sábado, 7 de abril de 2012

Historia Repetida

Cuando me planteé salir de juerga en Viernes Santo, dudé un momento. En principio, estas fechas son más para meditación y tal, salir de juerga ese día exactamente era un poco inapropiado. Afortunadamente, esta idea no se mantuvo mucho tiempo en mi mente, y me preparé para una noche que quién sabe qué traería.

Lamentablemente, el Castigo Divino cayó sobre los asistentes a la juerga, y pasamos una noche parecida a aquella del año pasado.

Todo empezó cuando me encontré con El Albanés Amable en la cocina. No había casi nadie en el Foyer, el ambiente en la sala común estaba más triste que submarino a remos. Decidimos que, después de cenar, saldríamos a ver qué encontrábamos en la noche ginebrina.

Mientras cocinábamos, nos encontramos con La Tedesca Sorridente y Die tanzenden Italienisch. Luego de la sonrisa habitual, La Tedesca Sorridente nos contó que habría un concierto gratuito de rock muy cerca del Foyer. Ellas no sabían si irían, pero para nosotros eso no importaba: había un plan.

En la zona común, nos encontramos con La Inglesa Hindú. Estaba con El Árabe Silencioso y con una amiga que la había venido a visitar, llamada La Otra Inglesa Hindú. Nos unimos a ellos, y nos enteramos que La Otra Inglesa Hindú tenía muchas ganas de juerga (luego nos enteramos que era pura finta, pero vamos, no hay que adelantarnos). Les contamos nuestros planes del concierto, y decidieron apuntarse. No obstante, tenían otras cosas que hacer antes, así que El Albanés Amable y yo decidimos adelantarnos.

El concierto fue un poco... ¿cómo decirlo? Un poco adolescente, digamos. Parecía que si había alguien ahí mayor de 20 años, era padre o madre de alguno de los asistentes al concierto. Podrán imaginar que no era exactamente lo que queríamos. El problema es que en ese breve periodo en el que estuvimos dándonos cuenta de la situación, empezó una lluvia terrible. Estábamos atrapados en el edificio.

Decidimos tomar un vino mientras esperábamos que la lluvia baje. Teníamos esperanzas de que el resto se nos uniera, y que tal vez tuvieran algún paraguas o algo con qué salvarnos. Mientras tanto, unas seis niñitas jugaban a las chapadas a nuestro alrededor. Sí, sí, sé que la idea de la noche era estar rodeado por chicas, pero se suponía que su edad no sería igual a la mía dividida entre cinco... 'Ta mare...

En eso, salió la luz. Completamente empapadas, llegaron La Tedesca Sorridente, Die tanzenden Italienisch, La Inglesa Hindú, La Otra Inglesa Hindú, y El Árabe Silencioso. Con paraguas y cosas. Chévere. Podíamos escapar.

Decidimos correr todos junto al bar más cercano, donde la edad media fuera un poco mayor. Estaba un poco muerto, pero vamos, eramos siete, podíamos pasarla bien. Mientras pedíamos bebidas, decidí ir al baño, que estaba en la parte de atrás del local. Y al llegar, casi se me cae la cara de la sorpresa.

En la parte de atrás del local había una pequeña entrada, que llevaba a una mini-discoteca. Y había un ambiente espectacular, mucha música latina, mucha gente bailando. Este era el sitio donde estar. Le avisé al resto, y corrimos a la parte de atrás.

Pero no. Había que pagar entrada, 15 francos. A mi, el Danza Kuduro que sonaba en el fondo me decía "¡Paga nomas!", pero el resto no estaba tan convencido. La Tedesca Sorridente nos sugirió ir al Duplex, un sitio con entrada gratuita, que no estaba muy lejos de ahí. Ya pues.

Fue un error. Un error fatal. El Duplex estaba medio vacío, la música era muy rara, y los tres tipos que estaban bailando lo hacían muy pero muy mal. Ya, ya, yo sé que debería ser el último en criticar a alguien bailando, pero esto se veía realmente mal, al punto de darnos yuyu de lo feo que se veía. La Tedesca Sorridente perdía puntos como una catarata.

Recordé que al costado del Duplex se encontraba el Pachinko. No obstante, sabiendo que en ese sitio a veces ponen música rara también, decidí ir solo, como explorador. Llegué al sitio, y escapé inmediatemente, espantado.

¿Qué encontré? Una reunión de europeos del este, escuchando música rusa. No sólo eso, había que pagar 5 francos pa entrar. Ni siquiera El Albanés Amable pensó que fuera una buena idea ir.

Decidimos regresar a casa. Recordamos que la televisión del Foyer podía reproducir música de un USB, así que decidimos tener la juerga en casa. En el camino, pasamos por el Milk Club, a ver si pasaba algo, pero no... estaba cerrado.

Anyway, no había problema, ya habíamos decidido ir al Foyer. Llegamos, bajé mi USB con música de juerga, y lo puse en la TV. Empezó a sonar el Mesa que más aplauda.

La Inglesa Hindú me miró y me dijo: "No la conozco, ¿pones otra?"
Ok, apreté el botón de avanzar, y empezó el Baile de la Botella.

La Otra Inglesa Hindú me miró y me dijo: "¡No me digas que sólo tienes música latinoamericana!"
Casi le tiro el USB.

Ok. El Albanés Amable fue a su habitación por su música, mientras tanto, la gente abajo no bailaba ni aunque sonaran Los Fabulosos Cadillacs, Carlos Vives, o Axe Bahia. Ya, ya sé que mi música 'ta media vieja, pero no era por eso que no bailaban.

El Albanés Amable regresó, puso su música, y lo mismo. Tampoco les gustaba. Nada. Indignado, El Albanés Amable se fue a hacer couscous y nos dejó. Sí, couscous a las dos de la madrugada, leyeron bien.

Pos na', La Inglesa Hindú decidió ir por su propia música. Bajó con su USB, lo puso en la TV... y no funcionó. Me miró, y dijo: "¿Tú crees que sea porque están en formato RealAudio?"


Mientras controlaba a mi lado nerd de gritarle que cómo se le ocurría tener canciones en formato RealAudio, miré al resto. Y me rendí. El próximo año, me quedaré jugando en la computadora toda la noche. Contra la Ira Divina parece que no se puede.