Odio ir al gimnasio.
Pero lo hago dos veces a la semana, casi religiosamente. Suena mi despertador a las 6 am, me arrastro fuera de la cama, me cambio, tomo un vaso de yogur, chapo la cleta, y me voy pa' allá.
La verdad es que mi idea inicial era estar una hora por sesión. No obstante, creo que el tipo que me hizo la rutina no me entendió bien, ya que no importa qué tan rápido haga los ejercicios, siempre estoy ahí por mínimo hora y media. Hacer los ejercicios se ha vuelto algo estresante, ya que si me detengo a respirar termino llegando tarde al trabajo.
Pero seguí yendo. Por supuesto, una vez que uno paga una mensualidad, el hecho de haber pagado se vuelve motivación suficiente para continuar. Y además, se suponía que todo esto sería un entrenamiento para alguna otra actividad posterior, por ejemplo, para que la próxima vez pudiera terminar el Camino a Santiago.
Llegó entonces Setiembre, y con su llegada venció el paquete de seis meses que había comprado. La pregunta siguiente fue ¿renuevo por tres meses más? ¿O me dedico a algo más agradable?
Recordé lo que había vivido en el gimnasio. A todos los personajes, desde el Hombre Puromúsculo y la Chica Máquina de Matar, hasta el Chico Que Tiene Orgasmos Al Ejercitarse y la Señora Que Usa La Elíptica Para Enterarse De Los Últimos Chismes Del Barrio. Adorables, todos.
Pensé en los grandes beneficios que me daba el gimnasio. Por ejemplo, todas estas personas que decidían no usar toalla, y dejaban su sudor impregnado en las máquinas y colchonetas. Considero que esa forma de compartir bacterias es sumamente original, y estoy seguro que mejoró mi microbioma de alguna manera.
El gimnasio tiene formas originales de motivar a la gente a hacer su ejercicio bien. Por ejemplo, las máquinas de correr están en los extremos, de forma que la persona que corre mira hacia la calle. Detrás, se encuentran las máquinas elípticas, y aquellos que las usan miran la espalda de los que usan las máquinas de correr.
Una de estas veces estaba yo en la elíptica, cuando en eso se subió una chica guapa a la máquina de correr frente a mi. Fue entonces que me di cuenta que parecía que la chica estuviera escapándose de mi, y que yo la estuviera persiguiendo. Considerando que la elíptica tiene dos bastones, me sentí totalmente como un viejo verde.
Este tema de las chicas guapas en el gimnasio es muy gracioso, porque a veces algunas vienen con vestimenta bastante reveladora. Y sí, sé que no es crimen mirar casualmente, pero una vez me dio vergüenza, recordé a la novia y pudorosamente bajé la mirada. Fue entonces que empezó a sonar la canción:
Pos na, ni modo. Era el Universo hablándome.
Pero, ¿renovar o no renovar? Pasaban las semanas, y llegaba el día D.
Tres semanas antes, me tocó cita con el médico del gimnasio. Esto es bastante rutinario, hay que hacerlo cada dos meses, y luego de la cita te cambian la rutina. Esto tardaba normalmente una semana.
No obstante, esta vez me contaron que el instructor de toda la vida había cambiado de gimnasio, y que la rutina me la haría otro.
Pasó una semana, y no tenía rutina nueva. Y fue entonces que me di cuenta del problema: quien me iba a hacer la rutina tenía la mala costumbre de sólo hacerle caso a sus clientes si su talla de brassier era C, estrictamente.
Cha mare.
Pasaron tres semanas, y nada. Llegó el día de la renovación, y seguía sin mi rutina. ¿Era este también un mensaje del Universo?
No obstante, decidí continuar. Vamos, que estamos en Setiembre, y en tres meses se viene el verano. Operación Bikini, y todo eso. Saqué la tarjeta de crédito, pero le hice saber al recepcionista que llevaba tres semanas sin rutina.
El lunes empieza mi nuevo ciclo en el gimnasio. Me enteraré entonces si tengo nueva rutina o no. ¿Qué creen? ¿Encontraré la nueva rutina esperándome? ¿O tendré que cambiarme de sexo para que me hagan caso?
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[1]: La Sonora Dinamita - Oye abre tus ojos