jueves, 27 de mayo de 2010
El Compañero de Oficina
Muchos de ustedes lo saben: yo atraigo a raritos.
No mencionaré a nadie de Lima, Cambridge o Valencia. Muchos saben de quiénes hablo, y muchos de ustedes se reconocerán sin tener que mencionarlos. Pero, ¿qué quiero decir con raritos? Podríamos definir un rarito como una persona que intenta socializar, pero lo hace bastante mal... al punto de alejar a aquellos con quienes quería socializar.
Como ejemplo leve pondré a un par de raritos que atraje durante el viaje que hicimos Luciano, Francisco y yo a Trieste, para una escuela de física de partículas. Ahí compartí habitación con un chico de... ya no me acuerdo, de Malasia, tal vez. Fue terrible, el niño se iba a dormir todos los días a las 7 pm, y cuando yo llegaba, dos horas después, tenía toda la habitación a oscuras. Imposible leer ni hacer nada. Pero peor, se levantaba a las 5 am, y no se le ocurría hacer mejor cosa que ponerse a cocinar en plena habitación. Yo me levantaba a las 7 am rodeado de humo, y con un olor a desayuno grasoso por todos lados.
No recuerdo ya todas las cosas que hacía este chico, pero estoy seguro que Luciano y Francisco nunca olvidarán cuando yo, idiota, les conté que una noche había ofrecido untarme su aceite oriental en las piernas. Está de más decir que no acepté a dicha oferta, aunque Luciano y Francisco puedan decirles lo contrario. Está bien la interculturalidad, pero no es pa tanto.
Pero ese es un mínimo ejemplo de rarito. En el mismo viaje se me pegó otro personaje, un poco más rarito. Un señor de Pakistán, creo, que también asistía a la escuela. Anyway, ese fin de semana decidimos visitar Venezia (no existía Porca Padova en ese entonces), recuerdo que fuimos con tres personas más de la escuela, de quienes éramos muy amigos. En el tren, apareció el señor de Pakistán, quien parece que buscaba acompañantes. No obstante, el señor de Pakistán no nos hizo ninguna conversa ni propuesta, sino que me empezó a seguir. Y hablar. Y sólo a mi. Y a aparecer en las fotos, de la nada. Era todo un acosador, y sin importar qué tanto lo intentamos... seguía apareciendo de repente en las fotos.
La verdad es que hacía tiempo que no atraía a algún rarito nuevo. Pero claro, estas cosas no duran mucho, y ahora estoy compartiendo mi oficina con uno. Llamemos a la pobre criatura de Dios con un nombre apropiado, llamemosle Joe. Seguro que él estaría de acuerdo, ya les contaré por qué.
Joe es muy amable. Es una de esas personas que te agradece TODO, se disculpa por TODO, y te pide permiso para hacer TODO. Por ejemplo, TODOS los días escucha música (con audífonos), y todos los porcos días nos pregunta si no nos molesta, nos explica que para él es importante escuchar su música, nos pregunta si podemos escucharla, que si nos molesta la apaga, que en serio, si molesta la apaga, a pesar que TODOS los porcos días le decimos que no nos molesta su condenada música del demonio y que deje de preguntarnos que nos rompe las pelotas y no permite que nos concentremos. ¡Caracho!
Disculpen, a veces me exalto.
Joe tiene una afición. Esta afición es la física. Y no sólo eso. Tiene una afición por los físicos. En particular, por Polchinski (ergo, lo llamamos Joe). Dicha afición le obliga a comentar por lo menos una vez cada porca semana lo mucho que admira a Polchinski. Se imprime fotos suyas. Y para colmo de males, dice que yo le recuerdo a Polchinski. Que mi nombre suena como el suyo, y que además tengo sus ojos.
Genial.
Por suerte, no es causa de preocupación. Joe le dice a mi otro compañero de oficina que le gusta su cuerpo. Después de eso, yo estoy contento con que sólo le gusten mis ojos.
Boh. Asumo que muchos de ustedes ya habrán categorizado a Joe, y le habrán puesto alguna etiqueta indicando su orientación sexual. De eso, ni idea. Pero de todas formas... Joe es rarito. La otra vez, estábamos los dos en la oficina, y en eso me dijo: "Yo tengo una particularidad, hay cosas que me gustan mucho, y otras que odio."
