viernes, 29 de diciembre de 2017

Navidad sin Panetón

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Son épocas duras. No, no hablo de la Oscura Navidad que hemos tenido los peruanos, cuando nuestro presidente (un Pelmazo de Lujo, sin lugar a dudas) otorgó el indulto al ex-Dictador Fujimori.

Hablo de otra cosa. Hablo de los problemas en los que me meto por escribir cosas en el blog.

Siendo Navidad, abundan las reuniones sociales. Ahora creo que los llaman "compartires" (no estoy seguro si el plural me salió bien). Los amigos, o la gente de trabajo, se junta pa comer rico, y de vez en cuando intercambiar regalos.

El primero fue en la Sección Física, organizado por los mismos estudiantes. Llegué ligeramente tarde y, como todos, participé en el sorteo de regalos para luego bajar a la mesa a comer. Fue entonces que me encontré con C., una ex-alumna.

Sí, C., te estoy mencionando, y sabes bien por qué.

Llegué feliz a la mesa, y observé las finas viandas que los alumnos habían preparado. Sánguches, empanadas, panetón, alfajores, y demás. Mi boca se hizo agua.

Y entonces, C., tuviste que arruinarlo todo.

C. se acercó, "Hola Joel, leí en tu blog que estabas a dieta, así que te compré fruta."

...

A partir de ese momento sentí cómo el panetón, los alfajores, los brownies, eran alejados de mi por seres invisibles, crueles, que reían mientras mi mundo perdía los colores, los pájaros dejaban de cantar, las paredes del salón se derrumbaban, el sol se apagaba.

Te odio, C.

Lo peor es que me lo hizo recordar en la primera reunión Navideña de la temporada. Así que tuve sus palabras presentes en todas las reuniones siguientes.

Por ejemplo, en la reunión del Departamento de Ciencias. Los mozos pasaban sólo dulces, nada de salado. Y sólo tenían jugo de caja o gaseosa, nada de agua. Me la pasé mal.

Luego, la gente de la PUCP. La mesa de dulces me acechaba (y debo confesar que tuve que comer algo).

De ahí, los amigos del colegio. Sólo una tajadita de torta. Sí, nada más.

Nochebuena, donde mi tío Augusto. Sí, tía Blanca, sólo un poquito de uno de los cinco postres que normalmente preparas. Y nada de arroz árabe, por favor.

Y el día siguiente, Navidad donde mis padres. No, he tomado jugo de fruta, ya no puedo tomar chocolate caliente.

Me arruinaste la vida, C.

Y nada. No me he pesado en semana y media. Pero hoy en la tarde lo haré. Y, por el bien de C., espero no haber subido ni medio kilo. ¡Ni medio! De no ser así, tendré que empezar a maquinar mi venganza, y confíen en mi, esta venganza SERÁ DULCE.

Buen año, a todos.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Dietas y Análisis

¿En qué nos quedamos la vez pasada? Ah, sí, el colesterol. Y los cálculos en los riñones. Había que ir a la clínica.

Bueno pues. Primera cosa, hablar con un internista. Lamentablemente, no sirvió de mucho. Me redirigió con una nutricionista para lo del colesterol, y con un nefrólogo para lo de los cálculos.

Por el lado de la nutricionista, me hizo notar que no sólo era un rollo de colesterol, sino que tenía los... triglicéridos altos. U otra cosa. Creo que eran los triglicéridos. En fin, que tenía algo alto, y que tenía que hacer dieta. Cero grasas y cero carbohidratos hasta enero (¿alguien dijo Operación Bikini?).

Quiero que reflexionen sobre lo de la dieta. Cero carbohidratos significa cero helado. Supongo que me conocen lo suficiente como para saber que esta dieta no me está funcionando del todo. A ver qué dice el el examen de sangre en enero.

Anyway, de ahí, al nefrólogo. Que me quiere hacer una tomografía, pero que no sabe si mis riñones van a aguantar el procedimiento. Cosa que, por supuesto, me preocupa, porque a pesar de los cálculos yo siempre pensé que mis riñones andaban de lo más bien.

¿Qué tenía que hacer? Oootro análisis de sangre, y para mi diversión, recolectar orina por 24 horas. Había que ver si mis riñones eran poderosos o no.

¿Alguna vez han recolectado orina tanto tiempo? ¿Han pensando dónde debe guardarse? Sí, exacto, en el refrigerador. Siguiente paso: ¿cómo cazzo explicarle a la novia la situación?

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Pues nada, todo bien con la recolección. Llené mi galonera y al día siguiente me levanté temprano. Ese sábado tenía mucho qué hacer, así que tenía planeado llevar la muestra temprano al laboratorio. Desayuné con la novia, y una vez que ella salió, me puse a lavar los platos para luego alistarme para salir.

Y fue entonces que me rebané el dedo.

Resulta que tenemos cuchillos nuevos en casa, y uno de ellos es casi un machete. Resulta también que a la novia le gusta cortar naranjas con ese machete. Y resulta, finalmente, que si a uno se le escapa ese machete de las manos mientras lo lava, el machete corta.

El resultado fue sangre por todos lados. Realmente me asusté bastante en ese momento. Pero afortunadamente me di cuenta que, siempre y cuando aplicara presión, el flujo de sangre se controlaba. Pues nada, había que salir a la clínica, necesitaba puntos, o algo.

Y fue entonces que recordé la muestra de orina.

Carambas. ¡No podía dejarla en el refrigerador! Además, era sábado, el laboratorio sólo abriría hasta el mediodía. No tenía opción: tenía que llevar la galonera conmigo. Si no lo hacía, me la iba a tener que quedar hasta el lunes.

Salí de la casa. La mano derecha, envuelta en papel de cocina, con manchas rojas por todos lados. La mano izquierda, cargando una bolsa con una galonera, con un contenido que no era exactamente jugo de manzana.

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Mientras llegaba a la esquina para tomar mi taxi, empecé a hacerme los líos de siempre. Que me va a ver la pinta de gringo y me va a querer cobrar más caro. Que hasta el laboratorio sólo me deberían cobrar ocho soles, y siempre me quieren cobrar diez, o doce. Que ya estoy harto que me cobren más que al resto...

Y fue entonces que vi el bus.

¡Por supuesto! Ese bus me dejaba en la puerta del laboratorio. Vamos, me olvidé que cargaba la galonera, y que tenía una mano ensangrentada, y subí.

Y fue entonces que me di cuenta que el chofer también era cobrador.

Es decir, que tenía que pagar antes de sentarme. Y que tenía que hacer malabares para sacar mi dinero, estando el bus en movimiento, sin llenarlo de sangre, o algo peor involucrando aquello que no era exactamente jugo de manzana.

¡Pero lo logré! Estaba tan contento que pensé en contarle mi aventura a la gente del bus. Por suerte, el sentido común se activó a tiempo (creo que es evidente que acababa de despertar). Me quedé sentado, callado, pensando en toda la gente que transporta sus análisis de orina en los autobuses de Lima todos los días, sin que nadie se dé cuenta.

