Ok, ok, no toy gordo. Pero me siento gordo. No se preocupen, no es un ataque de anorexia (a pesar que un anoréxico seguro que diría lo mismo). Es una serie de eventos desafortunados acumulados en el tiempo.
Aparentemente, en situaciones de estrés extremo, mi metabolismo protesta. Esto lo reporté una vez en este blog, y parece que me ha vuelto a pasar. Pero déjenme contextualizar lo que les voy a contar.
Cuando ingresé a la universidad (en el siglo pasado....), estaba bastante flaco. El estirón adolescente me dejó delgado, y me duró muchos años. En la época de la maestría en la PUCP, esto empezó a cambiar. El hecho que todos los días cenaba primero en mi casa para luego cenar otra vez en la de Jessica, combinado con la falta de deporte, hizo que empezara a engordar de a poquitos. Cuando terminé la maestría, estaba pesando poco menos de 80 kilos, y no dudo que pasé esa barrera un par de veces.
Ahora bien, algunos sabrán que dos semanas antes de salir a Cambridge la gente del College me dijo que ya no podían alojarme, y que tenía que buscar otro sitio dónde vivir. A pesar que al final se arregló el asunto, mi sistema digestivo colapsó por el estrés. No se preocupen, no daré detalles, sé que tan masocas no son. Básicamente no pude comer nada sólido por esas dos semanas, y la semana siguiente mi alimentación fue bastante moderada.
Una vez llegado a Cambridge, tuve que pasar por un examen médico bastante sencillo. Entre todas las cosas que tenía que hacer, estaba pesarme. Si, sencillo dije. Anyway, al subirme a la balanza, todo Inglaterra (y tal vez il Maestro también) me escuchó gritar "¿65 kilos??????????"
Había bajado alrededor de 15 kilos en 3 semanas.
O sea, qué dieta del lagarto, ni qué dieta del lagarto. Stress is the way to go.
El siguiente año en Cambridge, y los tres en Valencia, se caracterizaron (entre otras cosas) por ser preguntado de vez en cuando por qué usaba la ropa tan suelta. Claro, al haber bajado 15 kilos, me había reducido, y ya nadie podía creer que alguna vez fui un fornido remero. Dije remero, no ramero, payasos.
En este tiempo, nunca logré subir a mi peso normal. Ok, tampoco quería llegar a 80, pero 70 - 75 kg no estarían mal. A pesar de que en Valencia terminé comiendo dos platos en el almuerzo, que es todo un sacrificio considerando lo horripilante que es la comida de la cafetería, nunca logré llegar a 70 kg.
Pos na'. El año pasado, en Diciembre, acepté que mi metabolismo había cambiado. No bajaría nunca de 65, ni subiría de 70 kg. Whatever. Como muestra de ello, cuando mi familia me preguntó qué quería en Navidad, la respuesta fue "¡Ropa que me quede!"
Sí, sí, en estos años nunca he comprado ropa. Así soy, ¿ya? ¡Quiéranme así!
Y cambié mi ropa. Al llegar a Lima, recibí un huevo de ropa nueva. Finalmente no era necesario usar cinturón, no tenía que remangarme cosas constantemente, ¡eran cosas que me quedaban!
Pero luego... vino la tesis.
Y parece que el estrés trajo un nuevo cambio de metabolismo. Porque desde que empezó la locura, el trabajar hasta las 11 pm en la oficina, y luego en casa hasta las 2 am, sin estar seguro de poder terminar, sin poder dormir bien, empecé a recuperar mi peso. En Febrero pasé la barrera de los 70 kg. Y en Marzo pasé los 75 kg. ¡Estaba volviendo a tener mi peso normal!
Por lo general esto me hubiera encantado... Tan sólo debía hacer ejercicio pa que la panza no dominara y listo. El problema es que empecé a asfixiarme.
No, no es un asfixia angustiosa debido a la ansiedad de una anorexia negada. Es una asfixia literal. ¡Ya no me quedaba la maldita ropa nueva! Los pantalones nuevos estrangulaban mis piernas, y siento que los pobres sufren cada vez que me agacho a recoger algo. Los polos nuevos prefieren que tenga los brazos horizontales al piso, y se paran trepando, mostrando el rollo al mejor estilo de Isabel. ¡Porca miseria!
