Bueno, estamos en esa terrible temporada del año en que me dan chucaques cada vez que escucho la música en las tiendas. Por lo general, comparto la labor de quejarme de Navidad con Claudia, pero esta vez, lamentablemente, me ha decepcionado, y ha decidido no expresar su sentimiento grinch plenamente.
Así que nada. Este año tendré que llevar a cabo la labor de expulsar energías negativas yo solo. Doble chamba, cha mare. ¿Y cómo hacerlo? Pos na, les voy a contar una historia de terror.
No, no se preocupen. No diré nada de Cipriani. Tan malo no soy. Esta vez, hablaré de mis terribles enemigos, las arañas. Sí, yo sé que muchos de ustedes le tienen pánico a estos bichos del mal. Es entendible. Son seres crueles y malvados. Permítanme contarles mis experiencia con ellas, y cómo poco a poco fui transformando el terror en profundo respeto. Pero ambientemos el asunto, pongamos un poco de musiquita apropiada: cliquea acá pe.
Mi teoría es que la mala relación con las arañas fue iniciada por mi madre. Aparentemente, en mi infancia yo me resistí tajantemente a dejar el biberón. Mis padres intentaron lo imposible, me servían chocolate caliente en taza mientras me ponían las hierbas del doctor Pun en el biberón, y aún así yo insistía. No dejaba el biberón por nada. Un día, todos los biberones de mi casa desaparecieron, y al yo preguntar dónde estaban, mi madre respondió: "Se los llevaron las arañas."
Desde ese momento las odié. No sé cómo, pero las arañas hicieron una gran labor. Treinta años después, todavía no encuentro los biberones.
De ahí, la relación poco a poco fue transformándose en una de pánico. La cúspide de este temor ocurrió hace ya muchos años. Me encontraba yo a punto de ducharme, cuando encontré un pescadito en la ducha. Al ser yo buena gente, decidí que en vez de matarlo sería mejor capturarlo y botarlo por la ventana. Agarré mi toalla, me cubrí con ella, agarré papel higiénico, e intenté atrapar al bicho con él.
En eso, mientras estaba arrodillado pensando en cómo capturarlo, miré hacia abajo. Y ahí, encima de mi toalla, justo en la zona donde se encuentran las joyas de la familia, la vi. Era una araña inmensa. Mirándome.
Deben haber pasado dos segundos, pero parecieron mil años. Emití el grito más masculino que podía emitir en esa época (ahora lo hago mejor), y con ello la toalla voló por los cielos. Salté hacia mis zapatillas de levantar, rodé por los suelos (ok, tal vez no), y aplasté a la condenada araña mientras ella salía por debajo de la toalla. Le di como cuarenta veces. Miré al pescadito, grité "¡Tú eres su cómplice!" y en un acto irracional maté al otro bicho también. Cuarenta veces, también.
No quiero imaginar lo que hubiera pasado si me hubiera puesto la toalla al revés. De haberlo hecho, seguramente ahora no podría dar gritos tan masculinos como los de hoy en día.
Anyway. Los caminos de la vida me obligaron a controlar el temor. Esto empezó en Cambridge, en la segunda casa donde viví, que era un desastre. Una característica de esta casa era que estaba habitada por mi, seis chinos, y como mil doscientas arañas. La mayoría de estas vivía en el baño, colgadas del techo. No se imaginan lo que era. Lo peor es que cuando uno tomaba una ducha en ese baño, las arañas se atontaban, y empezaban a descolgarse de su telaraña. Nefasto.
Entenderán entonces que me vi obligado a controlar el temor. Era eso o no me duchaba. Así que poco a poco, respirando profundo, empecé a ver estos seres como "posibles amenazas," en vez de "amenazas seguras." Confíen en mi, hay una gran diferencia.
La cosa evolucionó favorablemente, al punto que hace un par de meses permití que dos arañas se asentaran en mi habitación. Yo había dejado la ventana abierta, y al regresar encontré estas dos arañas pequeñas haciendo su telaraña, muy próximas una de la otra. Lo pensé un poco, y me di cuenta que últimamente habían habido un par de zancudos en mi habitación, así que decidí dejar a las arañas ayudarme con el asunto.
Esta simbiosis funcionó por un tiempo. Los zancudos fueron devorados por las dos arañas, y tuvimos una época de gran amistad. Vamos, hasta les puse nombre: Peter y Parker.
Por desgracia, la relación con mis nuevos compañeros de habitación deterioró rápidamente. La vaina es que no tengo infinitos mosquitos en mi habitación, así que las arañas aparentemente empezaron a pasar hambre. En particular, no había visto a Parker capturar ningún mosquito en un buen tiempo, y me empezó a preocupar su salud.
Parece que no fui el único en notar el estado debilitado del pobre Parker. Un día, regresé del trabajo y Parker había desaparecido. En cambio, Peter se aferraba a cierto bulto de telaraña. Casi lo vi relamerse. Espantado, entendí lo que había ocurrido. Estaba a punto de recriminar a Peter, pero una mirada suya de "tú podrías ser el siguiente" me detuvo. Estaba en problemas.
Decidí acabar con Peter, y aspirarlo. No obstante, parece que Peter había pactado algo con las chicas de la limpieza, y no encontré las aspiradoras por ningún sitio. El pacto era claro, ya que cada vez que ellas limpiaban mi habitación, dejaban al malvado Peter en paz, permitiéndole expandir su dominio libremente.
Un día, me armé de valor. Me tomé un par de shots en la cocina, y subí a mi habitación, con una zapatilla en la mano. Esta vez sería él o yo. Tomé la perilla de la puerta, y la dejé abrirse. En la habitación, todo era silencio. Apreté la zapatilla, y di un paso al frente. Otro paso. Uno más. Levanté la mirada hacia el dominio de Peter... y no vi nada. Peter no estaba.
Nunca supe qué pasó. No sé si Peter adivinó mis intenciones y decidió escapar, o si las chicas de la limpieza finalmente se dieron cuenta que hacer pactos con arañas no era realmente una buena idea, o si Peter había fracasado en algún negocio con la mafia albanesa. En todo caso, Peter había desaparecido.
Un mes después, otra araña ocupó el espacio de Peter. Estuve a punto de llamarla Eddie, pero no pude. No frieguen, era peluda, debía irse. Esta vez, fui implacable. Cuarenta veces. Dai.
Anyway, si no les pareció suficiente terror para un post, chequeen este video, y listo. Tendrán pesadillas por tres meses. Al resto, pues que la noche os sea propicia, y que tengan un genial Año Nuevo. Será hasta pronto.
viernes, 28 de diciembre de 2012
martes, 6 de noviembre de 2012
Catando Vino
Bueno, ahora que saben que soy medio snob en algunas cosas, quería compartir con ustedes mi último descubrimiento. He logrado descifrar cómo aprovechar al máximo las catas de vinos.
¡Alto! ¡No cierren esa ventana! ¡No cambien de página web! ¡Recuerden qué tipo de blog están leyendo! Acá en ningún momento les voy a contar cómo apreciar un buen vino. En ningún momento intentaré convencerles de seguir la técnica del mover - contrastar color - olfatear - saborear - enjuagar la boca - escupir. Tampoco les daré detalles de cómo describir los vinos, y en ningún momento usaré adjetivos raros.
Supongo que me preguntarán: ¿entonces qué cazzo nos vas a decir? ¿Y por qué demonios le das tanta vuelta al asunto?
Y yo les responderé: parece que se han olvidado qué blog están leyendo.
Okey, vamos al punto. Resulta que acá en Ginebra es muy común encontrar eventos en donde uno puede probar vino completamente gratis. Sí. En Ginebra, sí. Sí, acá, donde un cocoroco te cuesta 40 francos, el vino es gratis, sí. Ya, sé que no tiene sentido, pero esta pela no la escribí yo, ¿ya?
Anyway. Regresemos al punto. Vino gratis. En Ginebra.
Ahora, el detalle es el siguiente. En principio, estos eventos tienen como objetivo que uno pruebe mil tipos de vino. Con esto, los asistentes deben tomar lo suficiente como para terminar ligeramente borrachos, como para llegar a pensar que sería una buena idea comprar una botella, de esas que no son gratis. Pero claro, el vino debe ser dado en cantidades justas, de forma que la empresa que organiza el evento no se vaya a la quiebra. Además, el target debe ser aquella persona que tenga pinta de llegar a comprar una botella, y no aquella persona que termine devolviendo el vino al llegar a casa. Al primero, se le da todo lo que quiere. Al segundo, por compromiso nomas. Es una estrategia muy delicada.
Entonces, ¿qué hacer si uno no tiene un real como para comprar una botella, pero aún así quiere probar la mayor cantidad de vino posible? ¿Cómo aprovecharse al máximo de la empresa ingenua, que pensó que lograría hacer algo de dinero? Mis estimados, para esto existe una técnica infalible, llamada: la finta.
Lamentablemente, para llevar a cabo la finta al 100%, es necesario saber un poquito de vino. No es crucial ser un crack, pero sí saber que primero viene el blanco, luego el rosé, de ahí el tinto, y finalmente el dulce. Y ya está. Con esto basta.
Pero, ¿en qué consiste la finta? Elemental, mis estimados. El objetivo es dar a entender a la persona que sirve (llamémosle Pierre) que uno no sabe mucho, pero que está interesado en aprender sobre los distintos tipos de vinos que se ofrecen. Pierre, que no está muy contento con su vida y no tiene esperanzas en el ser humano, pensará que este interés en conocer vinos es realmente un intento de hacerse el papirriqui frente a alguien (que sea esto cierto no tiene nada que ver con lo que les cuento, eh). Afortunadamente, a Pierre no le importa un comino que uno se quiera hacer el papirriqui, y tenderá a servir más vino de lo normal, de forma que el asistente se emborrache, se emocione, y compre más de una botella. Claro, mientras más botellas uno lleve, más oportunidades de hacerse el papirriqui frente a los amigos, ¿no? ¡Tiene sentido!
Bueno, en mi mundo tiene sentido, no joroben.
Ahora, como les dije, hay que dar la impresión que algo se sabe de vinos. Es un asunto muy delicado, y requiere de mucho auto-control. Por ejemplo, llegar a donde Pierre, y decirle: "Hola, acabo de llegar, quiero empezar con algo suave. ¿Qué vino blanco tienes, que sea bueno para el inicio?"
Pierre lo mirará a uno por encima de su nariz, y servirá, qué sé yo, un Chasselas. Sí, ese que sabe a agua, no se preocupen, es el primero, y servirá poquito.
Luego, hay que cambiar. Buscar a Jacques, decirle "Buenas, mira, recién estoy empezando. Escogí un Chasselas para comenzar, y no sé con qué seguir. ¿Qué me recomiendas?"
Es muy importante que Pierre está muy lejos en ese momento. Jacques, que es más buena gente, servirá un Riesling. Y dará un poquito más de lo normal, porque le has caído bien.
Y así. Seguir cambiando, ir donde Marie y conseguir que te sirva un Pinot Blanc, luego otra vez donde Pierre, qué tal Pierre, por qué no me das un Silvaner, hola Amélie, creo que ya es hora de pasar al rosé, uy, un Gamay, qué wena, digo, buena idea, habla Jacques, a los años, ¿me das un poco más del Gamay rosé? Chesu, 'ta que, 'ta weno el Gamay, ¡Pierre! ¿Adónde 'tabas, Pierre? ¿Otro rosé? ¿Cómo se llama? No, ya, no importa, no me woy acordar de todas maneras (hic). ¿Dónde 'ta Jacques? ¡Jacques! Pos ke kieo un po' más d'ese vino wenazo, cha que (hic), cha que (hic), no, mejó un tinto oe, dame un Montepulciano (hic), ese del abuso... Amélie, mira (hic), dame má tinto pe, uno de Bordeaux, pa akodarme de la Oddity, ¿ta ke no konoces a la Oddity? Es una amigaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaza, oe (hic), que venía de... de... (hic).... ¿de ónde venía la Oddity? Ya, no importa (hic), dame el Bordeaux nomá... ¡Aguanta Pierre! ¡No te escapes! Mira, la Oddity venía de... ¡de Bordeaux!!!!! Ahhhhh ja ja ja ja ja.....
Es crucial resignarse y saber que nunca se llega al vino dulce.
¡Alto! ¡No cierren esa ventana! ¡No cambien de página web! ¡Recuerden qué tipo de blog están leyendo! Acá en ningún momento les voy a contar cómo apreciar un buen vino. En ningún momento intentaré convencerles de seguir la técnica del mover - contrastar color - olfatear - saborear - enjuagar la boca - escupir. Tampoco les daré detalles de cómo describir los vinos, y en ningún momento usaré adjetivos raros.
Supongo que me preguntarán: ¿entonces qué cazzo nos vas a decir? ¿Y por qué demonios le das tanta vuelta al asunto?
Y yo les responderé: parece que se han olvidado qué blog están leyendo.
Okey, vamos al punto. Resulta que acá en Ginebra es muy común encontrar eventos en donde uno puede probar vino completamente gratis. Sí. En Ginebra, sí. Sí, acá, donde un cocoroco te cuesta 40 francos, el vino es gratis, sí. Ya, sé que no tiene sentido, pero esta pela no la escribí yo, ¿ya?
Anyway. Regresemos al punto. Vino gratis. En Ginebra.
Ahora, el detalle es el siguiente. En principio, estos eventos tienen como objetivo que uno pruebe mil tipos de vino. Con esto, los asistentes deben tomar lo suficiente como para terminar ligeramente borrachos, como para llegar a pensar que sería una buena idea comprar una botella, de esas que no son gratis. Pero claro, el vino debe ser dado en cantidades justas, de forma que la empresa que organiza el evento no se vaya a la quiebra. Además, el target debe ser aquella persona que tenga pinta de llegar a comprar una botella, y no aquella persona que termine devolviendo el vino al llegar a casa. Al primero, se le da todo lo que quiere. Al segundo, por compromiso nomas. Es una estrategia muy delicada.
Entonces, ¿qué hacer si uno no tiene un real como para comprar una botella, pero aún así quiere probar la mayor cantidad de vino posible? ¿Cómo aprovecharse al máximo de la empresa ingenua, que pensó que lograría hacer algo de dinero? Mis estimados, para esto existe una técnica infalible, llamada: la finta.
Lamentablemente, para llevar a cabo la finta al 100%, es necesario saber un poquito de vino. No es crucial ser un crack, pero sí saber que primero viene el blanco, luego el rosé, de ahí el tinto, y finalmente el dulce. Y ya está. Con esto basta.
Pero, ¿en qué consiste la finta? Elemental, mis estimados. El objetivo es dar a entender a la persona que sirve (llamémosle Pierre) que uno no sabe mucho, pero que está interesado en aprender sobre los distintos tipos de vinos que se ofrecen. Pierre, que no está muy contento con su vida y no tiene esperanzas en el ser humano, pensará que este interés en conocer vinos es realmente un intento de hacerse el papirriqui frente a alguien (que sea esto cierto no tiene nada que ver con lo que les cuento, eh). Afortunadamente, a Pierre no le importa un comino que uno se quiera hacer el papirriqui, y tenderá a servir más vino de lo normal, de forma que el asistente se emborrache, se emocione, y compre más de una botella. Claro, mientras más botellas uno lleve, más oportunidades de hacerse el papirriqui frente a los amigos, ¿no? ¡Tiene sentido!
Bueno, en mi mundo tiene sentido, no joroben.
Ahora, como les dije, hay que dar la impresión que algo se sabe de vinos. Es un asunto muy delicado, y requiere de mucho auto-control. Por ejemplo, llegar a donde Pierre, y decirle: "Hola, acabo de llegar, quiero empezar con algo suave. ¿Qué vino blanco tienes, que sea bueno para el inicio?"
Pierre lo mirará a uno por encima de su nariz, y servirá, qué sé yo, un Chasselas. Sí, ese que sabe a agua, no se preocupen, es el primero, y servirá poquito.
Luego, hay que cambiar. Buscar a Jacques, decirle "Buenas, mira, recién estoy empezando. Escogí un Chasselas para comenzar, y no sé con qué seguir. ¿Qué me recomiendas?"
Es muy importante que Pierre está muy lejos en ese momento. Jacques, que es más buena gente, servirá un Riesling. Y dará un poquito más de lo normal, porque le has caído bien.
Y así. Seguir cambiando, ir donde Marie y conseguir que te sirva un Pinot Blanc, luego otra vez donde Pierre, qué tal Pierre, por qué no me das un Silvaner, hola Amélie, creo que ya es hora de pasar al rosé, uy, un Gamay, qué wena, digo, buena idea, habla Jacques, a los años, ¿me das un poco más del Gamay rosé? Chesu, 'ta que, 'ta weno el Gamay, ¡Pierre! ¿Adónde 'tabas, Pierre? ¿Otro rosé? ¿Cómo se llama? No, ya, no importa, no me woy acordar de todas maneras (hic). ¿Dónde 'ta Jacques? ¡Jacques! Pos ke kieo un po' más d'ese vino wenazo, cha que (hic), cha que (hic), no, mejó un tinto oe, dame un Montepulciano (hic), ese del abuso... Amélie, mira (hic), dame má tinto pe, uno de Bordeaux, pa akodarme de la Oddity, ¿ta ke no konoces a la Oddity? Es una amigaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaza, oe (hic), que venía de... de... (hic).... ¿de ónde venía la Oddity? Ya, no importa (hic), dame el Bordeaux nomá... ¡Aguanta Pierre! ¡No te escapes! Mira, la Oddity venía de... ¡de Bordeaux!!!!! Ahhhhh ja ja ja ja ja.....
Es crucial resignarse y saber que nunca se llega al vino dulce.
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martes, 16 de octubre de 2012
El Viaje con La Guapa
Primer extracto de un mensaje de La Guapa
Te acuerdas que cuando te conté de mis planes macabros de viaje por el mundo me preguntaste y por qué no Europa? Pues se está maquinando una posibilidad de que esté por allá en octubre, so there you go!
Segundo extracto de un mensaje de La Guapa
Supongo que tendré que estar esa primera semana de octubre en BCN pero no sé si irme la anterior o la siguiente a pasear por el mundo. (...) Y obvio, sería brutal que me des el encuentro en algún punto!!
Este es un buen ejemplo de una oferta que uno no puede rechazar. Uno puede imaginar pocas cosas más chéveres que un viaje por Europa con La Guapa. Por supuesto que me apunté.
Ahora, claro, ustedes saben bien que yo soy una bestia profesional. Luego del viaje, me considero realmente afortunado que La Guapa, además de guapa, sea buena gente, y que no me haya dejado botado en algún río con mi equipaje.
Pero vayamos por partes. ¿Dónde comienza mi bestialidad? Por supuesto, en el itinerario. En vez de proponer ciudades que conozco bien, de forma que pudiera demostrar mi know-how y sofisticación por estos lares, se me ocurrió una ruta que no sólo no conocía, sino que involucraba los idiomas más raros con los que me he topado en esta vida. Una invitación total al desastre: posibilidad de confusiones, extravíos, estafas y demás cosas que no ocurrieron gracias sólo a la Gracia Infinita. Ok, que no ocurrieron de forma grave, al menos.
Entonces claro, en vez de sugerir Roma - Firenze - Padova - Venezia, o Barcelona - Valencia - Córdoba - Sevilla, o incluso Frankfurt - Würzburg - Nurenberg - Munich, se me ocurre decir Berlín - Praga - Viena - Budapest. No, estoy de acuerdo, la ruta es bravaza, pero claro, de estas ciudades sólo he estado brevemente en Berlín, y parte de la idea era la de darle a La Guapa una buena impresión de mis siete años por acá. Además, había que ver cómo se manejaba uno hablando checo o húngaro, o cambiando de euros a coronas a euros a florines. Mein Gott, bestia total.
Pues nada. El encuentro en Berlín salió bien, el hotel fue espectacular y los primeros dos días fueron bastante agradables, con mucha caminata y conversación interesante. Mi gran metida de pata fue el tercer día, en el que llegamos a Alexanderplatz a la hora del almuerzo, y descubrimos que había un restaurante armado con toda la pinta del Oktoberfest. Yo, evidentemente, no pude con mi genio, y al ver los colores bávaros, no me pude aguantar y convencí a La Guapa de almorzar ahí.
