domingo, 21 de junio de 2015

Enemigos Desconocidos

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Supongo que es normal que, al avanzar campantemente por la vida, uno cree enemigos. Gente que odia la existencia y el bienestar de uno, y preferiría su destrucción inmediata.

Supongo que también es normal que esto ocurra sin que uno haga nada malo en particular. A veces, las acciones de una persona, a pesar de ser bien intencionadas, terminan creando heridas profundas en la gente, que nunca llegan a cicatrizar. "El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones," dicen por ahí. Peor aún, uno puede no estar al tanto de la existencia de dichos enemigos, hasta que sea ya demasiado tarde.

La otra vez descubrí que tenía un enemigo. Esto ocurrió durante el cumpleaños de Wong, en La Botika. Llegué tarde, pero encontré el grupo en una mesa grande. Saludé a Wong, le invité un chilcano, y me senté con todos. Sólo conocía a un par de personas, la mayoría era gente de su chamba.

Entre conversa y conversa, apareció este amigo de Wong, que me preguntó qué hacía por la vida. "Soy físico," respondí, campantemente.

La cara del amigo se distorsionó. De repente, una especie de neblina negra empezó a llenar el bar. Las botellas en la barra empezaron a vibrar, chocando una con la otra. Un par de piedritas empezaron a levitar, y dicen por ahí que escucharon un par de truenos.

Yo, por supuesto, no me di cuenta de todo esto.

"¿Físico?", preguntó el amigo.

 "Sí, trabajo en la PUCP," respondí. Campantemente.

El edificio empezó entonces a retumbar. La luz eléctrica empezó a fallar, y los tragos comenzaron a hervir. Un viento huracanado golpeó la ventana más cercana, abriéndola de par en par, y en eso el amigo empezó a gritar.

"¡Ustedes los físicos me arruinaron la vida!!!"

Fue entonces que me di cuenta que algo andaba mal.

"¡¿Para qué sirve toda esta tontería?!", exclamó. "¡¿Pará qué tuvieron que enseñarme toda esta basura en el colegio?! ¡Han destruido mi infancia!"

Uy carambas, la cosa se complicaba. Miré a mi alrededor, y no vi ninguna salida fácil. Tenía que responder.

"Sí, bueno, te entiendo", le dije. "Lo que enseñan en el colegio creo que es un poco pérdida de tiempo, a nadie le sirve MRUV, a menos que..."

"¡¿MRUV?!" gritó. "¿¡MRUV?! ¿Estás bromenado? ¡Una polea! ¡¿Qué demonios es una polea?! ¡¿Para qué sirve una polea?!"

Pues ahí me agarró, porque si le enseñaron sobre poleas, entonces le enseñaron una de las cosas más útiles de la mecánica clásica escolar.

"¡Tú me arruinaste la vida!" exclamó nuevamente. Luego dudó: "Bueno, tú no. ¡TU GENTE me arruinó la vida!"

Luego como que colapsó, y para cuando despertó, yo ya había escapado. Que viva el alcohol.

Aparentemente mi carrera es más peligrosa de lo que creía. Para la próxima, tendré que planear una ruta de escape, tal vez una cuerda en la ventana, convenientemente amarrada a, oh sorpresa, una polea. O algo así.