Nada, llegué al laboratorio, dejé mi galonera (no creo que la extrañe), y me encaminé a la clínica. Efectivamente, hubo que repararme, y ahora tengo una masculina cicatriz en un dedo de la mano derecha.

¿Y qué pasó con la recolección? Pues nada, que tengo mucho calcio en la orina, y un exceso de ácido úrico, por lo cual no puedo comer carne, y todo debe estar bajo en sal.

Esto, combinado con mi dieta de cero carbohidratos, no me deja muy contento. Básicamente me han dejado a punta de ensaladas y ceviche. La única ventaja de esto es que en el verano me van a querer ver en ropa de baño.

¡Será hasta la próxima!

sábado, 28 de octubre de 2017

La Terrible Incertidumbre

Resulta que, cuando el tiempo pasa, uno se vuelve viejo. En serio, uno no se lo cree al comienzo, pero sí, hay evidencias muy fuertes a favor de esta hipótesis.

Yo normalmente me hago un análisis de sangre cada dos años, simplemente para confirmar que todo anda bien. Pues este año, al hacerme el análisis, me salió que el colesterol HDL andaba un poco alto. Nada grave, pero lo mantuve en la mente, y pensé en ir al doctor en algún momento, porsiaca.

Pasaron los meses, y me olvidé del tema. Fue entonces que mi madre me hizo recordar que en el seguro oncológico que tengo, se incluye una revisión gratis cada año. Decidí llevarlo a cabo, total, se está pagando por ello. Y como la revisión incluía un análisis de sangre, pensé que sería útil para corroborar lo del colesterol. Algo así como ATLAS y CMS, ustedes entienden.

La revisión constaba de un análisis de sangre, y una cita con el doctor. En el momento de asistir a la cita, me dijeron que el urólogo estaba listo para examinarme...  y fue entonces, cuando dijeron "urólogo," que me di cuenta de lo que iba a pasar.

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Me quedé frío. La verdad es que no estaba psicológicamente preparado para ello. ¿No se suponía que esto vendría recién en unos cuantos años? ¿Por qué ahora?

Claro, esto era culpa de mi madre, de todas formas, por haberme hecho recordar sobre la revisión. De no haber sido así, yo seguiría tranquilo, inocente, impoluto... pero no, en unos cinco, diez minutos, perdería todo esto.

Gracias, mamá.

Saludé al doctor con frialdad. Hablamos un rato, y luego me dijo que me metiera al baño, que me quitara toda la ropa, excepto las medias, y me pusiera la bata.

Eso de dejarme las medias me pareció un fetiche innecesario, pero ni modo.

Justo antes de entrar al baño, el doctor me dijo "Por cierto, la abertura de la bata debe ir hacia atrás."

Gracias, mamá.

No podía creerlo. En serio, esto estaba pasando, y mi tiempo de adaptación psicológica iba a ser de tan solo 30 minutos. ¿Qué hacía en ese baño? ¿Por qué estaba ahí, desnudo (excepto por las medias), poniéndome la bata con la abertura hacia atrás? ¿Por qué no podía mantener mi inocencia un par de años más? ¿Por qué mi madre me estaba imponiendo semejante castigo?

Y fue entonces que me detuve. Estaba a punto de decir "Gracias, mamá" una vez más. Pero no lo hice. Me di cuenta de que, si me iban a meter un dedo por el derriere, lo último que debía ocurrir es que yo estuviera pensando en mi madre en ese momento.

No, no, no, no. A pensar en otra cosa. En el Día Internacional de la Mujer, por ejemplo.

Salí del baño. El doctor me pidió que me acostara boca arriba en la camilla. Genial, boca arriba, lo hice casi jubiloso... hasta que llegó el momento de la verdad.

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El doctor me examinó, y luego me pidió que me levante. Que me de la vuelta y mirara hacia la camilla. Yo empecé a sudar frío. Me palpó la espalda, chequeó los pulmones, y entonces... me dijo que la revisión ya había acabado.

Me di la vuelta, y él estaba sonriendo. El bastardo sabía claramente en lo que yo estaba pensando. La pregunté "¿Todavía no?", a lo que respondió "A los cincuenta". Yo me puse tan contento que casi le di un abrazo.

Impoluto. Por trece años más.

Anyway, al final resulta que no tengo cáncer, pero sí un problema de colesterol. También descubrimos que estoy produciendo cálculos en mis riñones. Esto, por supuesto, lleva a otra historia, que contaré en un par de semanas. Mientras tanto, seguiré disfrutando de mi inocencia al máximo.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Superposición

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Bruno vivió mucho tiempo en Ginebra, ciudad donde confluyen muchas nacionalidades. Como suele ocurrir cuando uno llega a una nueva ciudad, una de las primeras prioridades de Bruno fue conocer gente nueva. Y tener una novia.

Su amigo Paolo le contó de la existencia de un servicio de citas nuevo, que se llevaban a cabo en absoluta oscuridad. La idea era concentrarse en la personalidad de la otra persona, más allá del físico. Sólo al final de la cita se veían las caras. A Bruno le pareció una idea interesante, y se inscribió.

Su primera cita fue con Clara, una estadounidense de Dakota del Sur. Resultó ser una chica paciente y meticulosa. La cita salió bien, tanto así que Clara, al salir, le dijo que estaba contenta de haber salido con él, que su cita anterior había sido muy creepy.

A Bruno le invadió la curiosidad, y le preguntó al respecto. Clara le dijo que en su primera cita se vió con Emilio, un chico de personalidad solar, amante de productos electrónicos, que parecía ser una persona muy estable. Pero por alguna razón, durante la conversación Emilio se distraía bastante. A Bruno le quedó grabada una frase: "Era como si hubiera participado sólo en el 30% de la cita, el resto del tiempo estuvo ausente."

Pasaron unos días, y Bruno siguió yendo a este sistema de citas. Pero volvió a escuchar de Emilio. Samantha, una rusa del Cáucaso, y Gialla, una italiana del Abruzzo, ambas le contaron a Bruno sobre sus citas con Emilio. Y usaron frases muy parecidas: solar, amante de electrónica, estable... y ausente.

La historia adquirió un matiz distinto luego de una cita con una japonesa, Kimiko, de la prefectura de Gifu. Habiendo escuchado ya tres veces de Emilio, Bruno no se aguantó, y le preguntó a Kimiko si alguna vez había salido con un chico que se distraía durante la conversación, que no estaba siempre presente. Y Kimiko le respondió que sí... que le había pasado dos veces.

La primera persona era efectivamente Emilio. Pero Kimiko le contó también sobre Murdoch. Era una persona con mucha energía, con una conversación que parecía penetrar dentro de uno, y con una extraña preocupación sobre el vivir demasiado tiempo. O por lo menos eso le entendió Bruno a Kimiko. Este Murdoch también se distraía, y la mitad del tiempo parecía no estar ahí.