¿Y qué cosa pedí? ¿Qué cosa podía poner en evidencia mi know-how y sofisticación, de modo que La Guapa se quede ultra impresionada de este pobre físico incapaz de combinar colores? Por supuesto, pedí un Weisswurst.
Pa los que no lo saben, un Weisswurst es una salchicha blanca bastante típica de Munich, que se come tradicionalmente en el desayuno. El sabor es bastante bueno, la verdad es que el único problema del Weisswurst es el modo típico de comerlo. Porque no, no se come simplemente con tenedor y cuchillo. Si uno tiene know-how y sofisticación, lo que uno hace es cortar un extremo de la salchicha y sorber todo el contenido, dejando la piel de la salchicha al lado del plato. Sí, lo sé, no es absolutamente charming, pero yo ya les dije que soy una bestia. Nada mejor para impresionar a una chica que sorber una salchicha frente a ella, dejando por ahí la piel (aún con forma de salchicha) con restos de color blanco. No les digo qué imagen daba, ya que este blog es para todas las edades.
Pero bueno, La Guapa, además de guapa, no es gourmet, y me dio otra oportunidad.
De Berlín nos dirigimos a Praga, en un viaje de cinco horas. Y en ese viaje vino mi siguiente bestialidad. A pesar de que todo el mundo me dijera que de ninguna manera le hablara de física, pues yo no pude con mi genio. Y no sólo le conté de la composición en partículas de la materia y sus interacciones, sino que le conté del Higgs, de las tres familias de fermiones, de la materia oscura, del porco problema de la jerarquía en la masa del Higgs, de la violación de CP, y finalmente de supersimetría. Sí, por cinco horas.
Gracias a Dios, La Guapa, además de guapa, es paciente, y me dio otra oportunidad.
En Praga estuvimos casi dos días. La verdad es que aprovechamos nuestro tiempo al máximo, y pudimos subir al mirador, explorar el castillo, perdernos en las callecitas, y escuchar muy buen jazz. No obstante, en el primer día, se me ocurrió revisar mi guía online, y descubrí que en Praga hay un museo de máquinas sexuales. Me pareció de lo más gracioso, y por supuesto, dentro de mi infinita bestialidad, le propuse dar una vuelta por ahí. Después de todo, era el único museo abierto hasta las 11 pm, y me parecía extremadamente conveniente. La Guapa dio un suspiro, y aceptó.
Ese museo es una de las cosas más espantosas que he visto en mi vida. Ni siquiera un museo de La Inquisición, o alguno de torturas medievales, podría igualar a lo que descubrimos que la gente se hace a si misma. Luego de que nos pasaran una película porno española de los años 20 (aparentemente filmada a pedido del abuelo del actual rey de España), pasamos por unas salas donde... no, es verdad, este blog es para todas las edades. Casi lo olvido.
Resumamos el museo diciendo que, por suerte, La Guapa, además de guapa, aparentemente ha visto bastante porno hardcore, y me dio otra oportunidad.
El camino a Viena casi fue mortal, literalmente. Por querer ahorrarme dos euros en el pasaje del metro, convencí a La Guapa que lo ideal era caminar a la estación de tren desde nuestro hotel. Supongo que si tenían dudas, ahora sí estarán seguros que soy una bestia. La estación estaba bastante cerca, pero el camino resultó ser recontra precario. Resulta que, si uno no quería ir a la estación en metro, debía seguir una veredita al lado de una carretera, por donde pasaban carros, buses y camiones a 150 kilómetros por hora. Más espantoso aún fue descubrir que la veredita se hacía cada vez más y más angosta, y que estábamos demasiado tarde como para dar media vuelta y tomar el metro. La Guapa de por sí no tiene la piel muy oscura, pero la palidez con que la vi en ese momento me hizo rezar por que, además de guapa, sea fanática del automovilismo, y me diera otra oportunidad.
Viena no la vimos mucho, lamentablemente. Luego de semejante aventura, tomamos el tren un minuto antes que saliera. Nuestro desayuno había sido un croissant, y no comimos nada en todas las cinco horas de viaje. Llegamos al hotel exhaustos y maleadamente hambrientos, y corrimos a la schnitzelería más cercana (miren lo capo que soy inventando palabras nuevas). El problema fue que mi schnitzel resultó del tamaño de una laptop, mientras que La Guapa descubrió que realmente había pedido dos schnitzels (más pequeños, por suerte). Evidentemente terminamos más llenos que combi después de partido de fútbol, y lo único que llegamos a hacer ese día fue agonizar en los buses que dan la vuelta a la ciudad.
El día siguiente nos lo tomamos tranquilos. La noche anterior nos habíamos juntado con Brigitta (¡hola Brigitta!), a quién no veía desde la época de Padova, y entre vino, pan y conversa, se nos hizo bastante tarde. Esto provocó que nos levantáramos bastante tarde también, y tomando en cuenta que teníamos que tomar el tren a Budapest a las 6:00 am al día siguiente, decidimos ver sólo un par de cosas, e irnos a dormir temprano.
Esa noche, ocurrió un intercambio de videos de YouTube. La Guapa resulta ser fanática de la música al punto de parecer tener un problema psicológico, y yo tenía que dar una buena impresión. Le mostré grupos que ella no conocía de Alemania, Italia y México, y le presenté Eurovisión, y creo que quedé bastante bien. No obstante, luego vino su error. El primer video que La Guapa me mostró fue de The Drums, llamado Best Friend. El mensaje subliminal no me pareció el apropiado, la verdad. Al darse cuenta de su metida de pata, La Guapa trató de arreglarla con uno de Morrissey, llamado I Like You. Y bueno, le funcionó hasta que la canción dijo "You're not right in the head..."
Yo decidí vengarme. Y le puse el Gangnam Style. Y al tipo de Algo Pequeñito. Y La Guapa agonizó.
Pero como La Guapa, además de guapa, es razonable, consideró que mi venganza era apropiada, y nos dimos otra oportunidad.
Mi última metida de pata fue ya en Budapest. En la noche, mientras caminábamos por parques recónditos, descubrimos un sitio bastante auténtico, era un bar al aire libre en donde húngaros de la zona se juntaban para escuchar música. La banda puso música de los 50-60s, y La Guapa empezó a emocionarse. Ya está, estaba cantado, había que ir ahí. Lamentablemente, a los dos se nos había acabado los florines, y el sitio no tenía pinta de aceptar euros o tarjetas de crédito. Mala suerte.
No obstante, yo quería que La Guapa se sintiera bien, y escuchara su música preciada en ese sitio. Así que había que conseguir plata. Sea como sea. Cueste lo que cueste.
Cinco kilómetros más tarde, llegué jubiloso al único maldito cajero alrededor del parque, con La Guapa jadeante y medio moribunda a mi costado. ¡Había conseguido el dinero! ¡Y no sólo eso! También, de camino, vimos el castillo de Vajdahunyad, la Plaza de los Héroes y un monumento a no sé qué cosa. ¡Perfecto! Ahora sólo había que arrastrar a la pobre Guapa de vuelta al bar, a pesar que pareciera que más bien preferiría descansar un poco. ¿Descansar? ¡No! ¡Tenía que ir a disfrutar su música! Y claro, ¿qué mejor forma de hacerle olvidar sus preocupaciones, que llevarla a través de la parte más oscura y tenebrosa del parque, para así cortar camino?
Chesu, luego de releer esto, me acabo de dar cuenta que salí a mi padre. El nos hace lo mismo a toda la familia, cada vez que nos vamos de viaje.
Anyway, afortunadamente La Guapa, además de guapa, entiende de genética, y me dio otra oportunidad.
Y nada, a pesar de todo, parece que le caí bien a La Guapa. Me permitió llamarla, ahora que regreso a Lima en Diciembre. Supongo que será una buena señal, ¿no?
Te acuerdas que cuando te conté de mis planes macabros de viaje por el mundo me preguntaste y por qué no Europa? Pues se está maquinando una posibilidad de que esté por allá en octubre, so there you go!
Segundo extracto de un mensaje de La Guapa
Supongo que tendré que estar esa primera semana de octubre en BCN pero no sé si irme la anterior o la siguiente a pasear por el mundo. (...) Y obvio, sería brutal que me des el encuentro en algún punto!!
Este es un buen ejemplo de una oferta que uno no puede rechazar. Uno puede imaginar pocas cosas más chéveres que un viaje por Europa con La Guapa. Por supuesto que me apunté.
Ahora, claro, ustedes saben bien que yo soy una bestia profesional. Luego del viaje, me considero realmente afortunado que La Guapa, además de guapa, sea buena gente, y que no me haya dejado botado en algún río con mi equipaje.
Pero vayamos por partes. ¿Dónde comienza mi bestialidad? Por supuesto, en el itinerario. En vez de proponer ciudades que conozco bien, de forma que pudiera demostrar mi know-how y sofisticación por estos lares, se me ocurrió una ruta que no sólo no conocía, sino que involucraba los idiomas más raros con los que me he topado en esta vida. Una invitación total al desastre: posibilidad de confusiones, extravíos, estafas y demás cosas que no ocurrieron gracias sólo a la Gracia Infinita. Ok, que no ocurrieron de forma grave, al menos.
Entonces claro, en vez de sugerir Roma - Firenze - Padova - Venezia, o Barcelona - Valencia - Córdoba - Sevilla, o incluso Frankfurt - Würzburg - Nurenberg - Munich, se me ocurre decir Berlín - Praga - Viena - Budapest. No, estoy de acuerdo, la ruta es bravaza, pero claro, de estas ciudades sólo he estado brevemente en Berlín, y parte de la idea era la de darle a La Guapa una buena impresión de mis siete años por acá. Además, había que ver cómo se manejaba uno hablando checo o húngaro, o cambiando de euros a coronas a euros a florines. Mein Gott, bestia total.
Pues nada. El encuentro en Berlín salió bien, el hotel fue espectacular y los primeros dos días fueron bastante agradables, con mucha caminata y conversación interesante. Mi gran metida de pata fue el tercer día, en el que llegamos a Alexanderplatz a la hora del almuerzo, y descubrimos que había un restaurante armado con toda la pinta del Oktoberfest. Yo, evidentemente, no pude con mi genio, y al ver los colores bávaros, no me pude aguantar y convencí a La Guapa de almorzar ahí.
¿Y qué cosa pedí? ¿Qué cosa podía poner en evidencia mi know-how y sofisticación, de modo que La Guapa se quede ultra impresionada de este pobre físico incapaz de combinar colores? Por supuesto, pedí un Weisswurst.
Pa los que no lo saben, un Weisswurst es una salchicha blanca bastante típica de Munich, que se come tradicionalmente en el desayuno. El sabor es bastante bueno, la verdad es que el único problema del Weisswurst es el modo típico de comerlo. Porque no, no se come simplemente con tenedor y cuchillo. Si uno tiene know-how y sofisticación, lo que uno hace es cortar un extremo de la salchicha y sorber todo el contenido, dejando la piel de la salchicha al lado del plato. Sí, lo sé, no es absolutamente charming, pero yo ya les dije que soy una bestia. Nada mejor para impresionar a una chica que sorber una salchicha frente a ella, dejando por ahí la piel (aún con forma de salchicha) con restos de color blanco. No les digo qué imagen daba, ya que este blog es para todas las edades.
Pero bueno, La Guapa, además de guapa, no es gourmet, y me dio otra oportunidad.
De Berlín nos dirigimos a Praga, en un viaje de cinco horas. Y en ese viaje vino mi siguiente bestialidad. A pesar de que todo el mundo me dijera que de ninguna manera le hablara de física, pues yo no pude con mi genio. Y no sólo le conté de la composición en partículas de la materia y sus interacciones, sino que le conté del Higgs, de las tres familias de fermiones, de la materia oscura, del porco problema de la jerarquía en la masa del Higgs, de la violación de CP, y finalmente de supersimetría. Sí, por cinco horas.
Gracias a Dios, La Guapa, además de guapa, es paciente, y me dio otra oportunidad.
En Praga estuvimos casi dos días. La verdad es que aprovechamos nuestro tiempo al máximo, y pudimos subir al mirador, explorar el castillo, perdernos en las callecitas, y escuchar muy buen jazz. No obstante, en el primer día, se me ocurrió revisar mi guía online, y descubrí que en Praga hay un museo de máquinas sexuales. Me pareció de lo más gracioso, y por supuesto, dentro de mi infinita bestialidad, le propuse dar una vuelta por ahí. Después de todo, era el único museo abierto hasta las 11 pm, y me parecía extremadamente conveniente. La Guapa dio un suspiro, y aceptó.
Ese museo es una de las cosas más espantosas que he visto en mi vida. Ni siquiera un museo de La Inquisición, o alguno de torturas medievales, podría igualar a lo que descubrimos que la gente se hace a si misma. Luego de que nos pasaran una película porno española de los años 20 (aparentemente filmada a pedido del abuelo del actual rey de España), pasamos por unas salas donde... no, es verdad, este blog es para todas las edades. Casi lo olvido.
Resumamos el museo diciendo que, por suerte, La Guapa, además de guapa, aparentemente ha visto bastante porno hardcore, y me dio otra oportunidad.
El camino a Viena casi fue mortal, literalmente. Por querer ahorrarme dos euros en el pasaje del metro, convencí a La Guapa que lo ideal era caminar a la estación de tren desde nuestro hotel. Supongo que si tenían dudas, ahora sí estarán seguros que soy una bestia. La estación estaba bastante cerca, pero el camino resultó ser recontra precario. Resulta que, si uno no quería ir a la estación en metro, debía seguir una veredita al lado de una carretera, por donde pasaban carros, buses y camiones a 150 kilómetros por hora. Más espantoso aún fue descubrir que la veredita se hacía cada vez más y más angosta, y que estábamos demasiado tarde como para dar media vuelta y tomar el metro. La Guapa de por sí no tiene la piel muy oscura, pero la palidez con que la vi en ese momento me hizo rezar por que, además de guapa, sea fanática del automovilismo, y me diera otra oportunidad.
Viena no la vimos mucho, lamentablemente. Luego de semejante aventura, tomamos el tren un minuto antes que saliera. Nuestro desayuno había sido un croissant, y no comimos nada en todas las cinco horas de viaje. Llegamos al hotel exhaustos y maleadamente hambrientos, y corrimos a la schnitzelería más cercana (miren lo capo que soy inventando palabras nuevas). El problema fue que mi schnitzel resultó del tamaño de una laptop, mientras que La Guapa descubrió que realmente había pedido dos schnitzels (más pequeños, por suerte). Evidentemente terminamos más llenos que combi después de partido de fútbol, y lo único que llegamos a hacer ese día fue agonizar en los buses que dan la vuelta a la ciudad.
El día siguiente nos lo tomamos tranquilos. La noche anterior nos habíamos juntado con Brigitta (¡hola Brigitta!), a quién no veía desde la época de Padova, y entre vino, pan y conversa, se nos hizo bastante tarde. Esto provocó que nos levantáramos bastante tarde también, y tomando en cuenta que teníamos que tomar el tren a Budapest a las 6:00 am al día siguiente, decidimos ver sólo un par de cosas, e irnos a dormir temprano.
Esa noche, ocurrió un intercambio de videos de YouTube. La Guapa resulta ser fanática de la música al punto de parecer tener un problema psicológico, y yo tenía que dar una buena impresión. Le mostré grupos que ella no conocía de Alemania, Italia y México, y le presenté Eurovisión, y creo que quedé bastante bien. No obstante, luego vino su error. El primer video que La Guapa me mostró fue de The Drums, llamado Best Friend. El mensaje subliminal no me pareció el apropiado, la verdad. Al darse cuenta de su metida de pata, La Guapa trató de arreglarla con uno de Morrissey, llamado I Like You. Y bueno, le funcionó hasta que la canción dijo "You're not right in the head..."
Yo decidí vengarme. Y le puse el Gangnam Style. Y al tipo de Algo Pequeñito. Y La Guapa agonizó.
Pero como La Guapa, además de guapa, es razonable, consideró que mi venganza era apropiada, y nos dimos otra oportunidad.
Mi última metida de pata fue ya en Budapest. En la noche, mientras caminábamos por parques recónditos, descubrimos un sitio bastante auténtico, era un bar al aire libre en donde húngaros de la zona se juntaban para escuchar música. La banda puso música de los 50-60s, y La Guapa empezó a emocionarse. Ya está, estaba cantado, había que ir ahí. Lamentablemente, a los dos se nos había acabado los florines, y el sitio no tenía pinta de aceptar euros o tarjetas de crédito. Mala suerte.
No obstante, yo quería que La Guapa se sintiera bien, y escuchara su música preciada en ese sitio. Así que había que conseguir plata. Sea como sea. Cueste lo que cueste.
Cinco kilómetros más tarde, llegué jubiloso al único maldito cajero alrededor del parque, con La Guapa jadeante y medio moribunda a mi costado. ¡Había conseguido el dinero! ¡Y no sólo eso! También, de camino, vimos el castillo de Vajdahunyad, la Plaza de los Héroes y un monumento a no sé qué cosa. ¡Perfecto! Ahora sólo había que arrastrar a la pobre Guapa de vuelta al bar, a pesar que pareciera que más bien preferiría descansar un poco. ¿Descansar? ¡No! ¡Tenía que ir a disfrutar su música! Y claro, ¿qué mejor forma de hacerle olvidar sus preocupaciones, que llevarla a través de la parte más oscura y tenebrosa del parque, para así cortar camino?
Chesu, luego de releer esto, me acabo de dar cuenta que salí a mi padre. El nos hace lo mismo a toda la familia, cada vez que nos vamos de viaje.
Anyway, afortunadamente La Guapa, además de guapa, entiende de genética, y me dio otra oportunidad.
Y nada, a pesar de todo, parece que le caí bien a La Guapa. Me permitió llamarla, ahora que regreso a Lima en Diciembre. Supongo que será una buena señal, ¿no?
lunes, 3 de septiembre de 2012
El Road Trip Multicultural
Esta historia que les voy a contar tiene todas las características pa convertirse en un paquete de Porca Padova, con excepción del desenlace. Al final todo salió bien, por lo cual les contaré sin demasiados rollos todo lo que ocurrió.
Todo empezó con The Relaxed Englishman, quién por alguna razón compró un ticket de tren para el domingo pasado. El ticket era abierto, en el sentido que podía ir a donde quisiera en Suiza, a la hora que quisiera, y volver luego a casa. Sin estar seguro de lo que estaba haciendo, mandó un mensaje a la gente del Foyer donde vivo, preguntando si alguien quería unirse.
Su convocatoria fue tan exitosa que se unieron 14 personas más al viaje. Además de El Albanés Amable y La Finlandesa Particular (de quienes ya les he hablado alguna vez), se unieron al viaje La Hermanita Albanesa, La Española Puntual, El Brasilero Bonachón, La Garota Gostosa, La Brasilera Alegre, El Canadiense Tranquilo, El Canadiense Asiático, La Portuguesa Borracha, El Indio Cargoso, El Español Superguay, y La Chibi-Ninja. Y yo, por supuesto, quien terminó organizando el evento.
El plan era ir a Interlaken. The Relaxed Englishman y El Canadiense Asiático irían juntos en tren, mientras que el resto alquilaría dos carros, de siete asientos cada uno. Tutto bene. Tendríamos a La Brasilera Alegre y El Brasilero Bonachón de choferes, mientras que El Albanés Amable y yo seríamos copilotos (para gran frustración de El Indio Cargoso). La cosa empezó bastante bien, nos juntamos todos a las 8:00 am, esperamos solamente 15 minutos a La Española Puntual, y salimos hacia la estación de tren. De ahí, debíamos tomar un tren al aeropuerto, de donde recogeríamos los carros.
