Imaginé una situación similar en Europa, pero no se me pasó por la cabeza ningún supermercado que pudiera hacer un gesto de este estilo, dada la situación. ¿Sainsbury's? ¿Mercadona? ¿Emme Più? ¿Migros? No, a lo mucho una sonrisa. Pues nada, eventualmente llegó el encargado, quien no me dio los tornillos, sino una jamonera nueva. Se veía mejor que la que tenía, así que acepté.
Llegó entonces la semana del cumpleaños. Por curiosidad revisé el jamón un par de días antes, y descubrí que había algo blanquito en la superficie. Lo miré más de cerca, y Madre del Amor Hermoso, descubrí que era un hongo. Le di la vuelta al jamón, y peor, el jamón entero estaba cubierto de blanco.
Porca miseria.
Consulté en un Wong distinto, y ahí el encargado de embutidos me confesó que tenía bastantes de esos jamones llenos de hongos. Aparentemente, la humedad de Lima es demasiado fuerte, y no es factible tener patas de jamón ibérico por más de dos semanas. Parece que fue una mala estrategia de Wong, y que yo pagué pato. Por suerte decidí comprar la pata con dos semanas de anticipación, porque hubiera sido medio feo que los hongos hubieran aparecido luego de haberla dado como regalo.
Pues nada, regresé al Wong original, y devolví la pierna. Esta vez no me convidaron ni chicha ni empanadas, lamentablemente.
¿Y qué le regalé a mi papá? Pues una historia lamentable, y una promesa que pa este sábado le tengo su regalo. Ni modo, tuve que romper esquemas, a la mala. Ahora toy viendo corbatas, a ver si hay algo bonito por ahí.
Feliz cumple, pes, Dad.
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lunes, 28 de enero de 2013
Dakar Espiritual
Seguramente muchos de ustedes habrán escuchado del legendario Paris - Dakar. No, no me refiero a la ruta de bares en Santiago de Compostela, sino al rally. Pues bien, resulta que debido a rollos en Mauritania, hace un par de años el rally se ha estado llevando a cabo en Sudamérica. Y evidentemente, al pasar por Perú este año, había que ir.
Por supuesto, el grupo ideal para ir a ver el Dakar era el de JD y su pandilla. En el pasado había ido con él varias veces a ver las carreras de los Caminos del Inca, así que sabía que, además del buen rollo de siempre, tendrían también información precisa sobre el mejor sitio pa ver la carrera.
Empezamos dirigiéndonos a Pisco (y con esto me refiero a la ciudad que le dio nombre al destilado, y no al revés, eh), en donde dormimos. Al día siguiente, el plan era levantarse temprano, dirigirnos a Pozo Santo, y ahí encontrarnos con un amigo de JD que conocía bien la zona.
En Pozo Santo, luego de esperar un rato, escuchamos un claxon. Al darnos la vuelta, vimos una caravana de cinco o seis carros, y JD reconoció a su amigo en uno de ellos. ¡Chévere! Nos trepamos a nuestros carros, y seguimos la caravana.
Luego de unos 15 minutos de estar trepando dunas por el desierto de Pozo Santo, nos detuvimos en la cima de una duna. Al bajar de los carros, empezamos a estudiar la zona mientras JD iba a saludar a su amigo. Era perfecto, estábamos en un punto ideal para ver los carros pasar. Bacán.
En eso, regresó JD con una sonrisa en la cara. Aparentemente, el tipo que le tocó el claxon no era su amigo. ¡Habíamos estado siguiendo a un desconocido! ¡Y ahora estábamos en medio del desierto con ellos! Pero bueno, tuvimos suerte, y esta gente no nos asaltó ni violó ni mató para vender nuestros órganos. Al final, el lugar donde estuvimos fue perfecto, y pudimos ver bastante bien las cuatrimotos, motos, carros y camiones.
Ahora bien, durante el día, Mara (a quien ya han visto en la última foto de este post) dijo que ja ja, qué gracioso lo de los desconocidos que nos guiaron a ese sitio, que era como para ponerlo en el blog. Yo la miré, y vi con decepción que ella no había comprendido nada. No había entendido que este blog tiene cierto estándar pe. Que no voy a meter cualquier historia simplemente pa cumplir con mi compromiso de escribir al menos una vez al mes. Que si cuento una historia, esta debe tener cierto tinte de fracaso, de desastre, de conflicto, que amerite el ser publicada. Y la verdad, nos había salido todo bien, así que no, lo siento Mara, esta historia no va al blog... a menos que ocurra un desastre, claro.
