Creo que se está volviendo costumbre escribir de algo serio por lo menos una vez al año. Esta vez no intentaré evitarlo, pero les prometo que por lo menos no los torturaré con mis crisis amorosas, como la última vez.
Supongo que se habrán dado cuenta que yo, además de ser físico, peruano, medio pavo, inepto combinando colores, y demás, también tengo alguna tendencia religiosa. Varias personas alguna vez me han preguntado cómo puedo ser físico y no ser ateo al mismo tiempo, y bueno, a estos les respondo generalmente que no entienden qué significa la religión. Pero no quiero entrar en esta discusión en este momento, sino más bien contarles un poco de mi evolución religiosa.
En mi casa en Perú nunca hubo un ambiente muy religioso. Mi padre es anglicano / pagano, y mi madre no es muy religiosa que digamos (a excepción de cuando hay matrimonios). Para el terror de mi abuela, ni mi hermano ni yo fuimos bautizados al nacer, y a pesar que amenazó que si nos moríamos terminaríamos en el limbo, mi madre nunca atracó.
No estoy seguro, pero creo que mi primera experiencia real en la Iglesia fue luego de que a mi abuela le diera el derrame. Al desarrollar mi abuela dificultades para caminar, mi madre me envió a mi de apoyo. Así, terminé yendo los domingos a la parroquia María Reina, como bastón, mientras veía a la gente arrodillarse, rezar, confesarse, etc.
Muchos años después, basé toda mi experiencia religiosa en lo que enseñaban los padres Eduardo Arens (María Reina), y Lucho Cordero (Carmelitas). Quienes los han escuchado sabrán que ambos dan (o por lo menos daban) sermones de alta calidad. Según yo, el primero se concentraba en la experiencia religiosa como un hecho racional (¡actúa!), mientras que el segundo la enfocaba más por el lado humano (¡siente!). Ambos, por supuesto, con argumentos históricos y la debida contextualización. En Lima, siempre encontré mi equilibrio espiritual en ellos, y sentía que evolucionaba de una manera u otra.
Esto cambió cuando dejé el Perú. En Inglaterra, España e Italia me topé con los sermones más superficiales que había escuchado en mi vida, concentrados más en la tradición que en la vida diaria. En los primeros dos países me salvé por un pelo, en Cambridge me rescató mi amiga Chris, quién me llevó al Fischer House, una comunidad pequeña, pero muy reflexiva y analítica. En Valencia, encontré una parroquia a la que asistía toda la comunidad ecuatoriana, provista de un sacerdote muy humano.
No obstante, no puedo decir que no haya pasado por varias crisis. Me encontré constantemente en desacuerdo por las políticas de la Iglesia, ya sea en los temas de sexualidad como en los de austeridad. Vamos, siempre he estado convencido de que, a pesar de tener la cabeza media podrida, la Iglesia también tiene un cuerpo activo que hace buenas obras. Un cuerpo escondido, por supuesto, ya que esto generalmente no hace noticia. Pero la podredumbre de la cabeza no me dejaba tranquilo.
Esta crisis llegó a un máximo durante el escándalo de los abusos a menores, y la muy pobre respuesta de la Iglesia a todo este rollo. Esto, junto con la lamentable acción del papanatas de nuestro cardenal al intentar apoderarse de la PUCP, causó que me alejara de la Iglesia por más de un año.
Claro, el no ir a la Iglesia tampoco me dejaba tranquilo, ya que para mi escuchar los sermones siempre ha sido una motivación para evolucionar como persona. Al alejarme de la Iglesia Católica, empecé a mirar otras opciones.
Acá en Ginebra, al hablar con La Finlandesa Particular, me enteré de la existencia de una comunidad protestante Luterana. Me dije ¡qué demonios!, y decidí ir.
Tengo que admitir que casi salgo corriendo después de los primeros diez minutos. Al empezar la misa, apareció un hombre vestido de blanco, caminando como si fuera el Rey de España, y llevando a cabo la primera lectura haciéndose pasar por Abraham. Me hizo recordar las Iglesia de Gokú, o la de Sonic The Hedgehog.
Pero me quedé. Y por suerte lo hice. Descubrí que esta cosa rara realmente era una parte inicial dirigida a los niños, y que luego se llevaban a los critters a otro cuarto y empezaban con la cosa seria.
Grande fue mi sorpresa al no encontrar un sacerdote, sino una pastora. Más grande fue mi sorpresa al enterarme que no sólo estaba casada, ¡sino que estaba casada con un peruano! ¡Genial! ¡Y además, toca las maracas!
Ok, ok, los que han visto el video, sé que lo que toca no son maracas, pero suena gracioso, ¿ya?
Anyway, descubrí así que esta comunidad Luterana no cargaba consigo con todo el lastre que sí carga la Iglesia Católica. Para darles un ejemplo, descubrí que la pastora había celebrado una boda gay el año anterior, cosa completamente inconcebible en Roma. Encontré también una mezcla del sermón de Arens y de Cordero, una mezcla entre racionalidad y espiritualidad, basada en una contextualización apropiada de lo leído. Aún estoy comprendiendo cómo funciona la comunidad en sí, pero les puedo decir que el cheesecake que hacen después de la ceremonia es motivo suficiente como para querer quedarse y enterarse más.
Así que lo haré.
Ojo, con esto no quiero impulsarlos a moverse a la Iglesia Luterana más cercana. Aparentemente esta Iglesia es muy democrática, y cada comunidad tiene su propia forma de vivir su espiritualidad. Por ejemplo, la misma pastora me dijo que la Iglesia Luterana en África no está haciendo las cosas muy bien. Pero por lo menos esta es chévere, y estoy seguro que me quedaré ahi durante toda mi estancia en Ginebra.
Eso sí, protestaré. Apenas regrese a Lima iniciaré los trámites para mi retiro político de la Iglesia Católica. No sé qué será, apostasía, herejía, qué sé yo, pero por lo menos quiero que se sepa que no estoy de acuerdo en cómo lleva la Iglesia estos temas, y que prefiero estar en comunidades que me dan lo mismo (o más), que actúan de forma similar, pero que no tienen ningún lastre discriminador.
He dicho.