La cosa se puso graciosa desde el comienzo, ya que La Chibi-Ninja empezó a hablar nuevamente del cazzo. No, no, no me refiero al cazzo que todos conocemos, aparentemente en Japón existe cierto pez llamado katsuo, pero por supuesto, cuando alguien pronuncia su nombre todos piensan en otra cosa. Todos excepto La Chibi-Ninja, claro, quien es más inocente que un pan. Por lo tanto, la pobre ha pasado por más de una burla al decir que el cazzo es grande y rojo, y que le fascina comerlo crudo (la cosa se puso menos graciosa cuando nos dijo que generalmente lo comía como sashimi). Lo peor es que la chica sigue sin darse cuenta de por qué se ríe la gente, y en la estación de tren nuevamente empezó con el asunto, con que quería mostrarnos un video en internet donde un pescador sacaba el cazzo, y que era impresionante, que era tan grande que tenía que sacarlo de pie, no sentado.
Si, a mi también a veces me da la impresión que La Chibi-Ninja lo hiciera a propósito. Otro día les cuento la del karaoke.
Anyway, llegamos al aeropuerto, y conseguimos alquilar los carros. Entre una cosa y la otra, terminamos saliendo a las 10:00 am, un poco más tarde de lo pensado, pero bien. Ok, tal vez con un poco de tensión (por ejemplo, La Finlandesa Particular le dijo a La Española Puntual que era linda, que le hacía recordar a los animalitos de los videos de YouTube que veía, y como que no le gustó mucho), pero al final llegamos todos vivos. Llegamos a Interlaken alrededor de las 12:00 pm.
Mi intención en Interlaken era que cada uno hiciera lo que le diera la gana. Obviamente no tenía pensado que 15 personas coincidieran en nada. Mi plan era dirigirme primero a las cuevas de St Beatus Höhlen, a las cuales se llegaba en bote. Luego, si había tiempo, subir al Harder Klum. Aparentemente, El Indio Cargoso tenía pensado hacer exactamente lo opuesto, así que desde el comienzo tuve claro que haríamos cosas cada uno por su lado.
No obstante, por alguna macabra razón, no pudimos. A pesar de que había gente que tenía muy claro lo que querían hacer, tuvimos que quedarnos media hora discutiendo todos a dónde íbamos a ir. Todo esto luego de las idas al baño, o paradas por comida y tal. El resultado (genial) fue que todo el mundo decidió seguirme a las cuevas, y así me volví pseudo-responsable de todo el grupo, igual como ocurrió aquella vez en el viaje a Annecy.
Como bien imaginarán, el resultado no fue el ideal. Por supuesto, el barco hacia las cuevas no salía hasta las 2:15 pm, así que había que esperar una hora para partir. Esto generó una nueva ronda de discusiones, que causó que El Canadiense Asiático y yo fugáramos, dirigiéndonos al Heimwehfluh (cinco lucas pa quien logra pronunciarlo bien a la primera), mientras el resto seguía debatiendo. Anyway, este Heimwehfluh era un cerrito, desde el cual se podía tomar esta foto:
Chévere, pe. Perfecto pa una hora, se subía en funicular, se tomaban las fotos y se bajaba en un carrito tipo montaña rusa. Muy bien.
Al volver al puerto, descubrimos que El Indio Cargoso, La Chibi-Ninja, El Canadiense Tranquilo, El Español Superguay y El Brasilero Bonachón habían tomado un carro y habían partido hacia quién sabe donde. El resto confió en mi plan, tomamos el barco, y fuimos a la cueva.
De la cueva no hay mucho que decir, estuvo bien, y ya está. A la vuelta, nos contactamos con El Brasilero Bonachón, que nos dijo que regresarían a Interlaken luego de 40 minutos. Nosotros tomaríamos el barco de vuelta más o menos a esa hora, así que la sincronización era perfecta.
Una hora más tarde, el grupo de El Brasilero Bonachón seguía sin llegar. Hartos, decidimos ir a algún lado nosotros mismos, y escogimos las Giessbachfälle, unas cataratas que aparentemente estaban bien. Sólo había un problema: eramos diez, y nuestro carro era para siete personas. Sí, ya sé que en Perú estamos acostumbrados de meter 20 personas en un espacio para 12, pero acá la policía puede ser bastante severa si lo atrapan a uno. Luego de meditar, decidimos arriesgarnos. Todos adentro.
Meter a todo el mundo en el carro fue una cosa un poco complicada. Hubo que optimizar mucho, decidir quién iba atrás, donde había menos espacio, quién iba adelante, quién era copiloto (shotgun!), etc etc etc. Luego de todo este barullo, logramos entrar, y La Finlandesa Particular cerró la puerta. Pasaron cinco segundos, todos en silencio, y en eso El Albanés Amable preguntó: "¿Qué es ese olor?"
El Albanés Amable miró entonces hacia abajo, y vio su zapato. Vio, además, el zapato de La Finlandesa Particular. Notó entonces una gran masa marrón debajo del zapato de esta, ensuciando además todo el tapete del auto. Pasaron cinco segundos más. Y luego, comenzó el apocalipsis.
Teníamos a diez personas encerradas en un carro para siete, envueltas en un olor a caca insoportable. Johnny, la gente se volvió muy loca. Ver a The Relaxed Englishman perder los papeles, gritando "¡Déjenme salir!!", considerando romper una ventana a punta de cabezazos, fue un espectáculo digno de verse.
Afortunadamente, El Albanés Amable es amable, y limpió el tapete con... no sé con qué, y no quiero saber con qué, pero lo limpió. La Finlandesa Particular inicialmente negó que esa caca fuera suya, pero luego de ver que El Albanés Amable perdía la paciencia y se le salía el mafioso que todos llevamos dentro, lo admitió, y se cambió sus zapatos (a todos nos pareció rarísimo que tuviera un par de zapatos extra, pero bueno, es particular la chica).
Un rato después, luego de un viaje tenso, esquivando cualquier indicio de policías, llegamos a la cascada. Fue en ese momento que La Finlandesa Particular enloqueció. Empezó a correr entre los árboles, como si fuera un ciervo, gritando algo sobre comer flores y tal. Ya les dije, es particular. Yo esperaba encontrarla luego desnuda, trepada a un árbol, masticando alguna rama o algo, pero no, afortunadamente la cascada la maravilló al punto de inmovilizarla, y la euforia eventualmente disminuyó.
Pero geniales las cascadas, eh. Altamente recomendables.
Bueno, les dije que les iba a contar el cuento sin enrollarme demasiado, así que empiezo a terminar. Al final, nos encontramos con el grupo de El Indio Cargoso, regresamos todos a Interlaken, dejamos a The Relaxed Englishman y a El Canadiense Asiático en la estación de tren, y regresamos a Ginebra. El camino de vuelta fue entretenido, burlándonos como siempre de La Portuguesa Borracha, mientras La Finlandesa Particular comía un pepino en silencio.
A la vuelta, como ya era bastante tarde, dejamos a todos en la estación de tren del aeropuerto, mientras El Brasilero Bonachón, El Albanés Amable, La Brasilera Alegre y yo dejábamos los carros. Mientras dejábamos al resto, sentimos unas luces detrás nuestro: la policía. Lo primero que pensamos era que nos habían seguido de Interlaken, que sabían que habíamos cometido una terrible fechoría, pero afortunadamente no fue así. Resulta que el sitio donde estábamos dejando a la gente estaba reservado para transporte público, y luego de amenazarnos con una multa de 400 CHF, nos dejaron ir. Disculpe, mi sargento.
Al dejar el carro, revisamos que todo estuviera bien. Y por supuesto, no lo estuvo. Al abrir la maletera, descubrimos que La Finlandesa Particular había dejado:
(a) Su paraguas, que nadie sabe para qué lo había llevado, ya que estaba roto.
(b) Una bolsa llena de uvas.
(c) Sus zapatos llenos de caca.
Genial, la chica.
Teníamos sólo diez minutos antes de perder el último tren, así que no lo pensamos. El Albanés Amable cogió los zapatos (es amable, les dije), yo agarré el resto de cosas, y corrimos como locos a la estación. Yo no me di cuenta hasta que fue muy tarde, pero la bolsa tenía un hueco, y aparentemente llené el aeropuerto de Ginebra con uvas. Me dijeron que parecía que había robado un máquina de bingo, viéndome correr con bolitas saltando a mi alrededor.
Al final, no perdimos el tren, y llegamos a Ginebra a medianoche. Fue una locura el viaje, pero fue espectacular. En algún momento de lucidez, La Finlandesa Particular dijo algo muy interesante, que le parecía increíble que tanta gente de tantos sitios distintos pudiera organizarse así y llevarse tan bien. Y es cierto, debo confesar que estar en un ambiente así, además de divertido, es muy enriquecedor, uno se siente libre de muchas de las cadenas auto-impuestas por su sociedad. El próximo año regresaré a Perú por un buen tiempo, y aunque me emociona lo que se viene, también da un poco de miedo y pena perder este tipo de experiencias.
Bueno, no me enrollo más, y los dejo. ¡Será hasta la próxima!
Todo empezó con The Relaxed Englishman, quién por alguna razón compró un ticket de tren para el domingo pasado. El ticket era abierto, en el sentido que podía ir a donde quisiera en Suiza, a la hora que quisiera, y volver luego a casa. Sin estar seguro de lo que estaba haciendo, mandó un mensaje a la gente del Foyer donde vivo, preguntando si alguien quería unirse.
Su convocatoria fue tan exitosa que se unieron 14 personas más al viaje. Además de El Albanés Amable y La Finlandesa Particular (de quienes ya les he hablado alguna vez), se unieron al viaje La Hermanita Albanesa, La Española Puntual, El Brasilero Bonachón, La Garota Gostosa, La Brasilera Alegre, El Canadiense Tranquilo, El Canadiense Asiático, La Portuguesa Borracha, El Indio Cargoso, El Español Superguay, y La Chibi-Ninja. Y yo, por supuesto, quien terminó organizando el evento.
El plan era ir a Interlaken. The Relaxed Englishman y El Canadiense Asiático irían juntos en tren, mientras que el resto alquilaría dos carros, de siete asientos cada uno. Tutto bene. Tendríamos a La Brasilera Alegre y El Brasilero Bonachón de choferes, mientras que El Albanés Amable y yo seríamos copilotos (para gran frustración de El Indio Cargoso). La cosa empezó bastante bien, nos juntamos todos a las 8:00 am, esperamos solamente 15 minutos a La Española Puntual, y salimos hacia la estación de tren. De ahí, debíamos tomar un tren al aeropuerto, de donde recogeríamos los carros.
La cosa se puso graciosa desde el comienzo, ya que La Chibi-Ninja empezó a hablar nuevamente del cazzo. No, no, no me refiero al cazzo que todos conocemos, aparentemente en Japón existe cierto pez llamado katsuo, pero por supuesto, cuando alguien pronuncia su nombre todos piensan en otra cosa. Todos excepto La Chibi-Ninja, claro, quien es más inocente que un pan. Por lo tanto, la pobre ha pasado por más de una burla al decir que el cazzo es grande y rojo, y que le fascina comerlo crudo (la cosa se puso menos graciosa cuando nos dijo que generalmente lo comía como sashimi). Lo peor es que la chica sigue sin darse cuenta de por qué se ríe la gente, y en la estación de tren nuevamente empezó con el asunto, con que quería mostrarnos un video en internet donde un pescador sacaba el cazzo, y que era impresionante, que era tan grande que tenía que sacarlo de pie, no sentado.
Si, a mi también a veces me da la impresión que La Chibi-Ninja lo hiciera a propósito. Otro día les cuento la del karaoke.
Anyway, llegamos al aeropuerto, y conseguimos alquilar los carros. Entre una cosa y la otra, terminamos saliendo a las 10:00 am, un poco más tarde de lo pensado, pero bien. Ok, tal vez con un poco de tensión (por ejemplo, La Finlandesa Particular le dijo a La Española Puntual que era linda, que le hacía recordar a los animalitos de los videos de YouTube que veía, y como que no le gustó mucho), pero al final llegamos todos vivos. Llegamos a Interlaken alrededor de las 12:00 pm.
Mi intención en Interlaken era que cada uno hiciera lo que le diera la gana. Obviamente no tenía pensado que 15 personas coincidieran en nada. Mi plan era dirigirme primero a las cuevas de St Beatus Höhlen, a las cuales se llegaba en bote. Luego, si había tiempo, subir al Harder Klum. Aparentemente, El Indio Cargoso tenía pensado hacer exactamente lo opuesto, así que desde el comienzo tuve claro que haríamos cosas cada uno por su lado.
No obstante, por alguna macabra razón, no pudimos. A pesar de que había gente que tenía muy claro lo que querían hacer, tuvimos que quedarnos media hora discutiendo todos a dónde íbamos a ir. Todo esto luego de las idas al baño, o paradas por comida y tal. El resultado (genial) fue que todo el mundo decidió seguirme a las cuevas, y así me volví pseudo-responsable de todo el grupo, igual como ocurrió aquella vez en el viaje a Annecy.
Como bien imaginarán, el resultado no fue el ideal. Por supuesto, el barco hacia las cuevas no salía hasta las 2:15 pm, así que había que esperar una hora para partir. Esto generó una nueva ronda de discusiones, que causó que El Canadiense Asiático y yo fugáramos, dirigiéndonos al Heimwehfluh (cinco lucas pa quien logra pronunciarlo bien a la primera), mientras el resto seguía debatiendo. Anyway, este Heimwehfluh era un cerrito, desde el cual se podía tomar esta foto:
Chévere, pe. Perfecto pa una hora, se subía en funicular, se tomaban las fotos y se bajaba en un carrito tipo montaña rusa. Muy bien.
Al volver al puerto, descubrimos que El Indio Cargoso, La Chibi-Ninja, El Canadiense Tranquilo, El Español Superguay y El Brasilero Bonachón habían tomado un carro y habían partido hacia quién sabe donde. El resto confió en mi plan, tomamos el barco, y fuimos a la cueva.
De la cueva no hay mucho que decir, estuvo bien, y ya está. A la vuelta, nos contactamos con El Brasilero Bonachón, que nos dijo que regresarían a Interlaken luego de 40 minutos. Nosotros tomaríamos el barco de vuelta más o menos a esa hora, así que la sincronización era perfecta.
Una hora más tarde, el grupo de El Brasilero Bonachón seguía sin llegar. Hartos, decidimos ir a algún lado nosotros mismos, y escogimos las Giessbachfälle, unas cataratas que aparentemente estaban bien. Sólo había un problema: eramos diez, y nuestro carro era para siete personas. Sí, ya sé que en Perú estamos acostumbrados de meter 20 personas en un espacio para 12, pero acá la policía puede ser bastante severa si lo atrapan a uno. Luego de meditar, decidimos arriesgarnos. Todos adentro.
Meter a todo el mundo en el carro fue una cosa un poco complicada. Hubo que optimizar mucho, decidir quién iba atrás, donde había menos espacio, quién iba adelante, quién era copiloto (shotgun!), etc etc etc. Luego de todo este barullo, logramos entrar, y La Finlandesa Particular cerró la puerta. Pasaron cinco segundos, todos en silencio, y en eso El Albanés Amable preguntó: "¿Qué es ese olor?"
El Albanés Amable miró entonces hacia abajo, y vio su zapato. Vio, además, el zapato de La Finlandesa Particular. Notó entonces una gran masa marrón debajo del zapato de esta, ensuciando además todo el tapete del auto. Pasaron cinco segundos más. Y luego, comenzó el apocalipsis.
Teníamos a diez personas encerradas en un carro para siete, envueltas en un olor a caca insoportable. Johnny, la gente se volvió muy loca. Ver a The Relaxed Englishman perder los papeles, gritando "¡Déjenme salir!!", considerando romper una ventana a punta de cabezazos, fue un espectáculo digno de verse.
Afortunadamente, El Albanés Amable es amable, y limpió el tapete con... no sé con qué, y no quiero saber con qué, pero lo limpió. La Finlandesa Particular inicialmente negó que esa caca fuera suya, pero luego de ver que El Albanés Amable perdía la paciencia y se le salía el mafioso que todos llevamos dentro, lo admitió, y se cambió sus zapatos (a todos nos pareció rarísimo que tuviera un par de zapatos extra, pero bueno, es particular la chica).
Un rato después, luego de un viaje tenso, esquivando cualquier indicio de policías, llegamos a la cascada. Fue en ese momento que La Finlandesa Particular enloqueció. Empezó a correr entre los árboles, como si fuera un ciervo, gritando algo sobre comer flores y tal. Ya les dije, es particular. Yo esperaba encontrarla luego desnuda, trepada a un árbol, masticando alguna rama o algo, pero no, afortunadamente la cascada la maravilló al punto de inmovilizarla, y la euforia eventualmente disminuyó.
Pero geniales las cascadas, eh. Altamente recomendables.
Bueno, les dije que les iba a contar el cuento sin enrollarme demasiado, así que empiezo a terminar. Al final, nos encontramos con el grupo de El Indio Cargoso, regresamos todos a Interlaken, dejamos a The Relaxed Englishman y a El Canadiense Asiático en la estación de tren, y regresamos a Ginebra. El camino de vuelta fue entretenido, burlándonos como siempre de La Portuguesa Borracha, mientras La Finlandesa Particular comía un pepino en silencio.
A la vuelta, como ya era bastante tarde, dejamos a todos en la estación de tren del aeropuerto, mientras El Brasilero Bonachón, El Albanés Amable, La Brasilera Alegre y yo dejábamos los carros. Mientras dejábamos al resto, sentimos unas luces detrás nuestro: la policía. Lo primero que pensamos era que nos habían seguido de Interlaken, que sabían que habíamos cometido una terrible fechoría, pero afortunadamente no fue así. Resulta que el sitio donde estábamos dejando a la gente estaba reservado para transporte público, y luego de amenazarnos con una multa de 400 CHF, nos dejaron ir. Disculpe, mi sargento.
Al dejar el carro, revisamos que todo estuviera bien. Y por supuesto, no lo estuvo. Al abrir la maletera, descubrimos que La Finlandesa Particular había dejado:
(a) Su paraguas, que nadie sabe para qué lo había llevado, ya que estaba roto.
(b) Una bolsa llena de uvas.
(c) Sus zapatos llenos de caca.
Genial, la chica.
Teníamos sólo diez minutos antes de perder el último tren, así que no lo pensamos. El Albanés Amable cogió los zapatos (es amable, les dije), yo agarré el resto de cosas, y corrimos como locos a la estación. Yo no me di cuenta hasta que fue muy tarde, pero la bolsa tenía un hueco, y aparentemente llené el aeropuerto de Ginebra con uvas. Me dijeron que parecía que había robado un máquina de bingo, viéndome correr con bolitas saltando a mi alrededor.
Al final, no perdimos el tren, y llegamos a Ginebra a medianoche. Fue una locura el viaje, pero fue espectacular. En algún momento de lucidez, La Finlandesa Particular dijo algo muy interesante, que le parecía increíble que tanta gente de tantos sitios distintos pudiera organizarse así y llevarse tan bien. Y es cierto, debo confesar que estar en un ambiente así, además de divertido, es muy enriquecedor, uno se siente libre de muchas de las cadenas auto-impuestas por su sociedad. El próximo año regresaré a Perú por un buen tiempo, y aunque me emociona lo que se viene, también da un poco de miedo y pena perder este tipo de experiencias.
Bueno, no me enrollo más, y los dejo. ¡Será hasta la próxima!
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Ginebra,
Interacciones Interculturales
lunes, 6 de agosto de 2012
Una Cortita en un Matriqui en Vilnius
Este fue un diálogo a altas horas de la noche, durante la boda de Angela y Gedas.
Kyle: (Comentario ultra-profundo sobre las mujeres, lamentablemente perdido en el olvido)
Yo: Compadre, por esto que has dicho, voy a brindar contigo con lo primero que encuentre en esta mesa. A ver, ¿qué es esta vaina?
Kyle: Es ese licor tradicional lituano que preparó la abuela de Gedas.
Yo: Whatever, un vaso de esto. Salud compadre, ¡salud!
Fin de Registro
Kyle: (Comentario ultra-profundo sobre las mujeres, lamentablemente perdido en el olvido)
Yo: Compadre, por esto que has dicho, voy a brindar contigo con lo primero que encuentre en esta mesa. A ver, ¿qué es esta vaina?
