"Bianca tiene novio," me dijo Sophie, mientras esperábamos a que nos dieran una mesa en el bar de Munich. "¡Por fin! Estoy muy feliz por ella, ha estado tantos años sin novio, y no sé por qué..."
Las palabras de Sophie me hicieron sonreír. Bianca fue una gran amiga en Cambridge. Perdimos el contacto, lamentablemente, luego de un visita que me hizo a Valencia, en la que nos peleamos un poquito. Me da mucha lástima no mantener el contacto, pero saber que ella está feliz me hace feliz a mi.
Tengo que decir que también me sorprende que Bianca haya estado tanto tiempo sin novio. Por lo menos unos cuatro años, me parece. Siendo una chica tan chévere, uno pensaría que tendría una nube de buenos candidatos alrededor suyo, pero parece que no, que simplemente la situación nunca se dio hasta hace unos meses, cuando empezó a salir con este chico.
Pensar en Bianca me ha hecho, a la vez, pensar en mi. Ya llevo casi tres años soltero... y la verdad es que estoy medio cansado del asunto. Los últimos años en Valencia me los pasé escapándome de cualquier posibilidad de relación, ya que como sabía que me iba a ir, no me parecía que tendría sentido empezar nada. Le tenía, y le tengo, un pánico terrible a las relaciones de larga distancia. Y vamos, con razón, estuve tres años teniendo una, y a pesar que no me arrepiento de nada, también sé que la experiencia es un espanto, y que no me gustaría tener que pasar por eso de nuevo.
Pero luego está el otro lado de la balanza. Claro, el estar soltero me ha hecho apreciar más a mis amigos. A la gente de Lima, de Cambridge, de Valencia, de Padova, de Würzburg, de Ginebra... a todos les tengo una estima inmensa. Inmensa. No obstante, a pesar de estar rodeado de gente, y sentir el cariño que cada uno de ellos me tiene, y sentir el cariño que yo les tengo... a pesar de todo esto, sigo estando solo. Sí, tengo gente que me encantaría volver a ver, y sé que hay muchos que se alegrarían muchísimo si me aparezco por allí... pero no tengo a nadie que me espera si no estoy. Y no tengo a nadie a quien esperar.
Y eso hace una diferencia.
Ya, ya, okey, es verdad, tengo a la familia, que espera mi retorno. Pero sabemos que la familia cuenta y no cuenta en estas cosas. Yo he recibido un apoyo gigantesco de mi familia, y sé que les cuesta que estemos todos divididos. Vamos, a mi también me cuesta. Pero el sentimiento es otro, es distinto.
Entonces eso. Estoy cansado de estar solo en Europa. Me gustaría que la cosa cambie.
Curiosamente, pensé que las cosas podrían cambiar. Les contaré que en los últimos meses tuve conversaciones electrónicas muy bonitas con una chica que conocí hace un tiempo. No daré detalles, sólo que esta persona no está en Roma. No obstante, sentí una "resonancia," una cosa rara que no sentía desde hacía mucho, mucho, mucho tiempo. Y no me gustaba para nada eso, era confuso, las cosas vía Skype no se entienden siempre al 100%, y si por mi cabeza podría estar pasando "A," por la de ella podría estar pasando "B," y yo no tendría forma ni de intuirlo.
No obstante, la "resonancia" estaba allí, y quería saber qué cosa era. Era una curiosidad que me carcomía por dentro, una necesidad de saber si esto del Skype era cierto o no. Pues nada, en Munich, luego de una noche con Herr Deutschland y Lorenzo, acompañado de dos Rieslings y una margarita (el trago, no la flor), decidí escribirle a la chica en cuestión. Medio como que le propuse ir a donde ella estaba pa averiguar qué cazzo era esta "resonancia" que sentía.
Pero recibí lo que merecía. Una dosis de mi propia medicina.
Ella no quería largas distancias. Así que nada, ni intentarlo. El Espejismo de los Sentenciados, all the way. Qué se va a hacer, es lo que hay.
Me siento raro al respecto. Porque al final no sé qué es lo que había. No seré trágico, ni diré que se me ha partido el motor de mi sistema circulatorio, porque les estaría mintiendo. Simplemente es raro. Siempre era yo el que ponía "peros" en los últimos años, y cuando por fin digo what the heck, resulta que ni siquiera puedo intentarlo. Boh.