Ahora, cuando le respondí esto a Mara (de una forma mucho menos arrogante, claro está), no tomé en cuenta que esta chica es medio bruja. No les contaré sus historias, pero digamos que las leyes de la física a veces son puestas en duda cuando ella está presente. Y bueno, parece que en su subconsciente ella quería que la historia apareciera en este blog, con ella de protagonista, de modo que (probablemente sin quererlo) invocó algún espíritu maligno que nos persiguió desde entonces, de forma que ocurriera algún desastre.
El primer indicio de la maldición fue sutil, los espíritus malignos generaron un tráfico brutal de vuelta a Pisco, con el fin de matarnos del cansancio y deshidratación. Lo que no contaron los espíritus fue que andábamos con JD, quien apenas vio el tráfico metió su camioneta por el desierto nuevamente, y avanzó sin dificultades.
Los espíritus se deben haber frustrado, por lo cual cambiaron de táctica: poseyeron a Gallo, el esposo de Mara. Supongo que, al estar Gallo constantemente expuesto a los espíritus de Mara, estos lo usan de vez en cuando como medio para cometer sus fechorías. A decir verdad, creo que esto explica perfectamente la personalidad de Gallo.
Anyway, esta vez los espíritus malignos poseyeron a Gallo, quien debía preparar la cena. No sé cómo lo hizo sin que nos diéramos cuenta, pero, al preparar los fideos, el poseído Gallo añadió algo similar a cemento dentro de la olla, de forma que los fideos salieron más tiesos que efecto de afrodisíaco selvático. Salió una cosa incomestible, que ni siquiera el perro que cuidaba la casa quiso comer (y noten que hablamos de un rottweiler con fauces cuasi-metálicas, eh). Anyway, muchos nos dimos cuenta entonces de las malvadas intenciones de los espíritus y decidimos ayunar, dejando a Gallo comiendo su propia obra.
Al día siguiente, para evitar cualquier maniobra nefasta de los espíritus malignos, salimos a las 4:00 am hacia el desierto de Ica. Allá, debíamos encontrar al amigo de JD, quien esta vez sí nos guiaría a la zona donde veríamos a los carros pasar.
Nunca se nos hubiera ocurrido que los espíritus malignos poseerían al amigo de JD, quien nos llevó por una ruta intransitable. La subida fue bastante difícil, y dos de nuestros carros no pudieron con la duna.
No obstante, los espíritus malignos no se quedaron contentos con que no pudiéramos subir. No señor. Fueron tan, pero tan malignos, que empujaron uno de nuestros carros, causando que se vuelque y ruede unas tres veces. Afortunadamente no le pasó nada a ninguna de las siete personas que iban en ese carro (sí, fue maleado), pero el vehículo en sí quedó recontra quiñado. Fue imposible seguir adelante, y luego de un par de horas de reparaciones en medio del desierto, regresamos a Pisco.
Así que ¡okey, pues! ¡La historia va al blog, carambas! Pero tengan por seguro que la próxima vez que vea a Mara, llevaré una crucecita, o por lo menos un Scroll of Dismissal, no vaya a ser que quiera meter alguna otra historia por acá.
Malditos espíritus chocarreros, caray.
Por supuesto, el grupo ideal para ir a ver el Dakar era el de JD y su pandilla. En el pasado había ido con él varias veces a ver las carreras de los Caminos del Inca, así que sabía que, además del buen rollo de siempre, tendrían también información precisa sobre el mejor sitio pa ver la carrera.
Empezamos dirigiéndonos a Pisco (y con esto me refiero a la ciudad que le dio nombre al destilado, y no al revés, eh), en donde dormimos. Al día siguiente, el plan era levantarse temprano, dirigirnos a Pozo Santo, y ahí encontrarnos con un amigo de JD que conocía bien la zona.
En Pozo Santo, luego de esperar un rato, escuchamos un claxon. Al darnos la vuelta, vimos una caravana de cinco o seis carros, y JD reconoció a su amigo en uno de ellos. ¡Chévere! Nos trepamos a nuestros carros, y seguimos la caravana.
Luego de unos 15 minutos de estar trepando dunas por el desierto de Pozo Santo, nos detuvimos en la cima de una duna. Al bajar de los carros, empezamos a estudiar la zona mientras JD iba a saludar a su amigo. Era perfecto, estábamos en un punto ideal para ver los carros pasar. Bacán.
