martes, 19 de abril de 2011

Domingo Electoral

¡No! ¡No se preocupen! ¡En este blog no hablaré de política! ¡Pa eso tengo el Facebook!

Además, en este blog yo escribo para reírme de mis pseudo-desgracias, y lo que está pasando en Perú no es como para reírse. Anyway, déjenme contarles cómo pasé este terrible 10 de Abril.

Como buen ciudadano peruano, decidí ir a votar. Bueno, claro, entre votar o pagar la multa por no hacerlo, la decisión fue sencilla. Ese día iba a ser bastante intenso. Tenía que despertarme temprano, ya que a las 10 am me traían la mesa para nuestra piccola terraza. Luego debía ir a votar, regresar a casa para limpiar el baño, hacer mi maleta, preparar una charla y tomar un avión a las 8:30 pm para ir a Valencia. Vamos, intenso.

El día empezó bien. Bueno, vamos, dentro de lo posible. El día anterior me había ido de excursión al lago de Nemi, y luego tuve un cumpleaños hasta algo así como las 3 am. Así que levantarme un domingo a las 9 am para recibir la mesa no era lo mejor del mundo. Menos aún cuando se venía un día intenso. Pero empezó bien, me trajeron la mesa, y resultó perfecta para la terraza. Bien.

Llegué al liceo donde se llevaría a cabo la votación a las 11:30 am, más o menos. Tres colas, todas inmensas. Buen ambiente, vendedores de Inca Kola y habitas a un euro (Mein Gott, ¡qué caras las habitas!!!!), gente haciendo propaganda de fiestas infantiles latinoamericanas (nada de Mad Science, lamentablemente), conversaciones sobre fútbol peruano en Italia (seguro seguimos siendo igual de malos) y comentarios sobre cómo empezar una chacra exitosa (¡aparentemente creciendo coca al comienzo!).

Luego de una media hora, empezó a circular un rumor sobre el liceo. Aparentemente, había ocurrido una fuga de gas, y las elecciones en Roma habían sido canceladas.
¿Perdón?

No sólo eso. Luego la fuga de gas se convirtió en amenaza de bomba.
¿Perdón?

Y luego la amenaza de bomba se convirtió en intento de fraude.
Se complicó el asunto.

Bueno, ¿qué les puedo decir? El domingo, cancelado. En total, cinco malditas horas haciendo cola. Eso, combinado con la excursión del día anterior, la fiesta de la noche anterior y las 6 horas de sueño, no le hace bien a nadie.

No me adelanto. Luego de como dos horas y media, volvieron a abrir el liceo, pero reinó el caos. La frustración estaba por todos lados, hacía un calor terrible, y no había absolutamente nada de información sobre lo que había ocurrido. El ingreso fue ultra desordenado, y rondaban por todos lados los malditos vivos con la intención de colarse. Y en este último grupo había de todo, desde señoras con cochecitos de bebé, chibolos idiotas (como ese baboso con el gorro de los Chicago Bulls), hasta un grupo de monjitas (a quienes simplemente no pudimos largar por vergüenza, y porque eran muchas... después no se pregunten de dónde viene el anticlericalismo).

Una vez superada la cola, uno debía pasar a una plaza, en dónde debía esperar a que le permitieran entrar al liceo. Esto fue el caos en su máxima expresión. Hubo un mar de gente. Aprendí lo que significa ser aplastado (o vamos, lo pude imaginar mejor). Era tierra de nadie, donde lo único importante era estar en primera fila.

Recuerdo que pasaron muchos niños por encima de la gente, para salvarlos del desastre. Por suerte, eso sí teníamos claro. Si había un niño, se le debería dar prioridad. Bueno, lo teníamos claro casi todos. Recuerdo que cuando llegué a la escalera, escuché que había un niño detrás que tenía que pasar. Apoyándome en la escalera, aguanté a toda la gente detrás mío (superhombre Nietzscheano, ustedes saben), para que el niño pasara. En eso, sentí que alguien tomaba el brazo con el que me apoyaba y lo sacudía con todas sus fuerzas, en un descabellado intento por pasar, sin importarle el niño de ninguna manera. Me di la vuelta... y vi que era una de las monjitas.

Y después se preguntan de dónde viene el anticlericalismo.... Madonna...

Anyway... pasó el desastre y voté. Me pasé el resto del día orgulloso con mi dedo pintado de morado. Pero no había tiempo para estar contento. ¡Tenía que tomar un vuelo y no había hecho mi maleta!

La carrera para llegar al aeropuerto fue épica. Pero lamentablemente, no llegué. Perdí mi vuelo por 10 minutos. Porca miseria. O sea, para ahorrarme unos 40 euros por no votar, terminé comprando otro vuelo por 200 euros. Lindo. Me hace recordar a Marité.

Y no, menos aún me hace feliz ver el resultado de las elecciones. Pero ya les dije que para eso no está el blog. Tan sólo les digo que después no me quedé tan contento de tener el dedo pintado de morado. 'Cha mare.