Yo respondí, "ajam....." (estaba en Facebook)
El dijo, "¿No te parece raro que tenga estas facetas?" (o algo así dijo, no le prestaba tanta atención, ya les dije que estaba en Facebook)
Supuse que me quería decir algo, y le respondí "No sé, ¿qué cosas te gustan?"
Él se puso muy serio, "No, yo te quiero contar qué cosas odio."
Uh oh. Se ponía complicada la cosa. Siguiendo mi defectuoso instinto de supervivencia, le seguí el juego "Okey, ¿qué cosas odias?"
El respondió "Odio a las mujeres."
Silencio. Sepulcral.
Me imagino a Joe en España. Si a mi me han tildado de machista por decir que generalmente los hombres comen más que las mujeres, o porque me gusta "Necesito" de Sui Generis, o porque simplemente no quiero enterarme de cómo funciona una MoonCup, me gustaría saber qué harían las europeas con este pobre ser.
Me lo imagino.
Paola lo liquidaría a manotazos.
Paula lo fulminaría con su mirada láser.
Neus lo empujaría casualmente hacia punto de colisión del LHCb.
Aurore lo induciría al suicido con su amena conversación.
Y Esther... Esther lo atacaría con un lanzallamas, le cortaría la cabeza con un hacha, haría un ritual pagano sobre sus restos, y observaría cómo lo que queda se descompone lentamente.
Pobre Joe.
Pero creo que Joe no es mala persona. Simplemente... tiene problemas. Se estresa mirando citaciones, se compara con cada científico centenario que encuentra, pierde tiempo memorizando sus notas de Kindergarten (Joe no podía creer que yo no recordara mis notas de hace cinco años), a veces a llegado a dormir en la oficina... dejándola oliendo a rayos, por cierto.
No estoy muy seguro que Joe sea feliz. Me siento un poco mal por ello, Joe necesita que alguien le enseñe qué es lo importante, y que le ayude a superar el miedo (o lo que sea) que le tiene a las mujeres. Mi otro compañero de oficina (el del buen cuerpo) y yo (el de los ojos Polchinskiescos) le decimos muchas veces que tiene que relajarse... pero no es capaz. Necesita que lo saquen a la calle, y que le hagan ver que no todo en la vida son las ecuaciones de movimiento de supercuerdas tipo Ramond-Ramond interactuando mediante términos con muchas derivadas. Hay más.
Y es un problema, porque a mí me queda un mes en Ginebra, y lo quiero aprovechar. Realmente me gustaría poder salir con Joe alguna vez al centro de Ginebra, y hacer que entienda que si sigue así llegará a los 60 años y se dará cuenta que ha desperdiciado su vida. Que entienda que las mujeres no muerden... bueno, a veces liquidan, fulminan, empujan casualmente, inducen al suicidio, atacan con lanzallamas, etc, pero incluso en esos casos con un poquito de paciencia basta. Pero sólo me queda un mes... y hay tantas otras cosas que hacer, historia que aprender, gente por conocer...
¿Ustedes qué harían con este rarito?
Labels:
Ginebra,
Interacciones Interculturales
lunes, 3 de mayo de 2010
Toy Gordo
Ok, ok, no toy gordo. Pero me siento gordo. No se preocupen, no es un ataque de anorexia (a pesar que un anoréxico seguro que diría lo mismo). Es una serie de eventos desafortunados acumulados en el tiempo.
Aparentemente, en situaciones de estrés extremo, mi metabolismo protesta. Esto lo reporté una vez en este blog, y parece que me ha vuelto a pasar. Pero déjenme contextualizar lo que les voy a contar.
Cuando ingresé a la universidad (en el siglo pasado....), estaba bastante flaco. El estirón adolescente me dejó delgado, y me duró muchos años. En la época de la maestría en la PUCP, esto empezó a cambiar. El hecho que todos los días cenaba primero en mi casa para luego cenar otra vez en la de Jessica, combinado con la falta de deporte, hizo que empezara a engordar de a poquitos. Cuando terminé la maestría, estaba pesando poco menos de 80 kilos, y no dudo que pasé esa barrera un par de veces.
Ahora bien, algunos sabrán que dos semanas antes de salir a Cambridge la gente del College me dijo que ya no podían alojarme, y que tenía que buscar otro sitio dónde vivir. A pesar que al final se arregló el asunto, mi sistema digestivo colapsó por el estrés. No se preocupen, no daré detalles, sé que tan masocas no son. Básicamente no pude comer nada sólido por esas dos semanas, y la semana siguiente mi alimentación fue bastante moderada.
