martes, 16 de octubre de 2012

El Viaje con La Guapa


Primer extracto de un mensaje de La Guapa
Te acuerdas que cuando te conté de mis planes macabros de viaje por el mundo me preguntaste y por qué no Europa? Pues se está maquinando una posibilidad de que esté por allá en octubre, so there you go!

Segundo extracto de un mensaje de La Guapa
Supongo que tendré que estar esa primera semana de octubre en BCN pero no sé si irme la anterior o la siguiente a pasear por el mundo. (...) Y obvio, sería brutal que me des el encuentro en algún punto!!

Este es un buen ejemplo de una oferta que uno no puede rechazar. Uno puede imaginar pocas cosas más chéveres que un viaje por Europa con La Guapa. Por supuesto que me apunté.

Ahora, claro, ustedes saben bien que yo soy una bestia profesional. Luego del viaje, me considero realmente afortunado que La Guapa, además de guapa, sea buena gente, y que no me haya dejado botado en algún río con mi equipaje.

Pero vayamos por partes. ¿Dónde comienza mi bestialidad? Por supuesto, en el itinerario. En vez de proponer ciudades que conozco bien, de forma que pudiera demostrar mi know-how y sofisticación por estos lares, se me ocurrió una ruta que no sólo no conocía, sino que involucraba los idiomas más raros con los que me he topado en esta vida. Una invitación total al desastre: posibilidad de confusiones, extravíos, estafas y demás cosas que no ocurrieron gracias sólo a la Gracia Infinita. Ok, que no ocurrieron de forma grave, al menos.

Entonces claro, en vez de sugerir Roma - Firenze - Padova - Venezia, o Barcelona - Valencia - Córdoba - Sevilla, o incluso Frankfurt - Würzburg - Nurenberg - Munich, se me ocurre decir Berlín - Praga - Viena - Budapest. No, estoy de acuerdo, la ruta es bravaza, pero claro, de estas ciudades sólo he estado brevemente en Berlín, y parte de la idea era la de darle a La Guapa una buena impresión de mis siete años por acá. Además, había que ver cómo se manejaba uno hablando checo o húngaro, o cambiando de euros a coronas a euros a florines. Mein Gott, bestia total.

Pues nada. El encuentro en Berlín salió bien, el hotel fue espectacular y los primeros dos días fueron bastante agradables, con mucha caminata y conversación interesante. Mi gran metida de pata fue el tercer día, en el que llegamos a Alexanderplatz a la hora del almuerzo, y descubrimos que había un restaurante armado con toda la pinta del Oktoberfest. Yo, evidentemente, no pude con mi genio, y al ver los colores bávaros, no me pude aguantar y convencí a La Guapa de almorzar ahí.

¿Y qué cosa pedí? ¿Qué cosa podía poner en evidencia mi know-how y sofisticación, de modo que La Guapa se quede ultra impresionada de este pobre físico incapaz de combinar colores? Por supuesto, pedí un Weisswurst.

Pa los que no lo saben, un Weisswurst es una salchicha blanca bastante típica de Munich, que se come tradicionalmente en el desayuno. El sabor es bastante bueno, la verdad es que el único problema del Weisswurst es el modo típico de comerlo. Porque no, no se come simplemente con tenedor y cuchillo. Si uno tiene know-how y sofisticación, lo que uno hace es cortar un extremo de la salchicha y sorber todo el contenido, dejando la piel de la salchicha al lado del plato. Sí, lo sé, no es absolutamente charming, pero yo ya les dije que soy una bestia. Nada mejor para impresionar a una chica que sorber una salchicha frente a ella, dejando por ahí la piel (aún con forma de salchicha) con restos de color blanco. No les digo qué imagen daba, ya que este blog es para todas las edades.

Pero bueno, La Guapa, además de guapa, no es gourmet, y me dio otra oportunidad.


 De Berlín nos dirigimos a Praga, en un viaje de cinco horas. Y en ese viaje vino mi siguiente bestialidad. A pesar de que todo el mundo me dijera que de ninguna manera le hablara de física, pues yo no pude con mi genio. Y no sólo le conté de la composición en partículas de la materia y sus interacciones, sino que le conté del Higgs, de las tres familias de fermiones, de la materia oscura, del porco problema de la jerarquía en la masa del Higgs, de la violación de CP, y finalmente de supersimetría. Sí, por cinco horas.

Gracias a Dios, La Guapa, además de guapa, es paciente, y me dio otra oportunidad.

En Praga estuvimos casi dos días. La verdad es que aprovechamos nuestro tiempo al máximo, y pudimos subir al mirador, explorar el castillo, perdernos en las callecitas, y escuchar muy buen jazz. No obstante, en el primer día, se me ocurrió revisar mi guía online, y descubrí que en Praga hay un museo de máquinas sexuales. Me pareció de lo más gracioso, y por supuesto, dentro de mi infinita bestialidad, le propuse dar una vuelta por ahí. Después de todo, era el único museo abierto hasta las 11 pm, y me parecía extremadamente conveniente. La Guapa dio un suspiro, y aceptó.

Ese museo es una de las cosas más espantosas que he visto en mi vida. Ni siquiera un museo de La Inquisición, o alguno de torturas medievales, podría igualar a lo que descubrimos que la gente se hace a si misma. Luego de que nos pasaran una película porno española de los años 20 (aparentemente filmada a pedido del abuelo del actual rey de España), pasamos por unas salas donde... no, es verdad, este blog es para todas las edades. Casi lo olvido.

