lunes, 25 de mayo de 2015

Pollo a la Toalla

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Antes de re-encontrarnos en Lima, la última vez que vi a L'amica Italiana fue en Termini. No recuerdo muy bien qué ocurrió, creo que yo tenía algo suyo, y ella vino a buscarlo a la estación de tren. La cosa es que ella llegó tarde, y prácticamente se lo di por la ventanilla breves segundos antes de que partiera el tren.

Una semana más tarde, me enteré que ella había regresado a Lima. Se suponía que sería un viaje breve, pero no la volví a ver.

Habiendo regresado yo también a Lima, decidí re-conectar. Le escribí un mensaje vía Facebook, y la invité a cenar, para chismear nuestras vidas luego de más de tres años de no vernos. El plato: pollo a la mostaza.

Ese día, llegué a casa temprano. Revisé mi correo, L'amica Italiana avisó que llegaría a las 9:00 pm. Perfecto. Me daba tiempo de ir a La Casa de la Toalla, que necesitaba comprar toallas nuevas. La gente muy amable, me sugirieron toallas buenas, y me dijeron "Antes de usarlas, hay que sacudirlas. Y luego lavarlas." Por supuesto, siempre he lavado las toallas antes de usarlas, pero esto de sacudirlas no lo había tomado en cuenta nunca. Bueno pues.

Llegué a casa, y alisté todo. ¿Cebolla? Check. ¿Mostaza? Check. ¿Champiñones? Check. ¿Crema de leche? Check. ¿Pollo? Congelado.

'Cha mare.

Vamos, ya no soy tan bestia como antes (la palabra clave aquí es "tan"), efectivamente había sacado el pollo del freezer, pero no se había llegado a descongelar. Y a pesar de haber alguna vez comido toriwasa (sashimi de pollo crudo), siempre he tenido un trauma con la salmonella debido al pollo mal descongelado (ya se habrán dado cuenta que la cantidad de traumas que enfrento diariamente es bastante elevada).

El procedimiento era de sumergir el pollo en agua mientras preparaba el resto del plato, y si fuera necesario meterlo en el microondas. Chévere. El pollo en principio venía envasado al vacío, así que nada, a sumergirlo.

Antes de continuar, recordé las toallas. Las sacudí en la cocina, y madre mía, botaron bastante pelusa. Buena voz, la de la vendedora. Metí las toallas a la lavadora, barrí la pelusa, y regresé al plato. Multitasking total.

Pos nada, corté la cebolla, y la freí en mantequilla. Mientras tanto, saqué los champiñones para lavarlos, y noté que habían vencido el día anterior.

Porca miseria...

Hmmm... ¿cómo reconocer si los champiñones están en buen estado? Recordé haber leído alguna vez que había que tocarlos, a ver si estaban pegajosos (en internet decía slimy). Los miré, y noté que estaban suaves, aparentemente la humedad se había condensado dentro del paquete... y por supuesto se sentían pegajosos. Pero... ¿estaban realmente mal? No lo parecían, y seguramente era sólo agua... pero ¿y si envenenaba a L'amica Italiana? Ni de a balas, qué roche...

Pero el pollo con mostaza no tiene gracia sin los champiñones. Así que caballero, a encender una velita, y esperar lo mejor.

Listo, a freír los champiñones, y ver qué onda con el pollo. Por supuesto, seguía congelado. Y por supuesto, el envase no estaba al vacío, y ahora estaba inundado de agua.

Cha mare.

¿Y esto qué significa? ¿Podía seguir adelante? ¿O el riesgo de salmonella era ya muy alto? ¿O daría igual, porque nos moriríamos de todas formas envenenados por los champiñones? ¿Qué hacer?

Pues supuse que la salmonella era seguramente una bacteria, así que si metía el pollo en el microondas, asunto arreglado. Otra cosa serían los champiñones, que emitirían toxinas, y eso no lo arregla nada, pero vamos, estos ya estaban mezclados con las cebollas y no los iba a sacar. Así que nada, el pollo al microondas, a descongelar al 100%, y con suerte se moría toda la salmonella.

Chévere.

http://es.wikipedia.org/wiki/Salmonella_typhimurium

Ya. Cierto, las toallas. A sacarlas de la lavadora. Abrí la máquina... y tenía pelusa por todos lados. Mare meua... A ver, mi lavadora no tiene el filtro muy limpio, y siempre llena toda la ropa de pelusa, ¿pero esto? Y lo peor, las toallas ahora estaban llenas de pelusas mutuas, es decir, la toalla verde tenía pelusa de la toalla azul, la azul pelusa de la gris, y así.

Sin pensarlo, lancé las toallas a la secadora, lancé el pollo a la sartén (por suerte no me confundí) y mientras el pollo se freía, limpié la pelusa de la lavadora.

Multitasking, pe.

Okey. L'amica Italiana llegaría en cualquier momento, y no debía ver este desastre. ¿Listo el pollo? Okey, añadir la cebolla y los champiñones. Cinco, cuatro, tres, dos, uno... okey, el vaso con agua, que hierva... listo, ahora, a añadir...

Y fue entonces que vi la secadora. Más bien, vi el filtro en la puerta de la secadora, tenía una bola de pelusa de proporciones alarmantes. Detuve el secado, saqué el filtro, lo limpié, seguramente llené el plato con pelusas microscópicas, lo devolví a la sartén, digo, a la secadora, y a reiniciar el secado.

¿Y el pollo? Chesu, el agua ya estaba hirviendo, había que añadir la crema de leche. Okey, ahora la mostaza... pero, ¿no debería haber llegado ya L'amica Italiana? A chequear Facebook un momento...

Genial, llegaría 15 minutos tarde. Regresé al pollo, por supuesto, la crema de leche había hervido, y se había desparramado sobre toda la cocina. ¡A bajar la temperatura! ¡Añadir la mostaza! ¡Y la sal, carambas, la sal! ¡Y preparar el puré de papas!

En resumen, ¿qué tenía al frente?

Un pollo con salmonella, mezclado con cebollas, champiñones tóxicos, crema de leche, pelusa de toalla microscópica y mostaza. Y un puré de caja hecho a la velocidad de la luz.

Obviamente no le conté nada de esto a L'amica Italiana. Pero por breves momentos consideré pedir pizza.

Y ¿adivinen qué? Estaba requete-bueno. Con toalla y todo. Y no nos morimos... aún.

A ver si pa la próxima decido planchar la ropa al mismo tiempo, a ver si sale aún mejor.

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