Peor aún. Durante una cita con Octavia, una amiga de Gialla, esta le comentó que coordinó una cita con el Murdoch de Kimiko, pero que fue otra persona quien acudió a la cita. Fue un chico que decía llamarse Toribio, que llegó a la cita con lo que parecía ser una bolsa de donuts. Era muy pesado, y las poquísimas veces que habló, sólo mencionó su afición por la ópera. A Octavia le pareció una pérdida de tiempo.

Bruno estaba intrigado. Emilio, Murdoch y Toribio. Tres personas con personalidades muy distintas, pero compartiendo una misma característica extraña: no estar ahí el 100% del tiempo.

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La curiosidad fue tan grande, que Bruno terminó contándole la historia a Sonia, una amiga canadiense, de Ontario. Ella, que era muy inteligente, decidió encontrarse con Emilio directamente.

Luego de la cita, Sonia se reunió con Bruno. Le contó que, efectivamente, había visto a Emilio. Y sí, que era una persona solar, que le gustaba la electrónica, con personalidad estable... y que no estaba siempre ahí.

A Bruno esto no le sorprendió en absoluto, y fue entonces que Sonia le guiñó el ojo. "Rompí un regla," dijo, mientras sacaba una grabadora de su bolsillo. En ella, Sonia había registrado toda la conversación.

Al reproducirla, Bruno escuchó por primera vez la voz de Emilio. Efectivamente, la descripción que siempre le habían contado era consistente con lo que oía. Y sí, de vez en cuando la voz de Emilio se apagaba, por periodos prolongados. Fue entonces que Sonia le dijo que había más.

Sin dejar de mirar a Bruno en los ojos, Sonia subió el volumen de la grabadora. Considerablemente. Y entonces, al reproducir la grabación nuevamente, Bruno escuchó que, cuando Emilio callaba, nuevas voces surgían en el fondo. Voces que el oído humano no es normalmente capaz de percibir, pero que la grabadora de Sonia había captado.

Había dos voces en el fondo. La primera era enérgica, que parecía penetrar dentro de uno... y que hablaba bastante sobre la extensión de la vida. Mientras que la segunda voz parecía que tenía comida en la boca, y hablaba sobre ópera.

Bruno casi se cae de la silla. Murdoch. Y Toribio. Ambos presentes, hablando con la voz de Emilio, cada vez que éste callaba.

Pero, ¿cómo? ¿Un caso de múltiples personalidades? Pero, ¿por qué en un caso era Emilio el audible, mientras que en otros era Murdoch o Toribio? "Me deberías dar un premio," le dijo Sonia, sonriendo.

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Bruno se reunió nuevamente con sus anteriores citas, con Clara, Samantha, Gialla, Kimiko y Octavia. Les contó lo que había hallado, y les reprodujo la grabación de Sonia. Las mujeres quedaron espantadas.

"¡Qué lástima que se dé esta situación tan rara!" dijo Gialla, "¡con lo guapo que era Emilio!"

Samantha le sonrió. "Te gustan los rubios gorditos."

Clara y Gialla se sorprendieron. "Emilio no era rubio, ni gordo," respondió Gialla.

Clara se unió. "En absoluto, Emilio era moreno, y súper atlético."

Fue entonces que Gialla se sorprendió con lo que dijo Clara. "Pero, ¿están locas? Emilio no es rubio, no gordo, ni moreno, no atlético. Emilio tiene rasgos asiáticos, y es flaquito."

"No, ese es Murdoch," dijo entonces Kimiko. "Emilio es el rubio gordito."

"No, no, el rubio gordito es Toribio," respondió Octavia.

Fue entonces que todos se quedaron en silencio, mirándose.

No era una persona con tres personalidades. Se trataba de tres personas, que compartían tres personalidades.

Bruno, que era psicólogo, pensó que esta historia era fascinante. Registró el testimonio de todas estas personas, y escribió varios papers académicos al respecto. Años después, se confirmó que lo que había observado Bruno era un nuevo trastorno psicológico, que terminó llamándose Osciloneutrinisis.

Lamentablemente, para ese momento Bruno ya había muerto, y nunca fue capaz de recibir el premio Nobel que merecía.

***

¿A qué va esta historia? A que la semana pasada vino a Lima Javi Santaollala, a quien conocí en Ginebra. Javi me invitó a acompañarlo a un evento en el Campo de Marte, donde estuvimos respondiendo preguntas sobre ciencia a unas 100 - 150 personas.

La cosa es que una persona había leído mi post anterior, y me pidió que le explicara la oscilación de neutrinos. Y no le respondí, ya que sólo se permitía una pregunta por persona, y esta ya había hecho una pregunta antes.

Así que nada, este post es la respuesta. ¿Cuela o no cuela?

sábado, 19 de agosto de 2017

Preguntándole a Wolfram

Esta semana, Stephen Wolfram ha estado en Lima. Sabiendo que daría una charla en la PUCP, le comenté a Francisco (quien estaba encargado de pasearlo por Lima) que si a Wolfram le interesaba conocer la Sección Física antes de su charla, yo podía organizar un tour.

La visita a Física fue fugaz, pero llegó a ver varios laboratorios, y conversar brevemente con varios profesores. Al haber organizado el tour, me reservaron un asiento en segunda fila durante su charla.

La charla fue muy buena, pero algo que dijo me incomodó. Dijo que era probable que estuviéramos en una época de cambio de paradigma. Que actualmente, para resolver un problema, buscamos una ecuación o fórmula que describa la situación, pero que en un futuro cercano serían procesos computacionales aquellos que resolverían dichos problemas. Algo en la mente me decía que había un problema ahí, pero no lograba identificar qué era.

Wolfram, durante su charla, dio un ejemplo de esto. Ya no me acuerdo qué era exactamente el problema que resolvió, pero en un momento dijo algo como: "Luego de obtener la respuesta, podemos pedirle al programa que nos muestre los pasos intermedios. Y al hacerlo, vemos que no nos es posible comprenderlos. Eso es porque nosotros humanos armamos historias con estos pasos, y la computadora no lo hace. Por ejemplo, en algún lugar de este procedimiento, podría aparecer el Teorema de Gauss, pero 'Teorema de Gauss' es una historia que construimos nosotros, la computadora no."

O algo por el estilo.

Poco a poco, me fui dando cuenta qué era lo que me incomodaba. Y el punto es que, en física, muchas veces uno aprende más con los pasos intermedios. Se encuentran estructuras que sirven para resolver el problema, y uno se pregunta si podrían ser generalizadas. O se da cuenta que dichas estructuras responden automáticamente una categoría entera de problemas relacionados.

Entonces, si al resolver el problema no tenemos acceso a los pasos intermedios, perderíamos muchísima información. Si una computadora eventualmente será capaz de reemplazar las fórmulas, entonces debe ser capaz de armar "historias." Y esto a la vez probablemente sería crucial para crear conciencia artificial.

Pues le tenía que preguntar qué opinaba al respecto. Ahora bien, para el momento en que me di cuenta qué era lo que me incomodaba, y había llegado a formular verbalmente lo que les he contado arriba, la charla ya había acabado, y estábamos al final de la ronda de preguntas. Levanté la mano rápidamente.