(Sí, sí, tú Isabel, polaca eléctrica que siempre lees mi blog en secreto y nunca comentas)
La solución más sencilla es la de usar la ropa vieja... pero esta, debido a uno de esos impulsos reivindicadores que me vienen de vez en cuando, ya no existe. La mandé a reciclar, y probablemente la esté usando algún mendigo. Hmmm... ahora que lo pienso, esto podría explicar cierto evento desafortunado que ocurrió hace no mucho...
Pues nada. Necesito bajar de peso. Pero ya me conocen, no hay forma que me prive de comer helados, o papas fritas, o lo que sea. Mi estrategia actual es no desayunar, que es factible considerando que en Suiza se almuerza más temprano. Lamentablemente, como antes no podía subir de peso, ahora seguro que no lo podré bajar. Mi metabolismo es testarudo.
Cha mare.... nunca creí preguntar esto en mi vida, pero... ¿alguien me quiere preparar alguna ensalada? Ugh....
lunes, 3 de mayo de 2010
martes, 13 de abril de 2010
Sacre Bleu! Où suis je???
El día empezó en Firenze. Técnicamente, claro. Porque a las 4:30 de la madrugada no había rayo de sol que pudiera indicar el comienzo de nada. Pero en mi caso, además del día, también empezaba el fin.
Había estado en Firenze dos semanas, dizque en un workshop, discutiendo y colaborando con científicos eminentes en temas complejos de física de sabor. Dizque. Porque la verdad es que estaba haciendo otra cosa. Estaba terminando de escribir la porca tesis.
Exacto. Se acaba el doctorado. Luego de estar tres meses infernales corrigiendo errores y escribiendo y no durmiendo, estaba a punto de presentar la versión preliminar de mi tesis doctoral. Tan sólo debía levantarme ese día a las 4:30, tomar el taxi al aeropuerto, volar a Valencia, lavar la ropa, escribirle a Bernabeu para que prepare mi llegada a Ginebra, escribirle a Paride para que acepte ser jurado en la tesis, ojalá responda rápido, comprar comida, escribir la hoja de vida de cada uno de los diez miembros del comosellame de doctorado, maldita burocracia inútil que al final nadie revisa y me hace perder tiempo, completar el resúmen en español de la tésis, más burocracia inútil, aunque me permite llamar sabrosones a los flavones, eso es chévere, llamar a Orange pa que me libere el móvil de una buena vez (¡es tu culpa, Marité!), llamar al banco Santander para que habilite mi acceso por internet desde Suiza, quedar una cita con el doctor pa que me vea la maldita somatización que me ha salido en la pierna por el estrés, entregar el Rectorado mi homologación de la Licenciatura, entregar los documentos del viaje a Firenze pa que me no me obliguen a devolver la plata del viaje, pedirle a Arcadi que evalúe mi tesis, grande Arcadi, comprar el Kerastase pa que no se me caiga el pelo, sí, todavía tengo, recoger en Seguridad Social la carta endemoniada pa poder ir al doctor en Suiza cualquier cosa pudiera pasar, sacar plata del banco, demasiada plata, cambiarla a francos, corregir la tesis con Oscar, cortarme el pelo, volver a corregir la porca tesis con Oscar, ir al doctor pa que me despache en dos minutos, total, somatización es somatización, se va el estrés y asunto arreglado, volver a corregir la porca, insoportable, detestable, ya-no-te-aguanto-devuélveme-mi-humanidad tesis con Oscar, imprimir información de Ginebra, imprimir la endemoniada tesis, imprimir otra vez la tesis, imprimir la tesis por tercera vez, ir a cenar con Herr Deutschland, Catalina y Odd (lo siento, no te puedo llamar Madame La Petite, eres Odd y ya está), obligar a Catalina a llevarse a Lisboa por lo menos 20 de los 170 kilos que todavía tiene repartidos por toda Valencia, llevar la tesis a anillar, ya se acaba, imprimir mi currículum, ¿pa qué cazzo quieren mi currículum?, entregarlo todo en la Facultad, sí, aquí lo tengo que entregar, no en el departamento, ¡acepta mis documentoooooos!, ir al IFIC a dar una vuelta olímpica y despedirme de la gente, regresar al departamento a comer con la gente, empacar los 23 kilos que me quedaron perfectos, despedirme de Herr Deutschland y Odd y su vaquerito, tomar un taxi al aeropuerto y volar a Ginebra... que es desde donde les escribo.