Kyle: Es ese licor tradicional lituano que preparó la abuela de Gedas.
Yo: Whatever, un vaso de esto. Salud compadre, ¡salud!
Fin de Registro
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Noches y Chicas,
Pavadas Inclasificables
jueves, 26 de julio de 2012
Burbujas en el Café
Es imposible negar que, sin importar qué tanta vida internacional uno
pueda tener, siempre está inmerso en alguna burbujita local, en la cual
las costumbres, tradiciones, prejuicios, razonamientos se le van pegando
a uno de a poquitos, sin que se dé cuenta. Por lo general, la mejor
forma de descubrir qué cosas se le han pegado a uno de alguna burbujita
local es justamente salir de ella, y luego volver junto a alguien que ha
vivido en alguna otra burbujita.
Pues nada, esta vez me tocó volver a Roma. Era la primera vez que volvía luego de mi Gran Escape en Enero, y miraba este viaje con algo de inseguridad, al no saber cómo encontraría a este Caput Mundi del caos. No obstante, esta vez la experiencia sería un poco distinta: no trabajaría en Frascati, sino en Roma3... me quedaría con los Millner (unos buenos amigos gringos), en vez de con mis ex-compañeros italianos... y estaría una semana, en vez de año y medio.
El viaje bien. Trabajé un huevo, y me encontré cada noche con un grupo diferente. La verdad es que me dio mucho gusto ver a todo el mundo nuevamente, había algunos grupos que se habían separado un poco, pero al final logré ver a casi todos. Tal vez el feature más saltante del viaje haya sido mi reconciliación con la pasta. Luego de mi experiencia el año pasado, en la cual comía algún tipo de pasta cada día, había terminado harto de esta comida. Últimamente, era bastante raro verme pedir pasta en algún restaurante, a menos que no me quedara otra, o que me dieran ganas de desafiar el peligro nuevamente. Esta vez, al probar i mezzemaniche, con su tocinito y salsa tipo carbonara, tuve que admitir que, cazzo, extrañaba la pasta. Así que nada, si alguien me quiere invitar a cenar algún día, ya sabe que puede ser a un sitio italiano, les prometo que no haré ninguna mueca.
El último fin de semana se caracterizó por la llegada de Sally, una amiga gringa de Ginebra, quien vive ahora en Londres. Al enterarse que estaba yendo a Roma, y no habiendo visitado la ciudad antes, decidió acompañarme. La verdad es que la pasamos muy bien. Caminamos una barbaridad, como debe ser, tragamos como cerdos, como debe ser, y salimos de fiesta hasta que nos fue difícil levantarnos de la mesa pa regresar a casa, como debe ser.
Es importante comentar un pequeño detalle de Sally: es alérgica al gluten. O sea, no puede comer pan, ni queso, ni leche. O sea, no podía comer nada en Italia. Luego de pensar mucho, recordé un restaurante que descubrí cuando ODD me vino a visitar, la Antica Birrería Peroni, un paraíso para los carnívoros en pleno centro de Roma con muy buenos precios. Vi los ojos de Sally iluminarse al ver el menú, y se pidió un arrosto misto (o sea, un huevo de carne diversa a la parrilla). Yo pedí una salsiccia alla griglia, pedimos un prosciutto e melone pa compartir... y luego ella dijo que para tomar quería un espresso.
Yo casi la cacheteo. Ma che cazzo? ¿Iba a comer carne y tomar café al mismo tiempo? Sorry girl, you don't do that. Le dije que mejor se lo tomara después de la carne, y prácticamente me disculpé con el mesero por semejante blasfemia.
Y luego me di cuenta... Italia me había transformado en un snob del café. Pero vamos, es verdad. ¿Quieres un caffè espresso o machiatto? Sólo después de una comida, compadre. Para el desayuno, o pa el lonche, ahí si te puedes pedir un cappuccino, o un caffè latte. Y si quieres comer al mismo tiempo que tomas el café, pues te aguantas hasta el desayuno del próximo día, porque lo único aceptable es un bollito o algo por el estilo. ¿Cómo? ¿Que hay otros tipos de café? No jorobes, cualquier otro café se puede aproximar a un espresso o un cappuccino, tú ya ves cómo haces el cálculo. Y nada de aproximaciones a tree-level, que la interacción con el café es fuerte (sorry, me salió un chiste monse pa físicos, pero entiéndeme varón, ahora con el bosón de Higgs siendo noticia, no puedo evitar meter las partículas en toda conversa).
Ahora, siendo sinceros, la verdad es que no hay razón para tomar el café de un modo u otro. Es todo convención. Tradición debido a la burbujita local. Y estar dominado por convenciones no siempre es bueno. Decidí que la próxima vez no le impediría a Sally tomar el café como quisiera.
Pues nada, esa vez Sally me aceptó el berrinche. No obstante, unas horas después, luego de caminar horas bajo el sol, se me ocurrió la feliz idea de pedir una granita. Encontramos un sitio cerca a mi antigua casa que vendía unas granite espectaculares, y nos pedimos dos. De limón, ambas. Y en eso, Sally se pidió otro espresso.
Paciencia.
Tolerancia.
Debía recordar lo de la burbujita. Que no hay nada de malo en tomar un café con una granita. Que todo era una burbuja. Que el café no me lo estoy tomando yo.
Tomé aire. Miré a la vendedora, con vergüenza, y le dije que Sally quería un espresso con su granita. Noten que aclaré que no era yo el que quería semejante disparate. La vendedora, evidentemente, pensó que Sally había decidido cambiar su granita di limone por una granita di caffè. Yo le miré a los ojos, suspiré, y le dije que no. Que Sally quería una granita di limone, y adicionalmente un espresso. Ella me miró con sorpresa, se dio cuenta que yo me estaba disculpando con ella a través de la mirada, y luego de un "Oh!" sirvió el espresso.
'Ta qué roche.
Pues nada, esta vez me tocó volver a Roma. Era la primera vez que volvía luego de mi Gran Escape en Enero, y miraba este viaje con algo de inseguridad, al no saber cómo encontraría a este Caput Mundi del caos. No obstante, esta vez la experiencia sería un poco distinta: no trabajaría en Frascati, sino en Roma3... me quedaría con los Millner (unos buenos amigos gringos), en vez de con mis ex-compañeros italianos... y estaría una semana, en vez de año y medio.
El viaje bien. Trabajé un huevo, y me encontré cada noche con un grupo diferente. La verdad es que me dio mucho gusto ver a todo el mundo nuevamente, había algunos grupos que se habían separado un poco, pero al final logré ver a casi todos. Tal vez el feature más saltante del viaje haya sido mi reconciliación con la pasta. Luego de mi experiencia el año pasado, en la cual comía algún tipo de pasta cada día, había terminado harto de esta comida. Últimamente, era bastante raro verme pedir pasta en algún restaurante, a menos que no me quedara otra, o que me dieran ganas de desafiar el peligro nuevamente. Esta vez, al probar i mezzemaniche, con su tocinito y salsa tipo carbonara, tuve que admitir que, cazzo, extrañaba la pasta. Así que nada, si alguien me quiere invitar a cenar algún día, ya sabe que puede ser a un sitio italiano, les prometo que no haré ninguna mueca.
El último fin de semana se caracterizó por la llegada de Sally, una amiga gringa de Ginebra, quien vive ahora en Londres. Al enterarse que estaba yendo a Roma, y no habiendo visitado la ciudad antes, decidió acompañarme. La verdad es que la pasamos muy bien. Caminamos una barbaridad, como debe ser, tragamos como cerdos, como debe ser, y salimos de fiesta hasta que nos fue difícil levantarnos de la mesa pa regresar a casa, como debe ser.
Es importante comentar un pequeño detalle de Sally: es alérgica al gluten. O sea, no puede comer pan, ni queso, ni leche. O sea, no podía comer nada en Italia. Luego de pensar mucho, recordé un restaurante que descubrí cuando ODD me vino a visitar, la Antica Birrería Peroni, un paraíso para los carnívoros en pleno centro de Roma con muy buenos precios. Vi los ojos de Sally iluminarse al ver el menú, y se pidió un arrosto misto (o sea, un huevo de carne diversa a la parrilla). Yo pedí una salsiccia alla griglia, pedimos un prosciutto e melone pa compartir... y luego ella dijo que para tomar quería un espresso.
Yo casi la cacheteo. Ma che cazzo? ¿Iba a comer carne y tomar café al mismo tiempo? Sorry girl, you don't do that. Le dije que mejor se lo tomara después de la carne, y prácticamente me disculpé con el mesero por semejante blasfemia.
Y luego me di cuenta... Italia me había transformado en un snob del café. Pero vamos, es verdad. ¿Quieres un caffè espresso o machiatto? Sólo después de una comida, compadre. Para el desayuno, o pa el lonche, ahí si te puedes pedir un cappuccino, o un caffè latte. Y si quieres comer al mismo tiempo que tomas el café, pues te aguantas hasta el desayuno del próximo día, porque lo único aceptable es un bollito o algo por el estilo. ¿Cómo? ¿Que hay otros tipos de café? No jorobes, cualquier otro café se puede aproximar a un espresso o un cappuccino, tú ya ves cómo haces el cálculo. Y nada de aproximaciones a tree-level, que la interacción con el café es fuerte (sorry, me salió un chiste monse pa físicos, pero entiéndeme varón, ahora con el bosón de Higgs siendo noticia, no puedo evitar meter las partículas en toda conversa).
Ahora, siendo sinceros, la verdad es que no hay razón para tomar el café de un modo u otro. Es todo convención. Tradición debido a la burbujita local. Y estar dominado por convenciones no siempre es bueno. Decidí que la próxima vez no le impediría a Sally tomar el café como quisiera.
Pues nada, esa vez Sally me aceptó el berrinche. No obstante, unas horas después, luego de caminar horas bajo el sol, se me ocurrió la feliz idea de pedir una granita. Encontramos un sitio cerca a mi antigua casa que vendía unas granite espectaculares, y nos pedimos dos. De limón, ambas. Y en eso, Sally se pidió otro espresso.
Paciencia.
Tolerancia.
Debía recordar lo de la burbujita. Que no hay nada de malo en tomar un café con una granita. Que todo era una burbuja. Que el café no me lo estoy tomando yo.
Tomé aire. Miré a la vendedora, con vergüenza, y le dije que Sally quería un espresso con su granita. Noten que aclaré que no era yo el que quería semejante disparate. La vendedora, evidentemente, pensó que Sally había decidido cambiar su granita di limone por una granita di caffè. Yo le miré a los ojos, suspiré, y le dije que no. Que Sally quería una granita di limone, y adicionalmente un espresso. Ella me miró con sorpresa, se dio cuenta que yo me estaba disculpando con ella a través de la mirada, y luego de un "Oh!" sirvió el espresso.
'Ta qué roche.
sábado, 30 de junio de 2012
Konnichiwa, Nihon!
Pues sucedió. Viajé a Japón.
Los que me conocen bien-bien saben que tengo una fascinación por la cultura e historia japonesa. Por ende, cuando Hayasaka-san me ofreció la oportunidad de viajar a Nagoya para colaborar con él por dos semanas y media, casi me salen lágrimas. Era un pequeño sueño hecho realidad.
El pequeño detalle del viaje era que se daba pocos días después de mi viaje a Lima. Esto significa que me iba de un jet-lag a otro, con un cambio horario de 14 horas. La muerte, oe.
Sabiendo que estaría más tonto de lo normal, decidí hacerme una lista de kanjis útiles, de forma que no tendría problema en llegar a la Nagoya Daigaku desde el aeropuerto. Me busqué todos los kanjis que me podrían servir en esa ruta, desde aquél para el nombre del aeropuerto, hasta aquél para la universidad, incluyendo el de las estaciones de metro en donde tenía que hacer los cambios. Estaba listo para todo.
Excepto, claro, a que me cancelaran el vuelo y me mandaran a Osaka. Yabbai.
Mi estimado Suzaki-san fue el encargado de entretenerme en el primer fin de semana. Él estaba encargado de organizar el "Evento Social" en un futuro workshop de física de taus, y aprovechó la oportunidad para darle un vistazo a las cosas que Nagoya tenía para ofrecer.
Mi plan para el sábado incluía visitar el castillo de Nagoya, el teatro Noh, y el museo Tokugawa (con una visita a los jardines). Esto era justamente lo que Suzaki-san tenía pensado para el "Evento Social," así que le vino perfecto acompañarme. Por mí, bien, me parecía excelente tener a un japonés que me explicara lo que estaba viendo.
El problema fue que Suzaki-san, a pesar de haber estado viviendo en Nagoya hacía casi medio año, aparentemente no se había movido fuera de un área con radio de tres kilómetros. Nunca había tomado un bus, y no tenía la más mínima idea de qué había dentro del castillo, o el museo.
No sólo eso. Descubrí que Suzaki-san no tenía un buen sentido de orientación. En serio, dábamos la vuelta a la manzana, y Suzaki-san dejaba de tener la más mínima idea de dónde estábamos. Así de fuerte.
- Ok, compadre. Ya has tenido tres noches aburridas. Esta vez tienes que encontrar a alguien con quien conversar.
- Mira, mira, esa chica está sola. Tiene la banderita de haber pedido comida, así que no parece que esté esperando a alguien.
- ¿Y entonces?
- Pues nada, me acerco, le pregunto si habla inglés, y si habla, pues le propongo que cenemos juntos.
- Dale pues, a ver...
- Sumimasen! Eigo ga wakarimas ka? (Disculpa, ¿hablas inglés?)
- (* Cosas raras en japonés *) (Naranjas, compadre)
- Sumimasen! Nihongo ga wakarimasen! (Disculpa, ¡yo no hablo japonés!)
- Oh... I can try...
- Bien, compadre, yo no sé cómo la chica ha atracado a cenar contigo, pero la cosa está simpática.
- Sí, ¿no?
- Ahora dime cómo demonios vas a llevar a cabo la conversación, ¡si con las justas te puedes comunicar con ella!
- No jorobes, oe, que se esfuerza. Es muy chévere esta chica.
- Ya, ya, ¡pero si ni siquiera sabes su nombre!
- Chesu, es verdad...
- Oh, yes, I forgot to ask, what is your name?
- I'm Yurino.
- Listo.
- Ya, y ahora, ¿cómo vas a hacer para acordarte del nombre?
- Verdad, yo soy bien bestia para esto.
- ¿Cómo se llamaba?
- Yurino.
- Pues, "me orino."
- No mames, güey.
- No jorobes tú, que seguro que así no te olvidas de su nombre nunca.
- Hajimemashite, Yurino-san! (¡Gusto en conocerte, Yurino!)
El trabajo durante la semana era duro. Los japoneses trabajan bastante, y era normal almorzar y cenar en la cafetería de la universidad. Alguna vez vi a algunos quedarse a trabajar toda la noche en la universidad. Ahora, al ser yo gaijin, no me exigían tanto, y por lo menos nunca se quejaron cuando yo fugaba a las 7:00 u 8:00 pm.
De lo que no podía escaparme era de las reuniones de grupo, que se daban dos veces a la semana. Por lo general me gustan este tipo de cosas, pero en este caso, eran en japonés. A pesar que me asignaban un traductor, realmente no me enteraba de nada.
En una de esas reuniones, el chico encargado de traducir me dijo que iban a hablar sobre el Rest Room. "Not the bathroom," me dijo. ¿Qué podía ser este Rest Room? Dos minutos después me enteré. El encargado de la charla empezó a poner fotos de camas, de sillas, de relojes despertadores....
Sí. Estaban hablando sobre implementar un salón de la universidad como habitación. Así, la gente que quería quedarse trabajando toda la noche podía dormir un rato.
Pasu. Me empecé a sentir mal por irme a las 7:00 pm...
Mientras caminaba por Kyoto, camino a la casa de Yoko, me topé con un chico, más o menos de mi edad, parado frente a la entrada del metro, con una mano frente a su cara (como si estuviera rezando), y diciendo cosas raras en japonés, al aire. Me dio mucha curiosidad, pero no logré descifrar qué demonios estaba haciendo.
Más adelante, me encontré con una señora haciendo lo mismo. Luego, al encontrar a Yoko, ella me dijo: "Mira a la abuelita loca." Al darme la vuelta, vi a una señora bastante mayor en la misma posición, igual que el chico y la señora de la vez pasada. Parecía que trataban de invocar algo.
Yoko me dijo que era una especie de culto, algo de lo que no se habla mucho en Japón. Aparentemente, me dijo, este culto tiene bastante llegada, parece que incluso han formado su propio partido político. No obstante, no me engañó. Yo sabía muy bien lo que estaba ocurriendo.
¡Era demasiado obvio! La gente esta estaba invocando al Supremo Satánico Shabranigdu. En cualquier momento, aparecería un círculo alquímico sobre la ciudad, el cielo se oscurecería, la tierra se abriría, y miles de demonios onis empezarían a devorar a los pobres habitantes de Kyoto.
Yoko, en cambio, tendría que correr de regreso a su depa (conmigo en el camino), bajar una palanca secreta y entrar a un pasadizo detrás de su armario. Esto la llevaría a una cámara especial, dentro de la cual podría controlar a un mecha tipo El Vengador, con el cual combatiría los terribles demonios. Por supuesto, en algún momento ocurriría un accidente, ella quedaría inconsciente, y yo me vería obligado a controlar el condenado robot (destruyendo la mitad de la ciudad al hacerlo, por supuesto). Yoko re-aparecería en la escena unos diez capítulos más tarde, esta vez controlando un mecha tipo Afrodita (¿qué otro?).
Um.... Me parece, ¿o acabo de tener un lapsus frikis?
Anyway, no les contaré más de esto, pa no malograrles el final de la serie.
El viaje, lamentablemente, quedó muy corto. Antes que me pudiera dar cuenta, ya estaba de vuelta en el avión. En dos semanas y media, había absorbido la mayor cantidad posible de shinto, anime, nihongo, historia japonesa, calpis, misokatsu, y demás. Me encantó.
Ahora, no podría vivir en ese país, lamentablemente. Y es que si viviera ahí permanentemente, el sitio perdería su magia. Me faltan dedos para contar la cantidad de veces que pasé frente al Colosseo en Roma sin siquiera levantar la mirada. La cotidianidad lamentablemente aniquila el resplandor de las cosas, y lo peor que me podría pasar es volverme indiferente frente a todo esto. Así que lo siento, Japón por turismo, y nada más.
Todo esto lo pensaba mientras estaba en el avión de regreso. Estaba tan distraído, que durante la cena boté el cuchillo al piso. Me di la vuelta, y vi que las azafatas estaban bastante ocupadas, y que pasaría mucho tiempo antes que me trajeran un cuchillo nuevo. Miré mi bandeja, y descubrí un par de hashi frente a mi. Los tomé, y me dije: No problem. Mondai nai.
Creo que la comida me supo mejor así.
Los que me conocen bien-bien saben que tengo una fascinación por la cultura e historia japonesa. Por ende, cuando Hayasaka-san me ofreció la oportunidad de viajar a Nagoya para colaborar con él por dos semanas y media, casi me salen lágrimas. Era un pequeño sueño hecho realidad.
El pequeño detalle del viaje era que se daba pocos días después de mi viaje a Lima. Esto significa que me iba de un jet-lag a otro, con un cambio horario de 14 horas. La muerte, oe.
Sabiendo que estaría más tonto de lo normal, decidí hacerme una lista de kanjis útiles, de forma que no tendría problema en llegar a la Nagoya Daigaku desde el aeropuerto. Me busqué todos los kanjis que me podrían servir en esa ruta, desde aquél para el nombre del aeropuerto, hasta aquél para la universidad, incluyendo el de las estaciones de metro en donde tenía que hacer los cambios. Estaba listo para todo.
Excepto, claro, a que me cancelaran el vuelo y me mandaran a Osaka. Yabbai.
***
Estar en Japón significa ver máquinas con bebidas energéticas en cada esquina, pero ninguna barra de chocolate ni papitas.