Lamentablemente, otro tipo me ganó. Era un tipo que llevaba un polo de Google, y su gran pregunta fue "¿Cuándo le vas a vender tu compañía a Google?"

Cha mare. Qué desperdicio.

Luego de ello, se cerró la charla. Wolfram estaba dispuesto a hablar con gente luego, pero la gran multitud alrededor suyo impidió que me acercara. Esperé casi una hora hasta que la gente empezó a irse, y poco a poco me acerque.

Eventualmente, llegué a su lado. Estaba respondiendo una pregunta sobre una forma distinta de programar, y cómo armar una empresa con ello. Me preparé para lanzarle mi pregunta apenas terminara. Pero en eso, apareció Francisco, trayendo consigo a Cougar (no quieren saber quién es Cougar). Y justo antes de que yo pudiera preguntarle nada a Wolfram, Francisco entró, le presentó a  Cougar, y la conversación entonces derivó a su compañía, al desarrollo de software, y tal.

Maldito Cougar.

Me aburrí de esperar. Me moría de hambre, y sabía que Pepe quería irse, e íbamos a compartir el taxi de vuelta. Así que eso, no pregunté nada.

Al día siguiente, me llamó Francisco, y me dijo que estaban organizando una cena con Wolfram. Y bueno, como yo había organizado el tour en Física, pues que sería bacán que yo fuera también. Así que nada, cancelé mis planes, y me fui a la cena.

En la cena hubo mucha, pero mucha gente, todos con la misma intención: preguntarle cosas a Wolfram. Esperé mi turno, poco a poco me fui acercando, y eventualmente llegué a estar a su lado, otra vez. Coincidí con un tipo, referido como "El de la Cayetano." Pero esta vez yo pregunté primero.

Le conté mis dudas. Le mencioné la cromodinámica cuántica (QCD), donde no se ha demostrado analíticamente que la interacción fuerte sea capaz de producir confinamiento entre los quarks. Le mencioné la técnica computacional de lattice, donde usando reglas de QCD tengo entendido que se generan estados ligados, sugiriendo que el confinamiento está incluido de alguna manera. Pero como lattice es computacional, y no se generan "historias" intermedias, no se obtiene información sobre el confinamiento.

A Wolfram le pareció interesante la pregunta. Creo. Pero antes de que me respondiera, empezó a divagar un poco, y en un momento la fuerza de la gravedad fue mencionada...

... y en ese momento "El de la Cayetano" metió la cuchara.

"Hablando de gravedad," dijo campantemente, "me gustaría saber si alguna vez había pensado lo siguiente: si tengo un reloj, y le doy cuerda, ¿aumenta la masa del reloj?"

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Hubo unos diez segundos de silencio.

Y luego Wolfram, que no es mala persona, intentó responder a semejante disparate, y el tema de la conversación se fue a otro lado.

Maldito, maldito "El de la Cayetano." Lo odié desde el fondo de mi alma.

Ya no tenía sentido seguir insistiendo. Vi a Pablo, que estaba en la cola para hacer preguntas, y le cedí mi sitio. La vida podía continuar sin que me resolvieran mis dudas.

Anyway. ¿Alguien quiere saber algo sobre oscilaciones de neutrinos?

lunes, 31 de julio de 2017

Otra vez en Japón

A lo largo de mi vida, mis padres me han apoyado muchísimo. Así que bueno, se me ocurrió que una forma de agradecerles era invitándolos a un viaje. Y no a cualquier sitio, no señor, yo quería invitarlos a Japón.

Afortunadamente, mis ahorros me lo permitían. Así que listo, planifiqué dos semanas en Japón, quedándonos principalmente en Tokyo y Kyoto. No sólo eso, conseguí también el Rail Pass, así que, desde Kyoto, planeamos viajes de un día a Himeji, Nagoya, Hiroshima, Osaka y Nara. Y desde Tokio, lo mismo, un viajecito a Kamakura.

Y por supuesto, salió bastante bien. La novia no se podía quedar atrás, desde luego, así que decidió acompañarnos. Fue un viaje bonito, además de las ciudades mencionadas logramos ir a una función de Kabuki, a un torneo de Sumo, y a un acuario casi tan bacán como el de Valencia. Y claro, me encontré con Yoko y La Chibi-Ninja en Tokyo, mientras que en Kyoto me reuní con Takashi y Satoru. Fantástico.

Ahora bien, acá en Lima cuando cuento cosas agradables de mis viajes me dicen que estoy alardeando, así que vamos a contar las cosas que salieron mal. Y seamos sinceros, ese es el tipo de historia que más les gusta, ¿o me equivoco?

Lo primero fue el hospedaje. Resulta que como profesor universitario mi presupuesto tampoco podía ser demasiado grande, así que escogí cierto tipo de hoteles, algo más económicos que el Marriot. Sabía ya que estos hoteles serían algo pequeños, y advertí a todo el mundo que no tendrían mucho espacio dentro de las habitaciones. Pero en principio eso no sería problema, ya que la idea era usar los hoteles para dormir,  nada más.

Nuestra sorpresa fue grande al descubrir que estos hoteles, al ser económicos, se ahorraban ciertas cosas. Y a pesar de que en cada habitación había una cama súper cómoda, y televisión gigante, y aire acondicionado, y water-con-chorro-de-agua-que-te-limpia-el-poto, una cosa muy importante faltaba siempre: un armario, o clóset, dónde guardar la ropa.

Por supuesto, ni yo ni la novia tuvimos problemas serios con esto... ¿pero imaginan a mi madre sin un armario? Casi se vuelve a Lima.

La verdad es que no nos quedó muy claro por qué no habían armarios. Lo primero que pensamos es que eran hoteles para businessmen, gente que estaría ahí una noche y nada más. Pero no, familias enteras se hospedaban ahí. ¿Dónde metían la ropa? ¿No las sacaban nunca de las maletas?

Pero mi estrategia funcionó. Como mis padres no estaban 100% cómodos con las habitaciones, siempre querían salir. Así que los hice caminar. Y caminamos mucho, al punto que el relojito llegó un día a contar 20 000 pasos.

Por supuesto, después de una semana sin parar, mis padres me pidieron un descanso. Pensando qué hacer, decidimos cambiar el viaje inicial a Kanazawa, por uno a Hiroshima, que quedaba más lejos. De esta manera, estaríamos forzados a estar sentados en el tren por cuatro horas, y recuperaríamos fuerzas para las visitas futuras.

Ahora bien, estando en el Memorial de la Paz de Hiroshima, unos estudiantes se acercaron a mi papá para entrevistarlo. Estaban estudiando inglés, y querían usar la entrevista para practicar. Le preguntaron qué pensaba de la situación mundial en estos momentos, qué significaba "paz" para él, y cosas así. Pero en eso le preguntaron "¿Y por qué viniste a Hiroshima el día de hoy?"

Nos miramos entre nosotros fijamente. Y mi papá les mintió.

