sábado, 30 de agosto de 2008

Manual de Playa

12/08/2007

Luego de estar tres horripilantes días encerrado en mi casa instalando la ultima versión del linux que uso, decidí por fin tomarme un break e ir a la playa. Recopilé estos pasos que, a decir verdad, no recomiendo seguir.

1. Decidir ir a la playa. Ponerse ropa de baño y un buen polo de marca (el mío decía "Nissan").

2. Observar la falta de ingredientes importantes: bloqueador y toalla playera. Y dinero para comprarlas.

3. Bajar al cajero por dinero, planeando comprar las cosas en la playa. Volver a casa a dejar la tarjeta de crédito, uno nunca sabe...

4. Bajar otra vez, darse cuenta que en la playa uno probablemente pagaría una barbaridad por el bloqueador y la toalla. Decidir comprarlos por casa.

5. Al comprar el bloqueador, notar que ya no se cuenta con el dinero suficiente para la toalla. Volver a casa por dinero.

6. Bajar por tercera vez, y comprar la toalla. Darse cuenta que desde un comienzo sí se tenía dinero suficiente para comprar ambos (en fin...).

7. Emocionarse por el día de playa.

8. Perder el tranvía.

9. Esperar.

10. Seguir esperando.

11. Tomar el tranvía. Veinte minutos después, llegar a la playa.

12. Abrumarse por la impresionante cantidad de gente. Buscar con la mirada algún lugar despejado por unos cinco minutos.

13. Rendirse.

14. Encontrar un sitiecito abierto de mas o menos un metro cuadrado de área. Ubicarse.

15. Sacar el bloqueador. Echárselo encima. Terminar hecho un asco, entre el sudor, el bloqueador y la condenada arena que los queridos vecinos le tiran a uno encima.

16. Sentarse. Mirar alrededor.

17. Preguntarse qué hacer.

18. Diez minutos después, seguir sin ideas.

19. Contentarse con observar a las topless de los alrededores (¡sólo porque no queda otra, ah!).

20. Impresionarse.

21. Espantarse.

22. Repetir aleatoriamente los pasos 20 y 21 hasta el hartazgo.

23. Decidir ir a nadar.

24. En el agua, preguntarse qué hacer.

25. Decidir observar qué hacen los otros hombres solitarios en el mar, e imitarlos. Darse cuenta que ellos están pasando por la misma situación.

26. Regresar decepcionado a la ubicación original.

27. Repetir todo el proceso, desde la llegada (paso 16), una vez más. Pero esta vez sin sol.

28. Al regresar del mar, percatarse que está empezando a llover.

29. Decidir que es imperativo secarse rápido para escapar. Mirar la toalla barata comprada, reprimir un sollozo luego de comprobar su estado.

30. Mojado y derrotado, ponerse el polo de marca y emprender el camino de regreso.

31. Considerar las ventajas de vivir en Alaska o Siberia. Buscar postdocs por allá.

domingo, 24 de agosto de 2008

En Karlsruhe

02/08/2007

A mí nunca me ha convencido estudiar en un país donde no hablo el idioma local.

Por lo general he escuchado que da igual, que al final los postgrados son todos en inglés, y que uno termina enterándose de todo. Y si mi camino me llevara, por ejemplo, a Italia, eventualmente terminaría entendiendo a los italianos.
No obstante nunca confié en este tipo de afirmaciones. Menos aún cuando viajé por unas semanas a Trieste, allá en el remoto 2002, y simplemente no le entendía ni jota a los italianos, ni de forma oral o escrita. Nop. Un postgrado debía ser en un país donde entendiera el idioma local, ya sea Latinoamerica, Gringolandia, UK o España.

Lamentablemente siempre me ha salido el tiro por la culata. Ya se saben la historia...
En Cambridge viví con seis chinos por unos tres meses. Mal comienzo.
Ahí mismo, el equipo de remo estaba dominado por "Superhombres Nietzscheanos," todos alemanes, daneses o suecos. Así que nada de comprensión por ese lado (a excepción de aquella ligera complicidad que compartimos nosotros, los superhombres).

