Estaba decidido. Antes de que empezara a nevar, había que hacer una caminata. El objetivo era claro, bajarnos en Jonction, y seguir el río Rhône hasta llegar a La Plaine. De ahí, regresaríamos a Ginebra en tren.
La guía indicaba que la caminata duraría unas cinco horas, así que si salíamos a las 10:00 - 11:00 am, lograríamos terminar antes que oscureciera. Me imprimí un mapa, y salimos firmes y decididos, los cinco aventureros: La Gata B, Mojo Jojo, La Suiza Melancólica, La Turca Inocente, y yo.
Al bajar en Jonction, encontramos la primera señal de que esta caminata sería extraña. Alguien había tallado rostros humanos en los árboles cerca al río. Nosotros lo tomamos como una expresión artística ginebrina, pero luego, al mirarlo en retrospectiva, podría haber sido una advertencia: el bosque está vivo.
Al salir de Jonction, encontramos el camino de tierra. Había letreros de peligro por todos lados, aparentemente no es muy seguro bañarse en el río. ¿Pirañas, tal vez? Nunca lo supimos.
Al empezar a avanzar, encontramos la primera señal macabra: un cochecito de bebé abandonado. Más adelante, una cuna. La Gata B fue la primera en darse cuenta que era un setting perfecto para el inicio de una película de terror. Emocionado por su posible muerte, Mojo Jojo empezó a liderar la caminata.
Luego de unos diez minutos, encontramos una especie de búnker abandonado. Asumimos que era uno de los legendarios búnkeres suizos, construidos durante la Guerra Fría por miedo a una guerra nuclear. Asimismo, al estar abandonado, era la guarida perfecta para cualquier monstruo maligno. A pesar que Mojo Jojo intentó convencernos de entrar ahí y enfrentar nuestra inevitable muerte, decidimos seguir avanzando.
Fue entonces que Mojo Jojo se equivocó de camino, y terminé siendo yo quien lideró la caminata. Avanzamos un poco, y encontré una pequeña cueva. Bromeando, mencioné que era la casa perfecta para un asesino en serie. Poco nos duró la risa, encontramos una cama dentro de la cueva, con muy mal aspecto.
Efectivamente, había un asesino en serie ahí afuera, y acabábamos de burlarnos de su hogar. Bien jugado. El asunto se volvió más tétrico al encontrar un colchón frente al río, una especie de lugar de reposo donde nuestro asesino planearía su próxima fechoría.
Naturalmente, el asesino en serie estaría ligado al cochecito de bebé. Seguramente sus padres lo abandonaron en la selva ginebrina al nacer, y este creció cultivando deseos de venganza contra el resto del mundo.
Empezamos a caminar más rápido.
Una hora después, nos encontramos más tranquilos. Habíamos pasado por una zona mucho más transitada, si el asesino quería acabar con nosotros, lo tendría que hacer a vista de media Ginebra. Nos creíamos a salvo.
No obstante, nos empezó a dar hambre. Además, La Turca Inocente dio muestras de estar cansada. Decidimos que nos detendríamos en el próximo lugar poblado, por lo menos para recargar agua, y comer algo si era posible.
El siguiente lugar poblado se vio medio desierto, pero contaba con un hospital. Tuve la genial idea de almorzar ahí, pero La Suiza Melancólica me detuvo con un "¿Quieres comer comida de hospital?" Bueno, ni modo, al menos recargaríamos agua.
Fue entonces que nos dimos cuenta de que a través de cada ventana del hospital había alguien mirándonos. Eramos el centro de atención de todo el edificio. Nos dio muy mala espina. Hasta Mojo Jojo se asustó. Entramos a recepción, y los encargados dejaron de conversar entre sí, y nos empezaron a observar.
No nos gustó para nada. Había que salir de ahí cuanto antes. Recargamos agua, y salimos volando.
Seguro que se tomaban turnos para ir a dormir a la cueva del asesino en serie.
No obstante, no habíamos calmado nuestra hambre, y La Turca Inocente se mostraba cada vez más y más cansada. Era la candidata perfecta para ser la primera víctima del asesino.
Fue en eso que encontramos un puente colgante. Al otro lado, edificios. ¡Otro centro poblado! Cruzamos el puente, y nos encontramos con el pueblo más horripilante en la historia de la humanidad. Básicamente era un solo edificio, larguísimo y altísimo, rodeando una zona circular en el centro. En esta zona, como si fuera un altar de sacrificios, había un pequeño centro comercial, con un kebab que irónicamente nos salvó la vida.
Fue entonces que La Turca Inocente decidió abandonarnos. Tomó un bus de vuelta a Ginebra, y nos dejó a nuestra suerte.
Calculamos que faltaban como dos horas de camino. Era extraño, ya que según el mapa habíamos caminado menos de la mitad, pero el último letrero que encontramos indicaba que necesitábamos dos horas y media para llegar a La Plaine. Supusimos que el resto de la caminata era plana.
Fue entonces que La Gata B se lesionó. Bajando por una ladera, se torció la rodilla. Al inicio no le dio mucha seriedad al asunto, pero luego de media hora era ya evidente que estaba caminando mucho más lento. Había que interrumpir la caminata.
El problema era que estábamos bastante lejos de cualquier otro centro poblado. Había puro bosque a nuestro alrededor, no era nada claro si sería posible encontrar algún bus o tren a Ginebra. La Gata B cada vez caminaba más lento, y el asesino seguramente estaba cada vez más cerca. La parte más desconcertante fue cuando encontramos un letrero que indicaba que La Plaine se encontraba a tres horas de camino, aparentemente nos habíamos alejado de nuestro destino...
Fue entonces que llegamos a otro puente colgante, que nos llevaría a otro centro poblado al otro lado del río. No obstante, luego de cruzar, descubrimos que el centro poblado era realmente una fábrica. ¡Estábamos atrapados! A nuestra derecha, una fábrica, a la izquierda, una autopista. Detrás de nosotros, un asesino en serie. ¿Qué hacer?
Fue entonces que vimos a un gentil señor preparándose para arreglar el pavimento, en la mitad del estacionamiento de la fábrica (seguro era leñador en su tiempo libre). Nos acercamos a él a pedirle ayuda, y como si fuera magia, nos dijo que teníamos un autobús detrás nuestro.
Efectivamente, al darnos la vuelta vimos al autobús. Era demasiado bueno para ser verdad, ¡era un bus que nos dejaría en la puerta del Foyer! Nos dimos la vuelta para agradecerle, pero el señor ya no estaba ahí. No, no era Batman, sino que se había ido a arreglar el pavimento, vamos, el pobre había venido a trabajar un sábado, y quería irse a casa.
Pos na. Fin de la historia. Subimos al bus, y nos aseguramos que el chofer no tuviera pinta de asesino (sería el fin perfecto para la pela). La Gata B no dejó de disculparse, Mojo Jojo no dejó de llamarnos cobardes por haber cancelado la caminata, y La Suiza Melancólica no dejó de mostrar su felicidad por regresar a casa temprano.
¿Y el asesino en serie? Personalmente, creo que dejó de vivir ahí hace ya mucho tiempo. Mi sospecha es que ahora administra el Foyer donde vivo, pero vamos, tampoco tengo suficiente evidencia.
Bona nit!
2 comentarios:
creo que deben volver y resolver el misterio.
Ummmm.... Siempre y cuando no deba pasar por ese hospital, ¡todo bien!
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