viernes, 31 de mayo de 2013

La Línea de Ropa

Enfrentado a la terrible experiencia de lavar la ropa, me puse a pensar cómo hacer para tener que lavar menos veces al mes, y así aprovechar mi tiempo un poco mejor.

Me senté frente a la lavadora, el análisis era sencillo: mientras más ropa ponga de una sola vez en la lavadora, menos veces tendría que lavar. No obstante, tenía una restricción importante: el número de líneas en dónde secar la ropa era limitado.

Me sente entonces frente a las líneas de ropa (aquellas en donde otras aventuras interesantes habían ocurrido), y analicé cómo maximizar la cantidad de ropa que podía poner en ellas. Por supuesto, si maximizaba la cantidad de ropa que ponía en las líneas, minimizaría la cantidad de veces que tendría que lavar la ropa. Excelente.

Llegué a la conclusión que, a lo mucho, podía poner cuatro polos y una pieza de ropa interior en la línea. Además, un polo contaba aproximadamente como dos piezas de ropa interior, y un pantalón como polo y medio.

Habiendo hecho esto, me aseguré siempre que el número de piezas de ropa que lavara en algún momento ocupara completamente todas las líneas de ropa disponibles, al máximo.

Feliz de tener un método eficiente para lavar la ropa, procedí seguir con mi vida, confiado que seguramente ahorraría una o dos lavadas al año. Ecológico total, señores.

Por supuesto, mis compañeros de piso no vieron todo este proceso, lo único que veían era que yo siempre colgaba la ropa de la misma manera, siguiendo más o menos el mismo patrón. Uno de ellos se me acercó una vez, mientras llevaba a cabo mi fríamente calculada labor, y me dijo: "Oye, tú eres una persona muy cerrada de mente, ¿no?"

En ese momento no entendí lo que quería decir. ¿Había discriminado a algún homosexual sin darme cuenta? ¿O había rechazado algún tipo de comida extraña? ¿Tal vez había juzgado a alguien por llevar a cabo un aborto, sin considerar las circunstancias? ¿Acaso me había escuchado hablar mal sobre las teorías con dimensiones extras? Preocupado, le pregunté por qué decía eso.

"Porque siempre pones la ropa de la misma forma" respondió él, con la sonrisa cavernícola que lo caracterizaba.

Le intenté explicar que eso maximizaba la cantidad de ropa que podía lavar, pero no entendió. O no quiso entender. Claro, él nunca se enfrentó a la lavadora en todo el tiempo que vivimos juntos, no podía entender.

Decidí ignorarlo, y seguir con mi forma particular de colgar la ropa. ¡Qué sabía él!



No obstante, escuché un comentario similar la última vez que estuve en Ginebra. El Albanés Amable hablaba pestes de un miembro del Foyer (una buena costumbre de El Albanés Amable), y en eso dijo: "Sí, estoy seguro que es un psicótico, la otra vez pasé frente a su habitación y vi que había dejado la puerta abierta. Adentro todo estaba muy ordenado, pero estilo Dexter. No se imaginan, hasta la ropa la tenía colgada en patrones."

En ese momento, me atoré. Primero cerrado de mente... ¿y ahora psicótico? Decidí que sería una buena idea no mostrarle a nadie en el Foyer cómo colgaba la ropa.

No se imaginarán mi terror un día, cuando Chibi-Ninja tocó mi puerta para pedirme una de mis Wawasanas Antigripales, y se dio cuenta de mi forma de colgar las ropa. "Ohhhhhhh," dijo ella, en esa forma característica que tienen los Chibi-Ninjas de sorprenderse, "¡qué ordenada tienes la ropa!"

Rayos. Había que matar a Chibi-Ninja. Una lamentable conclusión, pero necesaria. Todo para que no me llamaran psicótico, ni cerrado de mente.

Por suerte, me di cuente en lo ridículo de mi argumento, y desistí. Fui afortunado, porque Chibi-Ninja fue solidaria, y no reveló mi secreto a nadie.

Pues nada. El día de hoy dejo de esconderme, y declaro públicamente que yo ordeno mi ropa al colgarla. Llámenme cerrado de mente, llámenme psicótico, me da igual. Pero cuando estén ustedes lavando la ropa una vez más al año que yo, recuérdenme. Seguramente escucharán mi risa en el fondo, maquiavélica, un poco desquiciada, y tal vez hasta insana, pero seguramente no psicótica ni característica de alguien cerrado de mente.

Ya saben.