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Mi estimado Suzaki-san fue el encargado de entretenerme en el primer fin de semana. Él estaba encargado de organizar el "Evento Social" en un futuro workshop de física de taus, y aprovechó la oportunidad para darle un vistazo a las cosas que Nagoya tenía para ofrecer.
Mi plan para el sábado incluía visitar el castillo de Nagoya, el teatro Noh, y el museo Tokugawa (con una visita a los jardines). Esto era justamente lo que Suzaki-san tenía pensado para el "Evento Social," así que le vino perfecto acompañarme. Por mí, bien, me parecía excelente tener a un japonés que me explicara lo que estaba viendo.
El problema fue que Suzaki-san, a pesar de haber estado viviendo en Nagoya hacía casi medio año, aparentemente no se había movido fuera de un área con radio de tres kilómetros. Nunca había tomado un bus, y no tenía la más mínima idea de qué había dentro del castillo, o el museo.
No sólo eso. Descubrí que Suzaki-san no tenía un buen sentido de orientación. En serio, dábamos la vuelta a la manzana, y Suzaki-san dejaba de tener la más mínima idea de dónde estábamos. Así de fuerte.
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Estar en Japón significa darse cuenta que los animes de Sailor Moon y demás no exageraban cuando dibujaban a las chicas con faldas ultra-cortas, mostrando piernas aparentemente larguísimas.
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- Ok, compadre. Ya has tenido tres noches aburridas. Esta vez tienes que encontrar a alguien con quien conversar.
- Mira, mira, esa chica está sola. Tiene la banderita de haber pedido comida, así que no parece que esté esperando a alguien.
- ¿Y entonces?
- Pues nada, me acerco, le pregunto si habla inglés, y si habla, pues le propongo que cenemos juntos.
- Dale pues, a ver...
- Sumimasen! Eigo ga wakarimas ka? (Disculpa, ¿hablas inglés?)
- (* Cosas raras en japonés *) (Naranjas, compadre)
- Sumimasen! Nihongo ga wakarimasen! (Disculpa, ¡yo no hablo japonés!)
- Oh... I can try...
- Bien, compadre, yo no sé cómo la chica ha atracado a cenar contigo, pero la cosa está simpática.
- Sí, ¿no?
- Ahora dime cómo demonios vas a llevar a cabo la conversación, ¡si con las justas te puedes comunicar con ella!
- No jorobes, oe, que se esfuerza. Es muy chévere esta chica.
- Ya, ya, ¡pero si ni siquiera sabes su nombre!
- Chesu, es verdad...
- Oh, yes, I forgot to ask, what is your name?
- I'm Yurino.
- Listo.
- Ya, y ahora, ¿cómo vas a hacer para acordarte del nombre?
- Verdad, yo soy bien bestia para esto.
- ¿Cómo se llamaba?
- Yurino.
- Pues, "me orino."
- No mames, güey.
- No jorobes tú, que seguro que así no te olvidas de su nombre nunca.
- Hajimemashite, Yurino-san! (¡Gusto en conocerte, Yurino!)
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Estar en Japón significa que una chica que recién conoces te regale un set de imanes en forma de sushi.
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El trabajo durante la semana era duro. Los japoneses trabajan bastante, y era normal almorzar y cenar en la cafetería de la universidad. Alguna vez vi a algunos quedarse a trabajar toda la noche en la universidad. Ahora, al ser yo gaijin, no me exigían tanto, y por lo menos nunca se quejaron cuando yo fugaba a las 7:00 u 8:00 pm.
De lo que no podía escaparme era de las reuniones de grupo, que se daban dos veces a la semana. Por lo general me gustan este tipo de cosas, pero en este caso, eran en japonés. A pesar que me asignaban un traductor, realmente no me enteraba de nada.
En una de esas reuniones, el chico encargado de traducir me dijo que iban a hablar sobre el Rest Room. "Not the bathroom," me dijo. ¿Qué podía ser este Rest Room? Dos minutos después me enteré. El encargado de la charla empezó a poner fotos de camas, de sillas, de relojes despertadores....
Sí. Estaban hablando sobre implementar un salón de la universidad como habitación. Así, la gente que quería quedarse trabajando toda la noche podía dormir un rato.
Pasu. Me empecé a sentir mal por irme a las 7:00 pm...
***
Estar en Japón significa sonreirle a desconocidos en el metro simplemente porque ambos son gaijin.
***
Mientras caminaba por Kyoto, camino a la casa de Yoko, me topé con un chico, más o menos de mi edad, parado frente a la entrada del metro, con una mano frente a su cara (como si estuviera rezando), y diciendo cosas raras en japonés, al aire. Me dio mucha curiosidad, pero no logré descifrar qué demonios estaba haciendo.
Más adelante, me encontré con una señora haciendo lo mismo. Luego, al encontrar a Yoko, ella me dijo: "Mira a la abuelita loca." Al darme la vuelta, vi a una señora bastante mayor en la misma posición, igual que el chico y la señora de la vez pasada. Parecía que trataban de invocar algo.
Yoko me dijo que era una especie de culto, algo de lo que no se habla mucho en Japón. Aparentemente, me dijo, este culto tiene bastante llegada, parece que incluso han formado su propio partido político. No obstante, no me engañó. Yo sabía muy bien lo que estaba ocurriendo.
¡Era demasiado obvio! La gente esta estaba invocando al Supremo Satánico Shabranigdu. En cualquier momento, aparecería un círculo alquímico sobre la ciudad, el cielo se oscurecería, la tierra se abriría, y miles de demonios onis empezarían a devorar a los pobres habitantes de Kyoto.
Yoko, en cambio, tendría que correr de regreso a su depa (conmigo en el camino), bajar una palanca secreta y entrar a un pasadizo detrás de su armario. Esto la llevaría a una cámara especial, dentro de la cual podría controlar a un mecha tipo El Vengador, con el cual combatiría los terribles demonios. Por supuesto, en algún momento ocurriría un accidente, ella quedaría inconsciente, y yo me vería obligado a controlar el condenado robot (destruyendo la mitad de la ciudad al hacerlo, por supuesto). Yoko re-aparecería en la escena unos diez capítulos más tarde, esta vez controlando un mecha tipo Afrodita (¿qué otro?).
Um.... Me parece, ¿o acabo de tener un lapsus frikis?
Anyway, no les contaré más de esto, pa no malograrles el final de la serie.
***
Estar en Japón significa que una señora escriba su nombre en hiragana, katakana, kanji y romaji en un papel, y que luego su esposo haga una grulla de origami con este y te lo dé de regalo.
***
El viaje, lamentablemente, quedó muy corto. Antes que me pudiera dar cuenta, ya estaba de vuelta en el avión. En dos semanas y media, había absorbido la mayor cantidad posible de shinto, anime, nihongo, historia japonesa, calpis, misokatsu, y demás. Me encantó.
Ahora, no podría vivir en ese país, lamentablemente. Y es que si viviera ahí permanentemente, el sitio perdería su magia. Me faltan dedos para contar la cantidad de veces que pasé frente al Colosseo en Roma sin siquiera levantar la mirada. La cotidianidad lamentablemente aniquila el resplandor de las cosas, y lo peor que me podría pasar es volverme indiferente frente a todo esto. Así que lo siento, Japón por turismo, y nada más.
Todo esto lo pensaba mientras estaba en el avión de regreso. Estaba tan distraído, que durante la cena boté el cuchillo al piso. Me di la vuelta, y vi que las azafatas estaban bastante ocupadas, y que pasaría mucho tiempo antes que me trajeran un cuchillo nuevo. Miré mi bandeja, y descubrí un par de hashi frente a mi. Los tomé, y me dije: No problem. Mondai nai.
Creo que la comida me supo mejor así.
jueves, 7 de junio de 2012
Visita Fugaz a Lima
Debido al matriqui de mi estimado amigo JD, decidí visitar Lima una vez más. Encontré un vuelo ultra barato (¡mitad de precio!), así que terminé en Lima por una semana. ¿El único problema? Que el itinerario era complicado.
El vuelo barato lo conseguí desde Londres, sería un Londres-Madrid-Lima (y no, si buscaba simplemente Madrid-Lima, el vuelo me salía 200 euros más caro). Salí desde Ginebra el día anterior, y me quedé con Julian una noche allá.
Bueno, decir que me quedé una noche es mucho, ya que mi vuelo salía de Heathrow a las 6:15 am. Ahora, la única forma de llegar al aeropuerto a las 4:00 am sin usar un taxi es tomando el bus nocturno, y al no estar 100% seguros de su eficiencia, decidimos que sería mejor si lo tomaba a las 2:00 am.
Llegué a la estación de bus de Heathrow a las 3:15 am, y luego de caminar un poco, llegué a la Terminal 3, desde donde salía mi vuelo. Grande fue mi sorpresa al descubrir que mi vuelo a Madrid no estaba en la lista de vuelos.
En ese momento, me entró una duda terrible. El vuelo lo había comprado a través de una agencia de viajes en internet que no había escuchado antes: TravelUp. Lo primero que me pasó por la cabeza fue "Cha mare, me estafaron." No obstante, luego de un "¡que no panda el cúnico!", decidí buscar alguna oficina de información donde me pudieran orientar. Labor difícil, claro, siendo las 3:30 am.
Luego de no encontrar a ni un alma despierta en el aeropuerto, decidí explorar las otras terminales, a ver si había ocurrido algún error en mi ticket electrónico. Corrí de vuelta a la estación de autobús, desde donde podía llegar a la Terminal 1. En el camino, encontré una lista que me indicaba qué aerolíneas salían de qué terminal, y descubrí que Iberia salía desde la Terminal 5. Genial.
Subí a la estación de bus para ir a la Terminal 5 (quedaba a 10 minutos), cuando en eso encontré una oficina de información abierta. No había nadie en ese momento, pero decidí esperar. Si me iba a la Terminal 5, y luego descubría que mi vuelo salía de otro lado, lo perdería, seguro seguro. Mi inseguridad aumentó cuando leí en la misma oficina que los vuelos de Iberia salían de la Terminal 3. Cosa que, evidentemente, no era cierta.
Con la desesperación en aumento, decidí buscar algún acceso a internet, y afortunadamente lo encontré. Busqué en la página web del aeropuerto, ¡y sí! ¡El vuelo salía de la Terminal 5! ¡A tomar el bus!
Del vuelo a Madrid no recuerdo mucho, lo dormí al 100%. El vuelo a Lima tampoco tuvo ninguna eventualidad, me senté al costado de un pescador gallego, que iba a Lima pa' tomar un barco y pescar pez espada en alta mar por cuatro meses. Era muy amable, pero no hablaba mucho. Me imagino que si uno se pasa cuatro meses en un barco sin ver más que a la misma gente, las habilidades sociales tienden a disminuir.
La estancia en Lima fue genial, pero muy corta. Pasó de todo, el matri genial, ocurrieron los típicos encuentros con los amigos de siempre, y atípicos encuentros con amigos inesperados. Muy, pero muy bien. Lamentablemente todo muy corto, y una semana después tomé mi vuelo de vuelta a Ginebra.
El vuelo a Madrid fue curioso. Me senté al lado de la típica abuelita peruana, que luego descubrí que estaba yendo a Ginebra a visitar a su nieta. Yo le dije que era una casualidad, que yo también vivía en Ginebra. Ella procedió a contarme que tenía otro nieto, que vivía en Valencia.
La coincidencia fue increíble. Su nieto vivía en Burjassot, y estaba por mudarse al barrio de Ruzafa. La señora había estado ahí en plenas Fallas, y seguro que habíamos coincidido en alguna Mascletà. La nieta, por su lado, trabajaba en la OIT, en Ginebra, aunque vivía en Francia.
Yo, con un poco de miedo, le pregunté si tenía algún nieto viviendo en Roma. ¡Si me respondía afirmativamente, me lanzaba del avión! Pero no, tenía una nieta más que vivía en Oviedo, y ya está. Claro, el miedo regresó cuando descubrí que la primera nieta había estudiado en Cambridge. ¡Demasiadas coincidencias, esta señora y sus nietos seguro me estaban stalkeando!
Al final, el viaje se redujo a la señora contándome la vida de sus nietos. Sí, en efecto, tuve a la señora hablándome de ellos por diez horas, literalmente. Muy linda la señora, pero hubo un momento en que casi me muero.
Los viajes posteriores no los recuerdo, los dormí todos. Tanto fue el cansancio del viaje inicial, la estancia en Lima, y el viaje final, ¡que al llegar a Ginebra terminé durmiendo por unas 14 horas! ¡Nunca antes me había ocurrido algo así!
Anyway, los dejo por ahora, mis estimados. Les cuento que me encuentro en Nagoya, estaré acá por unas dos semanas y media, por motivos de chamba. Seguro tendré alguna anécdota del viaje a mi regreso, ¡será hasta entonces!
El vuelo barato lo conseguí desde Londres, sería un Londres-Madrid-Lima (y no, si buscaba simplemente Madrid-Lima, el vuelo me salía 200 euros más caro). Salí desde Ginebra el día anterior, y me quedé con Julian una noche allá.
Bueno, decir que me quedé una noche es mucho, ya que mi vuelo salía de Heathrow a las 6:15 am. Ahora, la única forma de llegar al aeropuerto a las 4:00 am sin usar un taxi es tomando el bus nocturno, y al no estar 100% seguros de su eficiencia, decidimos que sería mejor si lo tomaba a las 2:00 am.
Llegué a la estación de bus de Heathrow a las 3:15 am, y luego de caminar un poco, llegué a la Terminal 3, desde donde salía mi vuelo. Grande fue mi sorpresa al descubrir que mi vuelo a Madrid no estaba en la lista de vuelos.
En ese momento, me entró una duda terrible. El vuelo lo había comprado a través de una agencia de viajes en internet que no había escuchado antes: TravelUp. Lo primero que me pasó por la cabeza fue "Cha mare, me estafaron." No obstante, luego de un "¡que no panda el cúnico!", decidí buscar alguna oficina de información donde me pudieran orientar. Labor difícil, claro, siendo las 3:30 am.
Luego de no encontrar a ni un alma despierta en el aeropuerto, decidí explorar las otras terminales, a ver si había ocurrido algún error en mi ticket electrónico. Corrí de vuelta a la estación de autobús, desde donde podía llegar a la Terminal 1. En el camino, encontré una lista que me indicaba qué aerolíneas salían de qué terminal, y descubrí que Iberia salía desde la Terminal 5. Genial.
Subí a la estación de bus para ir a la Terminal 5 (quedaba a 10 minutos), cuando en eso encontré una oficina de información abierta. No había nadie en ese momento, pero decidí esperar. Si me iba a la Terminal 5, y luego descubría que mi vuelo salía de otro lado, lo perdería, seguro seguro. Mi inseguridad aumentó cuando leí en la misma oficina que los vuelos de Iberia salían de la Terminal 3. Cosa que, evidentemente, no era cierta.
Con la desesperación en aumento, decidí buscar algún acceso a internet, y afortunadamente lo encontré. Busqué en la página web del aeropuerto, ¡y sí! ¡El vuelo salía de la Terminal 5! ¡A tomar el bus!
Del vuelo a Madrid no recuerdo mucho, lo dormí al 100%. El vuelo a Lima tampoco tuvo ninguna eventualidad, me senté al costado de un pescador gallego, que iba a Lima pa' tomar un barco y pescar pez espada en alta mar por cuatro meses. Era muy amable, pero no hablaba mucho. Me imagino que si uno se pasa cuatro meses en un barco sin ver más que a la misma gente, las habilidades sociales tienden a disminuir.
La estancia en Lima fue genial, pero muy corta. Pasó de todo, el matri genial, ocurrieron los típicos encuentros con los amigos de siempre, y atípicos encuentros con amigos inesperados. Muy, pero muy bien. Lamentablemente todo muy corto, y una semana después tomé mi vuelo de vuelta a Ginebra.
El vuelo a Madrid fue curioso. Me senté al lado de la típica abuelita peruana, que luego descubrí que estaba yendo a Ginebra a visitar a su nieta. Yo le dije que era una casualidad, que yo también vivía en Ginebra. Ella procedió a contarme que tenía otro nieto, que vivía en Valencia.
La coincidencia fue increíble. Su nieto vivía en Burjassot, y estaba por mudarse al barrio de Ruzafa. La señora había estado ahí en plenas Fallas, y seguro que habíamos coincidido en alguna Mascletà. La nieta, por su lado, trabajaba en la OIT, en Ginebra, aunque vivía en Francia.
Yo, con un poco de miedo, le pregunté si tenía algún nieto viviendo en Roma. ¡Si me respondía afirmativamente, me lanzaba del avión! Pero no, tenía una nieta más que vivía en Oviedo, y ya está. Claro, el miedo regresó cuando descubrí que la primera nieta había estudiado en Cambridge. ¡Demasiadas coincidencias, esta señora y sus nietos seguro me estaban stalkeando!
Al final, el viaje se redujo a la señora contándome la vida de sus nietos. Sí, en efecto, tuve a la señora hablándome de ellos por diez horas, literalmente. Muy linda la señora, pero hubo un momento en que casi me muero.
Los viajes posteriores no los recuerdo, los dormí todos. Tanto fue el cansancio del viaje inicial, la estancia en Lima, y el viaje final, ¡que al llegar a Ginebra terminé durmiendo por unas 14 horas! ¡Nunca antes me había ocurrido algo así!
Anyway, los dejo por ahora, mis estimados. Les cuento que me encuentro en Nagoya, estaré acá por unas dos semanas y media, por motivos de chamba. Seguro tendré alguna anécdota del viaje a mi regreso, ¡será hasta entonces!
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miércoles, 9 de mayo de 2012
Crisis Teológica
Creo que se está volviendo costumbre escribir de algo serio por lo menos una vez al año. Esta vez no intentaré evitarlo, pero les prometo que por lo menos no los torturaré con mis crisis amorosas, como la última vez.
Supongo que se habrán dado cuenta que yo, además de ser físico, peruano, medio pavo, inepto combinando colores, y demás, también tengo alguna tendencia religiosa. Varias personas alguna vez me han preguntado cómo puedo ser físico y no ser ateo al mismo tiempo, y bueno, a estos les respondo generalmente que no entienden qué significa la religión. Pero no quiero entrar en esta discusión en este momento, sino más bien contarles un poco de mi evolución religiosa.
En mi casa en Perú nunca hubo un ambiente muy religioso. Mi padre es anglicano / pagano, y mi madre no es muy religiosa que digamos (a excepción de cuando hay matrimonios). Para el terror de mi abuela, ni mi hermano ni yo fuimos bautizados al nacer, y a pesar que amenazó que si nos moríamos terminaríamos en el limbo, mi madre nunca atracó.
No estoy seguro, pero creo que mi primera experiencia real en la Iglesia fue luego de que a mi abuela le diera el derrame. Al desarrollar mi abuela dificultades para caminar, mi madre me envió a mi de apoyo. Así, terminé yendo los domingos a la parroquia María Reina, como bastón, mientras veía a la gente arrodillarse, rezar, confesarse, etc.
Muchos años después, basé toda mi experiencia religiosa en lo que enseñaban los padres Eduardo Arens (María Reina), y Lucho Cordero (Carmelitas). Quienes los han escuchado sabrán que ambos dan (o por lo menos daban) sermones de alta calidad. Según yo, el primero se concentraba en la experiencia religiosa como un hecho racional (¡actúa!), mientras que el segundo la enfocaba más por el lado humano (¡siente!). Ambos, por supuesto, con argumentos históricos y la debida contextualización. En Lima, siempre encontré mi equilibrio espiritual en ellos, y sentía que evolucionaba de una manera u otra.
Esto cambió cuando dejé el Perú. En Inglaterra, España e Italia me topé con los sermones más superficiales que había escuchado en mi vida, concentrados más en la tradición que en la vida diaria. En los primeros dos países me salvé por un pelo, en Cambridge me rescató mi amiga Chris, quién me llevó al Fischer House, una comunidad pequeña, pero muy reflexiva y analítica. En Valencia, encontré una parroquia a la que asistía toda la comunidad ecuatoriana, provista de un sacerdote muy humano.