Puf, puf, puf, puf...
Sí. Fueron tres días terribles. Pero ya se acabó. Bueno, ya empezó a acabarse. Ahora hay que esperar cinco meses antes para presentar la tesis. Sí, cinco meses, Valencia es progreso.
¿Y qué hago en Ginebra? Pues lo mismo que en Padova y en Würzburg: nada. Ok, ok... he venido a chambear con Bernabeu, el mismo que me jaló a Valencia. Él ha estado trabajando en el CERN todo el año (ese laboratorio que destruirá el mundo con un agujero negro), y bueno, aprovechando que estaba ahí, aproveché para darme un paseíto de tres meses. Tengo varias cosas que hacer, pero vamos, acabo de depositar la tesis... no quiero más noches trabajando hasta las 2 am, con despertadas a las 5 am por la angustia. Trabajaré, pero tranquilo.
Ginebra se ve bien. Estoy en una residencia de estudiantes en un barrio bastante interesante. El barrio es muy internacional, está repleto de restaurancitos extranjeros, pubs, cabarets y hoteles desde cuyas puertas señoritas mandan besos volados... vamos, en pleno barrio rojo de Ginebra. O por lo menos en la calle roja de Ginebra.
Mi habitación en la residencia no está mal. Por lo menos no me parece que esté mal. Es pequeña, y está al costado del baño (así que escucho todo), pero la verdad es que tiene todo lo que necesito: cama, escritorio, armario y un lavatorio. Bien. Me preocupa un poco que la señora de la limpieza haya dicho que era una pena que tuviera la habitación que tengo, pero como no he visto ninguna otra habitación aún, no me hago paltas....
Por el trabajo, todo genial. Tengo una oficina compartida con un chico iraní, uno escocés y uno griego. Está también mucha de la gentita valenciana experimental, que son caseritos en el CERN. También está Charly, físico de la PUCP, quién está metido en la colaboración ALICE. Y finalmente, la célebre Alicia Cazavampiros, entrañable amiga de Padova. Así que estoy bien acompañado. Mejor aún, en este mes Bernabeu estará fuera del CERN, así que presión cero.
Y bueno, a la gente que no es del CERN todavía no la conozco muy bien. Recién hoy he conocido a un par de personas. A pesar que he estado ya dos semanas aquí, no he podido conocer mucha gente. Mis padres vinieron de Lima, y mi hermano de Londres, para celebrar los 60 años de mi madre. Llegaron el mismo día que yo, así que hemos estado ocupados desde el primer día, viajando los fines de semana y juntándonos en las noches durante la semana para comer rico y hablar.
Y claro, con mis padres fue relax total desde el primer día, despertándonos a las 7 am pa ir a la estación de tren, viajar al aeropuerto, seguir los trámites para alquilar un auto, esperar la llegada del vuelo de Julian, cruzar la frontera con Francia pa recoger el carro, decidir que no es el carro correcto, cambiarlo, recoger a mi madre el hotel, comprar el papelito para poder viajar por las carreteras suizas, viajar hacia Lausanne, practicar francés, pelearnos con el GPS (Enemigo Mío), bajar por el lago, llegar a Zermatt, practicar alemán, descubrir que es un pueblito esquiador y que no tenemos esquís, salir hacia Brig, perder el tren de Simplon, conocer Brig, tomar el siguiente tren hacia Italia, manejar por las carreteritas italianas bajo la lluvia, volver a cruzar a Suiza, volver a cruzar a Italia, llegar al lago de Como bajo la lluvia, no lograr que mi padre coma el risotto tan famoso que tanto quería, cruzar el lago, practicar el italiano, bajar casi hasta Milano, conducir hasta el túnel de Mont Blanc, almorzar en Chamonix y volver a Ginebra a dormir.