Claro pues. ¿Cómo íbamos a decirles que usamos el viaje como una excusa para estar sentados por cuatro horas en un tren?


Y bueno, el viaje tuvo mil anécdotas. Por ejemplo, cómo la novia era igual de capaz que yo comunicándose con los japoneses, a pesar de que yo he estado siguiendo clases por seis meses, y ella sólo tres. Resulta que a los japoneses les bastan los keywords, y uno obtiene el mismo resultado diciendo Koko wa tabako wo suu koto ga dekimasu ka que simplemente Tabako?

Ya ustedes pueden averiguar qué cazzo he querido decir ahí. Pero era una frase muy importante para mi mamá.

La penúltima noche, nos reunimos con Yoko y La Chibi-Ninja. Esta última había reservado una mesa en una terraza, con vista al Sumidagawa y al Tokyo Skytree. Fenomenomenal. Lamentablemente, ellas tuvieron que irse temprano, ya que el metro cerraba. Nos dejaron dinero para pagar la cuenta, nos abrazamos, y la novia y yo nos quedamos un rato más, acabando la botella de vino.

Cuando estábamos por acabar, pedimos la cuenta. Cuando llegó, casi nos tiramos por la ventana: salió a 17 mil yen (como ciento cincuenta dólares). Sabíamos que el sitio era caro, pero lo que nadie sabía era que cobraban entrada. Y oh sorpresa, no nos alcanzaba la plata, y oh sorpresa, no aceptaban tarjeta de crédito.

Así que nada. La novia se quedó de rehén, mandando miradas fulminantes a quien se le acercara (sabemos que ahora tiene por lo menos una enemiga más). Yo, mientras tanto, me fui con una mesera a un 7-eleven, a sacar plata. Qué roche. Pero bueno, por lo menos logré practicar mi japonés un poquito, y ahora tengo una amiga más.

Y eso. Regresamos ayer. Y estamos agotados. Y me estoy quedando dormido mientras escribo esto. ¡Pero creo que salió bien!

Hablamos.

viernes, 30 de junio de 2017

El Examen de Aikido

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Era un sábado en la mañana y, de la misma forma que se han caracterizado todos los sábados de este terrible semestre, alisté las cosas para ir a la PUCP. No obstante, esta vez cargaría con algo adicional: un aikido-ji, con cinturón amarillo.

Empecé a practicar aikido hace años, antes de ir a Europa. Debido a la tesis de maestría, y el posterior viaje, abandoné la práctica, no sin antes sacar el cinturón amarillo.

Pues este año decidí retomar el aikido, con la buena suerte de conseguir que me reconocieran el cinturón. Luego de unos meses de práctica, mi sensei me dijo que probara dar el examen para cinturón naranja.

Ya pues.

La cosa se complicó desde el inicio, ya que el pre-examen se llevó a cabo justamente durante una semana en la que yo estaría en Colombia. No obstante, hicieron una excepción sólo para mi, y me permitieron dar el pre-examen en otra fecha.

Fue un desastre.

Básicamente, me puse nervioso. El pre-examen se dio en el Dojo Central, al cual nunca había ido, y se llevó a cabo luego de una clase regular. Fui el único en darlo. Entenderán entonces mi nerviosismo, durante esta evaluación me estaban mirando absolutamente todos los asistentes a la clase, gente completamente desconocida, que sacrificaban el tiempo de su clase para que este tipo pudiera dar su pre-examen.

Y nada, cometí mil errores. Y luego me lo hicieron saber, me dieron una lista de cosas por corregir, frente a todos los espectadores, que duró como 15 minutos. Horrible, oye.

Pues nada, cuatro días despues, estaba dando el examen. Pero el problema era que el examen se daba a las 14:00, en San Borja, y yo tenía que dictar una clase en la PUCP, de 10:00 a 13:00. Sí, clases en la PUCP los sábados, ha sido el tema recurrente de mis conversaciones este semestre.

Anyway, el examen era a las 14:00, pero antes habría una clase previa, tipo "calentamiento". Hice mis cálculos, pero imposible, ni aunque terminara mi clase 30 minutos antes llegaría a tiempo al "calentamiento". Así que ni modo, la clase acabó a las 13:00, agarré una empanada, y salí volando en busca de un taxi.

El taxista me dijo que me cobraba S/.18. Ya, lo que sea. Me subí, avanzamos cuatro cuadras, y se le reventó la llanta. Cha mare....

En sitio donde me dejó el primer taxista fue muy inconveniente. En ese lugar paraban muchos buses, y los taxis lo evitaban. Pasaron como cinco minutos antes de que lograra conseguir uno. Me empecé a desesperar.

El segundo taxi inicialmente parecía informal, ya que no tenía el casquete que dice "taxi." No obstante, su placa sí era correcta (tenía la bandita amarilla), así que me subí nomás. Me dijo S/20, que me pareció un abuso, pero no tenía mucha opción.

Al subir, le dije que iba a poner Waze, para llegar lo más rápido posible. Le indiqué la ruta, él me miró, y dijo que no, que quería ir por la Costa Verde, que el Waze no considera semáforos ni tiene la información de atascos. Yo lo miré con cara de "¿De qué cueva te han sacado?"

Le dije al tipo que tenía que estar en el sitio a las 14:00. Y que la ruta de Waze indicaba que llegaríamos a las 13:50. Que yo no tenía problema en usar otra ruta, pero que si me hacía perder el examen, me iba a molestar mucho.

A él no le importó.

O bueno, más o menos. Siguió su ruta, pero en el camino cruzó todos los semáforos en rojo. Manejó como un animal por la Costa Verde y, encontrando el atasco de siempre en Armendáriz, esquivó la cola, metiéndose ilegalmente por otro lugar.


Lo que debí haber hecho en ese momento era bajarme. Mandarlo al demonio. Pero si lo hacía, no llegaría en la vida al examen. Así que me puse en modo zen, y consideré esta situación como el inicio de la evaluación. O algo por el estilo.

Llegamos a las 13:50. O sea, igual que si seguíamos al Waze. Pero claro, Waze no asume que uno rompería todas las reglas del manual de tránsito. El tipo luego tuvo el descaro de enorgullecerse "¿Ya ves? Llegamos más rápido."

Yo seguía en modo zen, y me bajé sin decir mucho. ¿Para qué pelearse con alguien así?

Pos na'. Llegué al examen a tiempo. Y bueno, cometí errores nuevamente, pero esta vez muchos menos. El mejor momento del examen fue cuando pidieron que ejecute ushiro-tekubitori-sankyo. Yo yo siempre me hago bolas con sankyo. Y lo genial fue que, cuando lo llevé a cabo, me salió tan bien que el Gran Sensei se paró, y exclamó jubiloso "¡Bien, Joel!". ¡La gente aplaudió!

Ok, no. Es mentira. Me salió bien, y el Gran Sensei dijo "Bien, Joel" en voz baja, casi un susurro, pero lo escuché, y para mi eso daba igual que que se parara jubiloso, con la gente aplaudiendo.