Y eso pues. Post reflexivo tocó hoy, ustedes saben que cada cierto tiempo me viene algo y me vengo con uno de estos. Tan sólo les pido un par de cosas antes de terminar.
Primero, ni se les ocurra decir que no me preocupe, que ya llegará alguien, que eventualmente encontraré a la pareja ideal. Eso no es cierto, desde que fui a Auschwitz he dejado de creer que puede haber una especie de destino. El que uno encuentre a alguien es cuestión de suerte, y ya está. Así que si quieren, deséenme suerte.
Segundo, ni se les ocurra decir que esta chica se lo pierde, o cualquier pavada así, ya que ella tiene sus razones adicionales que no tienen por qué ser mencionadas en este blog. Respeto, señores.
Tercero, no se preocupen. Este blog no se convertirá en un "BuscoNovia" o algo por el estilo. No estoy desesperado, no siento que se me va el tren, no iré de cacería de novias ni entraré en SpeedDating, o como demonios se llame (tampoco está mal hacer cualquiera de estas cosas, pero conmigo no van). Simplemente hoy me han dado ganas de contarles algo que pasa por mi cabeza hace ya bastante tiempo, y ya está. Seguro que pa el próximo post me vengo con alguna de las pavadas regulares a las que les tengo acostumbrados.
By the way, Munich genial, eh. Me fascina Alemania. Me fascina Bayern. Más aún cuando uno está bien acompañado. Fue un gustazo volver a ver a Herr Deutschland, a Lorenzo, a Oliver, a TedescaPazza, a Sophie, a Denisse, a Toshi y a Vinzenz, especialmente considerando que a todos ellos los he conocido en sitios distintos. Qué gran ciudad, mis estimados, qué gran ciudad.
Hasta pronto.
viernes, 18 de febrero de 2011
domingo, 6 de febrero de 2011
Recuerdos del Pasado: Los Intentos de Robo, Parte 2
Bueno gente, como se los prometí anteriormente, completaré la lista de intentos de robo. Lamentablemente, no he podido recordarlos todos, no sé si será la edad o qué...
Anyway, en vez de contarles diez nuevos intentos de robo, les cuento seis. Para esto, al intentar completar la lista, me di cuenta que en la lista anterior no he seguido un orden estrictamente cronológico, así que ahora ni lo intentaré. Ahí vamos.
11. El CAPU
Como bien su nombre los indica, la PUCP es una universidad Católica. Por ende, no extraña que dentro de ella exista un Centro de Asesoría Pastoral Universitaria, conocido popularmente como CAPU (aunque creo que, en mi época, más populares eran sus jardines...)
Este robo ocurrió en aquellas épocas en que estaba saliendo con Carla. Hubo un momento dentro de esos dos años que ella decidió confirmarse, por lo cual estuvo frecuentando el CAPU bastante. Yo, intentando ser un buen novio, la acompañé en una que otra actividad... o por lo menos la iba a recoger de vez en cuando, cuando terminaba... o algo así.
Anyway, no recuerdo qué pasó exactamente. Luego de una de sus reuniones, nos juntamos con la gente que estaba haciendo la confirmación con ella, y caminamos a la avenida La Mar... teníamos que tomar un bus para ir a ya no me acuerdo dónde... Yo, como siempre, tenía mi mochila, y en esas épocas no llevaba absolutamente todo en mis bolsillos (como lo hago ahora). Whatever, nos subimos al bus, y en el momento de pagar descubrí que ya no tenía billetera. Alguien me había abierto la mochila, y se la había llevado.
Algo que creo que nunca le dije a Carla fue que el único momento en que dejé la mochila sola fue... en el CAPU. Y que probablemente podría haber sido algún compañero de confirmación quién me la robó. Ahora, vamos, también podría justo haber dejado el bolsillo de la mochila abierto, y se podría haber caído o algo. Pero fue raro.
Así que nada, billetera nueva, y ojos abiertos durante la confirmación.
12. La Lata de Sardinas
Les he contado ya los (por lo menos) tres intentos de robo que he tenido en la combi. Acá va uno más.
Camino a la PUCP (para variar), tomé una combi de la avenida La Marina hasta la puerta de la universidad. Había un huevo de gente, realmente estábamos todos apretadísimos. En el momento de llegar a la puerta de la universidad, le avisé al cobrador que me bajaba, pero no podía moverme por la cantidad de gente.