En Valencia esperé que la situación mejore un poco. Obviamente me equivoqué.
Desconocía la existencia del idioma valenciano, especie de catalán con crisis de identidad (esto me va a meter en problemas con los españoles, pero en fin). La hora del almuerzo era al comienzo un momento de crisis extrema, ahí estaban todos hablando intensamente en valenciano mientras a mi no me quedaba otra que reflexionar sobre Star Wars, el último capítulo de Lost o cualquier otra pavada que pasara por mi mente. Afortunadamente el asunto ya mejoró, ya entiendo un poquiiiiiiiiito de valenciano, y los demás ya hablan mas seguido en español.
El grupo de investigación no ayudó. Especialmente considerando que todos menos mi jefe y yo son italianos. Y claro, mi jefe habla italiano perfecto. Recuerdo la primera (y única) salida grupal a tomar café... regresé a la oficina más estresado que cuando salí.

El ser enviado a una conferencia en Karlsruhe, Alemania, provocó evidentemente un terrible temor dentro de lo mas profundo de mi ser.
Antes de salir, revisé todo mi conocimiento sobre el alemán:

1. Danke ("Gracias").
2. Bitte ("De nada"... mas o menos).
3. Achtung ("Peligro," muy útil, por cierto).
4. Gesundheit ("Salud," o sea, "bless you").
5. Prost ("Salud con todos," digamos).
6. Eine Kleine Nachtmusik ("Una pequeña tonada nocturna," ¡Fuga siempre presente!).
7. Das Schnabeltier ist auf dem tisch ("El ornitorrinco está en la mesa"... no pregunten).
Y punto.
Espero que esta lista haya ilustrado la razón de mi temor.

Afortunadamente no iba solo. A la ida iba con Lorenzo (italiano) y Avelino (español). Y el primero había llevado clases de alemán, ¡así que no lo queríamos perder de vista!
Poco tiempo después, descubrimos que el alemán de Lorenzo estaba a un nivel de "mi mamá me mima." Lamentablemente, nos dimos cuenta de esto al tomar un tren a Hamburgo en vez de a Karlsruhe... Pero bueno, rajar no puedo, fue el mismo Lorenzo quien se dio cuenta que estábamos en el tren incorrecto, ¡ya que este salió tres minutos y medio antes de la hora!

Si, si, Alemania es diferente.
La diferencia no está sólo a nivel de idioma o de puntualidad. Las cultura alemana es una cosa muy pero muy compleja, como era de esperarse.

La comida es un buen ejemplo. Inicialmente me agradó: ¡¡¡una carne buenaza!!! Y hacía tiempo que no veía una buena milanesa (schnitzel, lo llaman allá...¿o era sputnik?). Pero luego uno se daba cuenta que SÓLO tenían carne y schnitzel... y salchicha. Y cerveza, por supuesto, un fenómeno espeluznante. Nunca antes había visto algún "meeting" donde el "Welcome Drink," en vez de ser una elegante copa de vino o una discreta de champán, ¡haya sido una jarra con litro y medio de chela!

Las charlas tuvieron también su toque especial. Resulta que en Alemania no se aplaude después de alguna ponencia, sino mas bien empiezan a golpear la mesa. La primera vez que pasó eso pensé que estaba en pleno Blitzkrieg, la única vez que he saltado tanto fue cuando explotó el aire acondicionado en mi oficina en Valencia (¿les conté esa?).

Aparentemente en Alemania sólo le aplauden a los artistas... lo que me hace preguntar qué hacen si un artista da una ponencia... Esa pregunta eventualmente fue ubicada en la misma categoría donde está "Cómo serán las hamburguesas de Hamburgo?"
Uno se preguntaría también qué cosa hacen si no les gusta la charla... Pero creo que prefiero dejar esa sin respuesta.

Otro fenómeno curioso se dio el día de la excursión. Dentro de mi afán de poder decir que he ido a sitios que suenan chévere (como el año pasado, ¡que termine montado cleta en el bosque de Sherwood!), escogí la excursión que iba la Selva Negra. El plan era ir a un pueblo llamado Baden-Baden (donde dice la leyenda que Clinton afirmó que el sitio sonaba tan bien que había que ir dos veces... gringo monse), para luego tomar una carretera a través de la Selva Negra e ir a un museo al aire libre. Resulta que dicha carretera estaba de cumpleaños, ¡cumplía 75 años! Y bueno, para darle gusto, decidieron cerrarla ese día... Lindos y considerados, los alemanes. Así que terminamos encerrados en el bus por dos horas y media mientras íbamos por carreteritas alternas... Si, bueno, bonito el asunto, aunque hubiera sido mas bacán haber estado mas de media hora en el museo, ¡en vez de pasar toda la tarde sentado en el bus!