En eso, regresó JD con una sonrisa en la cara. Aparentemente, el tipo que le tocó el claxon no era su amigo. ¡Habíamos estado siguiendo a un desconocido! ¡Y ahora estábamos en medio del desierto con ellos! Pero bueno, tuvimos suerte, y esta gente no nos asaltó ni violó ni mató para vender nuestros órganos. Al final, el lugar donde estuvimos fue perfecto, y pudimos ver bastante bien las cuatrimotos, motos, carros y camiones.
Ahora bien, durante el día, Mara (a quien ya han visto en la última foto de este post) dijo que ja ja, qué gracioso lo de los desconocidos que nos guiaron a ese sitio, que era como para ponerlo en el blog. Yo la miré, y vi con decepción que ella no había comprendido nada. No había entendido que este blog tiene cierto estándar pe. Que no voy a meter cualquier historia simplemente pa cumplir con mi compromiso de escribir al menos una vez al mes. Que si cuento una historia, esta debe tener cierto tinte de fracaso, de desastre, de conflicto, que amerite el ser publicada. Y la verdad, nos había salido todo bien, así que no, lo siento Mara, esta historia no va al blog... a menos que ocurra un desastre, claro.
Ahora, cuando le respondí esto a Mara (de una forma mucho menos arrogante, claro está), no tomé en cuenta que esta chica es medio bruja. No les contaré sus historias, pero digamos que las leyes de la física a veces son puestas en duda cuando ella está presente. Y bueno, parece que en su subconsciente ella quería que la historia apareciera en este blog, con ella de protagonista, de modo que (probablemente sin quererlo) invocó algún espíritu maligno que nos persiguió desde entonces, de forma que ocurriera algún desastre.
El primer indicio de la maldición fue sutil, los espíritus malignos generaron un tráfico brutal de vuelta a Pisco, con el fin de matarnos del cansancio y deshidratación. Lo que no contaron los espíritus fue que andábamos con JD, quien apenas vio el tráfico metió su camioneta por el desierto nuevamente, y avanzó sin dificultades.
Los espíritus se deben haber frustrado, por lo cual cambiaron de táctica: poseyeron a Gallo, el esposo de Mara. Supongo que, al estar Gallo constantemente expuesto a los espíritus de Mara, estos lo usan de vez en cuando como medio para cometer sus fechorías. A decir verdad, creo que esto explica perfectamente la personalidad de Gallo.
Anyway, esta vez los espíritus malignos poseyeron a Gallo, quien debía preparar la cena. No sé cómo lo hizo sin que nos diéramos cuenta, pero, al preparar los fideos, el poseído Gallo añadió algo similar a cemento dentro de la olla, de forma que los fideos salieron más tiesos que efecto de afrodisíaco selvático. Salió una cosa incomestible, que ni siquiera el perro que cuidaba la casa quiso comer (y noten que hablamos de un rottweiler con fauces cuasi-metálicas, eh). Anyway, muchos nos dimos cuenta entonces de las malvadas intenciones de los espíritus y decidimos ayunar, dejando a Gallo comiendo su propia obra.
Al día siguiente, para evitar cualquier maniobra nefasta de los espíritus malignos, salimos a las 4:00 am hacia el desierto de Ica. Allá, debíamos encontrar al amigo de JD, quien esta vez sí nos guiaría a la zona donde veríamos a los carros pasar.
Nunca se nos hubiera ocurrido que los espíritus malignos poseerían al amigo de JD, quien nos llevó por una ruta intransitable. La subida fue bastante difícil, y dos de nuestros carros no pudieron con la duna.
No obstante, los espíritus malignos no se quedaron contentos con que no pudiéramos subir. No señor. Fueron tan, pero tan malignos, que empujaron uno de nuestros carros, causando que se vuelque y ruede unas tres veces. Afortunadamente no le pasó nada a ninguna de las siete personas que iban en ese carro (sí, fue maleado), pero el vehículo en sí quedó recontra quiñado. Fue imposible seguir adelante, y luego de un par de horas de reparaciones en medio del desierto, regresamos a Pisco.
Así que ¡okey, pues! ¡La historia va al blog, carambas! Pero tengan por seguro que la próxima vez que vea a Mara, llevaré una crucecita, o por lo menos un Scroll of Dismissal, no vaya a ser que quiera meter alguna otra historia por acá.
Malditos espíritus chocarreros, caray.
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