Pues sí, con este, son seis veces que menciono lavadoras en este blog.
Y es que son un tema. Al mudarme con mi novia, tuve que enfrentar la dura realidad de no tener lavadora en casa, y tener que pasar los sábados en la lavandería de al frente. Lamentablemente, cerca a casa no hay lavanderías de 24 horas.
Eso estuvo bien el primer par de veces, pero luego, cuando en vez de ir a descubrir la muralla de Lima uno tiene que quedarse a ver cómo da vueltas la ropa (a menos que uno quiera reciclar calzoncillos), el tema empieza a hartar. Así que decidimos comprar una lavadora nueva.
Ahora bien, el depa de mi novia es relativamente pequeño. Y sólo hay un sitio dónde poner la lavadora: en el baño de invitados. El único problema es que, al hacer eso, no entraría una secadora, así que tuvimos que invertir, y comprar una "lavaseca," que es lavadora y secadora, todo en uno.
Esta lavaseca resultó fenomenal. Lava la ropa, la seca, la esteriliza si tiene bacterias, le quita los olores pezuñentos sin mojarla, puede darle un baño de burbujas si está estresada, y creemos que, en momentos de necesidad, es capaz de unirse a otras lavasecas y formar a Voltron, Guardián del Universo.
Anyway. La lavaseca llegó, pero no la pudimos instalar
inmediatamente. El problema de instalarla en el baño de invitados era
que teníamos dos opciones: o manteníamos la lavaseca cerrada hasta el
fin de los tiempos, o sacábamos el water del baño. Es decir, la puerta
se chocaba con el water. Ahora bien, sacar el water seguramente no le
gustaría mucho a los invitados, y lo primero no nos gustaba mucho a
nosotros, así que tuvimos que cranear un poco.
La novia
tuvo la idea de mandar a construir una plataforma sobre la cual
instalar la lavaseca. De esa manera, al abrir la puerta, no chocaría con
el water, y así todos contentos. Luego de unas semanas, llegaron los
técnicos, construyeron la plataforma, comieron espinacas, y cargaron la
máquina hasta la plataforma. Teníamos mucha expectativa.
La
primera vez que usamos la lavaseca fue un fiasco. Empezó a vibrar como
nada que habíamos visto. Se empezó a sacudir, y hacer un ruido terrible,
como si estuviera escaldada. Así que ni modo, la detuvimos, y mandamos
la ropa a la lavandería.
Ahora bien, el problema de
tener dos científicos en casa, y no dos ingenieros, es que los dos
propusimos soluciones opuestas, e inútiles, y nadie dio su brazo a
torcer. La novia insistía que había que anclar la plataforma al piso,
mientras que yo estaba seguro que había que instalar algún tipo de
amortiguamiento a los lados.
Al final, ninguna solución
habría funcionado. Pero como suele suceder, dejé que la novia ponga la
suya, y me deleité cuando la lavaseca, rebelde, destruyó la nueva
instalación.
No le digan a mi novia que he dicho esto, que me pega.
Al final del día, se abrió el cielo, bajó un ángel, y me sugirió mirar el manual. Dicho y hecho, en la sección de Troubleshooting
descubrí que, si la lavaseca se sacudía mucho, probablemente tenía aún
los "tornillos de transporte." Cuando me di vuelta para agradecerle, el
ángel ya no estaba.
Pues nada. Los técnicos no habían sacado esos tornillos. Geniales.
Dos
semanas después, otros técnicos, más apropiados, retiraron los
condenados tornillos, y ahora tenemos una lavadora funcional, recontra
silenciosa. Hasta ahora no se transforma en Voltron. Pero la verdad es
que todo bien, hasta ayer, que encontré un hueco en el pantalón del
tamaño de una moneda....
Mein Gott...