martes, 19 de agosto de 2008

De Vuelta por Cambridge...

15/05/2007

Es increíble que estas cosas realmente ocurran.
No importa lo mucho que se esfuerce uno, no importa lo confiado que uno esté, siempre la vida se encarga de demostrarle a uno que sólo porque ella es buena gente no se nos cae el mundo encima. Y claro, dicha demostración generalmente involucra una serie de eventos sucesivos que hacen que uno tenga la impresión de que, efectivamente, el mundo se nos está cayendo encima.
Una de estas demostraciones ocurrió este fin de semana, justo cuando decidí darme una vuelta por Cambridge para ver cómo le iba a la gentita.

Dicho viaje tenía como excusa el asistir a la graduación de mi amiga Nicole. Ahora bien, el asistir a una graduación exige tener puesto un terno, por lo cual me era necesario llevar una maleta (en inglés, el termino "suitcase" resulta recontra apropiado). Lamentablemente, cuando uno se da cuenta que puede llevar una maleta, tiende a llenarla, haciendo que su peso obviamente se incremente. Dicha tendencia fue una de las cosas que empeoró la situación en la cual me encontré al llegar, pero por el momento no demos saltos. Tan solo recordemos que terminé llevando una maleta que pesaba 14.5 kg.

El problema tiene sus raíces fundamentales en la apuradera al salir de mi piso. Lamentablemente salí tarde del trabajo (una inoportuna discusión con Pere sobre correcciones de cromodinámica cuántica a un loop involucrando "fantasmas"), y no tenía hecha la maleta, así que obviamente me olvidé de algo en mi camino al aeropuerto. Ese algo era la dirección de Chris, la chica con quien me iba a quedar en Cambridge.

Algunas personas ya se estarán imaginando como habrá resultado la convolución de haberme olvidado la dirección de Chris con mi maleta de 14.5 kg, pero intentemos no saltar al final tan rápido.

El no tener la dirección no me preocupaba mucho. Yo había ido varias veces donde Chris cuando estudié allá, y estaba seguro de recordar cómo llegar. Así que seguí adelante. Llegué a Cambridge a la 12:50 am, según el plan. ¡Y miren cómo son las cosas! Estaba lloviendo. Torrencialmente.

Si, si, maleta de 14.5 kg, no tenía la dirección, era la 1 am, estaba lloviendo... Ingredientes perfectos para un desastre, ¿no?

En fin, no sabía cómo llegar en carro al sitio, así que le dije al taxi que me deje por allí nomas (de paso ahorraba un poco, ¡el taxi casi me salió tan caro como el tren desde el aeropuerto!). Caminé unos 5 minutos (por suerte tenía paraguas) hasta que llegué a lo que yo recordaba era la calle de Chris. Miré el nombre: "Acrefield Drive," excelente, recordé en el momento que ese era el nombre que me había dicho Chris. Y si no me fallaba la memoria, era el numero 9.

Miré las casa alrededor, y ubiqué la que yo creía que era la casa de Chris. ¡Y miren! ¡El número de la casa era 9! ¡Perfecto! Había llegado. Me acerqué a la casa y toqué el timbre. Obviamente no quería despertar a las compañeras de Chris, así que fue una timbrada relativamente corta. Y claro, nadie contestó.

Fue en ese momento que me entró la duda. ¿Era el 9? ¡Pero Chris me dijo que escucharía el timbre de todas maneras! ¿Y ahora? ¿Tocar el timbre otra vez? ¿¿¿A la 1 am??? ¿O tocar en el 7, que también me era medio familiar? Las dudas me invadían mientras la lluvia seguía mojándome, a pesar del paraguas, y yo miraba mi maleta de 14.5 kg sin gana alguna de cargarla por todo Acrefield Drive.

Me acerqué al 7. Toqué el timbre. ¡Y no funcionó! ¿Y ahora? ¿Golpear la puerta? No, no way, Chris me dijo que el timbre estaba bien. No, no, tenía que ser en el 9.

Me acerqué al 9. La lluvia caía. Mi maleta pesaba. Toqué el timbre otra vez. Nada. ¿Y ahora? ¿Realmente era en el 9? ¿Qué hacer?

Pues bien, ¡tenía que llamar a Chris! Por suerte su teléfono estaba en mi celular. Lo abrí... para descubrir que estaba apagado. ¡¡¡Se le había acabado la batería!!!! Así que me preparé. Agarré lápiz, papel y prendí el celular. ¡Funcionó! Apunté el numero justo a tiempo, el celular murió segundos después.

Ok. Ahora, a buscar un teléfono público. En Cambridge. A la 1:15 am. Bajo la lluvia. Arrastrando una maleta de 14.5 kg.
Por supuesto.

Descubrí que en Acrefield Drive no hay teléfonos públicos. Ni en la calle del costado. Ni en la que le seguía. Ni en la siguiente. Decidí regresar y buscar en otra dirección. Y fue en ese momento que la manija de la maleta se rompió.

Tuve que contar hasta 10.

En fin, me puse a razonar. Y lo hice mal. La casa de Chris queda cerca del río, y por alguna razón supuse que por el camino que lo sigue podría encontrar algún teléfono. Así que me dirigí al puente que lo cruza, para obtener una vista panorámica de la situación. Y claro, no había ningún teléfono por ningún lado.

En eso, ví una figura que empezaba a cruzar el puente. No, no era la muerte. Después de unos segundos me dí cuenta que era... ¡¡¡¡el vago ("homeless person," lo llamábamos) que vendía "Big Issues" en frente de Sainsbury's!!!! Se me acercó (a la 1:30 am) y me dijo "Disculpe Sr, sé que esto sonará medio extraño, pero tendrá algo de cambio que le sobre?"

Si, medio psicodélica la situación.

Lo miré. Y le dije "Ok, hagamos un trato. Yo te doy dos libras y tú me llevas al teléfono más cercano." ¡El aceptó! Y así, terminé siguiendo al vago por las calles, mientras conversábamos sobre lo difícil que es encontrar teléfonos en Cambridge y lo inconveniente que resulta olvidar las direcciones.

Finalmente, ¡encontré un teléfono! Ahora, a rezar por que funcione. Agradeciendo al vago, corrí al teléfono, saqué mi papelito y ¡llamé a Chris! ¡¡¡Y contestó!!!

Resulta que su casa sí era en el 9, pero mi estimada se había quedado dormida. Linda, la Chris. Cuando regresé, no sabia si darle un abrazo o una cachetada. ¡Pero bueno! ¡Había llegado! Había estado 45 minutos bajo la lluvia, con una maleta de 14.5 kg con la manija rota, perdido, y dependiendo enteramente del vago de los "Big Issues..." ¡¡¡¡Pero sobreviví!!!!

Nuevamente recalco. A la vida le encanta demostrarnos que es buena gente. Gracias a Dios estas cosas no nos pasan a todos, y a los que sí nos pasan, por lo menos no pasan todos los días.

¿Debería venir aquí una moraleja? Se la dejo a ustedes.

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