Puf, puf, puf, puf...
Vamos, tres días de full relax.
Y aquí estoy. La familia ya está de regreso, y yo me encuentro cuasi-solo en Ginebra. Siento que este viaje tiene el potencial de ser grande, que puedo aprovecharlo bastante a nivel académico y personal.
Ya les contaré.
domingo, 7 de marzo de 2010
Las Naranjas de Marité
Todo es culpa de Marité.
En serio. Todo. Estoy seguro que el origen de cualquier complicación que uno pueda pensar, podrá ser rastreado a algo vinculado con ella.
Al final, detrás de esta imagen de inocencia, reivindicación e instinto de superación, probablemente se encuentra la fuente de todas nuestras desgracias. Seguro, seguro, seguro.
Pero, ¿qué me hace arremeter esta vez con una buena amiga mía, alguien a quien he conocido por unos diez años? La respuesta es sencilla. Está vez el desastre me ocurrió a mi.
Todo empezó en esta adorable red social llamada Facebook. Nuestra querida Marité, dentro de un impulso reivindicador, envió a muchos amigos un video bastante interesante. Les pongo el link para que lo puedan ver, es bastante largo, pero vale la pena:
Ok. Asumiré que han visto el video. Como lo hice yo. Es más, el video me pareció tan bueno, que lo distribuí también por Facebook con mis amigos. Yo también quería ser reivindicador.
Hasta aquí, todo bien. Claro, todo bien hasta que murió mi celular. Hacía ya un mes que no funcionaba al 100%, pero una semana después de ver este video, el aparato murió. Curiosamente, dos días antes que muriera, me llegó un SMS de la compañía de teléfonos, Orange, indicándome que por 100 puntos y 10 euros, me darían un Nokia nuevo.
Me pareció genial. Como no me queda mucho tiempo en Valencia, preferí conseguirme un celular sencillo y barato. Luego de la mudanza me conseguiría uno más power. Y resulta que yo tenía unos 120 puntos, que no se de dónde había sacado. Era perfecto. Entré entonces a la página web a ver los detalles, y descubrí que por 100 puntos y 10 euros, tenía tres opciones:
1. Nokia 1661. Sin cámara. Sin bluetooth. Sin posibilidad de almacenar archivos. Sin mp3. Con radio. Con linterna. ¡Y con el juego de la culebrita!
2. Samsung c280. Sin cámara. Sin bluetooth. Sin posibilidad de almacenar archivos. Sin mp3. Sin radio. Sin linterna. ¡Pero naranja!
3. LG GU280. Conocido como Popcorn. Con cámara de 1.3 megapixels, incluyendo video. Con bluetooth. Con memoria externa microSD. Con mp3, correo electrónico, mensajes de texto multimedia... y muchos etcéteras más.
Aquí había algo raro. Inmediatamente sospeché de la calidad de LG, ya que no podía ser que me dieran tanto, cuando por el mismo precio Samsung se jactaba de que su celular era naranja. Decidí ir a la tienda y preguntar.
En la tienda les expliqué que quería cambiar el celular, por 100 puntos y 10 euros. Curiosamente, sólo me dijeron que tenían el Nokia y el Samsung disponibles. Les pregunté por el LG, y me miraron con cara de no way, man. Efectivamente, ese celular era demasiado bueno pa que lo ofrecieran por tan poco. Yo les dije que lo había visto en internet, y me respondieron que a veces en internet hay ofertas que no hay en la tienda.
Boh. Pues me regresé a la universidad, pa comprarme el LG por internet. Evidentemente.
Al entrar en la tienda online de Orange, y empezar el proceso de compra del LG, noté un detalle. El LG lo podía conseguir por:
2000 puntos + 0 euros.
1500 puntos + 5 euros.
100 puntos + 10 euros.
500 puntos + 20 euros.
250 puntos + 40 euros.
100 puntos + 60 euros.
Aquellos observadores, notarán que por 100 puntos podía comprar el LG ya sea dando 10 euros o 60 euros. Y que si tenía 500 puntos, tenía que pagar 20 euros, no 10.... Y me iluminé: Era un typo. Se habían confundido, ¡y realmente el teléfono costaba 1000 puntos + 10 euros! ¡Habían olvidado un cero!