Una vez llegado a Cambridge, tuve que pasar por un examen médico bastante sencillo. Entre todas las cosas que tenía que hacer, estaba pesarme. Si, sencillo dije. Anyway, al subirme a la balanza, todo Inglaterra (y tal vez il Maestro también) me escuchó gritar "¿65 kilos??????????"
Había bajado alrededor de 15 kilos en 3 semanas.
O sea, qué dieta del lagarto, ni qué dieta del lagarto. Stress is the way to go.
El siguiente año en Cambridge, y los tres en Valencia, se caracterizaron (entre otras cosas) por ser preguntado de vez en cuando por qué usaba la ropa tan suelta. Claro, al haber bajado 15 kilos, me había reducido, y ya nadie podía creer que alguna vez fui un fornido remero. Dije remero, no ramero, payasos.
En este tiempo, nunca logré subir a mi peso normal. Ok, tampoco quería llegar a 80, pero 70 - 75 kg no estarían mal. A pesar de que en Valencia terminé comiendo dos platos en el almuerzo, que es todo un sacrificio considerando lo horripilante que es la comida de la cafetería, nunca logré llegar a 70 kg.
Pos na'. El año pasado, en Diciembre, acepté que mi metabolismo había cambiado. No bajaría nunca de 65, ni subiría de 70 kg. Whatever. Como muestra de ello, cuando mi familia me preguntó qué quería en Navidad, la respuesta fue "¡Ropa que me quede!"
Sí, sí, en estos años nunca he comprado ropa. Así soy, ¿ya? ¡Quiéranme así!
Y cambié mi ropa. Al llegar a Lima, recibí un huevo de ropa nueva. Finalmente no era necesario usar cinturón, no tenía que remangarme cosas constantemente, ¡eran cosas que me quedaban!
Pero luego... vino la tesis.
Y parece que el estrés trajo un nuevo cambio de metabolismo. Porque desde que empezó la locura, el trabajar hasta las 11 pm en la oficina, y luego en casa hasta las 2 am, sin estar seguro de poder terminar, sin poder dormir bien, empecé a recuperar mi peso. En Febrero pasé la barrera de los 70 kg. Y en Marzo pasé los 75 kg. ¡Estaba volviendo a tener mi peso normal!
Por lo general esto me hubiera encantado... Tan sólo debía hacer ejercicio pa que la panza no dominara y listo. El problema es que empecé a asfixiarme.
No, no es un asfixia angustiosa debido a la ansiedad de una anorexia negada. Es una asfixia literal. ¡Ya no me quedaba la maldita ropa nueva! Los pantalones nuevos estrangulaban mis piernas, y siento que los pobres sufren cada vez que me agacho a recoger algo. Los polos nuevos prefieren que tenga los brazos horizontales al piso, y se paran trepando, mostrando el rollo al mejor estilo de Isabel. ¡Porca miseria!
(Sí, sí, tú Isabel, polaca eléctrica que siempre lees mi blog en secreto y nunca comentas)
La solución más sencilla es la de usar la ropa vieja... pero esta, debido a uno de esos impulsos reivindicadores que me vienen de vez en cuando, ya no existe. La mandé a reciclar, y probablemente la esté usando algún mendigo. Hmmm... ahora que lo pienso, esto podría explicar cierto evento desafortunado que ocurrió hace no mucho...
Pues nada. Necesito bajar de peso. Pero ya me conocen, no hay forma que me prive de comer helados, o papas fritas, o lo que sea. Mi estrategia actual es no desayunar, que es factible considerando que en Suiza se almuerza más temprano. Lamentablemente, como antes no podía subir de peso, ahora seguro que no lo podré bajar. Mi metabolismo es testarudo.
Cha mare.... nunca creí preguntar esto en mi vida, pero... ¿alguien me quiere preparar alguna ensalada? Ugh....
Aparentemente, en situaciones de estrés extremo, mi metabolismo protesta. Esto lo reporté una vez en este blog, y parece que me ha vuelto a pasar. Pero déjenme contextualizar lo que les voy a contar.
Cuando ingresé a la universidad (en el siglo pasado....), estaba bastante flaco. El estirón adolescente me dejó delgado, y me duró muchos años. En la época de la maestría en la PUCP, esto empezó a cambiar. El hecho que todos los días cenaba primero en mi casa para luego cenar otra vez en la de Jessica, combinado con la falta de deporte, hizo que empezara a engordar de a poquitos. Cuando terminé la maestría, estaba pesando poco menos de 80 kilos, y no dudo que pasé esa barrera un par de veces.