Y eso. Cinturón naranja. A pesar de todo.

miércoles, 31 de mayo de 2017

Falta de Concentración

https://flic.kr/p/n7rZBV
Acabo de volver de una reunión de exalumnos, donde nos reunimos con un Miembro Ilustre de la Sociedad. No puedo decir mucho al respecto, por un acuerdo de confidencialidad, pero sí puedo publicar algunos de mis pensamientos al respecto. Ahí van.

- Uy, el Miembro Ilustre de la Sociedad está a punto de empezar a hablar. Mejor termino rápido mi comida, que es de mal gusto estar comiendo cuando otro habla.

- Ya, listo, me quedé sin postre, pero estoy a tiempo para darle el 100% de mi atención.

- Hmmm, el Miembro Ilustre de la Sociedad da argumentos interesantes, complementan bien mis ideas básicas sobre lo que está ocurriendo en el Perú actualmente.

- Vaya, esto que dice va más o menos por donde creía que iba la cosa, tan mal no estoy.

- ¡Qué parecido tiene con otros Miembros Ilustres de la Sociedad que conozco! Tal vez haya una escuela para ser Miembro Ilustre de la Sociedad.

- Terminó el discurso, muy interesante. Viene la ronda de preguntas, a ver si se me ocurre algo.

- Ahhh, ese que está al frente es físico también, a ver por dónde... ¿pero qué es esto?

- ¿En serio me van a traer los postres a la mesa?

- ¿Y es en serio que me van a dar un poquito de cada postre?

- Espera, espera, hay que concentrarse, que el Miembro Ilustre de la Sociedad está respondiendo a la pregunta del físic... ¡pero qué buena que está la torta de chocolate!

- Uff, brutal la torta, sería la envidia de Donald Trump. Pero, ¿en qué estaba?

- Pucha, le siguen haciendo preguntas al Miembro Ilustre de la Sociedad, pero a mi me quedan dos postres más... y uno parece tiramisú, madre mía.

- ¿Qué hago, qué hago? Sería bueno pensar en una pregunta buena, para contribuir en la discusión, pero ahorita la única pregunta que se me viene es cuál postre debería comer primero.

- Vamos, por el de la derecha, que no se ve tan bueno como el tiramisú.

- Y bueno, pues sí que estaba bueno. Chocolate, masa suave, y una crema tipo pastelera, que no es pastelera, sino algo mejor.

- Ufff, pero qué buena onda el tipo que me ha traido los postres. En serio. Ahora a honrar su trabajo, y terminar con el tiramisú. A ver si está tan bueno como parece.

- Mmmmmmm, maravilla, casi casi como los de Roma. Buenazo el tiramisú. Para comerlo lentamente y saborear cada pedazo.

- ¿No debería estar haciendo otra cosa? No lo sé, pero ahora somos sólamente el tiramisú y yo.

- Wow, qué bueno estuvo todo esto. Sensacional

- Pero... ¿dónde estoy? ¿Y qué hago en traje?

- Ah, carambas. Reunión de exalumnos. Miembro Ilustre de la Sociedad. Verdad.

A veces pasa.

domingo, 30 de abril de 2017

Las Calles de Lima (5)


https://flic.kr/p/4fijRg Una buena mañana, llegué al punto de trasbordo entre las líneas 18 y 03. En este punto, uno debía presentar su boleto, que sería validado por un empleado de la compañía, para poder realizar el trasbordo.


Esta vez, era una chica quien validaba los boletos. Me preguntó si sabía lo de La Tarjeta, yo por supuesto, no me había enterado de nada.

"A partir de ahora," me dijo, "sólo se podrá hacer trasbordo si se tiene La Tarjeta. Uno marca al subir al primer bus, y tiene una hora para hacer todos los trasbordos que quiera."

Miren ustedes. Cada vez mejor la cosa. Pues yo quería una tarjeta de esas, ¿dónde la consigo?

"Me tiene que dar sus datos," respondió la chica, "con ellos haré un pedido para que se la manden a este punto, y usted la recoge en un par de días."

 ***

Subí a la 18, e indiqué que quería hacer trasbordo con la línea 03. Este vez, el chofer-cobrador me dijo que no, que eso ya no, que ahora debía tener La Tarjeta. Le dije que ok, no había problema, que me llevara al punto de trasbordo, que ahí seguro tendría mi tarjeta esperando.

Esta vez tendría que pagar doble pasaje, pero bueno, no pasa nada, cualquier cosa por conseguir La Tarjeta.

En el punto de trasbordo, había un chico de la compañía. Le pregunté si tenía mi tarjeta.

"Un momento," me dijo, "justo está pasando un bus de la línea 03. Tengo que darle indicaciones."

Esperé un minuto, y el chico regresó. Me preguntó si había hablado con La Señorita, que era ella quien venía a entregar La Tarjeta. Yo no estaba seguro de quién era La Señorita, aunque sonaba importante. Le dije que hace unos días había una señorita acá, haciendo su chamba, pero que no me dio la impresión de que fuera ella a quien se refería, que tan solo tomó mis datos.

"Un momento," repitió, "otra vez, un bus de la línea 03. Ahora vuelvo."

Esperé otro minuto. El chico regresó, y me repitió que era La Señorita quien entregaba La Tarjeta, y que tenía que hablar con ella. No obstante, me dijo también que ayer La Señorita le había dejado un grupo de tarjetas para entregar, y que probablemente una de ellas tenía mi nombre.

En eso pasó otro bus de la línea 03, y el chico se fue a hacer sus diligencias, dejándome pensando para qué demonios me había contado todo el rollo de La Señorita, si es que él probablemente tenía mi tarjeta en su mochila.

El chico volvió, y sacó de su mochila un grupo grandote de sobres. Dentro de cada uno de ellos, La Tarjeta. Empezó a revisarlos, y oh sorpresa, ningún sobre tenía mi nombre.

"Voy a llamar a La Señorita, a ver qué pasó," me dijo el chico. Por supuesto, La Señorita no respondió. Intentó otra vez, y nada.

En eso, pasó la línea 03, nuevamente. En ese instante, La Señorita contestó el teléfono, pero el chico se atolondró con la llegada del bus y la necesaria diligencia, y le colgó. Maravilloso.

Luego de que se fuera la línea 03, La Señorita no volvió a responder. Parece que se resintió. El chico me dijo que ni modo, que tomaba mis datos nuevamente, y que en breve tendría La Tarjeta.

Yo me resigné, y le di mis datos. Había perdido un poco de tiempo con todo el trámite, pero bueno, ahora tomaría la línea 03 y llegaría rápido al trabajo. Y seguro la línea 03 pasaría en breve, que durante todo este trámite había pasado un bus cada dos minutos.

Y esperé.

Y seguí esperando.

Y esperé un rato más.

Y el siguiente porco bus de la línea 03 demoró 15 minutos en llegar.



***

Sonó mi teléfono.

"Buenas, estoy acá en la calle Sucre, donde se hace el trasbordo entre las líneas 18 y 03. Tengo La Tarjeta. Quería saber a qué hora va a venir a recogerla."