No obstante, no puedo decir que no haya pasado por varias crisis. Me encontré constantemente en desacuerdo por las políticas de la Iglesia, ya sea en los temas de sexualidad como en los de austeridad. Vamos, siempre he estado convencido de que, a pesar de tener la cabeza media podrida, la Iglesia también tiene un cuerpo activo que hace buenas obras. Un cuerpo escondido, por supuesto, ya que esto generalmente no hace noticia. Pero la podredumbre de la cabeza no me dejaba tranquilo.
Esta crisis llegó a un máximo durante el escándalo de los abusos a menores, y la muy pobre respuesta de la Iglesia a todo este rollo. Esto, junto con la lamentable acción del papanatas de nuestro cardenal al intentar apoderarse de la PUCP, causó que me alejara de la Iglesia por más de un año.
Claro, el no ir a la Iglesia tampoco me dejaba tranquilo, ya que para mi escuchar los sermones siempre ha sido una motivación para evolucionar como persona. Al alejarme de la Iglesia Católica, empecé a mirar otras opciones.
Acá en Ginebra, al hablar con La Finlandesa Particular, me enteré de la existencia de una comunidad protestante Luterana. Me dije ¡qué demonios!, y decidí ir.
Tengo que admitir que casi salgo corriendo después de los primeros diez minutos. Al empezar la misa, apareció un hombre vestido de blanco, caminando como si fuera el Rey de España, y llevando a cabo la primera lectura haciéndose pasar por Abraham. Me hizo recordar las Iglesia de Gokú, o la de Sonic The Hedgehog.
Pero me quedé. Y por suerte lo hice. Descubrí que esta cosa rara realmente era una parte inicial dirigida a los niños, y que luego se llevaban a los critters a otro cuarto y empezaban con la cosa seria.
Grande fue mi sorpresa al no encontrar un sacerdote, sino una pastora. Más grande fue mi sorpresa al enterarme que no sólo estaba casada, ¡sino que estaba casada con un peruano! ¡Genial! ¡Y además, toca las maracas!
Ok, ok, los que han visto el video, sé que lo que toca no son maracas, pero suena gracioso, ¿ya?
Anyway, descubrí así que esta comunidad Luterana no cargaba consigo con todo el lastre que sí carga la Iglesia Católica. Para darles un ejemplo, descubrí que la pastora había celebrado una boda gay el año anterior, cosa completamente inconcebible en Roma. Encontré también una mezcla del sermón de Arens y de Cordero, una mezcla entre racionalidad y espiritualidad, basada en una contextualización apropiada de lo leído. Aún estoy comprendiendo cómo funciona la comunidad en sí, pero les puedo decir que el cheesecake que hacen después de la ceremonia es motivo suficiente como para querer quedarse y enterarse más.
Así que lo haré.
Ojo, con esto no quiero impulsarlos a moverse a la Iglesia Luterana más cercana. Aparentemente esta Iglesia es muy democrática, y cada comunidad tiene su propia forma de vivir su espiritualidad. Por ejemplo, la misma pastora me dijo que la Iglesia Luterana en África no está haciendo las cosas muy bien. Pero por lo menos esta es chévere, y estoy seguro que me quedaré ahi durante toda mi estancia en Ginebra.
Eso sí, protestaré. Apenas regrese a Lima iniciaré los trámites para mi retiro político de la Iglesia Católica. No sé qué será, apostasía, herejía, qué sé yo, pero por lo menos quiero que se sepa que no estoy de acuerdo en cómo lleva la Iglesia estos temas, y que prefiero estar en comunidades que me dan lo mismo (o más), que actúan de forma similar, pero que no tienen ningún lastre discriminador.
He dicho.
Supongo que se habrán dado cuenta que yo, además de ser físico, peruano, medio pavo, inepto combinando colores, y demás, también tengo alguna tendencia religiosa. Varias personas alguna vez me han preguntado cómo puedo ser físico y no ser ateo al mismo tiempo, y bueno, a estos les respondo generalmente que no entienden qué significa la religión. Pero no quiero entrar en esta discusión en este momento, sino más bien contarles un poco de mi evolución religiosa.
En mi casa en Perú nunca hubo un ambiente muy religioso. Mi padre es anglicano / pagano, y mi madre no es muy religiosa que digamos (a excepción de cuando hay matrimonios). Para el terror de mi abuela, ni mi hermano ni yo fuimos bautizados al nacer, y a pesar que amenazó que si nos moríamos terminaríamos en el limbo, mi madre nunca atracó.
No estoy seguro, pero creo que mi primera experiencia real en la Iglesia fue luego de que a mi abuela le diera el derrame. Al desarrollar mi abuela dificultades para caminar, mi madre me envió a mi de apoyo. Así, terminé yendo los domingos a la parroquia María Reina, como bastón, mientras veía a la gente arrodillarse, rezar, confesarse, etc.
Muchos años después, basé toda mi experiencia religiosa en lo que enseñaban los padres Eduardo Arens (María Reina), y Lucho Cordero (Carmelitas). Quienes los han escuchado sabrán que ambos dan (o por lo menos daban) sermones de alta calidad. Según yo, el primero se concentraba en la experiencia religiosa como un hecho racional (¡actúa!), mientras que el segundo la enfocaba más por el lado humano (¡siente!). Ambos, por supuesto, con argumentos históricos y la debida contextualización. En Lima, siempre encontré mi equilibrio espiritual en ellos, y sentía que evolucionaba de una manera u otra.
Esto cambió cuando dejé el Perú. En Inglaterra, España e Italia me topé con los sermones más superficiales que había escuchado en mi vida, concentrados más en la tradición que en la vida diaria. En los primeros dos países me salvé por un pelo, en Cambridge me rescató mi amiga Chris, quién me llevó al Fischer House, una comunidad pequeña, pero muy reflexiva y analítica. En Valencia, encontré una parroquia a la que asistía toda la comunidad ecuatoriana, provista de un sacerdote muy humano.
No obstante, no puedo decir que no haya pasado por varias crisis. Me encontré constantemente en desacuerdo por las políticas de la Iglesia, ya sea en los temas de sexualidad como en los de austeridad. Vamos, siempre he estado convencido de que, a pesar de tener la cabeza media podrida, la Iglesia también tiene un cuerpo activo que hace buenas obras. Un cuerpo escondido, por supuesto, ya que esto generalmente no hace noticia. Pero la podredumbre de la cabeza no me dejaba tranquilo.
Esta crisis llegó a un máximo durante el escándalo de los abusos a menores, y la muy pobre respuesta de la Iglesia a todo este rollo. Esto, junto con la lamentable acción del papanatas de nuestro cardenal al intentar apoderarse de la PUCP, causó que me alejara de la Iglesia por más de un año.
Claro, el no ir a la Iglesia tampoco me dejaba tranquilo, ya que para mi escuchar los sermones siempre ha sido una motivación para evolucionar como persona. Al alejarme de la Iglesia Católica, empecé a mirar otras opciones.
Acá en Ginebra, al hablar con La Finlandesa Particular, me enteré de la existencia de una comunidad protestante Luterana. Me dije ¡qué demonios!, y decidí ir.
Tengo que admitir que casi salgo corriendo después de los primeros diez minutos. Al empezar la misa, apareció un hombre vestido de blanco, caminando como si fuera el Rey de España, y llevando a cabo la primera lectura haciéndose pasar por Abraham. Me hizo recordar las Iglesia de Gokú, o la de Sonic The Hedgehog.
Pero me quedé. Y por suerte lo hice. Descubrí que esta cosa rara realmente era una parte inicial dirigida a los niños, y que luego se llevaban a los critters a otro cuarto y empezaban con la cosa seria.
Grande fue mi sorpresa al no encontrar un sacerdote, sino una pastora. Más grande fue mi sorpresa al enterarme que no sólo estaba casada, ¡sino que estaba casada con un peruano! ¡Genial! ¡Y además, toca las maracas!
Ok, ok, los que han visto el video, sé que lo que toca no son maracas, pero suena gracioso, ¿ya?
Anyway, descubrí así que esta comunidad Luterana no cargaba consigo con todo el lastre que sí carga la Iglesia Católica. Para darles un ejemplo, descubrí que la pastora había celebrado una boda gay el año anterior, cosa completamente inconcebible en Roma. Encontré también una mezcla del sermón de Arens y de Cordero, una mezcla entre racionalidad y espiritualidad, basada en una contextualización apropiada de lo leído. Aún estoy comprendiendo cómo funciona la comunidad en sí, pero les puedo decir que el cheesecake que hacen después de la ceremonia es motivo suficiente como para querer quedarse y enterarse más.
Así que lo haré.
Ojo, con esto no quiero impulsarlos a moverse a la Iglesia Luterana más cercana. Aparentemente esta Iglesia es muy democrática, y cada comunidad tiene su propia forma de vivir su espiritualidad. Por ejemplo, la misma pastora me dijo que la Iglesia Luterana en África no está haciendo las cosas muy bien. Pero por lo menos esta es chévere, y estoy seguro que me quedaré ahi durante toda mi estancia en Ginebra.
Eso sí, protestaré. Apenas regrese a Lima iniciaré los trámites para mi retiro político de la Iglesia Católica. No sé qué será, apostasía, herejía, qué sé yo, pero por lo menos quiero que se sepa que no estoy de acuerdo en cómo lleva la Iglesia estos temas, y que prefiero estar en comunidades que me dan lo mismo (o más), que actúan de forma similar, pero que no tienen ningún lastre discriminador.
He dicho.
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sábado, 7 de abril de 2012
Historia Repetida
Cuando me planteé salir de juerga en Viernes Santo, dudé un momento. En principio, estas fechas son más para meditación y tal, salir de juerga ese día exactamente era un poco inapropiado. Afortunadamente, esta idea no se mantuvo mucho tiempo en mi mente, y me preparé para una noche que quién sabe qué traería.
Lamentablemente, el Castigo Divino cayó sobre los asistentes a la juerga, y pasamos una noche parecida a aquella del año pasado.
Todo empezó cuando me encontré con El Albanés Amable en la cocina. No había casi nadie en el Foyer, el ambiente en la sala común estaba más triste que submarino a remos. Decidimos que, después de cenar, saldríamos a ver qué encontrábamos en la noche ginebrina.
Mientras cocinábamos, nos encontramos con La Tedesca Sorridente y Die tanzenden Italienisch. Luego de la sonrisa habitual, La Tedesca Sorridente nos contó que habría un concierto gratuito de rock muy cerca del Foyer. Ellas no sabían si irían, pero para nosotros eso no importaba: había un plan.
En la zona común, nos encontramos con La Inglesa Hindú. Estaba con El Árabe Silencioso y con una amiga que la había venido a visitar, llamada La Otra Inglesa Hindú. Nos unimos a ellos, y nos enteramos que La Otra Inglesa Hindú tenía muchas ganas de juerga (luego nos enteramos que era pura finta, pero vamos, no hay que adelantarnos). Les contamos nuestros planes del concierto, y decidieron apuntarse. No obstante, tenían otras cosas que hacer antes, así que El Albanés Amable y yo decidimos adelantarnos.
El concierto fue un poco... ¿cómo decirlo? Un poco adolescente, digamos. Parecía que si había alguien ahí mayor de 20 años, era padre o madre de alguno de los asistentes al concierto. Podrán imaginar que no era exactamente lo que queríamos. El problema es que en ese breve periodo en el que estuvimos dándonos cuenta de la situación, empezó una lluvia terrible. Estábamos atrapados en el edificio.
Decidimos tomar un vino mientras esperábamos que la lluvia baje. Teníamos esperanzas de que el resto se nos uniera, y que tal vez tuvieran algún paraguas o algo con qué salvarnos. Mientras tanto, unas seis niñitas jugaban a las chapadas a nuestro alrededor. Sí, sí, sé que la idea de la noche era estar rodeado por chicas, pero se suponía que su edad no sería igual a la mía dividida entre cinco... 'Ta mare...
En eso, salió la luz. Completamente empapadas, llegaron La Tedesca Sorridente, Die tanzenden Italienisch, La Inglesa Hindú, La Otra Inglesa Hindú, y El Árabe Silencioso. Con paraguas y cosas. Chévere. Podíamos escapar.
Decidimos correr todos junto al bar más cercano, donde la edad media fuera un poco mayor. Estaba un poco muerto, pero vamos, eramos siete, podíamos pasarla bien. Mientras pedíamos bebidas, decidí ir al baño, que estaba en la parte de atrás del local. Y al llegar, casi se me cae la cara de la sorpresa.
En la parte de atrás del local había una pequeña entrada, que llevaba a una mini-discoteca. Y había un ambiente espectacular, mucha música latina, mucha gente bailando. Este era el sitio donde estar. Le avisé al resto, y corrimos a la parte de atrás.
Pero no. Había que pagar entrada, 15 francos. A mi, el Danza Kuduro que sonaba en el fondo me decía "¡Paga nomas!", pero el resto no estaba tan convencido. La Tedesca Sorridente nos sugirió ir al Duplex, un sitio con entrada gratuita, que no estaba muy lejos de ahí. Ya pues.
Fue un error. Un error fatal. El Duplex estaba medio vacío, la música era muy rara, y los tres tipos que estaban bailando lo hacían muy pero muy mal. Ya, ya, yo sé que debería ser el último en criticar a alguien bailando, pero esto se veía realmente mal, al punto de darnos yuyu de lo feo que se veía. La Tedesca Sorridente perdía puntos como una catarata.
Recordé que al costado del Duplex se encontraba el Pachinko. No obstante, sabiendo que en ese sitio a veces ponen música rara también, decidí ir solo, como explorador. Llegué al sitio, y escapé inmediatemente, espantado.
¿Qué encontré? Una reunión de europeos del este, escuchando música rusa. No sólo eso, había que pagar 5 francos pa entrar. Ni siquiera El Albanés Amable pensó que fuera una buena idea ir.
Decidimos regresar a casa. Recordamos que la televisión del Foyer podía reproducir música de un USB, así que decidimos tener la juerga en casa. En el camino, pasamos por el Milk Club, a ver si pasaba algo, pero no... estaba cerrado.
Anyway, no había problema, ya habíamos decidido ir al Foyer. Llegamos, bajé mi USB con música de juerga, y lo puse en la TV. Empezó a sonar el Mesa que más aplauda.
La Inglesa Hindú me miró y me dijo: "No la conozco, ¿pones otra?"
Ok, apreté el botón de avanzar, y empezó el Baile de la Botella.
La Otra Inglesa Hindú me miró y me dijo: "¡No me digas que sólo tienes música latinoamericana!"
Casi le tiro el USB.
Ok. El Albanés Amable fue a su habitación por su música, mientras tanto, la gente abajo no bailaba ni aunque sonaran Los Fabulosos Cadillacs, Carlos Vives, o Axe Bahia. Ya, ya sé que mi música 'ta media vieja, pero no era por eso que no bailaban.
El Albanés Amable regresó, puso su música, y lo mismo. Tampoco les gustaba. Nada. Indignado, El Albanés Amable se fue a hacer couscous y nos dejó. Sí, couscous a las dos de la madrugada, leyeron bien.
Pos na', La Inglesa Hindú decidió ir por su propia música. Bajó con su USB, lo puso en la TV... y no funcionó. Me miró, y dijo: "¿Tú crees que sea porque están en formato RealAudio?"
Mientras controlaba a mi lado nerd de gritarle que cómo se le ocurría tener canciones en formato RealAudio, miré al resto. Y me rendí. El próximo año, me quedaré jugando en la computadora toda la noche. Contra la Ira Divina parece que no se puede.
Lamentablemente, el Castigo Divino cayó sobre los asistentes a la juerga, y pasamos una noche parecida a aquella del año pasado.
Todo empezó cuando me encontré con El Albanés Amable en la cocina. No había casi nadie en el Foyer, el ambiente en la sala común estaba más triste que submarino a remos. Decidimos que, después de cenar, saldríamos a ver qué encontrábamos en la noche ginebrina.
Mientras cocinábamos, nos encontramos con La Tedesca Sorridente y Die tanzenden Italienisch. Luego de la sonrisa habitual, La Tedesca Sorridente nos contó que habría un concierto gratuito de rock muy cerca del Foyer. Ellas no sabían si irían, pero para nosotros eso no importaba: había un plan.
En la zona común, nos encontramos con La Inglesa Hindú. Estaba con El Árabe Silencioso y con una amiga que la había venido a visitar, llamada La Otra Inglesa Hindú. Nos unimos a ellos, y nos enteramos que La Otra Inglesa Hindú tenía muchas ganas de juerga (luego nos enteramos que era pura finta, pero vamos, no hay que adelantarnos). Les contamos nuestros planes del concierto, y decidieron apuntarse. No obstante, tenían otras cosas que hacer antes, así que El Albanés Amable y yo decidimos adelantarnos.
El concierto fue un poco... ¿cómo decirlo? Un poco adolescente, digamos. Parecía que si había alguien ahí mayor de 20 años, era padre o madre de alguno de los asistentes al concierto. Podrán imaginar que no era exactamente lo que queríamos. El problema es que en ese breve periodo en el que estuvimos dándonos cuenta de la situación, empezó una lluvia terrible. Estábamos atrapados en el edificio.
Decidimos tomar un vino mientras esperábamos que la lluvia baje. Teníamos esperanzas de que el resto se nos uniera, y que tal vez tuvieran algún paraguas o algo con qué salvarnos. Mientras tanto, unas seis niñitas jugaban a las chapadas a nuestro alrededor. Sí, sí, sé que la idea de la noche era estar rodeado por chicas, pero se suponía que su edad no sería igual a la mía dividida entre cinco... 'Ta mare...
En eso, salió la luz. Completamente empapadas, llegaron La Tedesca Sorridente, Die tanzenden Italienisch, La Inglesa Hindú, La Otra Inglesa Hindú, y El Árabe Silencioso. Con paraguas y cosas. Chévere. Podíamos escapar.
Decidimos correr todos junto al bar más cercano, donde la edad media fuera un poco mayor. Estaba un poco muerto, pero vamos, eramos siete, podíamos pasarla bien. Mientras pedíamos bebidas, decidí ir al baño, que estaba en la parte de atrás del local. Y al llegar, casi se me cae la cara de la sorpresa.
En la parte de atrás del local había una pequeña entrada, que llevaba a una mini-discoteca. Y había un ambiente espectacular, mucha música latina, mucha gente bailando. Este era el sitio donde estar. Le avisé al resto, y corrimos a la parte de atrás.
Pero no. Había que pagar entrada, 15 francos. A mi, el Danza Kuduro que sonaba en el fondo me decía "¡Paga nomas!", pero el resto no estaba tan convencido. La Tedesca Sorridente nos sugirió ir al Duplex, un sitio con entrada gratuita, que no estaba muy lejos de ahí. Ya pues.
Fue un error. Un error fatal. El Duplex estaba medio vacío, la música era muy rara, y los tres tipos que estaban bailando lo hacían muy pero muy mal. Ya, ya, yo sé que debería ser el último en criticar a alguien bailando, pero esto se veía realmente mal, al punto de darnos yuyu de lo feo que se veía. La Tedesca Sorridente perdía puntos como una catarata.
Recordé que al costado del Duplex se encontraba el Pachinko. No obstante, sabiendo que en ese sitio a veces ponen música rara también, decidí ir solo, como explorador. Llegué al sitio, y escapé inmediatemente, espantado.
¿Qué encontré? Una reunión de europeos del este, escuchando música rusa. No sólo eso, había que pagar 5 francos pa entrar. Ni siquiera El Albanés Amable pensó que fuera una buena idea ir.
Decidimos regresar a casa. Recordamos que la televisión del Foyer podía reproducir música de un USB, así que decidimos tener la juerga en casa. En el camino, pasamos por el Milk Club, a ver si pasaba algo, pero no... estaba cerrado.
Anyway, no había problema, ya habíamos decidido ir al Foyer. Llegamos, bajé mi USB con música de juerga, y lo puse en la TV. Empezó a sonar el Mesa que más aplauda.
La Inglesa Hindú me miró y me dijo: "No la conozco, ¿pones otra?"
Ok, apreté el botón de avanzar, y empezó el Baile de la Botella.
