Estaba decidido. Tenía quince días libres, y quería usarlos caminando. Compré billetes de avión de Valencia a Oviedo, y de Santiago de Compostela a Valencia. Haría un Camino de Santiago, en particular, el Camino Primitivo.
La verdad es que no me quería preparar mucho. Quería enterarme de los detalles durante el camino. Eso sí, la idea era caminar doce días, así que por lo menos tenía que enterarme de las etapas.
Ese fue el primer problema. Al mirar las etapas, descubrí que el Camino Primitivo es uno de los más difíciles de todos, y que se recomendaba hacer en trece etapas, no doce.
Boh, me dije, vamos a ver qué pasa. En el peor de los casos hacía el camino en trece etapas, y me quedaba sólo una tarde en Santiago de Compostela.
Kein problem.
Llegué a Oviedo con mi mochila, mi cámara de fotos, y poco más. A minimizar el peso. Me encontré allá con Jonatan y Johannes, compartimos una buena cena, y encontré el albergue. Ahí, me dieron mi credencial, me compré mi conchita de peregrino, y me preparé para salir.
Salí de Oviedo a las 6:30 de la mañana, con dirección a San Juan de Villapañada, cerca a Grado. Aproximadamente, caminaría unos 30 kilómetros y medio ese día. Mi primer encuentro fue con un señor mayor, a quien llamaremos
El Holandés Venerable (yo sé que a ustedes les gustan los apodos). Aparentemente era bastante experimentado, y seguimos gran parte del camino juntos. Luego de un par de horas caminando, llegamos a un letrero indicando que faltaban 15 kilómetros para llegar a Grado. ¡Parecía pan comido!
Dos horas más tarde, descubrimos que los asturianos no saben calcular las distancias, ya que encontramos otro letrero indicando que faltaban 12 kilómetros para llegar a Grado. ¿Habíamos avanzado sólo un kilómetro y medio por hora? Cha mare.
El Holandés Venerable se detuvo a comer algo, así que lo dejé atrás. Luego me encontré con
La Pareja Canaria, súper amables, y avancé con ellos hasta Grado. Ahí, mientras nos detuvimos pa almorzar, conocimos a
El Granadino Deportista, y formamos un grupito de cuatro. Fantástico.
Al llegar al albergue de San Juan de Villapañada, descubrimos que
El Holandés Venerable ya había llegado ahí. Aparentemente, sabía algo de teletransportación. Ahí mismo, encontramos a
Los Tres Viejitos Comunistas, y al
Tío de Gafas. Este último aparentemente conocía bien la zona, y había sido entrenador de no sé qué equipo de fútbol español, así que parecía saber lo que hacía.
Mientras conversábamos, salió el tema de hacer el Camino Primitivo en doce días. Y me hablaron de
La Ruta de los Hospitales, algo parecido a los
Paths of the Dead del Señor de los Anillos. Para llegar, debía cambiar mi ruta. El segundo día, debía avanzar 27 kilómetros, hasta Bodenayo, en vez de quedarme en Salas. El tercer día, debía avanzar unos 29 kilómetros, hasta Borres, en vez de quedarme en Tineo. El cuarto día, debía atravesar la temible
Ruta de los Hospitales, saltándome una etapa, y llegando a Berducedo, luego de caminar 27 kilómetros más.
Sonaba razonable.
El Holandés Venerable estaba encantado con la idea, y decidió seguirla también.
El Tío de Gafas pensó que estábamos locos, y sugirió que podríamos ser comidos por algún oso al pasar por
Hospitales. El resto decidió quedarse en Salas, y seguir el itinerario normal.
Al día siguiente, salimos a las 6:30,
El Granadino Deportista,
La Pareja Canaria, y yo. Avanzamos bien hasta Salas, donde nos detuvimos para comer, y esta vez descubrir que en Asturias se come demasiado. Luego de un breve encuentro con
Los Viejitos Comunistas, me despedí de mi grupo, y seguí sólo hasta Bodenayo.
Por supuesto, al llegar a Bodenayo descubrí que
El Holandés Venerable ya había llegado ahí. Les comenté sobre la teletransportación, ¿no? Esa noche, solo fuimos tres personas, estaba también
La Profesora Inglesa, quien caminaba tres meses al año. Esta señora había empezado a caminar en el 2007, desde la frontera entre Bulgaria y Rumanía, y acababa de llegar ese año a Santiago de Compostela.
Sí, dije Bulgaria y Rumanía. Hasta Santiago de Compostela. Chequéenlo en un mapa. Es un huevo.
Johnny, la gente está muy loca.
A la mañana siguiente empezaron los problemas. Salí con
El Holandés Venerable... y nos perdimos. Mal. Terminamos en un parque eólico, en la cima de una montaña. Si no me creen, acá está la fotaza:
Un poco alto, ¿no? Les dije que nos habíamos perdido mal. Por suerte, encontramos el camino de vuelta, aunque hubo que descender por más de una hora por una carretera. Fue entonces que empezaron los
shin splints, un leve dolor a la canilla.