Chesu. Era La Señorita. Aunque tenía una voz maleadamente masculina. Le dije que no, sorry, ese día me quedaba en casa trabajando, y que recién el lunes o martes pasaría ahí.

"Ok," respondió, y colgó.

***

Ese martes, el primer bus que pasó fue la línea S, que no pasaba por Sucre, pero me dejaba suficientemente cerca. Me subí, no me importaba caminar unas cuadras adicionales para conseguir La Tarjeta.

Al llegar, había otro chico. Estaba acompañado por un señor algo mayor, que parecía empleado importante de la empresa de buses. Le dije al primero que me habían llamado para entregarme La Tarjeta.

El chico me preguntó mi apellido. "Jones," le dije, "con jota, sin hache, así como Indiana Jones."

A veces me cuesta hacerme entender.

Mientras el chico buscaba entre los sobres, el señor me mira y me dice: "Jones is an American surname."

Cha mare, otro idiota que piensa que soy gringo. Le respondí en castellano, "Realmente es un apellido de Gales."

El señor no se rindió, "Oh! A European surname then!"

Fantástico. Yo sólo quería tomar mi sobre y largarme de ahí, pero el chico seguía sin encontrar mi nombre. El señor eventualmente entendió que podía hablarme en castellano, pero siguió con su cantaleta, y me habló de "Jones Beach," en Long Island. A mi no me interesaba mucho el tema, pero bueno, tampoco quería ser maleducado. A pesar de todo, el señor al final resultó siendo muy amable.

En eso llegó un grupo de tres empleados más de la empresa, saludaron al chico, al señor, y al verme charlando con el último, me saludaron a mi, como si yo fuera una Persona Relevante. Mare meua...

Y no, no tenían ningún sobre con mi nombre, y tomaron mis datos por tercera vez. Escapé rápidamente del señor y sus amigos, los últimos ya se habían dado cuenta que yo era Cualquier Fulano, y no se despidieron.

***

En mi cuarto intento por conseguir La Tarjeta, el chico me sonrió. "No creo tener su nombre," me dijo, "pero La Señorita me ha dado un grupo de sobres sin nombre, para entregar a aquellos interesados."

Finalmente, parece que alguien dentro de la empresa tuvo una sinapsis.

Me entregó un sobre, y me tomó una foto para colgar en su página web.

Whatever! ¡Ya! ¡Listo! ¡Tenía La Tarjeta! ¡Luego de casi un mes, podía hacer trasbordos nuevamente! ¡Tenía el poder!


Unos días después le conté a Pepe sobre lo maravillosa que era La Tarjeta. Él me contó que había ido a pedirla, pero claro, se habían remitido a pedir sus datos.

"Ufff," le dije, "eso va a ser complicado, en mi caso se demoraron casi un mes."

"Sí," me respondió, "otra opción es ir a recogerla en su oficina, que queda en Cantuarias. No sé dónde quedará esa calle."

"¿Cantuarias?"

"Sí, ¿por?"

"Cantuarias queda a dos cuadras de donde vivo...."

miércoles, 29 de marzo de 2017

Gota a gota


https://flic.kr/p/f4kaA8Estas dos semanas han sido terribles para el Perú. Supongo que habrán visto las noticias, pero el norte del país colapsó, con lluvias, huaycos e inundaciones.


Por supuesto, los limeños no nos podíamos quedar atrás, el desastre debía llegar a nosotros también. Y sí, una gran zona de Lima tuvo lluvias, huaycos e inundaciones también. A otra zona no le pasó nada relevante, pero bueno, como es la zona en la que vivo, pues vamos a contar qué pasó.

Más o menos una semana después de que empezamos a darnos cuenta de que los desastres que estaban ocurriendo no eran los típicos desastres que golpean al país cada año, salió una advertencia: Lima se quedaría sin agua.

La verdad es que no le di mucha importancia al tema del agua. En ese momento, estaba más preocupado en los rollos burrocráticos de un curso que estoy dictando. Incluso, cuando decidieron cerrar la universidad el jueves 16, yo no me hice muchas bolas, y seguí trabajando desde casa.

Por supuesto, cuando uno está en casa tiende a divagar un poco más de lo normal, y terminé conversando bastante en Facebook. Y curiosamente, varias personas me dijeron que no tenían agua desde el miércoles 15. Incluso escuché que la histeria se había apoderado de un sector de la población limeña, y que habían comprado masivamente toda el agua de los supermercados. Me pareció curioso, abrí el caño, vi que había agua, y no me hice bolas.

La noche del viernes 17 salí con unos amigos, y al regresar, oh sorpresa, no había agua. Nuevamente no le di mucha importancia, revisé el Twitter de Sedapal, y comprobé que el agua sería restablecida al día siguiente, a las 6:00 am. Perfecto.

El sábado 18 me desperté temprano. La novia regresaba ese día de sus vacaciones, y me había pedido que la recoja del aeropuerto. Decidí tomarme una ducha, y miren ustedes, no había agua. El Twitter decía que había caído tres huaycos de manera inesperada, y que el servicio se restablecería a las 14:00. Cha mare, a recibirla apestoso, ni modo. Por si acaso, compré las últimas tres botellitas de agua en la tienda de al frente.

Tomé el bus al aeropuerto, y en el camino vi mucha gente en la calle haciendo cola, con baldes y contenedores. Me di cuenta que la situación era más seria de lo que pensaba, y que haber estado encerrado en casa trabajando tal vez no fue la mejor de las ideas.

Anyway, llegó la novia, quien no estaba muy enterada de la situación, y regresamos a casa. Decidimos salir a almorzar, y dar una vuelta, y al volver a casa a las 16:00, pues todavía no había agua. Resulta que el agua demora unas ocho horas en llenar todo el sistema de la ciudad, una vez que se restablece el servicio, así que... era posible que tuviéramos que esperar hasta las 22:00.

Fue entonces que me di cuenta de la gravedad de la situación. Lamentablemente, la novia no lo había hecho aún, y se tomó dos de las tres botellitas de agua que había comprado. Crisis conyugal.

Así que decidí hacer lo que cualquier persona cuerda haría en esta situación: llamar a mamá.

- "Mamaaaaa, ¿tienes aguaaaa?"
- "Si, claro, ¿ustedes no?"
- "No, desde ayer."
- "Nosotros tenemos una cisterna grande."
- "¿Y te sobran botellones de agua?"
- "Bueno, tengo dos, pero no te puedo dar ninguno, que acá en la casa consumimos mucha agua."

 Cha mare.

https://flic.kr/p/dVAmUU

- "Mamaaaaa, ¿y puedo ir a recolectar agua de caño?"
- "Sí, por supuesto, trae tus botellas y las llenamos."

Así que manos a la obra. Mira, que ese yogur está casi acabado, vamos a tomarlo para usar su botella, son dos litros después de todo. ¿Y este vino? Ya está malo, al caño, mira, podemos almacenar poco más de medio litro por acá. Esta botella de Schweppes que estaba en el reciclaje, hay que usarla, vamos, con esto casi cuatro litros. Y así.

