A mi no me gusta la lechuga.
Tampoco me gusta escuchar un mismo tipo de música por más de dos horas seguidas.
Menos aún me gusta viajar en combi.
Por supuesto, tampoco me gusta el Skype, ni los chats.
Y aborrezco corregir exámenes.
Pero si hay algo que realmente me produce escalofríos, que me pone ultra-nervioso, y que trato de evitar a toda costa, esa cosa es una aguja. Decir que detesto las agujas no llega ni a esbozar cómo me siento cuando veo una aguja cerca: el estómago se revuelve, la piel se me pone de gallina, los pelos se me ponen de punta...
Pero claro, seguro JD no sabía esto cuando me llamó un viernes a ver si le podía donar sangre a un tío de Celia. "Nos falta sólo una persona," me dijo. Cha mare. Recuerdo bastante las campañas de donación de sangre en Valencia, y ahí siempre encontraba una excusa válida para evitarlo. Pero esta vez no tenía excusa en absoluto, así que caballero.
Recuerdo un capítulo de Sailor Moon (¡no me juzguen!) en el que una de las protagonistas intenta demostrar que es buena persona donando sangre hasta el hartazgo. Supongo que eso me motivó a no escaparme del asunto, digo, siempre es noble imitar a tus héroes de la juventud. Así que, acompañado de La Guapa, me dirigí al Hospital del Empleado, a la mañana siguiente de la llamada de JD.
Bueno, ahí se presentó el primer problema. Había una espera de dos horas, y sólo podían entrar los donantes, los acompañantes debían esperar afuera. Sí, como para presentarlo al Trámite de Más. La verdad es que La Guapa y yo teníamos un compromiso, así que no podíamos esperar tanto, y no pude donar en ese momento. ¡Lástima!
Le mandé un mensaje a JD, le conté la situación y le dije que podría donar el domingo. El dijo que bien, no había tanto apuro, que podían esperar. Rayos. Le dije que ok, pero que me avisara si conseguían a otra persona.
Anyway, esa noche fue noche de fiesta, y no me di cuenta que si uno dona sangre no puede beber alcohol en unas 24 horas. Así que ni modo, tampoco pude donar el domingo. ¡Lástima!
Fue entonces que JD sacó la maquinaria pesada. Mandó a la misma Celia a llamar.
¿Qué habían entendido ustedes con maquinaria pesada? ¡Malpensados!
Anyway, me llamó la Celia, y me dijo "Oe ya pes sonsonazo, ¿vas a donar o no?" 'Ta mare. "Sí, sí, Celia, no me mates, el lunes en la mañanita me voy a donar." Ni modo.
El lunes llegué sin problemas al hospital. Me dirigí al centro, estaba la misma señora de la vez pasada, que me dio un formulario pa llenar mis datos. Mientras lo hacía, empecé a sudar.
Pasé a la siguiente sala, donde me sacaron una pequeña muestra de sangre. Esto, la verdad, fue pan comido, usaron un aparatito que no aparentaba tener aguja, y que no producía dolor. Pucha, si la donación entera fuera así, donaría cada fin de semana.
Pero no era así.
Luego de pasar por otro cuestionario, entré a una sala donde había un huevo de camas. Las enfermeras me indicaron que, luego de lavarme los brazos, me echara sobre en una de ellas, y espere.
Que me eche sobre una de las camas, me refiero. ¡Malpensados!
Así que ni modo. Como no estoy como para perder tiempo últimamente, me había traído un paper sobre simetrías discretas y modelos de masa de neutrinos, así que decidí leerlo... y en eso, llegó la enfermera con... el saco. Y con la mega-aguja.
Casi me desmayo.
Esa cosa era más ancha que mi dedo meñique. ¡Qué maleado! Pero nada, recordé a Sailor Venus, apreté los dientes, y miré pa otro lado.La enfermera hizo lo que tenía que hacer, y me dijo "Así por diez minutos."
Diez minutos. Ya. Tenía que distraerme. Pensar en otra cosa. ¡El paper! ¡A leer el paper! ¡Eso me distraería! A ver, que la matriz de masa tiene dos simetrías discretas, que la estructura de la aguja me sale tribimaximal, que los autoestados de sangre resultan invariantes, que la bolsa de sangre podía tener desviaciones si las agujas mantenían una simetría ensangrentada mientras que la otra no.... ¡cha mare! ¡No me podía concentrar! Pero a ver, ¿cuánto tiempo faltaba?
Nueve minutos y quince segundos. Cha mare.
En eso, llegó otro tipo a la cama del costado. Estaba feliz. Rebotó hacia la cama del costado, se dejó pinchar y todo, y le pidió a la enfermera que le tome una foto en pleno proceso (seguro salí yo al costado con cara de pasa). Apenas se fue la enfermera, sacó su celular y llamó a su mejor amigo: "¡Oye, causa, estoy donando sangre, 'on!"
Lo odié desde lo más profundo de mi ser.
Pos na. Pasaron los diez minutos, y me quitaron la aguja. Me dieron un montón de algodón, y la enfermera, mirándome, me dijo "Apriétalo en tu brazo." Yo puse el algodón donde estuvo la aguja, y la enfermera dijo: "Así no. Apriétalo." Apreté un poco más, cuando en eso la enfermera me dijo: "¿Ves al chico allá al frente?"
Levanté la mirada, y vi un chico con camisa blanca, que estaba bañado en sangre.
"Él no apretó," me dijo la enfermera.
Decidí apretar más.
Y bueno, después de un rato se acabó el martirio. La verdad, debo confesar que más terrible fue el trauma que yo mismo me hice que la experiencia en sí. En ningún momento hubo dolor de algún tipo, ni ningún mareo, ni nada. El problema tan sólo fue el "caracho caracho caracho, que me sacan sangre, caracho, que me sacan sangre, demonios, rayos y centellas, cha mare cha mare cha mare" que repetí todo ese tiempo.
Entonces bueno, los dejo sacar ustedes mismos la moraleja, y yo a leer ese condenado paper, que nunca llegué a entender. ¡Hasta la próxima!