Resulta que había un tipo detrás mío que como que intentaba aplastarme contra la pared de la combi. Le pedí que se moviera, y me dijo que trataba pero no podía. Yo, que no quería que la combi me llevara hasta la San Marcos, mandé todo al diablo, me giré y empecé a empujar.
Pues justo en el momento que me giré, otro tipo giró conmigo a toda velocidad. Me pareció rarísimo, pero al bajar de la combi entendí: tenía su mano metida en mi mochila, y al yo girar lo había obligado a dar un giro ultra veloz. Y el otro tipo, que me aplastaba contra la pared, se aseguraba de mantener la mochila estable pa que no me diera cuenta.
Fue entonces que aprendí a nunca llevar la mochila en la espalda en ninguna combi, bus o metro, regla de oro que mantengo hasta el día de hoy.
13. La Sirenita
Esta es medio psicodélica.
Andaba con Carla en el malecón de la Costa Verde, creo que íbamos a ver el sunset o algo. Estábamos cerca al puente Villena (no, no estábamos en el Parque del Amor, sino al otro lado...). Anyway, en esa época no había nada que separara a los transeúntes inocentes del barranco de 70 metros que llevaba, además de a una muerte segura, a la playa de la Costa Verde. Nosotros estábamos sentados en una banquita, cuando en eso se apareció un tipo.
El tipo se veía amable y cordial. Ofreció recitarnos una poesía (que no es lo mismo que un poema), y a pesar que le dijimos que no, empezó a hablar. Empezó a decir cosas de la belleza, del amor, y de la "sirena" que me acompañaba, y cómo podían darle ganas a uno de "lanzarla de nuevo al mar." Al decir esto último, miró el barranco de 70 metros.
Nosotros lo observamos y entendimos el mensaje. Le dí un sol.
Eso es un robo por donde se le mire, no me vengan.
14. El Camino al Aikido
Hubo una época en que se me dio por aprender Aikido. Fue espectacular, se lo recomiendo a todos, es una actividad recontra relajante, pero que ayuda a uno a aprender a defenderse. Genial.
Las clases eran en el Regatas, club mencionado en la primera lista. Yo no tenía carro, así que si quería ir al club, tenía que chapar mi bus (Etupsa 73) y luego caminar unos quince minutos por el malecón de Chorrillos para entrar por al Regatas por el puente.
Esa caminata siempre fue casi siempre segura. El problema más memorable ocurrió una vez, que al bajarme del bus vi un grupito de mocosos con pinta bastante malandra. Yo seguí mi camino cuando, después de cinco minutos caminando, escuché un silbato. Al darme la vuelta, ¿qué vi? Al mismo grupo de mocosos, a escasos metros detrás mío. Quién había silbado era el guachimán de una casa, que se había dado cuenta que los pirañitas estos tenían malas intenciones.
Al darme la vuelta, los mocosos del demonio simplemente siguieron su camino, y me dijeron que creían que el guachimán quería hablar conmigo. Of course. Me acerqué al guachimán, le agradecí que me hubiera avisado, y tomé un taxi.
Esto marcó el inicio de una época de estrés en esta caminata... época que terminó cuando en las clases nos empezaron a enseñar a usar un bokken. Me conseguí uno, y a partir de entonces nadie me volvió a molestar en el camino.
15. Cajamarca
Este intento ocurrió justo antes de salir de Perú, mientras viajaba a Cajamarca con Jessica. Viajamos en la empresa Línea, que estuvo bastante bien hasta el momento de entregar las maletas en Cajamarca. Era un caos, todo el mundo recontra apretado mientras esperábamos que aparecieran las maletas.
Hubo un momento en que sentí que alguien me empujó. Miré a la derecha: nada. A la izquierda: nada. Abajo: una ancianita diminuta. Me miró, me sonrió. Yo le devolví la sonrisa. No obstante, me di cuenta que mi billetera (que había aprendido a llevar siempre en mi bolsillo), estaba medio salida. Me aparté del grupo, y la metí dentro.
No obstante, sospeché de la ancianita. La empecé a observar y me di cuenta: era una ladrona. No sólo eso, estaba apoyada por quien parecía su esposo, un viejito que la miraba desde lejos, y que por alguna razón llevaba hierbas dentro de las orejas.