Nos trajimos bastante agua esa vez. Y por supuesto, apenas la conseguimos, el agua regresó... pero por diez minutos. Suficiente para ducharse y jalar los waters.

El domingo 19 fue similar, con la novia dándose cuenta de la posibilidad de no tener agua hasta Navidad. Nos preocupamos. Jalábamos el water con el agua recolectada del sábado, y ni pensar en lavar la ropa. Nos dimos cuenta de la cantidad de agua que usamos diariamente, y la infinidad de maneras de ahorrarla. Claro, algunas de esas maneras no son muy agradables, pero supongo que uno se acostumbra.

Esa noche, tuvimos agua por un par de horas. El edificio implantó un programa de racionamiento, tendríamos agua por dos horas en la mañana, dos horas en la tarde, y dos horas en la noche. El resto del tiempo, a recolectar lo recolectable.

El lunes 20 en la mañana, es sistema funcionó. Tuvimos agua para ducharnos, lavar platos, jalar waters. En la tarde también. Confiado, esa noche decidí ir normalmente a mi clase de aikido, hacer ejercicio y sudar un poco. Total, las cosas estaban más aceptables, y más tarde habría agua, ¿no?

Pues no.

Y en la mañana del martes 21 tampoco.

Cha mare....

lunes, 27 de febrero de 2017

Otro Post Sobre Lavadoras

https://flic.kr/p/2jksu
Pues sí, con este, son seis veces que menciono lavadoras en este blog.

Y es que son un tema. Al mudarme con mi novia, tuve que enfrentar la dura realidad de no tener lavadora en casa, y tener que pasar los sábados en la lavandería de al frente. Lamentablemente, cerca a casa no hay lavanderías de 24 horas.

Eso estuvo bien el primer par de veces, pero luego, cuando en vez de ir a descubrir la muralla de Lima uno tiene que quedarse a ver cómo da vueltas la ropa (a menos que uno quiera reciclar calzoncillos), el tema empieza a hartar. Así que decidimos comprar una lavadora nueva.

Ahora bien, el depa de mi novia es relativamente pequeño. Y sólo hay un sitio dónde poner la lavadora: en el baño de invitados. El único problema es que, al hacer eso, no entraría una secadora, así que tuvimos que invertir, y comprar una "lavaseca," que es lavadora y secadora, todo en uno.

Esta lavaseca resultó fenomenal. Lava la ropa, la seca, la esteriliza si tiene bacterias, le quita los olores pezuñentos sin mojarla, puede darle un baño de burbujas si está estresada, y creemos que, en momentos de necesidad, es capaz de unirse a otras lavasecas y formar a Voltron, Guardián del Universo.

Anyway. La lavaseca llegó, pero no la pudimos instalar inmediatamente. El problema de instalarla en el baño de invitados era que teníamos dos opciones: o manteníamos la lavaseca cerrada hasta el fin de los tiempos, o sacábamos el water del baño. Es decir, la puerta se chocaba con el water. Ahora bien, sacar el water seguramente no le gustaría mucho a los invitados, y lo primero no nos gustaba mucho a nosotros, así que tuvimos que cranear un poco.

La novia tuvo la idea de mandar a construir una plataforma sobre la cual instalar la lavaseca. De esa manera, al abrir la puerta, no chocaría con el water, y así todos contentos. Luego de unas semanas, llegaron los técnicos, construyeron la plataforma, comieron espinacas, y cargaron la máquina hasta la plataforma. Teníamos mucha expectativa.

La primera vez que usamos la lavaseca fue un fiasco. Empezó a vibrar como nada que habíamos visto. Se empezó a sacudir, y hacer un ruido terrible, como si estuviera escaldada. Así que ni modo, la detuvimos, y mandamos la ropa a la lavandería.

Ahora bien, el problema de tener dos científicos en casa, y no dos ingenieros, es que los dos propusimos soluciones opuestas, e inútiles, y nadie dio su brazo a torcer. La novia insistía que había que anclar la plataforma al piso, mientras que yo estaba seguro que había que instalar algún tipo de amortiguamiento a los lados.

Al final, ninguna solución habría funcionado. Pero como suele suceder, dejé que la novia ponga la suya, y me deleité cuando la lavaseca, rebelde, destruyó la nueva instalación.

No le digan a mi novia que he dicho esto, que me pega.

Al final del día, se abrió el cielo, bajó un ángel, y me sugirió mirar el manual. Dicho y hecho, en la sección de Troubleshooting descubrí que, si la lavaseca se sacudía mucho, probablemente tenía aún los "tornillos de transporte." Cuando me di vuelta para agradecerle, el ángel ya no estaba.

Pues nada. Los técnicos no habían sacado esos tornillos. Geniales.

Dos semanas después, otros técnicos, más apropiados, retiraron los condenados tornillos, y ahora tenemos una lavadora funcional, recontra silenciosa. Hasta ahora no se transforma en Voltron. Pero la verdad es que todo bien, hasta ayer, que encontré un hueco en el pantalón del tamaño de una moneda....

Mein Gott...

https://flic.kr/p/5pRFZb

lunes, 30 de enero de 2017

Falta de Aire

https://flic.kr/p/9hcJS4
¡Vamos hombre! ¡Vamos! ¡Tú puedes levantar este peso! ¡Dale! ¡Dale! ¡Dos más! ¡Uno más! ¡Listo!

Muy bien. Lo estás haciendo bien, en el gimnasio. Estás cargando cada vez más peso, y al tener poco descanso, también quemas calorías. La estrategia debería funcionar.

Pero... ¿qué te pasa? ¿Que necesitas descansar algo más? Bueno, vamos, detente un rato, respira hondo.

¿Te sientes mal? Pero... tampoco es que hayamos cargado taaaanto.... o bueno, tal vez sí... a ver camina hacia la baranda, apóyate, sigue respirando hondo...

Uy, caramba, la cosa se pone seria. Tranquilo, tranquilo. Respira. Respira. No te desmayes, no quieres pasar vergüenza frente a todo el gimnasio. Sigue ahí, tranquilo.

No te preocupes. A tu izquierda está uno de los entrenadores. Si te pasa algo, seguro que estará capacitado. Respira hondo. Vamos, tampoco será muy vergonzoso decirle que te has excedido, y que necesitas asistencia. Es más, probablemente se haya dado cuenta ya, después de todo, es un entrenador.

Fíjate, te está mirando. De hecho que se ha dado cuenta. Sube la cabeza, y dile que te sientes mal.

Pero... ¿qué es esto? ¿Te está haciendo muecas? ¿Te está haciendo ojitos, y sacando la lengua? ¿Qué le pasa al entrenador? No, compadre, seguro que estás más grave de lo que pensábamos, esto debe ser una alucinación.

O... ¿tal vez no te estaba mirando a ti? ¿Qué hay a tu otro lado?

Ah. Una chica que usa copa talla C.

Vamos compadre. Respira. Da unos pasos. Salgamos de este gimnasio. Y no volvamos jamás.