No obstante... lo podía comprar. Por 100 puntos.... y 10 euros. Le podría sacar la vuelta a una empresa telefónica, lo que todo ser humano siempre ha soñado desde la época del Tahuantinsuyo. Tan sólo tenía que hacer click en el botoncito al costado de 100+10... y el preciado LG sería mío.
Y fue entonces que mi mente recordó el porco video de Marité.
Maldita Marité.
Y no pude. No pude comprar el LG. Si incluso yo mismo había pregonado el mérito de no "hacerse el vivo," y jugar siempre con las reglas justas. Reivindicador total. Y ahora, ¿con qué cara me podía comprar ese LG?
En la universidad todo el mundo me dijo lo contrario. Que comprara el LG. Que le sacara la vuelta a Orange. Que era lo que todo ser humano siempre había soñado desde la época del Imperio Romano. Pero no pude.
Me has hecho sufrir, Marité.
Fui a la tienda, con la intención de comprar el Nokia. Fue muy triste, ¡ya que la misma vendedora me instó que comprara el LG! ¡Pero no! ¡Ya me había decidido! Me llevaría el Nokia, y con eso... ¿arreglaría el Perú? ¿Lograría que Keiko no salga presidenta? ¿Le daría calor a Puno?
Sí, lo sé, esta acción no tendría la más mínima consecuencia en la realidad de nadie. Pero no me importó. Contaminado por el maldito video de Marité, seguí adelante y me compré el Nokia.
Ahora bien, la historia no quedó ahí. Unas semanas después, recordé que iba a viajar a Ginebra, por unos tres meses. En ese tiempo necesitaría un celular, y si quería usar el que me acababa de comprar, ¡el Nokia tenía que ser libre!
Moisés me había dicho que era posible encontrar códigos de liberación en internet, pero aparentemente este celular era bastante reciente, así que no existían dichos códigos. Ni modo, tendría que ir a alguna tienda de liberación de celulares, y gastar un poquito más.
Me haces perder plata, Marité.
Anyway, buscando en internet, encontré una tienda que anunciaba liberación de celulares. ¡Y ahí estaba el Nokia! Y el precio por liberarlo era de... 79 euros.
No podía ser. ¡Una liberación no podía costar tanto! Cliqueé en otro celular arbitrario... 10 euros. Otro: 10 euros. Otro más: 10 euros. El mío, otra vez: 79 euros.
Te odio, Marité.
Este Nokia parece que es in-liberable. O como se diga. Por lo menos en el momento en que lo busqué por internet... Porca miseria.
Resumamos mi situación.
Hubiera podido tener un LG con cámara de 1.3 megapixels, video, bluetooth, memoria externa microSD, mp3, correo electrónico, mensajes de texto multimedia y muchos etcéteras más, además de haberle sacado la vuelta a una compañía telefónica, que era el sueño de toda la humanidad desde la época de... whatever. No sólo eso, lo hubiera podido liberar por 10 euros. O nada, si encontraba los códigos en internet.
Pero no.
Tenía un Nokia sin cámara, sin bluetooth, sin posibilidad de almacenar archivos, sin mp3 (aunque con radio, linterna y el juego de la culebrita). No le había sacado la vuelta a ninguna compañía telefónica, pero me había ganado las burlas de mis compañeros de trabajo y de la vendedora de celulares. Asimismo, no podría liberar el teléfono a menos que pagara 80 euros.
Genial.
Gracias, Marité.
De todas formas, parece que he tenido suerte. Llamé al servicio al cliente de Orange, y les conté que me iba a Ginebra y tal y cual. Y resulta que como he sido cliente suyo por más de un año, y como en este tiempo me he gastado más de 120 euros en llamadas, tendrían compasión de mi y me lo podrían liberar. Tan sólo tenía que enviar una solicitud por fax...
Parece que te salvaste, Marité.
