martes, 13 de abril de 2010

Sacre Bleu! Où suis je???


El día empezó en Firenze. Técnicamente, claro. Porque a las 4:30 de la madrugada no había rayo de sol que pudiera indicar el comienzo de nada. Pero en mi caso, además del día, también empezaba el fin.

Había estado en Firenze dos semanas, dizque en un workshop, discutiendo y colaborando con científicos eminentes en temas complejos de física de sabor. Dizque. Porque la verdad es que estaba haciendo otra cosa. Estaba terminando de escribir la porca tesis.

Exacto.  Se acaba el doctorado. Luego de estar tres meses infernales corrigiendo errores y escribiendo y no durmiendo, estaba a punto de presentar la versión preliminar de mi tesis doctoral. Tan sólo debía levantarme ese día a las 4:30, tomar el taxi al aeropuerto, volar a Valencia, lavar la ropa, escribirle a Bernabeu para que prepare mi llegada a Ginebra, escribirle a Paride para que acepte ser jurado en la tesis, ojalá responda rápido, comprar comida, escribir la hoja de vida de cada uno de los diez miembros del comosellame de doctorado, maldita burocracia inútil que al final nadie revisa y me hace perder tiempo, completar el resúmen en español de la tésis, más burocracia inútil, aunque me permite llamar sabrosones a los flavones, eso es chévere, llamar a Orange pa que me libere el móvil de una buena vez (¡es tu culpa, Marité!), llamar al banco Santander para que habilite mi acceso por internet desde Suiza, quedar una cita con el doctor pa que me vea la maldita somatización que me ha salido en la pierna por el estrés, entregar el Rectorado mi homologación de la Licenciatura, entregar los documentos del viaje a Firenze pa que me no me obliguen a devolver la plata del viaje, pedirle a Arcadi que evalúe mi tesis, grande Arcadi, comprar el Kerastase pa que no se me caiga el pelo, sí, todavía tengo, recoger en Seguridad Social la carta endemoniada pa poder ir al doctor en Suiza cualquier cosa pudiera pasar, sacar plata del banco, demasiada plata, cambiarla a francos, corregir la tesis con Oscar, cortarme el pelo, volver a corregir la porca tesis con Oscar, ir al doctor pa que me despache en dos minutos, total, somatización es somatización, se va el estrés y asunto arreglado, volver a corregir la porca, insoportable, detestable, ya-no-te-aguanto-devuélveme-mi-humanidad tesis con Oscar, imprimir información de Ginebra, imprimir la endemoniada tesis, imprimir otra vez la tesis, imprimir la tesis por tercera vez, ir a cenar con Herr Deutschland, Catalina y Odd (lo siento, no te puedo llamar Madame La Petite, eres Odd y ya está), obligar a Catalina a llevarse a Lisboa por lo menos 20 de los 170 kilos que todavía tiene repartidos por toda Valencia, llevar la tesis a anillar, ya se acaba, imprimir mi currículum, ¿pa qué cazzo quieren mi currículum?, entregarlo todo en la Facultad, sí, aquí lo tengo que entregar, no en el departamento, ¡acepta mis documentoooooos!, ir al IFIC a dar una vuelta olímpica y despedirme de la gente, regresar al departamento a comer con la gente, empacar los 23 kilos que me quedaron perfectos, despedirme de Herr Deutschland y Odd y su vaquerito, tomar un taxi al aeropuerto y volar a Ginebra... que es desde donde les escribo.

Puf, puf, puf, puf...

Sí. Fueron tres días terribles. Pero ya se acabó. Bueno, ya empezó a acabarse. Ahora hay que esperar cinco meses antes para presentar la tesis. Sí, cinco meses, Valencia es progreso.

¿Y qué hago en Ginebra? Pues lo mismo que en Padova y en Würzburg: nada. Ok, ok... he venido a chambear con Bernabeu, el mismo que me jaló a Valencia. Él ha estado trabajando en el CERN todo el año (ese laboratorio que destruirá el mundo con un agujero negro), y bueno, aprovechando que estaba ahí, aproveché para darme un paseíto de tres meses. Tengo varias cosas que hacer, pero vamos, acabo de depositar la tesis... no quiero más noches trabajando hasta las 2 am, con despertadas a las 5 am por la angustia. Trabajaré, pero tranquilo.



Ginebra se ve bien. Estoy en una residencia de estudiantes en un barrio bastante interesante. El barrio es muy internacional, está repleto de restaurancitos extranjeros, pubs, cabarets y hoteles desde cuyas puertas señoritas mandan besos volados... vamos, en pleno barrio rojo de Ginebra. O por lo menos en la calle roja de Ginebra.

Mi habitación en la residencia no está mal. Por lo menos no me parece que esté mal. Es pequeña, y está al costado del baño (así que escucho todo), pero la verdad es que tiene todo lo que necesito: cama, escritorio, armario y un lavatorio. Bien. Me preocupa un poco que la señora de la limpieza haya dicho que era una pena que tuviera la habitación que tengo, pero como no he visto ninguna otra habitación aún, no me hago paltas....

Por el trabajo, todo genial. Tengo una oficina compartida con un chico iraní, uno escocés y uno griego. Está también mucha de la gentita valenciana experimental, que son caseritos en el CERN. También está Charly, físico de la PUCP, quién está metido en la colaboración ALICE. Y finalmente, la célebre Alicia Cazavampiros, entrañable amiga de Padova. Así que estoy bien acompañado. Mejor aún, en este mes Bernabeu estará fuera del CERN, así que presión cero.

Y bueno, a la gente que no es del CERN todavía no la conozco muy bien. Recién hoy he conocido a un par de personas. A pesar que he estado ya dos semanas aquí, no he podido conocer mucha gente. Mis padres vinieron de Lima, y mi hermano de Londres, para celebrar los 60 años de mi madre. Llegaron el mismo día que yo, así que hemos estado ocupados desde el primer día, viajando los fines de semana y juntándonos en las noches durante la semana para comer rico y hablar.

Y claro, con mis padres fue relax total desde el primer día, despertándonos a las 7 am pa ir a la estación de tren, viajar al aeropuerto, seguir los trámites para alquilar un auto, esperar la llegada del vuelo de Julian, cruzar la frontera con Francia pa recoger el carro, decidir que no es el carro correcto, cambiarlo, recoger a mi madre el hotel, comprar el papelito para poder viajar por las carreteras suizas, viajar hacia Lausanne, practicar francés, pelearnos con el GPS (Enemigo Mío), bajar por el lago, llegar a Zermatt, practicar alemán, descubrir que es un pueblito esquiador y que no tenemos esquís, salir hacia Brig, perder el tren de Simplon, conocer Brig, tomar el siguiente tren hacia Italia, manejar por las carreteritas italianas bajo la lluvia, volver a cruzar a Suiza, volver a cruzar a Italia, llegar al lago de Como bajo la lluvia, no lograr que mi padre coma el risotto tan famoso que tanto quería, cruzar el lago, practicar el italiano, bajar casi hasta Milano, conducir hasta el túnel de Mont Blanc, almorzar en Chamonix y volver a Ginebra a dormir.

Puf, puf, puf, puf...

Vamos, tres días de full relax.

Y aquí estoy. La familia ya está de regreso, y yo me encuentro cuasi-solo en Ginebra. Siento que este viaje tiene el potencial de ser grande, que puedo aprovecharlo bastante a nivel académico y personal.

Ya les contaré.