Ahora bien, el que los alemanes sean diferentes puede ser ventajoso, especialmente cuando uno tiene la costumbre de meter la pataza cada vez que puede.
Resulta que en la conferencia esta había un banquete, que no estuvo tan bien. Lo que realmente me indignó fue que al final me quedara yo sin postre. Esto es para mi como que se queden sin trago, simplemente no puede pasar. A la vuelta a la mesa me encontré con Lorenzo, que estaba con gente desconocida, y entre esta gente estaba una alumna organizadora. Yo, con ganas de molestar, le dije medio en broma y medio en serio a Lorenzo que era una vergüenza, que se habían quedado sin postres, y que quería hablar con un organizador.
Para mi desgracia, quien escuchó esto no fue su acompañante, sino Wim de Boer, quien es EL organizador de la conferencia, además de ser una persona notable en el ámbito de detección de materia oscura, y haber sido uno de los que descubrieron que la supersimetría puede generar la unificación de las fuerzas fundamentales de la naturaleza. O sea, roche.
Pero como buen alemán, se acercó preocupadísimo, yo le dije que no, que era una broma, pero creo que me leyó el pensamiento, porque seis segundos después de dejarme (literalmente) estaba el anunciando que en breve se servirían más postres, que nadie debía preocuparse.
Surreal.

Pero bueno, no puedo quejarme, el viaje estuvo bueno. La verdad es que no me puedo quejar de la existencia de diferencias culturales, es más, ¡qué suerte que están! Además de hacer que los viajes sean interesantes, le abren a uno los ojos, uno nota la presencia de distintas formas de ver el mundo, de forma que se logra complementar y fortalecer lo que uno concibe como "normal".

Psss, se nota que me esta dando sueño, ¿no? Mejor la corto aqui. Espero poder mantener la conclusión del parrafo anterior luego de mi viaje al norte de Valencia este fin de semana, donde se habla mas valenciano que al centro... Uy uy uy... ¡Deseenme suerte!

martes, 19 de agosto de 2008

De Vuelta por Cambridge...

15/05/2007

Es increíble que estas cosas realmente ocurran.
No importa lo mucho que se esfuerce uno, no importa lo confiado que uno esté, siempre la vida se encarga de demostrarle a uno que sólo porque ella es buena gente no se nos cae el mundo encima. Y claro, dicha demostración generalmente involucra una serie de eventos sucesivos que hacen que uno tenga la impresión de que, efectivamente, el mundo se nos está cayendo encima.
Una de estas demostraciones ocurrió este fin de semana, justo cuando decidí darme una vuelta por Cambridge para ver cómo le iba a la gentita.

Dicho viaje tenía como excusa el asistir a la graduación de mi amiga Nicole. Ahora bien, el asistir a una graduación exige tener puesto un terno, por lo cual me era necesario llevar una maleta (en inglés, el termino "suitcase" resulta recontra apropiado). Lamentablemente, cuando uno se da cuenta que puede llevar una maleta, tiende a llenarla, haciendo que su peso obviamente se incremente. Dicha tendencia fue una de las cosas que empeoró la situación en la cual me encontré al llegar, pero por el momento no demos saltos. Tan solo recordemos que terminé llevando una maleta que pesaba 14.5 kg.

El problema tiene sus raíces fundamentales en la apuradera al salir de mi piso. Lamentablemente salí tarde del trabajo (una inoportuna discusión con Pere sobre correcciones de cromodinámica cuántica a un loop involucrando "fantasmas"), y no tenía hecha la maleta, así que obviamente me olvidé de algo en mi camino al aeropuerto. Ese algo era la dirección de Chris, la chica con quien me iba a quedar en Cambridge.

Algunas personas ya se estarán imaginando como habrá resultado la convolución de haberme olvidado la dirección de Chris con mi maleta de 14.5 kg, pero intentemos no saltar al final tan rápido.

El no tener la dirección no me preocupaba mucho. Yo había ido varias veces donde Chris cuando estudié allá, y estaba seguro de recordar cómo llegar. Así que seguí adelante. Llegué a Cambridge a la 12:50 am, según el plan. ¡Y miren cómo son las cosas! Estaba lloviendo. Torrencialmente.

Si, si, maleta de 14.5 kg, no tenía la dirección, era la 1 am, estaba lloviendo... Ingredientes perfectos para un desastre, ¿no?

