sábado, 11 de junio de 2016

Las Calles de Lima (3)

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Subí al bus. Esa vez, estaba bastante cargado. Dentro de mi abultada mochila, cargaba papers, y las transparencias que uso para dictar clase. Además, tenía mi viejo folder de partituras. Por cosas de la vida, en la mano también cargaba mi flauta bajo.

El bus no estaba lleno, pero había poco asiento. Decidí mantenerme parado, junto a la puerta del bus. Si me iba al fondo, y el bus se llenaba, sería complicado volver a la puerta.

Fue entonces que cruzamos miradas. En la primera fila de asientos, estaba sentada una señora mayor, de rostro amable. Estaba sentada en los asientos reservados, y al verme con la mochila, se movió al asiento de al lado, dándome espacio para sentarme.

Yo, la verdad, tenía ganas de quedarme parado, y le dije que no gracias, que estaba bien.

Pasaron treinta segundos, y la señora me dijo: "¿No quiere que le lleve la mochila?"

Me pareció muy gentil de su parte. Le dije que no gracias, la verdad es que la mochila estaba algo pesada, y no quería incomodarla.

Pasaron treinta segundos más, y sentí que alguien tiraba de mi flauta.

Tranquilos, malpensados.

Anyway, alguien tiraba de mi flauta. Al voltear, era la señora otra vez. "En serio," me dijo, "le llevo la mochila." Yo le respondí que no se preocupe, y arremetió, "entonces le llevo su otro paquete," refiriéndose a la flauta.

Me empezó a estresar. Le dije que, realmente, no necesitaba que cargara nada. Yo estaba bien. Y me volteé.

"¿Acaso lleva oro?"

Genial.

Miré a la vieja (noten cómo cambia mi forma de referirme a esta mujer). Ella me dijo "Pues si no me quiere dar su mochila, será porque está cargando oro, ¿no?"

No le respondí. "Ahhh, está llevando oro."

Para los que no saben, eso no se debe hacer en el transporte público peruano. Existiendo tanto crimen en nuestra ciudad, es de bastante mal gusto que una persona apunte a otra y afirme públicamente que está llevando consigo cosas robables.

No le hice caso. La vieja empezó a hablar con otras personas en el bus: "Pues parece que piensa que le voy a robar la mochila, ¡no me la quiere dar!"

Me daban ganas de lanzarle la mochila en la cara, gritando: "¿Quieres mi mochila? ¡¿Quieres mi mochila?! ¡¡Ahí tienes mi mochila!!"

Pero por suerte este tipo de violencia sólo la expreso en los rincones más oscuros de mi subconsciente. O sea, en este blog.

Y eso. Por suerte la vieja se calmó, llegó mi paradero, y me bajé. Por supuesto, sin despedirme. No habré sido muy amable, pero por lo menos no le aventé la mochila, ¿no? ¿Nooo?

1 comentario:

Paola dijo...

No veo una transparencia en una clase desde 2002 por lo menos...