Disclaimer: Realmente a Marité la estimo mucho, sé que me estima mucho a mi también. Pero eso sé que no se resentirá por haber usado su imagen (y su foto) para contar esta historia. ¿No es cierto? Anyway, para tratar de mitigar su furia les pongo una fotito un poco más bonita, sin la censura de "Caretas". Quiéranla mucho ustedes tambien. ¡Hasta pronto!
En serio. Todo. Estoy seguro que el origen de cualquier complicación que uno pueda pensar, podrá ser rastreado a algo vinculado con ella.
Al final, detrás de esta imagen de inocencia, reivindicación e instinto de superación, probablemente se encuentra la fuente de todas nuestras desgracias. Seguro, seguro, seguro.
Pero, ¿qué me hace arremeter esta vez con una buena amiga mía, alguien a quien he conocido por unos diez años? La respuesta es sencilla. Está vez el desastre me ocurrió a mi.
Todo empezó en esta adorable red social llamada Facebook. Nuestra querida Marité, dentro de un impulso reivindicador, envió a muchos amigos un video bastante interesante. Les pongo el link para que lo puedan ver, es bastante largo, pero vale la pena:
Ok. Asumiré que han visto el video. Como lo hice yo. Es más, el video me pareció tan bueno, que lo distribuí también por Facebook con mis amigos. Yo también quería ser reivindicador.
Hasta aquí, todo bien. Claro, todo bien hasta que murió mi celular. Hacía ya un mes que no funcionaba al 100%, pero una semana después de ver este video, el aparato murió. Curiosamente, dos días antes que muriera, me llegó un SMS de la compañía de teléfonos, Orange, indicándome que por 100 puntos y 10 euros, me darían un Nokia nuevo.
Me pareció genial. Como no me queda mucho tiempo en Valencia, preferí conseguirme un celular sencillo y barato. Luego de la mudanza me conseguiría uno más power. Y resulta que yo tenía unos 120 puntos, que no se de dónde había sacado. Era perfecto. Entré entonces a la página web a ver los detalles, y descubrí que por 100 puntos y 10 euros, tenía tres opciones:
1. Nokia 1661. Sin cámara. Sin bluetooth. Sin posibilidad de almacenar archivos. Sin mp3. Con radio. Con linterna. ¡Y con el juego de la culebrita!
2. Samsung c280. Sin cámara. Sin bluetooth. Sin posibilidad de almacenar archivos. Sin mp3. Sin radio. Sin linterna. ¡Pero naranja!
3. LG GU280. Conocido como Popcorn. Con cámara de 1.3 megapixels, incluyendo video. Con bluetooth. Con memoria externa microSD. Con mp3, correo electrónico, mensajes de texto multimedia... y muchos etcéteras más.
Aquí había algo raro. Inmediatamente sospeché de la calidad de LG, ya que no podía ser que me dieran tanto, cuando por el mismo precio Samsung se jactaba de que su celular era naranja. Decidí ir a la tienda y preguntar.
En la tienda les expliqué que quería cambiar el celular, por 100 puntos y 10 euros. Curiosamente, sólo me dijeron que tenían el Nokia y el Samsung disponibles. Les pregunté por el LG, y me miraron con cara de no way, man. Efectivamente, ese celular era demasiado bueno pa que lo ofrecieran por tan poco. Yo les dije que lo había visto en internet, y me respondieron que a veces en internet hay ofertas que no hay en la tienda.
Boh. Pues me regresé a la universidad, pa comprarme el LG por internet. Evidentemente.
Al entrar en la tienda online de Orange, y empezar el proceso de compra del LG, noté un detalle. El LG lo podía conseguir por:
2000 puntos + 0 euros.
1500 puntos + 5 euros.
100 puntos + 10 euros.
500 puntos + 20 euros.
250 puntos + 40 euros.
100 puntos + 60 euros.
Aquellos observadores, notarán que por 100 puntos podía comprar el LG ya sea dando 10 euros o 60 euros. Y que si tenía 500 puntos, tenía que pagar 20 euros, no 10.... Y me iluminé: Era un typo. Se habían confundido, ¡y realmente el teléfono costaba 1000 puntos + 10 euros! ¡Habían olvidado un cero!