En fin, no sabía cómo llegar en carro al sitio, así que le dije al taxi que me deje por allí nomas (de paso ahorraba un poco, ¡el taxi casi me salió tan caro como el tren desde el aeropuerto!). Caminé unos 5 minutos (por suerte tenía paraguas) hasta que llegué a lo que yo recordaba era la calle de Chris. Miré el nombre: "Acrefield Drive," excelente, recordé en el momento que ese era el nombre que me había dicho Chris. Y si no me fallaba la memoria, era el numero 9.

Miré las casa alrededor, y ubiqué la que yo creía que era la casa de Chris. ¡Y miren! ¡El número de la casa era 9! ¡Perfecto! Había llegado. Me acerqué a la casa y toqué el timbre. Obviamente no quería despertar a las compañeras de Chris, así que fue una timbrada relativamente corta. Y claro, nadie contestó.

Fue en ese momento que me entró la duda. ¿Era el 9? ¡Pero Chris me dijo que escucharía el timbre de todas maneras! ¿Y ahora? ¿Tocar el timbre otra vez? ¿¿¿A la 1 am??? ¿O tocar en el 7, que también me era medio familiar? Las dudas me invadían mientras la lluvia seguía mojándome, a pesar del paraguas, y yo miraba mi maleta de 14.5 kg sin gana alguna de cargarla por todo Acrefield Drive.

Me acerqué al 7. Toqué el timbre. ¡Y no funcionó! ¿Y ahora? ¿Golpear la puerta? No, no way, Chris me dijo que el timbre estaba bien. No, no, tenía que ser en el 9.

Me acerqué al 9. La lluvia caía. Mi maleta pesaba. Toqué el timbre otra vez. Nada. ¿Y ahora? ¿Realmente era en el 9? ¿Qué hacer?

Pues bien, ¡tenía que llamar a Chris! Por suerte su teléfono estaba en mi celular. Lo abrí... para descubrir que estaba apagado. ¡¡¡Se le había acabado la batería!!!! Así que me preparé. Agarré lápiz, papel y prendí el celular. ¡Funcionó! Apunté el numero justo a tiempo, el celular murió segundos después.

Ok. Ahora, a buscar un teléfono público. En Cambridge. A la 1:15 am. Bajo la lluvia. Arrastrando una maleta de 14.5 kg.
Por supuesto.

Descubrí que en Acrefield Drive no hay teléfonos públicos. Ni en la calle del costado. Ni en la que le seguía. Ni en la siguiente. Decidí regresar y buscar en otra dirección. Y fue en ese momento que la manija de la maleta se rompió.

Tuve que contar hasta 10.

En fin, me puse a razonar. Y lo hice mal. La casa de Chris queda cerca del río, y por alguna razón supuse que por el camino que lo sigue podría encontrar algún teléfono. Así que me dirigí al puente que lo cruza, para obtener una vista panorámica de la situación. Y claro, no había ningún teléfono por ningún lado.

En eso, ví una figura que empezaba a cruzar el puente. No, no era la muerte. Después de unos segundos me dí cuenta que era... ¡¡¡¡el vago ("homeless person," lo llamábamos) que vendía "Big Issues" en frente de Sainsbury's!!!! Se me acercó (a la 1:30 am) y me dijo "Disculpe Sr, sé que esto sonará medio extraño, pero tendrá algo de cambio que le sobre?"

Si, medio psicodélica la situación.

Lo miré. Y le dije "Ok, hagamos un trato. Yo te doy dos libras y tú me llevas al teléfono más cercano." ¡El aceptó! Y así, terminé siguiendo al vago por las calles, mientras conversábamos sobre lo difícil que es encontrar teléfonos en Cambridge y lo inconveniente que resulta olvidar las direcciones.

Finalmente, ¡encontré un teléfono! Ahora, a rezar por que funcione. Agradeciendo al vago, corrí al teléfono, saqué mi papelito y ¡llamé a Chris! ¡¡¡Y contestó!!!

Resulta que su casa sí era en el 9, pero mi estimada se había quedado dormida. Linda, la Chris. Cuando regresé, no sabia si darle un abrazo o una cachetada. ¡Pero bueno! ¡Había llegado! Había estado 45 minutos bajo la lluvia, con una maleta de 14.5 kg con la manija rota, perdido, y dependiendo enteramente del vago de los "Big Issues..." ¡¡¡¡Pero sobreviví!!!!

Nuevamente recalco. A la vida le encanta demostrarnos que es buena gente. Gracias a Dios estas cosas no nos pasan a todos, y a los que sí nos pasan, por lo menos no pasan todos los días.

