¡Vamos hombre! ¡Vamos! ¡Tú puedes levantar este peso! ¡Dale! ¡Dale! ¡Dos más! ¡Uno más! ¡Listo!
Muy bien. Lo estás haciendo bien, en el gimnasio. Estás cargando cada vez más peso, y al tener poco descanso, también quemas calorías. La estrategia debería funcionar.
Pero... ¿qué te pasa? ¿Que necesitas descansar algo más? Bueno, vamos, detente un rato, respira hondo.
¿Te sientes mal? Pero... tampoco es que hayamos cargado taaaanto.... o bueno, tal vez sí... a ver camina hacia la baranda, apóyate, sigue respirando hondo...
Uy, caramba, la cosa se pone seria. Tranquilo, tranquilo. Respira. Respira. No te desmayes, no quieres pasar vergüenza frente a todo el gimnasio. Sigue ahí, tranquilo.
No te preocupes. A tu izquierda está uno de los entrenadores. Si te pasa algo, seguro que estará capacitado. Respira hondo. Vamos, tampoco será muy vergonzoso decirle que te has excedido, y que necesitas asistencia. Es más, probablemente se haya dado cuenta ya, después de todo, es un entrenador.
Fíjate, te está mirando. De hecho que se ha dado cuenta. Sube la cabeza, y dile que te sientes mal.
Pero... ¿qué es esto? ¿Te está haciendo muecas? ¿Te está haciendo ojitos, y sacando la lengua? ¿Qué le pasa al entrenador? No, compadre, seguro que estás más grave de lo que pensábamos, esto debe ser una alucinación.
O... ¿tal vez no te estaba mirando a ti? ¿Qué hay a tu otro lado?
Ah. Una chica que usa copa talla C.
Vamos compadre. Respira. Da unos pasos. Salgamos de este gimnasio. Y no volvamos jamás.