Recuerdo que tomé a Jessica, nos acercamos al viejito, y dije en voz alta: "Esa señora creo que es chora." El viejito inmediatamente salió disparado, le habló a la ancianita, y desaparecieron.
Hoy en día ya no se puede confiar en nadie, caray.
16. La Laptop.
Este robo, que sí fue robo, ocurrió en Valencia, y ya hablé de ello en este blog.
Si quieren recordarlo, lo pueden encontrar aquí.
Y aquí.
La tercera parte, aquí.
Seguida por la cuarta parte (donde lamentablemente ya no funciona la musiquita).
Y que culmina, por lo menos en este blog, acá.
La historia siguió por un rato más, pero lo que cuento marca el inicio del Terrible 2008-2009, periodo espantoso en mi vida que afortunadamente ya pasó y no se repetirá jamás.
Bueno gente, espero no haberlos aburrido con recuerdos. Este mes tengo viaje de trabajo a Alemania, y eso siempre deja algo que decir. Ustedes saben que adoro ese país. ¡Será hasta pronto!
Anyway, en vez de contarles diez nuevos intentos de robo, les cuento seis. Para esto, al intentar completar la lista, me di cuenta que en la lista anterior no he seguido un orden estrictamente cronológico, así que ahora ni lo intentaré. Ahí vamos.
11. El CAPU
Como bien su nombre los indica, la PUCP es una universidad Católica. Por ende, no extraña que dentro de ella exista un Centro de Asesoría Pastoral Universitaria, conocido popularmente como CAPU (aunque creo que, en mi época, más populares eran sus jardines...)
Este robo ocurrió en aquellas épocas en que estaba saliendo con Carla. Hubo un momento dentro de esos dos años que ella decidió confirmarse, por lo cual estuvo frecuentando el CAPU bastante. Yo, intentando ser un buen novio, la acompañé en una que otra actividad... o por lo menos la iba a recoger de vez en cuando, cuando terminaba... o algo así.
Anyway, no recuerdo qué pasó exactamente. Luego de una de sus reuniones, nos juntamos con la gente que estaba haciendo la confirmación con ella, y caminamos a la avenida La Mar... teníamos que tomar un bus para ir a ya no me acuerdo dónde... Yo, como siempre, tenía mi mochila, y en esas épocas no llevaba absolutamente todo en mis bolsillos (como lo hago ahora). Whatever, nos subimos al bus, y en el momento de pagar descubrí que ya no tenía billetera. Alguien me había abierto la mochila, y se la había llevado.
Algo que creo que nunca le dije a Carla fue que el único momento en que dejé la mochila sola fue... en el CAPU. Y que probablemente podría haber sido algún compañero de confirmación quién me la robó. Ahora, vamos, también podría justo haber dejado el bolsillo de la mochila abierto, y se podría haber caído o algo. Pero fue raro.
Así que nada, billetera nueva, y ojos abiertos durante la confirmación.
12. La Lata de Sardinas
Les he contado ya los (por lo menos) tres intentos de robo que he tenido en la combi. Acá va uno más.
Camino a la PUCP (para variar), tomé una combi de la avenida La Marina hasta la puerta de la universidad. Había un huevo de gente, realmente estábamos todos apretadísimos. En el momento de llegar a la puerta de la universidad, le avisé al cobrador que me bajaba, pero no podía moverme por la cantidad de gente.
Resulta que había un tipo detrás mío que como que intentaba aplastarme contra la pared de la combi. Le pedí que se moviera, y me dijo que trataba pero no podía. Yo, que no quería que la combi me llevara hasta la San Marcos, mandé todo al diablo, me giré y empecé a empujar.
Pues justo en el momento que me giré, otro tipo giró conmigo a toda velocidad. Me pareció rarísimo, pero al bajar de la combi entendí: tenía su mano metida en mi mochila, y al yo girar lo había obligado a dar un giro ultra veloz. Y el otro tipo, que me aplastaba contra la pared, se aseguraba de mantener la mochila estable pa que no me diera cuenta.
Fue entonces que aprendí a nunca llevar la mochila en la espalda en ninguna combi, bus o metro, regla de oro que mantengo hasta el día de hoy.
13. La Sirenita
Esta es medio psicodélica.