Ahora bien, algunos sabrán que dos semanas antes de salir a Cambridge la gente del College me dijo que ya no podían alojarme, y que tenía que buscar otro sitio dónde vivir. A pesar que al final se arregló el asunto, mi sistema digestivo colapsó por el estrés. No se preocupen, no daré detalles, sé que tan masocas no son. Básicamente no pude comer nada sólido por esas dos semanas, y la semana siguiente mi alimentación fue bastante moderada.
Una vez llegado a Cambridge, tuve que pasar por un examen médico bastante sencillo. Entre todas las cosas que tenía que hacer, estaba pesarme. Si, sencillo dije. Anyway, al subirme a la balanza, todo Inglaterra (y tal vez il Maestro también) me escuchó gritar "¿65 kilos??????????"
Había bajado alrededor de 15 kilos en 3 semanas.
O sea, qué dieta del lagarto, ni qué dieta del lagarto. Stress is the way to go.
El siguiente año en Cambridge, y los tres en Valencia, se caracterizaron (entre otras cosas) por ser preguntado de vez en cuando por qué usaba la ropa tan suelta. Claro, al haber bajado 15 kilos, me había reducido, y ya nadie podía creer que alguna vez fui un fornido remero. Dije remero, no ramero, payasos.
En este tiempo, nunca logré subir a mi peso normal. Ok, tampoco quería llegar a 80, pero 70 - 75 kg no estarían mal. A pesar de que en Valencia terminé comiendo dos platos en el almuerzo, que es todo un sacrificio considerando lo horripilante que es la comida de la cafetería, nunca logré llegar a 70 kg.
Pos na'. El año pasado, en Diciembre, acepté que mi metabolismo había cambiado. No bajaría nunca de 65, ni subiría de 70 kg. Whatever. Como muestra de ello, cuando mi familia me preguntó qué quería en Navidad, la respuesta fue "¡Ropa que me quede!"
Sí, sí, en estos años nunca he comprado ropa. Así soy, ¿ya? ¡Quiéranme así!
Y cambié mi ropa. Al llegar a Lima, recibí un huevo de ropa nueva. Finalmente no era necesario usar cinturón, no tenía que remangarme cosas constantemente, ¡eran cosas que me quedaban!
Pero luego... vino la tesis.
Y parece que el estrés trajo un nuevo cambio de metabolismo. Porque desde que empezó la locura, el trabajar hasta las 11 pm en la oficina, y luego en casa hasta las 2 am, sin estar seguro de poder terminar, sin poder dormir bien, empecé a recuperar mi peso. En Febrero pasé la barrera de los 70 kg. Y en Marzo pasé los 75 kg. ¡Estaba volviendo a tener mi peso normal!
Por lo general esto me hubiera encantado... Tan sólo debía hacer ejercicio pa que la panza no dominara y listo. El problema es que empecé a asfixiarme.
No, no es un asfixia angustiosa debido a la ansiedad de una anorexia negada. Es una asfixia literal. ¡Ya no me quedaba la maldita ropa nueva! Los pantalones nuevos estrangulaban mis piernas, y siento que los pobres sufren cada vez que me agacho a recoger algo. Los polos nuevos prefieren que tenga los brazos horizontales al piso, y se paran trepando, mostrando el rollo al mejor estilo de Isabel. ¡Porca miseria!
(Sí, sí, tú Isabel, polaca eléctrica que siempre lees mi blog en secreto y nunca comentas)
La solución más sencilla es la de usar la ropa vieja... pero esta, debido a uno de esos impulsos reivindicadores que me vienen de vez en cuando, ya no existe. La mandé a reciclar, y probablemente la esté usando algún mendigo. Hmmm... ahora que lo pienso, esto podría explicar cierto evento desafortunado que ocurrió hace no mucho...
Pues nada. Necesito bajar de peso. Pero ya me conocen, no hay forma que me prive de comer helados, o papas fritas, o lo que sea. Mi estrategia actual es no desayunar, que es factible considerando que en Suiza se almuerza más temprano. Lamentablemente, como antes no podía subir de peso, ahora seguro que no lo podré bajar. Mi metabolismo es testarudo.
Cha mare.... nunca creí preguntar esto en mi vida, pero... ¿alguien me quiere preparar alguna ensalada? Ugh....
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