Resumamos el museo diciendo que, por suerte, La Guapa, además de guapa, aparentemente ha visto bastante porno hardcore, y me dio otra oportunidad.

El camino a Viena casi fue mortal, literalmente. Por querer ahorrarme dos euros en el pasaje del metro, convencí a La Guapa que lo ideal era caminar a la estación de tren desde nuestro hotel. Supongo que si tenían dudas, ahora sí estarán seguros que soy una bestia. La estación estaba bastante cerca, pero el camino resultó ser recontra precario. Resulta que, si uno no quería ir a la estación en metro, debía seguir una veredita al lado de una carretera, por donde pasaban carros, buses y camiones a 150 kilómetros por hora. Más espantoso aún fue descubrir que la veredita se hacía cada vez más y más angosta, y que estábamos demasiado tarde como para dar media vuelta y tomar el metro. La Guapa de por sí no tiene la piel muy oscura, pero la palidez con que la vi en ese momento me hizo rezar por que, además de guapa, sea fanática del automovilismo, y me diera otra oportunidad.

Viena no la vimos mucho, lamentablemente. Luego de semejante aventura, tomamos el tren un minuto antes que saliera. Nuestro desayuno había sido un croissant, y no comimos nada en todas las cinco horas de viaje. Llegamos al hotel exhaustos y maleadamente hambrientos, y corrimos a la schnitzelería más cercana (miren lo capo que soy inventando palabras nuevas). El problema fue que mi schnitzel resultó del tamaño de una laptop, mientras que La Guapa descubrió que realmente había pedido dos schnitzels (más pequeños, por suerte). Evidentemente terminamos más llenos que combi después de partido de fútbol, y lo único que llegamos a hacer ese día fue agonizar en los buses que dan la vuelta a la ciudad.

El día siguiente nos lo tomamos tranquilos. La noche anterior nos habíamos juntado con Brigitta (¡hola Brigitta!), a quién no veía desde la época de Padova, y entre vino, pan y conversa, se nos hizo bastante tarde. Esto provocó que nos levantáramos bastante tarde también, y tomando en cuenta que teníamos que tomar el tren a Budapest a las 6:00 am al día siguiente, decidimos ver sólo un par de cosas, e irnos a dormir temprano.


Esa noche, ocurrió un intercambio de videos de YouTube. La Guapa resulta ser fanática de la música al punto de parecer tener un problema psicológico, y yo tenía que dar una buena impresión. Le mostré grupos que ella no conocía de Alemania, Italia y México, y le presenté Eurovisión, y creo que quedé bastante bien. No obstante, luego vino su error. El primer video que La Guapa me mostró fue de The Drums, llamado Best Friend. El mensaje subliminal no me pareció el apropiado, la verdad. Al darse cuenta de su metida de pata, La Guapa trató de arreglarla con uno de Morrissey, llamado I Like You. Y bueno, le funcionó hasta que la canción dijo "You're not right in the head..."

Yo decidí vengarme. Y le puse el Gangnam Style. Y al tipo de Algo Pequeñito. Y La Guapa agonizó.

Pero como La Guapa, además de guapa, es razonable, consideró que mi venganza era apropiada, y nos dimos otra oportunidad.

Mi última metida de pata fue ya en Budapest. En la noche, mientras caminábamos por parques recónditos, descubrimos un sitio bastante auténtico, era un bar al aire libre en donde húngaros de la zona se juntaban para escuchar música. La banda puso música de los 50-60s, y La Guapa empezó a emocionarse. Ya está, estaba cantado, había que ir ahí. Lamentablemente, a los dos se nos había acabado los florines, y el sitio no tenía pinta de aceptar euros o tarjetas de crédito. Mala suerte.

No obstante, yo quería que La Guapa se sintiera bien, y escuchara su música preciada en ese sitio. Así que había que conseguir plata. Sea como sea. Cueste lo que cueste.

Cinco kilómetros más tarde, llegué jubiloso al único maldito cajero alrededor del parque, con La Guapa jadeante y medio moribunda a mi costado. ¡Había conseguido el dinero! ¡Y no sólo eso! También, de camino, vimos el castillo de Vajdahunyad, la Plaza de los Héroes y un monumento a no sé qué cosa. ¡Perfecto! Ahora sólo había que arrastrar a la pobre Guapa de vuelta al bar, a pesar que pareciera que más bien preferiría descansar un poco. ¿Descansar? ¡No! ¡Tenía que ir a disfrutar su música! Y claro, ¿qué mejor forma de hacerle olvidar sus preocupaciones, que llevarla a través de la parte más oscura y tenebrosa del parque, para así cortar camino?

Chesu, luego de releer esto, me acabo de dar cuenta que salí a mi padre. El nos hace lo mismo a toda la familia, cada vez que nos vamos de viaje.

Anyway, afortunadamente La Guapa, además de guapa, entiende de genética, y me dio otra oportunidad.

Y nada, a pesar de todo, parece que le caí bien a La Guapa. Me permitió llamarla, ahora que regreso a Lima en Diciembre. Supongo que será una buena señal, ¿no?