La Otra Inglesa Hindú me miró y me dijo: "¡No me digas que sólo tienes música latinoamericana!"
Casi le tiro el USB.
Ok. El Albanés Amable fue a su habitación por su música, mientras tanto, la gente abajo no bailaba ni aunque sonaran Los Fabulosos Cadillacs, Carlos Vives, o Axe Bahia. Ya, ya sé que mi música 'ta media vieja, pero no era por eso que no bailaban.
El Albanés Amable regresó, puso su música, y lo mismo. Tampoco les gustaba. Nada. Indignado, El Albanés Amable se fue a hacer couscous y nos dejó. Sí, couscous a las dos de la madrugada, leyeron bien.
Pos na', La Inglesa Hindú decidió ir por su propia música. Bajó con su USB, lo puso en la TV... y no funcionó. Me miró, y dijo: "¿Tú crees que sea porque están en formato RealAudio?"
Mientras controlaba a mi lado nerd de gritarle que cómo se le ocurría tener canciones en formato RealAudio, miré al resto. Y me rendí. El próximo año, me quedaré jugando en la computadora toda la noche. Contra la Ira Divina parece que no se puede.
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Ginebra,
Noches y Chicas
jueves, 22 de marzo de 2012
Recuerdos del Pasado: La Belga
Hace unos días pasé por Valencia. Tuve la suerte de ser invitado por un profesor para discutir con él por un par de días, y aproveché la ocasión para quedarme ahí y pasar otras Fallas.
El viaje motivó el retorno de muchos recuerdos. Recuerdos buenos y malos, por supuesto. Y como soy incorregible, hoy quiero contarles de algunos malos recuerdos.
Ya les conté hace un buen tiempo de la Belga CH. En esa época, pasaron mil y un cosas en ese piso, pero no quise reproducirlas todas por el blog, ya que no quería transformarlo en un tributo a esa nefasta persona. Habiendo pasado casi tres años desde la última vez que vi a la Belga, y habiendo superado ya gran parte de los traumas generados, he decidido contarles un poco más de lo ocurrido con este personaje.
Es difícil elegir por dónde comenzar, considerando las miles de facetas que tenía esta chica. Así que aquí van unas cuantas historias, sin ningún orden.
Un problema serio que tuvimos ocurrió en plenas Fallas. Recuerdo que regresé a casa alrededor de medianoche. Al entrar a mi habitación, escuché que la Belga me llamaba de la suya. Aparentemente, necesitaba mi ayuda.
Dentro de su genialidad, la Belga había decidido meterle password a su Windows. Su grave error fue olvidarlo. Así que me preguntó si yo podía hacer algo para ayudarla.
Pues nada, ustedes saben que yo como hacker me muero de hambre. No obstante, algo sé sobre discos de recuperación, así que pensé que sería posible resetear su password de Windows usando algún disco bajado de internet. Ahora, al no estar seguro de los resultados de semejante operación, lo ideal sería hacer un backup de sus datos.
Me bajé un ISO mientras copiaba los datos de la Belga en mi pen-drive. La Belga, asimismo, se robó un CD de la Mari para quemar el disco de recuperación. El proceso duró mucho tiempo, y la Belga se quedó semi-dormida mientras esperábamos a que todo terminara. El backup fue terminado después de la 1:00 am.
Al terminar el backup, tomé el pen-drive y le dije a la Belga que iba a quemar el CD de recuperación. Tomé su laptop, y fui a mi habitación, donde estaba la mía. Fue en eso, que me di cuenta que sentía una presencia oscura y tenebrosa a mis espaldas.
Al darme la vuelta, vi a la Belga ahí. Me preguntó dónde estaba el pen-drive. Lo señalé, y regresé al proceso de quemar el CD. Dos minutos después, me volví a dar la vuelta, y noté que el pen-drive ya no estaba.
- ¿Dónde está el pen-drive?
- Lo tengo yo.
- ¿Me lo das?
- No.
- Es mi pen-drive.
- Son mis datos.
Genial. La estaba ayudando a la 1:00 de la madrugada, y pensaba que me iba a robar sus datos. Evidentemente me molesté, pero no le dije nada. Terminé el proceso, le reseteé el password, y le devolví la laptop.
- ¡Gracias!
- ¿Me das mi pen-drive?
- ¡No! ¡Mis datos siguen ahí! ¡Los borraré, y luego te lo devuelvo!
Por supuesto, me molesté aún más.
- ¿Qué puedo hacer para agradecerte?
- ¡Podrías darme mi condenado pen-drive de vuelta!!!!!
Y no, no me sugieran que debería haberle pedido otra cosa como agradecimiento. Esa es una terrible idea.
Vamos a contarles otra cosa. Este que viene es un clásico, media Valencia conoce el cuento. Ocurrió una noche, mientras yo lavaba los platos luego de cenar. En eso, la Belga se materializó a mi lado.
Le sonreí.
Me sonrió.
Yo terminé de enjabonar un plato, así que dejé la esponja al lado.
La Belga miró la esponja.
Me miró.
Miró la esponja nuevamente.
Y yo empecé a preocuparme.
La Belga, rápidamente, cogió la esponja.
Me miró.
Miró la esponja.
Me miró, nuevamente.
Levantó la esponja, sin dejar de mirarme.
Suavemente, la Belga apretó la esponja, de forma que espuma empezó a chorrear por su brazo.
Yo empecé a pensar en películas de Roman Polanski.
La Belga, tranquilamente, dejó la esponja.
Miró su brazo, cubierto de espuma.
Me miró.
Miró su brazo.
Me miró nuevamente.
Dijo "Me gustaría un baño caliente."
Yo empecé a buscar la cámara escondida.
Pues estaba claro. Yo debía hacer algo. Era mi deber encarar semejante oferta de la forma apropiada.
La miré.
Me miró.
Le dije "¿Por qué me haces esto?"
La Belga empezó a reír, y se fue corriendo de la cocina, con el brazo aún enjabonado.
Sí. Estaba loca. Pa' meterla en un manicomio, señores.
Pues nada, vamos a terminar el post con unas anécdotas de la época conflictiva. Las cosas en algún momento se fueron al demonio. Una vez tuvimos una pelea bastante fuerte, y nos dejamos de hablar por una semana, o algo así. Cuando quisimos arreglar las cosas, su defensa fue:
- ¡Es tu culpa! ¡Tú vas a misa, eres católico, es culpa tuya porque no me has perdonado!
Sí, así como lo oyen. Para esto, la Belga tenía un trauma con la iglesia. Alguna vez me siguió a misa, y empezó a pensar que yo le estaba diciendo al cura cosas de ella. Este afortunado pensamiento aparentemente estaba basado en la forma en que el cura la observaba. Si me preguntan, el cura la habrá estado mirando ya que se preguntaba qué hacía un demonio yendo a misa...
Anyway, luego de su exclamación en nuestra discusión, empezó a burlarse del hecho que yo fuera a la iglesia y tal, cuando la razón inicial de la discusión era otra. Y ahí me molesté, creo que en estos seis años fuera nunca me he molestado tanto con alguien. Me levanté y le grité. La Mari y Guilherme, que andaban por ahí, se quedaron petrificados. La Belga se encogió en el sofá.
Lamentablemente, eso no sirvió de mucho. La Belga me dejó de hablar, al 100%. Por dos meses. Y cuando me empezó hablar, fue una semana antes de la entrega de un trabajo suyo. Me pidió que le corrigiera su traducción al castellano, y bueno, al yo negarme por estar cansado (vamos, era medianoche y yo acababa de volver del kendo), me dejó de hablar por otro mes.
Un demonio, efectivamente.
De vez en cuando me pregunto qué será de su vida. Pero luego recuerdo todo esto, y aún más cosas que no cuento por el bien de ustedes, y llego a la conclusión que es mejor no saberlo. Hay cosas que hay que dejarlas estar, y punto.
El viaje motivó el retorno de muchos recuerdos. Recuerdos buenos y malos, por supuesto. Y como soy incorregible, hoy quiero contarles de algunos malos recuerdos.
Ya les conté hace un buen tiempo de la Belga CH. En esa época, pasaron mil y un cosas en ese piso, pero no quise reproducirlas todas por el blog, ya que no quería transformarlo en un tributo a esa nefasta persona. Habiendo pasado casi tres años desde la última vez que vi a la Belga, y habiendo superado ya gran parte de los traumas generados, he decidido contarles un poco más de lo ocurrido con este personaje.
Es difícil elegir por dónde comenzar, considerando las miles de facetas que tenía esta chica. Así que aquí van unas cuantas historias, sin ningún orden.
Un problema serio que tuvimos ocurrió en plenas Fallas. Recuerdo que regresé a casa alrededor de medianoche. Al entrar a mi habitación, escuché que la Belga me llamaba de la suya. Aparentemente, necesitaba mi ayuda.
Dentro de su genialidad, la Belga había decidido meterle password a su Windows. Su grave error fue olvidarlo. Así que me preguntó si yo podía hacer algo para ayudarla.
Pues nada, ustedes saben que yo como hacker me muero de hambre. No obstante, algo sé sobre discos de recuperación, así que pensé que sería posible resetear su password de Windows usando algún disco bajado de internet. Ahora, al no estar seguro de los resultados de semejante operación, lo ideal sería hacer un backup de sus datos.
Me bajé un ISO mientras copiaba los datos de la Belga en mi pen-drive. La Belga, asimismo, se robó un CD de la Mari para quemar el disco de recuperación. El proceso duró mucho tiempo, y la Belga se quedó semi-dormida mientras esperábamos a que todo terminara. El backup fue terminado después de la 1:00 am.
Al terminar el backup, tomé el pen-drive y le dije a la Belga que iba a quemar el CD de recuperación. Tomé su laptop, y fui a mi habitación, donde estaba la mía. Fue en eso, que me di cuenta que sentía una presencia oscura y tenebrosa a mis espaldas.
Al darme la vuelta, vi a la Belga ahí. Me preguntó dónde estaba el pen-drive. Lo señalé, y regresé al proceso de quemar el CD. Dos minutos después, me volví a dar la vuelta, y noté que el pen-drive ya no estaba.
- ¿Dónde está el pen-drive?
- Lo tengo yo.
- ¿Me lo das?
- No.
- Es mi pen-drive.
- Son mis datos.
Genial. La estaba ayudando a la 1:00 de la madrugada, y pensaba que me iba a robar sus datos. Evidentemente me molesté, pero no le dije nada. Terminé el proceso, le reseteé el password, y le devolví la laptop.
- ¡Gracias!
- ¿Me das mi pen-drive?
- ¡No! ¡Mis datos siguen ahí! ¡Los borraré, y luego te lo devuelvo!
Por supuesto, me molesté aún más.
- ¿Qué puedo hacer para agradecerte?
- ¡Podrías darme mi condenado pen-drive de vuelta!!!!!
Y no, no me sugieran que debería haberle pedido otra cosa como agradecimiento. Esa es una terrible idea.
Vamos a contarles otra cosa. Este que viene es un clásico, media Valencia conoce el cuento. Ocurrió una noche, mientras yo lavaba los platos luego de cenar. En eso, la Belga se materializó a mi lado.
Le sonreí.
Me sonrió.
Yo terminé de enjabonar un plato, así que dejé la esponja al lado.
La Belga miró la esponja.
Me miró.
Miró la esponja nuevamente.
Y yo empecé a preocuparme.
La Belga, rápidamente, cogió la esponja.
Me miró.
Miró la esponja.
Me miró, nuevamente.
Levantó la esponja, sin dejar de mirarme.
Suavemente, la Belga apretó la esponja, de forma que espuma empezó a chorrear por su brazo.
Yo empecé a pensar en películas de Roman Polanski.
La Belga, tranquilamente, dejó la esponja.
Miró su brazo, cubierto de espuma.
Me miró.
Miró su brazo.
Me miró nuevamente.
Dijo "Me gustaría un baño caliente."
Yo empecé a buscar la cámara escondida.
Pues estaba claro. Yo debía hacer algo. Era mi deber encarar semejante oferta de la forma apropiada.
La miré.
Me miró.
Le dije "¿Por qué me haces esto?"
La Belga empezó a reír, y se fue corriendo de la cocina, con el brazo aún enjabonado.
Sí. Estaba loca. Pa' meterla en un manicomio, señores.
Pues nada, vamos a terminar el post con unas anécdotas de la época conflictiva. Las cosas en algún momento se fueron al demonio. Una vez tuvimos una pelea bastante fuerte, y nos dejamos de hablar por una semana, o algo así. Cuando quisimos arreglar las cosas, su defensa fue:
- ¡Es tu culpa! ¡Tú vas a misa, eres católico, es culpa tuya porque no me has perdonado!
Sí, así como lo oyen. Para esto, la Belga tenía un trauma con la iglesia. Alguna vez me siguió a misa, y empezó a pensar que yo le estaba diciendo al cura cosas de ella. Este afortunado pensamiento aparentemente estaba basado en la forma en que el cura la observaba. Si me preguntan, el cura la habrá estado mirando ya que se preguntaba qué hacía un demonio yendo a misa...
Anyway, luego de su exclamación en nuestra discusión, empezó a burlarse del hecho que yo fuera a la iglesia y tal, cuando la razón inicial de la discusión era otra. Y ahí me molesté, creo que en estos seis años fuera nunca me he molestado tanto con alguien. Me levanté y le grité. La Mari y Guilherme, que andaban por ahí, se quedaron petrificados. La Belga se encogió en el sofá.
Lamentablemente, eso no sirvió de mucho. La Belga me dejó de hablar, al 100%. Por dos meses. Y cuando me empezó hablar, fue una semana antes de la entrega de un trabajo suyo. Me pidió que le corrigiera su traducción al castellano, y bueno, al yo negarme por estar cansado (vamos, era medianoche y yo acababa de volver del kendo), me dejó de hablar por otro mes.
Un demonio, efectivamente.
De vez en cuando me pregunto qué será de su vida. Pero luego recuerdo todo esto, y aún más cosas que no cuento por el bien de ustedes, y llego a la conclusión que es mejor no saberlo. Hay cosas que hay que dejarlas estar, y punto.
lunes, 20 de febrero de 2012
Frío Siberiano
Este Febrero ha sido frío. Muy frío. Sin lugar a dudas, ha sido el mes más frío que he pasado en mi vida. Nunca antes había llegado a estar a temperaturas bajo cero por tanto tiempo. Y vamos, seguro que muchos de ustedes se reirán cuando diga que casi me muero estando a -16ºC, que en su país llegan a -40ºC, pero vamos, si no me quejo no hay post, así que ahí voy de todas formas.
Entiéndeme, varón. En Lima no bajamos de +13ºC. En Valencia se podía llegar a -5ºC, pero sólo una o dos veces al año. No estoy acostumbrado a estar dos semanas bajo cero. Y estar a menos de -10ºC es otra cosa. Otra cosa.
Para empezar, descubres que te vistes mal. No, no, no estoy hablando de mi imposibilidad de combinar colores correctamente. Estoy hablando de descubrir que tu vestimenta no es térmicamente eficiente. Que no administras apropiadamente el calor emanado por tu cuerpo. Que estás emitiendo calor como la cuarta potencia de tu temperatura. Vamos, descubres que no sabes ponerte bien tu bufanda.
Lo de la bufanda no es trivial, eh. Especialmente en mi caso. He descubierto que mi cuerpo funciona como un termómetro. Básicamente, detecto que estamos a menos de 0ºC porque siento que se me caen las orejas. A menos de -10ºC, lo que siento es que se me cae la nariz. Y cuando tu nariz ocupa una parte significativa de tu cara, pues te preocupas.
Con lo de las orejas no hay problema. Te pones tu gorrito y ya está. Pero lo de la bufanda es un arte. Vamos, si alguien se pone una bufanda en Lima, por lo general es por estética, ya que el frío realmente no es para tanto. Acá, si no te ponías una bufanda cubriéndote la nariz, te morías. Y punto. Y es en ese momento que uno se daba cuenta que, cáspita, no sabe ponerse la bufanda. Por supuesto, no es muy difícil enrollarse la cabeza con la bufanda (otra cosa es enrollarse la bufanda con la cabeza, pero vamos, acá nadie ha consumido tantas drogas, ¿no?). No obstante, mantenerla así durante el trayecto del Foyer a la estación del tranvía no es trivial. Más aún si uno está prácticamente corriendo en la calle para no congelarse del frío. Al final, uno terminaba con una mano en la cara, sujetándose la porca bufanda para que la nariz no se le caiga.
Lindo, Febrero.
Pero algo peor que el frío es el frío combinado con viento. El primer fin de semana después de la caída de nieve, decidí ir al lago a tomar fotos. Terrible error. Para empezar, casi no llego. Fue la primera vez en mi vida que me tuve que esforzar por ir en contra del viento. Luché cada paso. Y no era sólo yo, las gaviotas que intentaban volar en contra del viento se quedaban completamente suspendidas en el aire. Una locura.
Cuando llegué al lago, ¡quise regresarme inmediatamente! El viento sobre el lago generaba olas más grandes que en Cerro Azul (okey, fácil no tan grandes, pero ustedes entienden). Las olas chocaban las paredes del malecón, y el agua que caía fuera del lago terminaba congelándose, formando estalactitas. Todo tenía una capa de hielo alrededor, y en algunos pueblos incluso los autos terminaron congelados (vean este link para que entiendan lo brutal del asunto).
Algo tan trivial como parar a tomar fotos era cosa seria. Sacar las manos de los bolsillos era una tortura, incluso estando estas protegidas por mis súper guantes de alpaca marca ACME. Si tenía un huequito, mancaba, se metía el viento del demonio como si fuera un cuchillo helado.
Lo extraño es lo que ocurre cuando el tiempo regresa a ser algo más o menos normal. Luego de dos semanas estando a menos de 0ºC, logramos superar la barrera, y ahora estamos alrededor de 5ºC. Y nos sentimos en verano. Se los juro, la gente anda en polo. El café lo tomamos afuera. Y ya no me preocupo por la bufanda. Una maravilla, señores, una maravilla.
Esperemos que se quede así.
Ahora, antes de cerrar, un mensaje a la Nación. Una temperatura de menos de -10ºC es muy fea. Si no tienes casa con calefacción, no sobrevives. No importa que tengas chompitas de alpaca, no importa que venga Alan García y te regale una frazadita. Te mueres. Recordémoslo ahora, a cuatro meses antes de las heladas en Puno. Sí, donar abrigo es chévere, pero les juro que no es suficiente. A ver si algún día alguien me hace caso y llegan a construir los centros multiusos, que sirvan como centros deportivos en verano, y como refugio en invierno.
Y con esto abandono la política, y regreso a la vida cotidiana. ¡Hasta la próxima!
Entiéndeme, varón. En Lima no bajamos de +13ºC. En Valencia se podía llegar a -5ºC, pero sólo una o dos veces al año. No estoy acostumbrado a estar dos semanas bajo cero. Y estar a menos de -10ºC es otra cosa. Otra cosa.
Para empezar, descubres que te vistes mal. No, no, no estoy hablando de mi imposibilidad de combinar colores correctamente. Estoy hablando de descubrir que tu vestimenta no es térmicamente eficiente. Que no administras apropiadamente el calor emanado por tu cuerpo. Que estás emitiendo calor como la cuarta potencia de tu temperatura. Vamos, descubres que no sabes ponerte bien tu bufanda.
Lo de la bufanda no es trivial, eh. Especialmente en mi caso. He descubierto que mi cuerpo funciona como un termómetro. Básicamente, detecto que estamos a menos de 0ºC porque siento que se me caen las orejas. A menos de -10ºC, lo que siento es que se me cae la nariz. Y cuando tu nariz ocupa una parte significativa de tu cara, pues te preocupas.