Andaba con Carla en el malecón de la Costa Verde, creo que íbamos a ver el sunset o algo. Estábamos cerca al puente Villena (no, no estábamos en el Parque del Amor, sino al otro lado...). Anyway, en esa época no había nada que separara a los transeúntes inocentes del barranco de 70 metros que llevaba, además de a una muerte segura, a la playa de la Costa Verde. Nosotros estábamos sentados en una banquita, cuando en eso se apareció un tipo.
El tipo se veía amable y cordial. Ofreció recitarnos una poesía (que no es lo mismo que un poema), y a pesar que le dijimos que no, empezó a hablar. Empezó a decir cosas de la belleza, del amor, y de la "sirena" que me acompañaba, y cómo podían darle ganas a uno de "lanzarla de nuevo al mar." Al decir esto último, miró el barranco de 70 metros.
Nosotros lo observamos y entendimos el mensaje. Le dí un sol.
Eso es un robo por donde se le mire, no me vengan.
14. El Camino al Aikido
Hubo una época en que se me dio por aprender Aikido. Fue espectacular, se lo recomiendo a todos, es una actividad recontra relajante, pero que ayuda a uno a aprender a defenderse. Genial.
Las clases eran en el Regatas, club mencionado en la primera lista. Yo no tenía carro, así que si quería ir al club, tenía que chapar mi bus (Etupsa 73) y luego caminar unos quince minutos por el malecón de Chorrillos para entrar por al Regatas por el puente.
Esa caminata siempre fue casi siempre segura. El problema más memorable ocurrió una vez, que al bajarme del bus vi un grupito de mocosos con pinta bastante malandra. Yo seguí mi camino cuando, después de cinco minutos caminando, escuché un silbato. Al darme la vuelta, ¿qué vi? Al mismo grupo de mocosos, a escasos metros detrás mío. Quién había silbado era el guachimán de una casa, que se había dado cuenta que los pirañitas estos tenían malas intenciones.
Al darme la vuelta, los mocosos del demonio simplemente siguieron su camino, y me dijeron que creían que el guachimán quería hablar conmigo. Of course. Me acerqué al guachimán, le agradecí que me hubiera avisado, y tomé un taxi.
Esto marcó el inicio de una época de estrés en esta caminata... época que terminó cuando en las clases nos empezaron a enseñar a usar un bokken. Me conseguí uno, y a partir de entonces nadie me volvió a molestar en el camino.
15. Cajamarca
Este intento ocurrió justo antes de salir de Perú, mientras viajaba a Cajamarca con Jessica. Viajamos en la empresa Línea, que estuvo bastante bien hasta el momento de entregar las maletas en Cajamarca. Era un caos, todo el mundo recontra apretado mientras esperábamos que aparecieran las maletas.
Hubo un momento en que sentí que alguien me empujó. Miré a la derecha: nada. A la izquierda: nada. Abajo: una ancianita diminuta. Me miró, me sonrió. Yo le devolví la sonrisa. No obstante, me di cuenta que mi billetera (que había aprendido a llevar siempre en mi bolsillo), estaba medio salida. Me aparté del grupo, y la metí dentro.
No obstante, sospeché de la ancianita. La empecé a observar y me di cuenta: era una ladrona. No sólo eso, estaba apoyada por quien parecía su esposo, un viejito que la miraba desde lejos, y que por alguna razón llevaba hierbas dentro de las orejas.
Recuerdo que tomé a Jessica, nos acercamos al viejito, y dije en voz alta: "Esa señora creo que es chora." El viejito inmediatamente salió disparado, le habló a la ancianita, y desaparecieron.
Hoy en día ya no se puede confiar en nadie, caray.
16. La Laptop.
Este robo, que sí fue robo, ocurrió en Valencia, y ya hablé de ello en este blog.
Si quieren recordarlo, lo pueden encontrar aquí.
Y aquí.
La tercera parte, aquí.
Seguida por la cuarta parte (donde lamentablemente ya no funciona la musiquita).
Y que culmina, por lo menos en este blog, acá.
La historia siguió por un rato más, pero lo que cuento marca el inicio del Terrible 2008-2009, periodo espantoso en mi vida que afortunadamente ya pasó y no se repetirá jamás.
Bueno gente, espero no haberlos aburrido con recuerdos. Este mes tengo viaje de trabajo a Alemania, y eso siempre deja algo que decir. Ustedes saben que adoro ese país. ¡Será hasta pronto!
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