¿Debería venir aquí una moraleja? Se la dejo a ustedes.

lunes, 11 de agosto de 2008

Indecisiones

10/04/2007

De vez en cuando uno se encuentra con encrucijadas en la vida. Momentos en los cuales la toma de decisiones es fundamental, y donde no se puede seguir adelante sin escoger una u otra opción.

Hace casi un mes, al salir a tender la ropa, encontré una colcha colgada en la linea de ropa del piso de arriba. Estaba atascada en la parte metálica de la linea, moviéndose como una bandera. Aparentemente el viento había hecho que la colcha se desprendiera de un piso superior, y esta había caído encima de la linea de ropa mencionada. Era evidente que si se le dejaba allí mucho tiempo, eventualmente el viento se la llevaría. Decidí hacer algo al respecto, y sin una mayor idea abrí las rejas y traté de agarrar la colcha. Fue justo a tiempo, en ese mismo instante el viento sopló con fuerza y la colcha salió volando hacia mis manos.

Sintiéndome como un héroe, me encontré con una nueva encrucijada. ¿Qué me hacía ahora con la colcha? ¡No sabía de quién era! Luego de mucha meditación, decidí ponerla en una bolsa y dejarla en la entrada del edificio, para que el vecino indicado la recogiese. Luego de unos días la colcha desapareció, y espero que el vecino la haya recogido.

Hoy me encuentro con una nueva encrucijada.
Ha caído sobre mi linea de ropa un calzón.
Y ahora si no se que hacer.

domingo, 10 de agosto de 2008

Crónica de un Trámite Anunciado

06/04/2006

Día: Jueves 5 de Abril.
Hora: 7:40 am.
Estado: Con sueño.
Objetivo: Empezar el trámite para obtener la tarjeta de residencia española.
Razón: Sin tarjeta de residencia no es posible obtener una carta de invitación para Jessica, sin la cual Jessica no puede conseguir visa.

Capítulo 1: La Inocencia

Salí a las 7:40 am hacia la Oficina de Extranjería para Comunitarios en Joaquin Ballester. Fue allí donde había conseguido el NIE (Numero de Identidad para Extranjeros), y era allí donde debía obtener la tarjeta de residencia. Tenía todo listo: pasaporte, NIE, fotos, credencial de beca, carnet universitario (todo fotocopiado) y una estampita de Sarita Colonia, pa' la suerte (los no-peruanos, a buscar en Google). El mecanismo aquella vez del NIE fue sencillo: llegué a las 7 am, esperé a que empezaran a repartir los tickets a las 8, y luego empezaron a atender a las 9. Esta vez no me era tan necesario llegar temprano a la universidad, asi que decidí llegar a las 8 am y tener una cola mas larga.

Caminé hasta allá por 20 minutos (no hay buses ni tranvías que me lleven). Al llegar, vi unos extraños letreros que decían que los comunitarios debían registrarse en la comisaría de Patraix, por una nueva ley. Extrañado, me incorpore a la cola, esperando que la gente de adentro me explique apropiadamente que significaba eso. Iluso yo.

Aparentemente, a partir del lunes pasado, la tarjeta de residencia para comunitarios dejó de existir. Miren mi suerte. Hacía cuatro dias. Y obviamente todo el mundo estaba bien enterado de lo que se debia hacer en esta cirunstancia.

Noten la ironía en el parrafo anterior, por favor.

En fin, me dieron un formulario que debía llenar y entregar en la comisaría de Patraix. Sin muchas esperanzas, tomé un bus hacia allá.

Capítulo 2: A Patraix y Más Allá

Mi estancia en la comisaría de Patraix fue breve. Aparenció en la escena un señor policía, a quien tildaré como "Ese Bastardo Hijesumare" (que hace referencia a "hijo-de-su-madre", ya que no quiero ofender a alguna señora de la noche insinuando que este individuo es hijo suyo).

Pues bien, "Ese Bastardo Hijesumare" me indico que no había pagado las tasas. Eso es cierto, para la tarjeta de residencia la página web del Ministerio del Interior decía que debía pagar ciertas tasas, pero como no sabía donde debía pagarlas (obviamente no estaba en ningún lugar), asumí que se pagaban en Joaquin Ballester (ver capítulo anterior). El cauteloso observador habrá notado que efectivamente me informé en internet sobre el procedimiento para obtener la tarjeta de residencia, y que el contenido de esta página estaba repugnantemente caduco.

