sábado, 4 de abril de 2015

Lavando a Mano


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La estrategia era sencilla. Estaría 19 días en Ecuador. Bastaría entonces llevar 11 piezas de ropa, y mandar a lavar nueve en algún momento. A pesar de que le escuela del CERN se llevaría a cabo en una hacienda remota, seguro tendrían un servicio de lavandería.

Y por supuesto, la hacienda tenía servicio de lavandería. Y por supuesto, los precios eras astronómicamente altos. ¿Una camiseta? Seis dólares. ¿Ropa interior? Cuatro dólares. ¿Un par de medias? Cuatro dólares. Si tenía que lavar nueve de estos, el precio total sería de... pucha, demasiado.

¿Qué hacer? Me encontraba en el séptimo día del viaje, y la ropa limpia se me acabaría pronto. ¡Tenía que encontrar una solución!

 La primera idea fue la de comprar ropa nueva. ¡Seguramente comprar un par de polos, medias y calzoncillos no saldría tan caro! Ok, tenía que comprar más de un par, pero igual. Me ilusioné. Se venía una tarde libre en la escuela, y la idea era ir a un mercado indio. Seguro que podría comprar ropa ahí.

¿Una camiseta en el mercado indio? Cinco dólares. Tal vez no sería tan barato como pensaba...

Fue entonces que Edgar, el organizador local de la escuela, me comentó que en la hacienda estaba permitido lavar ropa en los baños. Que había una línea para secar ropa en la ducha. Así que ya pues. Me compré mi jabón en barra, y me alisté para lavar la ropa a mano.

Mi primera experiencia lavando ropa a mano fue algo tardía. Fue justamente el año pasado, en pleno Camino a Santiago. La lavada fue un desastre, recuerdo, la ropa quedó muy mal, y luego no la pude volver a usar. Esta vez debía ser diferente.

De vuelta en la hacienda, consideré mi estrategia. O lavaba juegos de ropa (dos polos, dos medias, dos calzoncillos), o lavaba tipos de ropa (todas las medias). Decidí optar por lo segundo, ya que se veía más sencillo. Y como lo que más me aterraba era quedarme sin ropa interior limpia, empecé por ahí.

Me ubiqué en el baño. Tenía la ducha, con la línea de ropa. Lavatorio. Water. Como era ducha, y no tina, sería imposible lavar la ropa ahí. En el water, pues no. Habría que lavar la ropa en el lavatorio.

Me acerqué... y descubrí que no tenía tapón. Genial.

¿Alguien dijo water?

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Pensé: ¿qué haría un físico experimental en una situación así? Estaba claro que un físico teórico no resolvería nada. ¿Cómo acumular agua? Miré a mi alrededor... y vi la bolsa donde había venido el jabón. Ya pues.

Empecé a llenar el lavatorio, usando la bolsa para detener la salida del agua. Un poco rudimentario, pero funcionó. Metí las nueve piezas de ropa interior, junto con el jabón, y me dediqué a lavar. Y fue entonces que el lavatorio crujió.

La sangre se me heló. Por breves momentos recordé mi viaje de promoción, donde el lavatorio de mi habitación fue destruido (no pregunten). Podía imaginar este lavatorio cayendo en pedazos, y yo teniendo que pagar no solo el lavado de ropa, sino un lavatorio nuevo. No, imposible. Apoyé mi cuerpo en el lavatorio, de modo que balanceara la presión que ejercía al lavar. Y funcionó.

Hasta ese momento, todo bien. Los calzoncillos fueron lavados, por lo menos a un punto donde me parecía que estuvieran limpios. Drené el agua (o sea, saqué la bolsa), y los colgué. Para esto ya era la una de la madrugada, así que me fui a dormir inmediatamente.

Al día siguiente empezó la escuela normalmente. Al medio día, regresé a mi habitación, y descubrí que la ropa seguía tan mojada como cuando la colgué. Por supuesto. El baño no tenía ventilación alguna, y tampoco había ningún tipo de calefacción. Estaba en problemas, ya que sólo me quedaba una prenda limpia. Si no se secaba por lo menos un calzoncillo antes del día siguiente, tendría que recurrir a la estrategia de mi hermano, mejor conocida como "el dalevuelta."

Preocupado, abrí la puerta del baño al máximo, abrí la ventana de la habitación, y prendí la luz del baño. Situaciones desesperadas necesitaban soluciones desesperadas.

Esa noche, dejé ventilando las medias y el polo que había usado ese día. Como la ropa interior seguía ocupando espacio, no era factible lavar nada más esa noche. Tendría que re-usar algo de ropa en algún momento.

Afortunadamente, una pieza de ropa interior se secó justo a tiempo. La lavada de medias tampoco fue traumática, y se secaron bastante rápido. Un problema mayor fueron los polos.

Para empezar, descubrí lo mala que había sido mi estrategia inicial. Claro, lavar nueve calzoncillos o nueve pares de medias en un lavatorio pequeño no es difícil. Lavar nueve polos es otra cosa. Colgarlos tampoco era trivial, ya que una camiseta definitivamente ocupa más espacio. Así que nada, terminé con ropa colgada por todas partes. Bien ahí.

Pero funcionó. Al final, tuve que reciclar un par de medias, y dos camisetas, que la verdad no es nada trágico. La ropa se veía suficientemente limpia, y no noté que nadie se apartara de mi por malos olores, ni nada por el estilo. ¡Todo bien! ¡Había sobrevivido!

El último día, orgulloso, hice mi maleta, y me puse el último polo limpio que quedaba... y descubrí que olía a abombado.

Cha mare.