Habiendo encontrado el camino de vuelta, nos dirigimos a Borres. Y fue espantoso, no se lo recomiendo a nadie. El problema básicamente es que en el albergue de Borres hay muy pocas camas, y se arma una especie de carrera entre peregrinos para conseguir un sitio dónde dormir. Fue una etapa dura básicamente por el estrés de llegar temprano al albergue, empeorada por el habernos perdido.
La llegada al albergue fue... extraña. Fue un poco hostil, ya que todos habían corrido para llegar a las camas a tiempo. Fue una especie de momento anime, en el que los héroes entran a la arena y encuentran a todos sus rivales. Vamos,
pongamos una musiquita [1], aunque sólo sirva para ambientar dos párrafos.
En este albergue, primero vimos a
La Abuela Supersónica, jugando cartas con su nieto,
Turbobebé. Detrás, andaban
Los Tres Comandos, que parecían veteranos de guerra. Nos dimos la vuelta al escuchar a
Los Chicos Testosterona, discutiendo no se qué con
Die Alemanen Buenonden. De ahí, llegó
El Canadiense Gigante.
Esta gente sabía lo que hacía.
Yo no le puse mucha importancia a mis
shin splints, ya que se me había roto el zapato, y vamos, sin zapatos no se puede hacer nada. Afortunadamente, encontré pegamento, así que pude seguir.
El Holandés Venerable y yo salimos juntos a la mañana siguiente, y nos metimos por
La Ruta de los Hospitales. Tengo que admitir que luego del paseíto por el parque eólico, no nos pareció tan terrible como nos lo habían pintado. Sólo nos topamos con un poquito de niebla:
Anyway, habiendo superado esta fase, había que descender a Berducedo. La bajada era complicada, mucha roca suelta, y con una inclinación nada trivial. Y fue entonces que el dolor empezó. La rodilla izquierda empezó a quejarse, y me fue muy difícil avanzar.
No obstante, llegué a Berducedo. No estoy seguro de cómo lo hice, pero llegué. Lo primero que pregunté fue "¿Dónde está la farmacia?" obteniendo la fantástica respuesta "Lo siento, la farmacia cierra antes del mediodía". Así que nada, tendría que avanzar con cuidado al día siguiente, e intentar no forzar demasiado la rodilla. Nada de soporte, y nada de anti-inflamatorio, por un día más. Cha mare.
La siguiente etapa, de Berducedo a Grandas de Salime, parecía fácil. Sólo 20 kilómetros, pero con una bajada larga y tediosa. Al levantarme, descubrí con alivio que la rodilla no me dolía más... pero los
shin splints estaban peor que nunca. Parece que el día anterior, el dolor en la rodilla había desviado mi atención, y me hizo forzar otras zonas de la pierna, que empeoraron el dolor en las canillas.
La bajada hacia Grandas de Salime fue penosa. A pesar de salir temprano, fuimos superados por
La Abuela Supersónica, por
Turbobebé, por
Los Tres Comandos, y por
Los Chicos Testosterona.
El Holandés Venerable me miró, y la mirada me lo dijo todo: me iba a dejar solo. Era entendible, yo claramente no estaba en condiciones de seguir el ritmo normal, y le estaba dando dificultades. Nos despedimos, y quedamos en vernos en Grandas de Salime.
Al final, llegué a Grandas de Salime. En el camino, pasó
La Familia Australiana, y
La Australiana Mayor me prestó uno de sus bastones. Apoyándome en él, luché cada paso, y llegue a Grandas de Salime. Ahí, fui directo a la farmacia, compré anti-inflamatorio, soporte para las rodillas, y mi propio bastón para caminatas. No me iba a rendir.
En el albergue, me encontré con
Los Hermanos Dinamita (tenían que ser de Valencia), que estaban con
Die Alemanen Buenonden y
La Canaria Misteriosa. Uno de ellos me comentó que él también había tenido
shin splints, pero que el anti-inflamatorio lo había arreglado. Eso me hizo recuperar la confianza. Luego él vio lo hinchadas que estaban mis piernas, y la cara que puso me quitó toda la confianza que había recuperado.
¡No me rendiría! A la mañana siguiente había que caminar unos 26 kilómetros, hacia A Fonsagrada. Me levanté temprano, solo, empecé a andar... e intuí que no podría. Decidí pasar antes por la posta médica de Grandas de Salime, pero al ver que mapas distintos me indicaban que la posta se encontraba a extremos distintos del pueblo, decidí avanzar por el Camino, y ver hasta dónde llegaba.
El pueblo siguiente se encontraba a cuatro kilómetros, siguiendo un camino tremendamente fácil, en comparación a los últimos 103 kilómetros desde Bodenayo. Se suponía que debía hacerse en una hora... y yo me tomé dos. Cada paso fue una lucha constante, un desgarre terrible en cada canilla. Con cada toque del bastón, una nueva gota de sudor caí sobre el suelo. Cada respiración fue seguida por un rechinar de los dientes, mascullando constantemente un "¡No te rindas!" Fueron cuatro kilómetros terribles.
Fue entonces que me di cuenta que no llegaría a Santiago. Tenía miedo de causarme daño permanente, y tan idiota no soy. Al llegar al siguiente pueblo, llamado Castro, encontré el albergue, y pedí un taxi que me llevara al hospital de A Fonsagrada.
Continuará.
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[1]: Yu Yu Hakusho OST: Monster Suit