Regresemos al susodicho. Luego de indicarme que no había pagado las tasas, me envió a la calle "Les Mestres" a pagarlas allá. Luego de su terrible explicación, decidí tomar un taxi, y con mucha frustración me entere que "Les Mestres" está a unas cuantas cuadras de las Torres de Serrano, muy cerca a mi piso.

Estuve media hora en la cola de Les Mestres, en la cual conocí a un chino que no hablaba ni español, ni inglés, ni francés ni nada que no fuera chino, y que quería mi ayuda como traductor. No se por qué asumió que yo sabía chino, y que su comunicación conmigo iba a ser mas facil que su comunicación con el guardia. En fin, luego de la media hora de cola llegué donde una señora que no tenía la mas mínima idea de que hacer conmigo. Me dió un ticket y me dijo que esperara a que me llamaran.

Media hora más tarde, luego de ser invocado, hablé con otra señora. Y efectivamente, tampoco sabía que hacer conmigo. Habló con un señor medio antipático, que me indicó que las tasas se emiten en la comisaría de Patraix, y que se pagan en cualquier banco, y que no eran responsables de haberme hecho perder más de una hora de mi mañana. Fue entonces que el señor policía de Patriax recibió su muy apropiada tildación.

Capítulo 3: A New Hope

De vuelta en Patraix, me encontré con otro señor policía que si sabía que estaba pasando. Me hizo pasar, y me atendieron. Cuando llegó el momento de las tasas, casi me mandan de vuelta a Les Mestres, pero afortunadamente recapacitaron al ver mis ojos de furia, y emitieron el recibo que debía pagar. Para esto, era la 1:15 pm, y la comisaría cerraba a las 2:00. Y por la comisaría de Patraix no se ven bancos.

Corriendo, encontré una gasolinería, donde me indicaron la ubicación de un banco. ¡¡¡Lo logré!!! ¡¡¡Pagué las condenadas tasas!!! Y corriendo de vuelta, obtuve el pomposo "Certificado de Registro de Ciudadano de la Unión". ¡Muy bien! ¡¡¡Ahora solo debía encontrar un notario que me hiciera la carta!!!

Claro. Debía encontrar un notario un Jueves Santo declarado laborable, después de las 2:00 pm. Por supuesto.

Capítulo 4: ¿¿Una Riesgosa Conclusión??

Luego del almuerzo (la comida), busqué en Google Maps los notarios de Valencia. Encontré uno en la Avendia La Pau. Llamé y me contestó una grabación, diciendo que atendían de lunes a jueves, de 9:00 a 2:00 y de 4:30 a 5:30. Iluso yo. Me lo creí.

A las 4:45 me encontré en La Pau tocando el timbre de la notaría. Y nadie contestó.

Recordando que por la zona habían varias notarias (e insultándome por no haber apuntado todas en un papel), empecé a divagar hacia la Plaza del Ayuntamiento. Encontré una cabina ONO de internet (ninguna notaría, obviamente), donde entré nuevamente a Google Maps y apunté la dirección de 15 notarías.

Luego de encontrar ocho notarías más cerradas, me atendieron en una. No me lo podía creer. El trato era muy amable. ¡Se veía gente trabajando! ¡¡Y eran las 6:30 pm!! Extrañado, y preguntandome si seguía en España, fui llevado donde una señorita, que me preguntó lo que necesitaba. Le expliqué lo de la carta, con lo cual me pidió mi tarjeta de residencia. Yo le conté que ya no existen las tarjetas de residencia, pero que tenía un nuevísimo "Certificado de Registro de Ciudadano de la Unión." Con lo cual ella me respondió que no, solo se podía hacer el trámite con tarjeta de residencia.

Efectivamente, seguía en España.

Cabizbundo y meditabajo, me dirigí hacia la puerta, donde estaban las secretarias hablando con un señor enternado (en traje). Les dije que no, que no se había podido hacer el trámite, y bueno, muchas gracias. El señor se interesó en mi caso, y al ver mi glamoroso "Certificado de Registro de Ciudadano de la Unión" dijo que la carta si se iba a hacer. Resulta que el señor era el notario. Y que tenía los huevos bien puestos (disculpa la expresión, mamita querida, los demás lectores por favor ignoren esta disculpa).

A este notario no lo dominaban las leyes y reglas. ¡Un señor digno de admiración! Pues si la ley me daba este nuevo documento, y si yo podía demostrar con mi pasaporte que efectivamente era la persona a quien se refería mi "Certificado de Registro de Ciudadano de la Unión," ¡pues la carta se debia hacer! ¡Eso es un notario! ¡Era él quien usaba a las leyes, no al revés!