No obstante... lo podía comprar. Por 100 puntos.... y 10 euros. Le podría sacar la vuelta a una empresa telefónica, lo que todo ser humano siempre ha soñado desde la época del Tahuantinsuyo. Tan sólo tenía que hacer click en el botoncito al costado de 100+10... y el preciado LG sería mío.
Y fue entonces que mi mente recordó el porco video de Marité.
Maldita Marité.
Y no pude. No pude comprar el LG. Si incluso yo mismo había pregonado el mérito de no "hacerse el vivo," y jugar siempre con las reglas justas. Reivindicador total. Y ahora, ¿con qué cara me podía comprar ese LG?
En la universidad todo el mundo me dijo lo contrario. Que comprara el LG. Que le sacara la vuelta a Orange. Que era lo que todo ser humano siempre había soñado desde la época del Imperio Romano. Pero no pude.
Me has hecho sufrir, Marité.
Fui a la tienda, con la intención de comprar el Nokia. Fue muy triste, ¡ya que la misma vendedora me instó que comprara el LG! ¡Pero no! ¡Ya me había decidido! Me llevaría el Nokia, y con eso... ¿arreglaría el Perú? ¿Lograría que Keiko no salga presidenta? ¿Le daría calor a Puno?
Sí, lo sé, esta acción no tendría la más mínima consecuencia en la realidad de nadie. Pero no me importó. Contaminado por el maldito video de Marité, seguí adelante y me compré el Nokia.
Ahora bien, la historia no quedó ahí. Unas semanas después, recordé que iba a viajar a Ginebra, por unos tres meses. En ese tiempo necesitaría un celular, y si quería usar el que me acababa de comprar, ¡el Nokia tenía que ser libre!
Moisés me había dicho que era posible encontrar códigos de liberación en internet, pero aparentemente este celular era bastante reciente, así que no existían dichos códigos. Ni modo, tendría que ir a alguna tienda de liberación de celulares, y gastar un poquito más.
Me haces perder plata, Marité.
Anyway, buscando en internet, encontré una tienda que anunciaba liberación de celulares. ¡Y ahí estaba el Nokia! Y el precio por liberarlo era de... 79 euros.
No podía ser. ¡Una liberación no podía costar tanto! Cliqueé en otro celular arbitrario... 10 euros. Otro: 10 euros. Otro más: 10 euros. El mío, otra vez: 79 euros.
Te odio, Marité.
Este Nokia parece que es in-liberable. O como se diga. Por lo menos en el momento en que lo busqué por internet... Porca miseria.
Resumamos mi situación.
Hubiera podido tener un LG con cámara de 1.3 megapixels, video, bluetooth, memoria externa microSD, mp3, correo electrónico, mensajes de texto multimedia y muchos etcéteras más, además de haberle sacado la vuelta a una compañía telefónica, que era el sueño de toda la humanidad desde la época de... whatever. No sólo eso, lo hubiera podido liberar por 10 euros. O nada, si encontraba los códigos en internet.
Pero no.
Tenía un Nokia sin cámara, sin bluetooth, sin posibilidad de almacenar archivos, sin mp3 (aunque con radio, linterna y el juego de la culebrita). No le había sacado la vuelta a ninguna compañía telefónica, pero me había ganado las burlas de mis compañeros de trabajo y de la vendedora de celulares. Asimismo, no podría liberar el teléfono a menos que pagara 80 euros.
Genial.
Gracias, Marité.
De todas formas, parece que he tenido suerte. Llamé al servicio al cliente de Orange, y les conté que me iba a Ginebra y tal y cual. Y resulta que como he sido cliente suyo por más de un año, y como en este tiempo me he gastado más de 120 euros en llamadas, tendrían compasión de mi y me lo podrían liberar. Tan sólo tenía que enviar una solicitud por fax...
Parece que te salvaste, Marité.
Disclaimer: Realmente a Marité la estimo mucho, sé que me estima mucho a mi también. Pero eso sé que no se resentirá por haber usado su imagen (y su foto) para contar esta historia. ¿No es cierto? Anyway, para tratar de mitigar su furia les pongo una fotito un poco más bonita, sin la censura de "Caretas". Quiéranla mucho ustedes tambien. ¡Hasta pronto!
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