Con lo de las orejas no hay problema. Te pones tu gorrito y ya está. Pero lo de la bufanda es un arte. Vamos, si alguien se pone una bufanda en Lima, por lo general es por estética, ya que el frío realmente no es para tanto. Acá, si no te ponías una bufanda cubriéndote la nariz, te morías. Y punto. Y es en ese momento que uno se daba cuenta que, cáspita, no sabe ponerse la bufanda. Por supuesto, no es muy difícil enrollarse la cabeza con la bufanda (otra cosa es enrollarse la bufanda con la cabeza, pero vamos, acá nadie ha consumido tantas drogas, ¿no?). No obstante, mantenerla así durante el trayecto del Foyer a la estación del tranvía no es trivial. Más aún si uno está prácticamente corriendo en la calle para no congelarse del frío. Al final, uno terminaba con una mano en la cara, sujetándose la porca bufanda para que la nariz no se le caiga.
Lindo, Febrero.
Pero algo peor que el frío es el frío combinado con viento. El primer fin de semana después de la caída de nieve, decidí ir al lago a tomar fotos. Terrible error. Para empezar, casi no llego. Fue la primera vez en mi vida que me tuve que esforzar por ir en contra del viento. Luché cada paso. Y no era sólo yo, las gaviotas que intentaban volar en contra del viento se quedaban completamente suspendidas en el aire. Una locura.
Cuando llegué al lago, ¡quise regresarme inmediatamente! El viento sobre el lago generaba olas más grandes que en Cerro Azul (okey, fácil no tan grandes, pero ustedes entienden). Las olas chocaban las paredes del malecón, y el agua que caía fuera del lago terminaba congelándose, formando estalactitas. Todo tenía una capa de hielo alrededor, y en algunos pueblos incluso los autos terminaron congelados (vean este link para que entiendan lo brutal del asunto).
Algo tan trivial como parar a tomar fotos era cosa seria. Sacar las manos de los bolsillos era una tortura, incluso estando estas protegidas por mis súper guantes de alpaca marca ACME. Si tenía un huequito, mancaba, se metía el viento del demonio como si fuera un cuchillo helado.
Lo extraño es lo que ocurre cuando el tiempo regresa a ser algo más o menos normal. Luego de dos semanas estando a menos de 0ºC, logramos superar la barrera, y ahora estamos alrededor de 5ºC. Y nos sentimos en verano. Se los juro, la gente anda en polo. El café lo tomamos afuera. Y ya no me preocupo por la bufanda. Una maravilla, señores, una maravilla.
Esperemos que se quede así.
Ahora, antes de cerrar, un mensaje a la Nación. Una temperatura de menos de -10ºC es muy fea. Si no tienes casa con calefacción, no sobrevives. No importa que tengas chompitas de alpaca, no importa que venga Alan García y te regale una frazadita. Te mueres. Recordémoslo ahora, a cuatro meses antes de las heladas en Puno. Sí, donar abrigo es chévere, pero les juro que no es suficiente. A ver si algún día alguien me hace caso y llegan a construir los centros multiusos, que sirvan como centros deportivos en verano, y como refugio en invierno.
Y con esto abandono la política, y regreso a la vida cotidiana. ¡Hasta la próxima!
domingo, 5 de febrero de 2012
Un Intento de Contra Ataque
Ustedes sabrán que el gobierno italiano alguna vez ha intentado destruirme. Si no lo sabían, pueden leer la historia original acá. Su primer intento fue vil, envenenándome con un plato de rigatoni alla ciociara en un restaurante bastante conocido en Roma. Esa vez, terminé en el hospital, y fue sólo por la caridad de Martina que logré sobrevivir. En principio, intentaron disimular el atentado como si fuera la respuesta de un mesero por haberle dicho que así no se hacía el spritz, pero todos sabemos que la verdadera razón es que el gobierno italiano me odia por criticar tanto la comida italiana, y que quiere verme muerto.
En Ginebra, pense que me habría librado de semejante peligro. Vamos, tal vez haya una región de Suiza donde se habla italiano, pero está muy lejos, sus tentáculos no llegarían a Ginebra. Y sí, tal vez el CERN está repleto de italianos, pero seguro que tienen cosas más importantes que hacer que preocuparse por la comida. En Ginebra, estaba seguro que estaría a salvo.
No obstante, la semana pasada ocurrió un evento que me dejó la sangre helada. Salí con unos amigos a un restaurante italiano, y resulta que en el menú había un plato de tagliatelle alla ciociara. Sí, lo mismo con lo cual me habían envenenado, pero tagliatelle en vez de rigatoni (que al final es lo mismo, dai). Y la verdad es que no me pude resistir. Terminé contándole a toda la mesa del incidente en Roma, y cómo había terminado en el hospital. Riéndome, y completamente confiado, decidí retar al destino, y me pedí el plato de tagliatelle.
Nunca me esperé que el mesero italiano, a quien nunca había visto en mi vida, me dijera "¿Otra vez? Tú siempre pides esto, ¿no?"
La mesa fue inundada por un silencio sepulcral. Yo nunca había ido a este restaurante antes. La única manera que tuviera sentido lo que había dicho el mesero, es que el estuviera enterado del incidente en Roma. Efectivamente, no había otra explicación. Este mesero era parte de El Complot.
Maldito.
Bueno, el resto de comensales inmediatamente olvidó el asunto, pero vamos, yo lo sudé como nunca en mi vida. Mil y un preguntas pasaron por mi cabeza. ¿Terminaría otra vez en el hospital? ¿Quién iría a comprarme los antibióticos esta vez? Es más, ¿llegaría a casa esta noche?
Al final, llegó mi plato de tagliatelle. Lo miré, y me di cuenta que en vez de salchicha le habían puesto jamón. Tengo que admitir que casi le grité al mesero que así no se hacía el tagliatelle alla ciociara, pero luego decidí callar, que si no me había envenenado este plato, fácil decidía envenenarme el limoncello.
'Ta mare.
Anyway, al final de la noche, sobreviví. No sé por qué. Tal vez el gobierno italiano me había perdonado. O tal vez se les había acabado el presupuesto. O tal vez, quién me salvó fue mi amiga la Cazavampiros, que estuvo en la cena. Ella, en el momento en que el mesero tomó mi orden, seguramente le dio una mirada de esas que dicen "Si le haces algo a mi amigo te meto una estaca en donde más duele," acobardando al pobre diablo de forma que fuera en contra de las órdenes de sus superiores.
Ya ven, para eso uno tiene amigas Cazavampiros. Valen oro.
En Ginebra, pense que me habría librado de semejante peligro. Vamos, tal vez haya una región de Suiza donde se habla italiano, pero está muy lejos, sus tentáculos no llegarían a Ginebra. Y sí, tal vez el CERN está repleto de italianos, pero seguro que tienen cosas más importantes que hacer que preocuparse por la comida. En Ginebra, estaba seguro que estaría a salvo.
No obstante, la semana pasada ocurrió un evento que me dejó la sangre helada. Salí con unos amigos a un restaurante italiano, y resulta que en el menú había un plato de tagliatelle alla ciociara. Sí, lo mismo con lo cual me habían envenenado, pero tagliatelle en vez de rigatoni (que al final es lo mismo, dai). Y la verdad es que no me pude resistir. Terminé contándole a toda la mesa del incidente en Roma, y cómo había terminado en el hospital. Riéndome, y completamente confiado, decidí retar al destino, y me pedí el plato de tagliatelle.
Nunca me esperé que el mesero italiano, a quien nunca había visto en mi vida, me dijera "¿Otra vez? Tú siempre pides esto, ¿no?"
La mesa fue inundada por un silencio sepulcral. Yo nunca había ido a este restaurante antes. La única manera que tuviera sentido lo que había dicho el mesero, es que el estuviera enterado del incidente en Roma. Efectivamente, no había otra explicación. Este mesero era parte de El Complot.
Maldito.
Bueno, el resto de comensales inmediatamente olvidó el asunto, pero vamos, yo lo sudé como nunca en mi vida. Mil y un preguntas pasaron por mi cabeza. ¿Terminaría otra vez en el hospital? ¿Quién iría a comprarme los antibióticos esta vez? Es más, ¿llegaría a casa esta noche?
Al final, llegó mi plato de tagliatelle. Lo miré, y me di cuenta que en vez de salchicha le habían puesto jamón. Tengo que admitir que casi le grité al mesero que así no se hacía el tagliatelle alla ciociara, pero luego decidí callar, que si no me había envenenado este plato, fácil decidía envenenarme el limoncello.
'Ta mare.
Anyway, al final de la noche, sobreviví. No sé por qué. Tal vez el gobierno italiano me había perdonado. O tal vez se les había acabado el presupuesto. O tal vez, quién me salvó fue mi amiga la Cazavampiros, que estuvo en la cena. Ella, en el momento en que el mesero tomó mi orden, seguramente le dio una mirada de esas que dicen "Si le haces algo a mi amigo te meto una estaca en donde más duele," acobardando al pobre diablo de forma que fuera en contra de las órdenes de sus superiores.
Ya ven, para eso uno tiene amigas Cazavampiros. Valen oro.
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viernes, 27 de enero de 2012
El Aprendiz de Grinch
Hace poco más de un mes, tuve el honor de tener un post dedicado a mi en en el blog de Claudia (conocida popularmente como La Miss Claudia). Claudia fue mi profesora de literatura en esas épocas en que yo era más bestia, y curiosamente, a pesar de que abandoné su salón hace ya más de diez años ('tas tía, Claudia), no ha dejado de enseñarme cosas.
Para empezar, podríamos decir que fue ella quien me inspiró a abrir este blog. Así que ya tienen a la culpable, no la linchen, pe, que cualquiera se equivoca. Anyway, en esas épocas en que yo no sabía cómo manejar mi lista de correos, Claudia abrió su blog, enpuntomuerto. Luego de leerlo por un par de meses, me pareció una buena idea, y abrí yo el mío. Por supuesto, su blog es infinitamente más complejo y profundo que este, evidentemente sigo siendo un aprendiz.
Otra cosa en la que Claudia sigue siendo maestra absoluta es en su sentimiento Grinchial. Sí, ese Grinch. Cada Navidad me contagia más, llegando al punto en que mi repulsión fue tan evidente, que Claudia tuvo que escribir al respecto. Yo le respondí el post, respuesta que fue publicada también.
Pues nada, hoy decidí poner las dos conversaciones juntas. Lamentablemente para mi, Claudia tiene la primicia, así que yo les tendré que entretener con el contenido expandido. Un ejemplo de contenido expandido es este ejemplo.
Así que nada, reproduzco acá el post de Claudia, y más abajo encontrarán mi respuesta.
¡Hasta la próxima!
***
Seguramente en el viejo continente en el que tú vives, las navidades se viven de otra manera, son más de película gringa, llenas de nieve y con árboles con luces LED por todos lados. Me queda claro, mi querida colega, que tu histeria debe ser un poco más fuerte que la mía, aunque supongo que por la crisis económica, la tembladera de del euro, y la búsqueda de un rescate de la comunidad europea, la cosa debe estar complicada.
Los toribianitos siguen al ataque, con esas ganas de cantar con sus calzoncillos apretados puesto que la voz aflautada con la que entonan los villancicos navideños me obliga casi a denunciarlos a Indecopi. Felizmente que a una mano divina se le ocurrió crear el Cd Voces del Perú, que suena totalmente adecuado para la ocasión. Tengo que ser un Grinch muy honesto y aceptarlo.
***
Estimada Grinch Mayor,
Gracias por tu preocupación por mi. Disculpa la demora, pero como bien sabes, no tengo tanta experiencia aguantando Navidades como tú, y de vez en cuando el chuquaque me vence.
Tal vez te sorprenda lo que te voy a contar, pero las navidades en Europa no son tan geniales como crees. Sí, efectivamente, existen varias cosas que hacen que salgan los instintos Grinchiales a todo dar. No obstante, debo reconocer que tiene un poco más de sentido tomar chocolate caliente (¡o vino caliente!) y decorar las cosas con nieve cuando efectivamente es invierno. Por lo menos existe cierta coherencia que le da tranquilidad a mi mente.
Pero de ahí, todo igual. Okey, tal vez acá no tengan a los Toribianitos. Pero en cambio, en España por lo menos, todas las tiendas pasan ciertos soundtracks de grupos de niños y señoras mayores desafinadas cantando los mismos villancicos españoles una y otra vez. No sé, en Lima por lo menos una que otra tienda pasaba villancicos en inglés, así que algo de variedad había...
Si hablamos de comilonas, comilonas hay. En Italia en particular es impresionante. Tu te quejas del panetón integral que no adelgaza, ¡pues debes agradecer que allá no hay panetón relleno de crema de pistacchio! Y no sólo hay panetón, hay pandoro, hay panforte, hay turrones (¡y en España también!), y si paso por Inglaterra no faltan los mince pies... En España eso luego se remata con la rosca de reyes, mientras que en Italia tienen la cena adicional de la Befana (la rara bruja que reemplaza a los Reyes Magos en la distribución de regalos). Así que nada, al final todos terminamos como tu querido Triple Pechuga.
¿Y los árboles? ¡Ja! Pues en Roma el árbol más bonito era uno auspiciado por Mercedes (la marca de autos, no la ex-candidata), con el símbolo de la marca por todos lados, así que ya te imaginarás. Bueno, dicen que este año ha sido particularmente misia la decoración por la crisis esta, pero quién sabe...
Ahora, hay algo adicional acá que no hay en Lima. La addicción a los nacimientos (Belén en España, Presepio en Italia). Por supuesto, en Lima cada iglesia tiene su nacimiento, y de vez en cuando te das cuenta que hay uno en el Wong de la esquina... Pero en Italia... mannaggia... hasta el Colosseo tenía su nacimiento. Y todos iguales. Todos. Ok, de vez en cuando hay uno que otro chévere, pero por lo general, mal. Y cuando, por "originalidad," deciden reemplazar las estatuas por rigatoni... pues mejor no te digo.
Te dejo, estimada Grinch Mayor. Aprovechando que ya pasaron las fiestas, te deseo un sincero Feliz Año Nuevo. ¡Y a no bajar la guardia! ¡Que en un ratito llega San Valentín, y regresamos a lo mismo!
Adeu!!!
Para empezar, podríamos decir que fue ella quien me inspiró a abrir este blog. Así que ya tienen a la culpable, no la linchen, pe, que cualquiera se equivoca. Anyway, en esas épocas en que yo no sabía cómo manejar mi lista de correos, Claudia abrió su blog, enpuntomuerto. Luego de leerlo por un par de meses, me pareció una buena idea, y abrí yo el mío. Por supuesto, su blog es infinitamente más complejo y profundo que este, evidentemente sigo siendo un aprendiz.
Otra cosa en la que Claudia sigue siendo maestra absoluta es en su sentimiento Grinchial. Sí, ese Grinch. Cada Navidad me contagia más, llegando al punto en que mi repulsión fue tan evidente, que Claudia tuvo que escribir al respecto. Yo le respondí el post, respuesta que fue publicada también.
Pues nada, hoy decidí poner las dos conversaciones juntas. Lamentablemente para mi, Claudia tiene la primicia, así que yo les tendré que entretener con el contenido expandido. Un ejemplo de contenido expandido es este ejemplo.
Así que nada, reproduzco acá el post de Claudia, y más abajo encontrarán mi respuesta.
¡Hasta la próxima!
***
De un Grinch a otro:
Seguramente en el viejo continente en el que tú vives, las navidades se viven de otra manera, son más de película gringa, llenas de nieve y con árboles con luces LED por todos lados. Me queda claro, mi querida colega, que tu histeria debe ser un poco más fuerte que la mía, aunque supongo que por la crisis económica, la tembladera de del euro, y la búsqueda de un rescate de la comunidad europea, la cosa debe estar complicada.
Mi
querido amigo, te pongo un poco en autos de lo que he visto en estas
latitudes, calurosas y a la vez brumosas cuando la neblina limeña nos
visita casi siempre.
Los toribianitos siguen al ataque, con esas ganas de cantar con sus calzoncillos apretados puesto que la voz aflautada con la que entonan los villancicos navideños me obliga casi a denunciarlos a Indecopi. Felizmente que a una mano divina se le ocurrió crear el Cd Voces del Perú, que suena totalmente adecuado para la ocasión. Tengo que ser un Grinch muy honesto y aceptarlo.
El
panetón y el chocolate nos invaden como siempre, ahora podrás
imaginarte que las versiones light, integrales, y otras han vuelto el
mercado más artificialmente atractivo. Puedes calcular un tremendo
pedazo de panetón que no engorde?¡?¡?¡ No tiene sentido. Además, cuando
lo bueno de la comida navideña es disfrutarla con 0 culpa y echarle
harta mantequilla al panetón real, es uno de ellos.
Ni
te digo de la espantosidad de árboles de navidad que veo en Plazas de
los diferentes distritos capitalinos, sobre sale... el del Ovalo de la de Lima, parece forrado en celofan verde y tiene, los conté, 12
adornos... como que misiazo!
Volvía
de mi trabajo cotidiano, que tú bien sabes cuánto aprecio, cuando entré
en pánico: a mi lado, en un semáforo cercano al Óvalo Gutiérrez, vi una
camionetita que decía: http://www.papanoelentucasa.com/
Inmediatamente morí y resucité. Puesto que dentro, iba un papa noel más
lampiño que perro chino (seguro que había puesto sus barbas en remojo) y
un grupete de mamitas noelas que más parecían del grupo Agua Marina….!!!!!
En
fin, mi querido espero que ahora, mientras vas mudando la vida de una
ciudad europea a otra, estés tan verde como siempre con el estrés
navideño y otras creatividades de la vida.
Mericrismas... ¿será?
***
Estimada Grinch Mayor,
Gracias por tu preocupación por mi. Disculpa la demora, pero como bien sabes, no tengo tanta experiencia aguantando Navidades como tú, y de vez en cuando el chuquaque me vence.
Tal vez te sorprenda lo que te voy a contar, pero las navidades en Europa no son tan geniales como crees. Sí, efectivamente, existen varias cosas que hacen que salgan los instintos Grinchiales a todo dar. No obstante, debo reconocer que tiene un poco más de sentido tomar chocolate caliente (¡o vino caliente!) y decorar las cosas con nieve cuando efectivamente es invierno. Por lo menos existe cierta coherencia que le da tranquilidad a mi mente.
Pero de ahí, todo igual. Okey, tal vez acá no tengan a los Toribianitos. Pero en cambio, en España por lo menos, todas las tiendas pasan ciertos soundtracks de grupos de niños y señoras mayores desafinadas cantando los mismos villancicos españoles una y otra vez. No sé, en Lima por lo menos una que otra tienda pasaba villancicos en inglés, así que algo de variedad había...
Si hablamos de comilonas, comilonas hay. En Italia en particular es impresionante. Tu te quejas del panetón integral que no adelgaza, ¡pues debes agradecer que allá no hay panetón relleno de crema de pistacchio! Y no sólo hay panetón, hay pandoro, hay panforte, hay turrones (¡y en España también!), y si paso por Inglaterra no faltan los mince pies... En España eso luego se remata con la rosca de reyes, mientras que en Italia tienen la cena adicional de la Befana (la rara bruja que reemplaza a los Reyes Magos en la distribución de regalos). Así que nada, al final todos terminamos como tu querido Triple Pechuga.
¿Y los árboles? ¡Ja! Pues en Roma el árbol más bonito era uno auspiciado por Mercedes (la marca de autos, no la ex-candidata), con el símbolo de la marca por todos lados, así que ya te imaginarás. Bueno, dicen que este año ha sido particularmente misia la decoración por la crisis esta, pero quién sabe...
Ahora, hay algo adicional acá que no hay en Lima. La addicción a los nacimientos (Belén en España, Presepio en Italia). Por supuesto, en Lima cada iglesia tiene su nacimiento, y de vez en cuando te das cuenta que hay uno en el Wong de la esquina... Pero en Italia... mannaggia... hasta el Colosseo tenía su nacimiento. Y todos iguales. Todos. Ok, de vez en cuando hay uno que otro chévere, pero por lo general, mal. Y cuando, por "originalidad," deciden reemplazar las estatuas por rigatoni... pues mejor no te digo.
Te dejo, estimada Grinch Mayor. Aprovechando que ya pasaron las fiestas, te deseo un sincero Feliz Año Nuevo. ¡Y a no bajar la guardia! ¡Que en un ratito llega San Valentín, y regresamos a lo mismo!
Adeu!!!
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