Disclaimer: Cualquier comentario dudando mi heterosexualidad será recibido con el odio mas profundo de mi ser.

¡Muy bien! ¡Las cosas empezaron a funcionar! Obviamente la señorita anterior hizo un escándalo (ojalá nunca llegue a ser notaria), pero él se mantuvo firme, y ¡me hizo mi carta!

Para esto, tengo el deber moral de recomendarlo: Jorge Cano, en Pintor Sorolla 11, Numero 1, Valencia. Teléfono 96 352 29 57. Correo: notaria@pintorsorolla11.org

Epílogo:

En fin. Tengo mi certificado. ¡¡¡Y el martes tendre mi carta!!! Lo único que falta es que la notaría comunique la carta a la policía... veremos que sucede. El día de hoy ha terminado feliz, digno milagro de Semana Santa.

Esperemos nomas que el martes no me traiga sorpresas. Estaremos atentos.

viernes, 8 de agosto de 2008

Cómo No Limpiar Un Horno

21/02/2007

Basado en experiencia personal, cómo no limpiar un horno, en 40 pasos.

1. Darse cuenta que el horno no ha sido limpiado en seis meses.
2. Darse cuenta que uno no sabe como se limpia un horno. Considerar un trapito y lavaplatos.
3. Durante una conversación por Skype, comentarle a la madre sobre el horno.
4. Recibir un sermón de media hora sobre lo irresponsable que es uno no limpiando el horno.
5. Asustarse al escuchar que de malograrse el horno la dueña del piso podría no querer devolver la fianza.
6. Recibir una recomendación: el limpiador de hornos!
7. Ir a Mercadona (especie de Wong español) y comprar limpiador de hornos.
8. Regresar a casa, y abrir el horno.
9. Leer las instrucciones del limpiador.
10. Echar el spray dentro del horno. Sale espuma!
11. Darse cuenta que el olor del limpiador es extremadamente irritante.
12. Leer las precauciones. Darse cuenta que uno debería usar protección de ojos y guantes, no inhalar los "humos," y quemar todo aquello que el limpiador tocara que no sea un horno.
13. Entrar en pánico. Abrir todas las puertas y ventanas del piso.
14. Cerrar la puerta del horno, como indicaban las condenadas instrucciones. Dejarlo 15 minutos.
15. Abrir la puerta. Preguntarse a donde se fue toda la espuma del limpiador. Darse cuenta que el olor sigue allí.
16. Pasarse una hora limpiando el horno con un trapito.
17. Darse cuenta que para el uso que se le da al horno, un limpiador es un exceso brutal.
18. Luego de la limpieza, darse cuenta que el horno sigue apestando a limpiador.
19. Dejar el horno ventilándose toda la noche.
20. Frustrarse al ver, a la mañana siguiente, que el horno sigue apestando.
21. Dejarlo ventilar todo el día.
22. Regresar de un duro día de trabajo, para encontrar al horno casi sin olor.
23. Sospechar.
24. Llamar a la madre por Skype para pedir información al respecto.
25. Darse cuenta que ella nunca ha usado un limpiador de hornos.
26. Darle al horno una limpiadita adicional con lavaplatos.
27. Ver como las manecillas del reloj pasan las 10 pm, y sentir hambre.
28. Decidir arriesgarse. Calentar el horno durante diez minutos, sacar una pizza del freezer.
29. Abrir el horno y ahogarse con el espantoso olor del limpiador, aparentemente vuelto a la vida.
30. Apagar el horno, meter la pizza al freezer y abrir una bolsa de papitas. Comer.
31. Buscar en Google: "oven cleaner smell".
32. Encontrar una técnica para deshacerse del olor. Darse cuenta que no se tiene el vinagre necesario.
33. Salir a las 11:30 pm a Opencor (otro Wong español, pero que abre hasta mas tarde) para comprar vinagre.
34. Mezclar seis tazas de agua caliente con una de vinagre.
35. Usar esa mezcla para limpiar el horno por enésima vez.
36. Darse cuenta que ahora el horno huele a limpiador, lavaplatos y vinagre. Las manos también.
37. Harto de la vida, dejar el bol con vinagre dentro del horno.
38. Darse cuenta que ya es más de medianoche, y que no se ha leído el paper de Guth sobre inflación cosmológica, contrario a los planes de la noche.
39. Contarle el desastre a una amiga. Recibir burlas.
40. Decidir que el día de mañana se buscará comida de microondas.

Receta de Fideos a la Alfredo

16/08/2006

Precedentes:

La receta Nicolini de fideos a lo Alfredo es bastante sencilla, pero me las arreglé para que no me saliera muy bien la primera vez. La leche en el fondo de la olla se quemó, casi se rebalsa, y al final termine con un montón de salsa con demasiado queso parmesano. Este viene a ser el segundo intento.

Pasos a Seguir:

1. La receta es para seis personas. Dividir todos los ingredientes entre dos, y decidir que lo que sobra se guarda pa otro día.
2. Buscar a una amiga agradable con quien comer. Ser choteado en el primer intento.
3. Encontrar un amigo gringo que solo come comida de microondas. Apiadarse e invitarlo a comer.
4. Separar ingredientes en la cocina. A la izquierda el fusilli, aceite, sal y pimienta. A la derecha los 50 gr de mantequilla, la media lata de leche evaporada, el jamón y el cuarto de taza de queso parmesano.
5. Calentar agua para preparar la pasta.
6. Preguntarse si ese jamón viejo sigue en buen estado. Agarrar una lamina. Olerla. Dudar. Cortar un poco y probar. Decidir que esta bien. Fallar el lanzamiento del jamón al plato, recogerlo del piso y botarlo a la basura. Preocuparse, ya que solo quedan dos laminitas. Picarlas.
7. Al hervir el agua agregar la sal, el aceite y la pimienta. Esperar cinco segundos, agregar la pasta y cocinar por diez minutos. Olvidarse de bajar la temperatura.
8. Mientras tanto, en otra olla, calentar la mantequilla. Una vez derretida, agregar la leche. Calentar a potencia 4 (de 5), revolver constantemente con cuchara de madera. Esperar a que la leche hierva.
9. Preguntarse si esas burbujitas serán un indicador de hervor. Decidir que lo mejor es esperar a que la leche empiece a ascender, como la vez pasada, pero revolver para que no se queme el fondo.
10. El amigo gringo ofrece ir por unas coca colas.
11. Darse cuenta que la salsa ha estado reduciéndose por cinco minutos, justo en el momento en que uno debe sacar la pasta del agua. Entrar en pánico.
12. Agregar sal, pimienta, nuez moscada y queso parmesano a la salsa. Revolver rápidamente. Poner la olla en una hornilla que no este caliente.
13. A la velocidad de la luz, drenar la pasta. Regresar a la salsa, calentarla nuevamente.
14. Darse cuenta, con horror, que la salsa se ha reducido notablemente, y practicamente no hay suficiente ni para una persona.
15. Asustarse al escuchar al amigo gringo regresar con las coca colas. Abrir el refrigerador, encontrar leche fresca y preguntarse si sera equivalente a la leche evaporada.
16. Mandar todo al diablo y mezclar la leche fresca con la salsa, segundos antes que el amigo gringo entre en la cocina.
17. Decidir que las nuevas burbujitas si indican hervor, y bajar la temperatura considerablemente.
18. Recordar que había que añadir el jamón picado.
19. Añadirlo.
20. Decidir que es suficiente, y agregar la pasta a la salsa. Revolver.
21. Maravillarse, ya que se ve muy bien!
22. Servir la pasta. Probarla. Agradecer a Dios y a Santa Teresita de Jesús, ya que ha ocurrido un milagro: el plato salio bien!
23. Lavar los platos, las ollas, los cubiertos, etc, mientras el amigo gringo se va a ver CSI con su amiga chipriota (y familia). Dejarle por lo menos las lata vacías de coca cola, pa que las bote.
24. Exhausto, irse a dormir.
25. A la mañana siguiente encontrar una lata todavía en la mesa, mientras que la del amigo gringo esta en la basura. Adelantar las resoluciones de año nuevo.

Se Crea el Vacío

El 1ro de Octubre del año 2005 llegué a Cambridge, Inglaterra, buscando un futuro grandioso como físico. Mi gran sueño en esa época era terminar el curso en esta universidad, y seguir un espectacular doctorado en algun de las mejores universidades de Inglaterra.

Al final no pasó. Afortunadamente tenía mi plan B, y terminé haciendo el doctorado en Valencia, España. Resultó una experiencia muy diferente a la que esperaba y, hasta el día de hoy, sigo dándome sorpresas y metiendo la pata donde no debería meterla.

Este blog es una recopilación de mis aventuras al salir del Perú. Espero que no sufran mucho al leerlas.